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Ilustración de Unikittyprin

El cine africano recorre Colombia

Después de su paso por Cali, Buenaventura y Cartagena, la 3a Muestra Itinerante de Cine Africano finaliza en Bogotá, dejando en el aire inquietudes por las historias de un continente que, a pesar de su lejanía geográfica, está estrechamente ligado a las realidades rurales colombianas.

Julián Guerrero / @elfabety

Pocas noticias nos llegan desde África. Salvo los anuncios de algún desastre ambiental, el regreso de una epidemia, la liberación de un líder político de renombre internacional o un “conflicto tribal” entre agentes indiferenciados, la información que los medios nacionales ofrecen sobre el continente africano es mínima, como lo es también nuestro conocimiento y curiosidad sobre esas inmensas extensiones de tierra y sus habitantes. Basta revisar algunos medios extranjeros para conocer que en los últimos días pasamos por alto la muerte del escritor Binyavanga Wainaina, defensor de los derechos de los homosexuales en Kenia, o el naufragio de un barco el domingo pasado en el Congo.

Así como es poca la información que nos llega de la actualidad africana, también es poco lo que podemos conocer de sus experiencias culturales y sus pasos en los mundos del cine, la literatura o la música. Como cuenta el periodista Salym Fayad, si bien suenan constantemente referentes que han brillado o brillan en occidente (como Fela Kuti o Chimamanda Ngozi Adichie), los artistas con propuestas más arriesgadas se escapan siempre del radar de aquellos interesados en expresiones de países como Congo o Sudáfrica e incluso de sus especialistas extranjeros.

A pesar de todo esto, hace algunos días el cine africano recorre Colombia. A través de la Muestra Itinerante de Cine Africano – MUICA, que celebra este año su tercera edición, los colombianos han podido conocer algunas muestras de un arte que desde hace algunos años se ha venido consolidando en África. La exhibición de filmes que se proyectan por primera vez en el país, así como la de ejemplos icónicos del cine africano contemporáneo, hacen parte de esta exposición que busca levantar un puente cultural entre ambos continentes.

“África y Colombia están unidas de muchas maneras y no sólo por el vínculo histórico de la esclavitud —señala Salym, uno de los creadores de la fundación Otro Sur y de la MUICA—. Hay características de países del sur global que son mucho más actuales. Por ejemplo, Colombia y países en desarrollo donde la economía está creciendo también como en Sudáfrica, Kenia o Nigeria, independiente de lo racial y de que en Colombia tengamos 25% de población afrodescendiente, son países que en algunos casos han pasado por una historia de conflicto reciente, que tienen grandes situaciones de desigualdad, pero que al mismo tiempo tienen grandes metrópolis en desarrollo, lo cual proporciona también un caldo de cultivo muy rico para la creación artística”.

Cuenta Salym que la apuesta de la muestra es justamente acercar a aquellos artistas africanos con un alto valor estético, artístico y muchas veces social, a las audiencias colombianas. La muestra que ya ha pasado por Cali, Buenaventura y Cartagena —puntos clave para la cultura afro nacional— termina su recorrido en Bogotá el próximo 29 de mayo, donde también tiene lugar la exposición ‘Angola cinemas: una ficción de libertad’, un acercamiento a la arquitectura de los cines en este país a través de las imágenes del fotógrafo angoleño Walter Fernandes.

Los temas de la MUICA no son asuntos distantes de la cotidianidad de nuestro país. Las luchas cotidianas que se dan en comunidades rurales de Kenia o Mozambique no son tan distintas, señala Salym, de la realidad del campo colombiano, como tampoco lo son las que se dan en contextos de conflicto o en territorios donde hay recursos naturales que se están explotando.

En los últimos años el cine africano ha tenido más exposición que antes. Desde hace décadas hay más películas africanas que se presentan en Cannes y otros festivales internacionales y esto sucede cada vez con más frecuencia. Según cuenta Salym, hay algunas películas en particular que catapultan el cine africano en occidente, como Historias de nuestras vidas o Rafiki. Agrega, además, que el cine africano está teniendo una expansión más allá de los festivales (cosa que se ve en su proyección en aviones), haciendo que deje de ser un cine de nicho.

“A través del cine se empiezan a difuminar esos prejuicios y casillas que se tienen sobre África. A través de estas historias se ve cuáles son los matices de un conflicto, por ejemplo. No se trata de decir que en África no hay conflicto armado, como el prejuicio lo indica. Es que ese conflicto armado tiene muchos actores y no sólo es, como dicen los medios, “un conflicto tribal”. Eso es una simplificación insultante. Hay un conflicto donde entran diferentes asuntos de la región, donde hay intereses económicos, antiguos poderes coloniales, miembros de diferentes bandos que sufren las consecuencias…como en Colombia. Entonces es importante ver a través del cine cuáles son esas historias que cuentan las cosas a partir de cierta situación, a través de las luchas cotidianas”.

Otra de las apuestas de la muestra fue la realidad virtual, una forma de narración que los realizadores africanos están adaptando a la par del resto del mundo. En esta edición la muestra trae como invitados a realizadores que están experimentando con la narrativa no solo desde los estereotipos que se podrían tener (no hablan de los conflictos, no hablan de las tribus, no hablan de los safaris), también con acercamientos al surrealismo o la ciencia ficción, aproximaciones desde las que tocan temas urbanos o medioambientales.

El cine africano, que ha ido poco a poco afincándose en los terrenos de la cultura occidental —no para encontrar validez en ella sino para disputarse un lugar en las producciones culturales dominantes— encontró en Colombia una producción cultural hermana que, a pesar de su fuerza, no ha sido tan visible: el cine afro. “No sólo a nivel cultural —señala Salym—, sino también a nivel social la población afro ha estado muy marginada en el país. A través de los acuerdos de paz y del posconflicto se fortaleció la visibilización de ciertas comunidades que no sólo habían estado marginadas, sino que también sufrieron las consecuencias del conflicto armado y que sólo a través de la coyuntura política empiezan a tener más visibilidad sus expresiones artísticas”.

El cine afro en Colombia (que goza de exponentes como el director chocoano Johny Hendrix Hinestroza) aunque ha producido un número elevado de piezas, no ha encontrado gran difusión y poco se habla de él cuando se piensa en cine. “En Colombia hace rato que se escucha hablar del currulao, de la champeta, de la costa caribe, pero, como pasa con África, es poco el conocimiento profundo que hay en el resto del país. Eso se ve también en el desarrollo artístico. Es baja la exposición y el alcance del cine afro que se hace en el país”, dice Salym.

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Si bien la apuesta de la MUICA es dar a conocer la variedad de cine que se produce en el continente africano con el que, afirma Salym, tenemos conexiones más allá de la raza, su desarrollo deja una lección sobre la visibilización de contenidos culturales y experiencias artísticas que, salvo cuando el conflicto las destapa, quedan ocultas en la Colombia profunda. Con su tercera edición la muestra se consolida como el espacio de difusión de cine africano más relevante en el país y como un estímulo para seguir construyendo el puente entre nuestras narrativas y otras formas de contar la realidad. 

 

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