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Fotos cortesía Francisco Colmenarez

Quiero que mis fotos se vean como una historia venezolana, no como una idea política: Francisco Colmenarez

“En la época de la crisis yo trabajaba lejos de mi casa y tenía que agarrar varios buses y era difícil, tenía que hacer colas y pasar muchísimo tiempo en la calle escuchando a la gente quejarse: todo el mundo tenía una razón para quejarse. La única manera de hacer todo esto sin tanto estrés era hacer fotos de camino a casa y de camino al trabajo”.

Ángel Carrillo Cárdenas / @angelcarrillo

¿Recuerdas ese primer impulso que te empujó a salir con la cámara? ¿Qué de Caracas te provocó?

Mira, yo siempre he sido muy visual. Desde niño tuve muchos intereses por el arte y esas cosas, ¿sabes? Luego de terminar la secundaria pues decidí estudiar Diseño gráfico y comunicación visual y parte de lo que eran los ejercicios universitarios incluían la fotografía. Mis prácticas ahí, en fotografía, siempre fueron en la calle con mi círculo social que pertenece a las movidas más del grafiti y el skateboarding.

 

Luego sucedió que de todos mis amigos yo era el único que tenía cámara, así que yo era quien hacía los registros de lo que hacíamos. Se fue desarrollando mi pasión un poco intuitiva, haciendo registro del grafiti. Luego me empezó a gustar fotografiar cosas aleatorias que veía en la calle, la gente, personas descuidadas. Descubrí así que lo que yo estaba haciendo era street photography.

 

Empecé a darle forma a todo eso que estaba registrando con la crisis de Venezuela porque eran esas cosas que yo estaba viviendo, lo que tenía alrededor. No empecé pensando: voy a hacer esto con tal fin. Tampoco con el deseo de mostrar ni la verdad del país ni nada. Estas cosas a veces pasan así: sólo lo haces y ya, pues. Cuando empecé a madurar encontré significados y le di mejor forma a mi manera de ver las cosas.

 

¿Y técnicamente cómo empezaron a darse esas cosas para ti?

Yo tenía una cámara compacta. No tenía ni una réflex. Ni siquiera una cámara manual. De pana que lo que estudiaba en ese principio en realidad eran los encuadres, las tensiones, la composición, pero el asunto mecánico no. Luego entendí que quienes se dedican a esto le meten a entender la mecánica y la técnica del aparato, entonces empecé a descubrir cosas. Ahora esto último en lo que estoy es lo analógico: yo he hecho foto con rollo durante mucho tiempo pero nunca había revelado por lo mismo, por la crisis del país. Ahora ya que conseguí cómo hacerlo he estado experimentando. Además, la fotografía analógica te exige entender bien cómo funciona la luz, la cámara, los isos, la velocidad. Pero, mira, no te voy a mentir: para mí todo empezó por pura pasión al encuadre. Eso ha hecho que me disfrute mucho hacer fotos con cualquier cámara, incluso con muy poca resolución, cuando resulta más difícil obtener una imagen clara. Es todo un reto y cuando lo logro es satisfactorio, pero también he perdido muchas fotos y hay frustración.

 

Para allá iba: estás disparando película blanco y negro.

Sí. Y también en digital disparo en blanco y negro porque con cámaras de baja resolución eso me ayuda a neutralizar la calidad, trabajo con menos información. Tengo más control. ¿Sabes?, es justamente eso, la poca calidad de los equipos, lo que me terminó empujando al blanco y negro, que ahora es lo que más hago. Así me casé con el blanco y negro. Quizás en algún momento experimente con el color. O tal vez no.

 

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También he disparado película a color y las revelo con químicos para blanco y negro.

 

La fotografía no termina con el disparo, al menos la analógica.  

Claro. Y mira que esos errores que se pueden producir al experimentar con el proceso es algo que me interesa mucho. Trabajo con el error. Cuando haces ese proceso (revelar película a color como si fueran blanco y negro) las fotos quedan en un monótono que luego en digital puedes terminar de afinar. Algunas veces he tenido suerte y quedan las fotos en color, pálidas, con un contraste extraño. Todo es juego.

 

¿Es difícil comprar rollos en Venezuela?

En estos últimos años ha habido un auge de tienditas que traen películas y cámaras, hay laboratorios muy precisos que están revelando. A estas alturas es más fácil experimentar con film, pero cuando empecé: nada. Con decirte que tenía unos rollos de 2016 que hasta hace unas semanas pude revelar a través de un amigo que se fue a Europa, y los revelaron allá. ¿Por qué? Bueno, porque acá es costoso y eran bastantes rollos.

 

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¿Qué es eso que le ofrecen las movidas callejeras en Venezuela, como el skateboarding o el grafiti, a tu mirada fotográfica? También: ¿qué les ofrece tu mirada a esas movidas?

Eso hace parte de mi entorno, no es que yo haya dicho: voy a hacer fotos de esto y voy a buscarlo. Ahí estaba todo porque conozco las movidas, son mis amigos quienes están ahí, en el grafiti y el skate. Me resulta algo natural, son mis amigos y es el mundo que me gusta, me divierto mucho. Yo no patino, son mis amigos, y me gusta tomarles fotos a mis amigos.

 

Hay algo más: yo no busco las fotos, trato en lo posible de encontrármelas en la calle. ¿Sí me entiendes? Las fotografías que más me gustan han salido así, me las encuentro caminando hacia el trabajo, a la universidad o a hacer alguna diligencia, sin pensar: voy a tomar una foto así.

 

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Me haces pensar en Cartier-Bresson con esto de la imagen encontrada y no buscada ni construida. Y creo que es una especie de aura que tiene la fotografía callejera y que algunas personas han cultivado. ¿Tienes algún referente de la tradición venezolana o latina de la fotografía hecha en calle?

 

Yo debo admitir que de historia de la fotografía conozco muy poco. He sido muy espontáneo en mi trabajo. No olvides que estudié Diseño y no Fotografía. Pero puedo hablar de lo mucho que me inspira el trabajo de Antony Salazar, un fotógrafo venezolano increíble que tiene registros de calle que me gustan mucho. Cuando conocí su trabajo dije: me gusta su trabajo y no quiero hacerlo igual pero sí tener su nivel. Y aunque no es venezolano ni latino, algo similar me pasó cuando conocí el trabajo de Daidō Moriyama, el fotógrafo japonés.

 

¿Y fuera del ámbito de la fotografía?

El cine. Un tío veía mucho cine y de chiquito yo veía películas. Creo que de forma inconsciente aprendí mucho con él, acercándome al cine. Ahora que lo dices, y ahora que me haces pensarlo, me han influenciado mucho incluso desde la cultura pop, desde la mirada de la calle que hay en el cine. Además, tengo muchos amigos raperos y muchos amigos punk y ahí también se marca algo para mí. El punk, ese desastre estético, ¿sabes?, ha sido importante para mí porque cuando hago fotos puedo a veces ver esa connotación que traen estos estilos. Me gusta el desastre.

 

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Puede haber una traducción de todo ese caos en ti al lograr imágenes que están superpobladas y que son caóticas.

Claro. Cuando voy de Maracay a Caracas todo me parece caótico. Todo se mueve. Los contrastes me han hecho tener un estilo particular. Hay cosas que suceden en Caracas que no encuentro en Maracay y cuando me encuentro con ellas es como: wow. A veces me preguntan ¿cómo viste esto?, y bueno, creo que se trata también de esa información que he ido recogiendo de diferentes ciudades. Por estar callejeando.

 

Tienes interés por el trabajo y los oficios de la calle. ¿La observación del trabajo humano va configurándote como fotógrafo y persona?

Lo cotidiano es muy clasista y eso definitivamente me influye y me cambia la percepción. Las busetas, por ejemplo, son tediosas y ese tedio es también una estética particular. Los buhoneros (vendedores ambulantes) son muy raros, con esas personas puede pasar cualquier cosa: de repente te encuentras con uno que sacó un espejo a la calle y una silla y montó una barbería y la gente va y se corta el pelo con él. Las personas que salen y trabajan en lo que sea en la calle hacen a la ciudad algo muy especial y a mí y a mi fotografía me transforman, es decir, me transforma verlas.

 

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No obstante son personas denigradas, maltratadas, detrás de ellas hay una lucha, una necesidad, un “bueno yo hago lo que sea por ganarme mi plata”, y eso hace parte de una sintonía social. Yo me fijo en esas personas que están todos los días dándolo todo por vivir, en esas personas que han creado una cultura y una estética.

 

Hace unos meses hablando con el fotoperiodista salvadoreño Fred Ramos supe que una crisis personal lo llevó a sacar la cámara y disparar, puntualmente el asesinato de su padre a manos de un pandillero. ¿Qué ha significado para el desarrollo de tu obra la crisis venezolana?

 

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En algún momento la fotografía fue una forma de abstraerme. En la época de la crisis yo trabajaba lejos de mi casa y tenía que agarrar varios buses y era difícil, tenía que hacer colas y pasar muchísimo tiempo en la calle escuchando a la gente quejarse: todo el mundo tenía una razón para quejarse y tú te cargas de eso. La única manera de hacer todo esto sin tanto estrés era hacer fotos de camino a casa y de camino al trabajo. Las fotos que tomé en esa época más fuerte de crisis estuvieron motivadas por esto que te cuento, nunca fueron una protesta ni tuvieron una pretensión contestataria. Quiero que mis fotos sean vistas en 10, 20 años y causen la impresión que tuve cuando las tomé, solo eso. Mis fotos pueden tener un contenido político, claro, pero no me ubico ahí, yo no quiero que mis fotos sean vistas como una protesta, quiero que mis fotos se vean como una historia venezolana, no como una idea política.

 

Creo que sucede algo: en el momento que levantas las banderas de una lucha social, para muchas personas la fotografía (o cualquier arte) cobra sentido. Antes no. Como si la fotografía en sí misma no fuera valiosa sino que requiere siempre de un “compromiso político” para que cobre valor social. La mirada sobre la estética callejera, así, desprovista de pretensiones, es completamente política en tanto fenómeno cultural. Ahora, ¿qué ha significado para ti no enmarcate en una lucha político electoral dentro de un país tan polarizado y con una crisis de dimensiones internacionales?

 

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A veces es medio suicida. Mantenerte en este punto es complicadísimo. Me ha costado mucho porque me han llegado a decir: mira, tú eres burda de chavista; mira, tú eres burda de opositor. Es rarísimo. Si yo voy caminado y veo un grafiti que dice Viva Chávez y le hago una foto increíble, ¿me hago chavista? Si yo hubiera vivido en la época de Hitler y le hubiera tomado una foto increíble a una esvástica, ¿soy nazi? Es ridículo. De nuevo te digo: me interesa abordar el amplio contexto político, lo histórico, no los partidos. La política (electoral) nos marca a todos, pero yo no quiero que la gente se identifique con lo que dice el grafiti sino con lo que sucedió cuando se hizo ese grafiti. Para mí es ahí cuando algo se vuelve trascendental. Porque, ¿sabes?, se te acabó el partido político y se te acabó tu foto.

 

Acá en Colombia sucedió que muchas personas, durante el estallido social, hicieron fotos espectaculares de tanquetas y disturbios, pero luego no hubo nada más interesante en su trabajo. Creo que trabajar por la fotografía más allá del ángulo de la espectacularidad es muy valioso.

Acá muchas personas se hicieron famosas por hacer fotos de protestas y luego, como cuentas que pasó allá, no hubo más nada, se te acabaron tus 5 minutos de fama. Yo nunca fui a hacer fotos a protestas y creo que tiene que ver con mi cercanía al punk, porque me decía a mí mismo: esto no va a ningún lado, los sistemas políticos no van a ningún lado, nos estamos matando los unos a los otros. Entonces cada tanto me decían: si no apoyas estás en contra.

 

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