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¿Esa es la idea que tienen de los artistas colombianos?

La DIAN y el Ministerio de Cultura crearon una guía multimedia “jocosa” para artistas, con impuestos vigentes que aplican en el sector cultural. Para muchos, el portal no es más que una caricatura mal trazada que ridiculiza a quienes intentan sobrevivir a punta de oficios artísticos. (La página con la guía está fallando, ¿será que se arrepintieron y la van a bajar? No importa, tenemos pantallazos)

Al gobierno nacional le quedó grande entender a los artistas porque en el fondo no entiende a nadie. Ni a los campesinos ni a los transportadores que le reclaman cada cierto tiempo. Ni a sus propios amigos, pendientes de que les corresponda su parte del botín sin mayor esfuerzo.

No se entiende ni a sí mismo.

La mentalidad gubernamental asume que los ciudadanos son niños pícaros a quienes toca educar, corregir. Además de pagar por hacer empresa, tener bienes o tratar de sacar adelante un proyecto, la gente recibe lecciones propias de un domador de bestias salvajes. Los comerciales de televisión, sobre todo, se han servido de estereotipos y de la aparentemente astuta idiosincrasia colombiana.

Hace poco la DIAN se asoció con el Ministerio de Cultura (alianza que, dicho sea de paso, invita al escalofrío y al rechinar de dientes: los cobradores y los tecnócratas gerentes culturales trabajan en llave) con el fin de recordarles a los artistas su responsabilidad hacia Colombia, el carácter social de su labor y demás sandeces retóricas usadas a la hora de decirles que paguen, que tributen como lo hacen todos los demás.

Si no, persecución, captura, cárcel.

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Crearon un portal transmedia en el que puede verse no solo la pobrísima concepción que tienen de los artistas y sus ámbitos, sino la literal desgracia que implica intentar ejercer un oficio artístico en esta nación desafortunada.

Desde el punto de vista de estos funcionarios los artistas en Colombia son una parranda de desocupados que no han hallado un suelo fijo sobre el planeta. Irresponsables por naturaleza, deben acatar las normas tributarias exigidas por el paternal gobierno. No sea que si firman un contrato vayan a dejar de dar su tributo. No sea que se les ocurra establecer mecanismos financieros salidos del esquema de cuartel trazado por la sabiduría estatal.

Como era de esperarse, un sector informado y serio de las artes visuales se pronunció ante esos vídeos de insana pedagogía. Porque los artistas de este país no son tan bobos ni tan disipados como piensan sus autoridades civiles. De paso les recordaron a esas autoridades la importancia de construir patria lejos de clichés.

Aquí a los artistas les toca desempeñar dobles y hasta triples trabajos en aras de la sobrevivencia. La plata para muestras, puestas en escena, publicaciones, encuentros y demás no cae del cielo. Los públicos son escasos y la difusión artística o cultural no es la mejor. Por supuesto, si buscan ayudas institucionales saben qué es la gestión y cómo se hace. De hecho la gestión es la prueba de fuego en una sociedad que ha instrumentalizado a los artistas y al arte hasta reducirlos al papel del pequeño empresario.

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Y ahí es donde reside la mayor incomprensión de este gobierno (y de los últimos cinco o seis gobiernos que hemos padecido) hacia sus artistas y sus prácticas artísticas: creerlos empresas productivas, igualarlos a la condición de fabricantes. Cada artista —desde los infundados parámetros del ejecutivo— es una industria y debe dar resultados de acuerdo a unas metas dignas del mundo empresarial norteamericano.

A veces el fracaso, lo trunco o lo que no está protegido por un contrato ni paga impuestos, es más arte que lo bendecido oficialmente. Así mismo, los artistas no suelen seguir condicionamientos burocráticos. Como bien dijo Édouard Levé: “Empiezo, más que acabo”, y esta es una divisa para las obras de arte que quieran ser tomadas por auténticas. No sus resultados operacionales.

En el fondo, todo este mar de prejuicios está delatando dos asuntos que dan para pensar más y mejor: la escasísima formación humanística de quienes gobiernan y el velo cínico que esos mismos gobernantes le aplican a otros tributadores, a gente que no es del común y que evade olímpica y descaradamente el pago de impuestos.

También es cierto que los videos, la pedagogía de presidio y la mano dura están dirigidas al lado débil de la cuerda podrida. Porque no todos tuvimos la dicha de ser altísimos servidores públicos ni prestigiosos evasores.

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