Tomarnos las calles: el espacio público es materia prima de creación en la música
La calle y el barrio son incubadoras de ideas que no se agota y cambia a diario. Hablamos con diferentes artistas sobre la percepción e influencia que tiene el espacio público en su creación musical.
Las calles, los parques, el silencio y la bulla, a su vez ser abrumadores e inspiradores, han sido fuente de inspiración de innumerables artistas a lo largo de los años. Justo en estos años de pandemia en que esa conexión con la calle ha sido más compleja, muchos músicos se enfocaron en condensar el sonido y las experiencias del espacio público en sus obras, pintando con sus letras y sonidos paisajes con los que apenas nos estamos reconectando.
La música ha tenido siempre un lugar importante en las interacciones que tienen las personas con el espacio público y muchas veces definen cómo entendemos este. No es lo mismo ir escuchando a todo taco Mayhem en un Transmilenio en hora pico, que ir pegado de la barra llorando mientras escucha Andrés Cepeda y piensa en su última ex novia. Entender cómo la música puede determinar y fortalecer nuestro vínculo con la ciudad, por ejemplo, es también una forma de inspirar a las personas que hacen música y que beben de ese espacio para crear.
La inspiración llega muchas veces en la calle y es algo que podemos ver en algunas de las canciones más tradicionales y populares del país, por ejemplo ¿Dónde estaban si no en la calle los que vieron a la pareja del Santo Cachón?
Uno de los artistas que más ha tomado inspiración del encuentro y la experiencia callejera es Lucio Feulliet, el cantautor pastuso que hace pocos meses lanzó Bailando Bailando, su tercer álbum de larga duración y que es un reflejo de una fiesta de carnavales de su natal Pasto. “Me inspira el carnaval porque es la oportunidad de tomarnos el espacio público para vivir al máximo. El encuentro es lo primordial”, apunta Lucio.
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Esa inspiración agarró fuerza en las movilizaciones sociales que estallaron a finales del 2019. Como cuenta el artista, “la música se tomó las calles en ese momento para ser la celebración de una lucha que no podía aplazarse más”. Incluso, en su canción Nunca Callar habla de cómo la calle respira y toma un nuevo aire para decir o denunciar las cosas que la oprimen. “Este no es de ningún modo un disco rural, es un disco callejero, urbano con todo lo que eso implica”, cuenta Lucio, quien ha utilizado también texturas electrónicas y sintéticas para enriquecer el universo de Bailando Bailando. El disco es una conversación entre la calle recordada y la calle que existe y cambia con el tiempo.
Así mismo, uno de los fenómenos que ocurren principalmente en esa calle y que se sienten en el trabajo hecho por Feulliet es la murga. Ese formato sonoro de vientos que llena de música las calles de Pasto, lidera la celebración y saca de sus casas a las personas que aún se resisten a hacer parte de la fiesta. Lucio además dice que, si tuviera que condensar en una sola imagen el sonido de su disco, serían las puertas que reciben a la plaza del carnaval en Pasto, a donde llegan esas murgas y comparsas. “Siento que es una imagen linda porque a la plaza se llega cargado de cosas, pero sin afán de llegar”, señala el cantautor. Él entiende ese sonido como una calle que no para de andar, y entiende la calle como un camino que cambia y se llena en cada momento de nuevos detalles que enriquecen la experiencia sonora.
Esa murga o desfiles o marchas que andan por las calles son algunas de las cosas que, desde Bogotá, montado en un bus también veía el rapero Indiazo para inspirarse en la creación de su álbum Los Chinazos donde se siente perfectamente su inspiración en las calles bogotanas. “Cada uno respira y entiende sus calles de manera personal y distinta. En Chinazos está mi Bogotá”, cuenta Indiazo, quien actualmente trabaja en un colegio dictando clases de música.
Para Indiazo la calle no solo hace parte de su rutina, sino que es un elemento fundamental de su obra. Esa calle del barrio Kennedy Ayacucho que en las noches sonaba a carros, choques y gritos desde la casa de su abuela, ha sido el espacio en el que ha crecido y que le ha brindado colores y herramientas para crear un universo brillante y cachaco como el que se ve en Los Chinazos.
“Este disco es el barrio para mí y está hecho para las personas que, como yo, se interesa mucho por su entorno y por descubrir cosas en él. Hay gente que tiene la calle como un espacio de tránsito, pero no la habita realmente”, dice Indiazo. En este primer álbum este creador se consolida como uno de los raperos que se sienten orgullosos de ser bogotanos y que en sus barras se siente la rudeza y confianza de la calle de la capital.
“Está la impresión de que Bogotá es fría pero también es porque hay mucho afán e individualismo en ella. Pero hay tantas Bogotás como personas y cada uno la lee de alguna forma”, apunta Indiazo. Ese sonido de las suelas de los tenis contra el concreto de la cancha de su barrio se siente en cada barra que aterriza el rapero bogotano y, así como en el caso de Lucio, su disco es también un viaje y un camino por la ciudad que lo rodea y en la que ha crecido como artista.
Foto por: @lauraclaveles
Por otro lado, también es sabido que a veces las ciudades devoran pueblos y con ellos engullen prácticas y formas de relacionar. Algo así les sucedió a los integrantes de Babelgam que nacieron en Suba a inicios de la década de los 90. “Yo recuerdo como Suba era una especie de pueblo cercano a Bogotá y recuerdo ir a jugar a un laguito que quedaba cerca a mi casa con mis amigos”, señala Juan Tuaty, vocalista de la banda que este año lanzó Zeta Once, su primer álbum y en el que, desde su nombre, celebran el lugar donde crecieron.
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Este álbum es una carta de amor a su localidad. Cuatro de los cinco integrantes de la banda crecieron entre sus calles y al tener que producir un disco en un tiempo récord de menos de un año, encontraron en esos espacios que recorrían a diario la inspiración necesaria para crear uno de los discos más divergentes e interesantes del año mezclando todas esas texturas y sonidos presentes en su localidad. Por ejemplo, los plásticos de colores brillantes y los metales de las misceláneas de los barrios cercanos a sus casas como la tienda de El Chiquitín de los Precios Bajos, donde grabaron la sesión en vivo de su álbum.
Esta música que desde diferentes perspectivas retoma la calle y la entiende, se vale del espacio público no solo para movilizarse sino también para inspirarse en él. El espacio público, que es muchas veces violento con las expresiones artísticas, también funciona como incubadora de grandes ideas para los artistas que la habitan y recorren. Las calles tienden puntos e historias en común que se reflejan en las canciones: la inseguridad, por ejemplo, en los temas de Babelgam e Indiazo, son el testimonio de habitantes de una ciudad como la capital. O la forma de hablar como el “ala” de Indiazo o el “chumado” de Lucio resuenan en estas obras que son también un reflejo de los tiempos que viven los artistas.
Cada persona en sus particularidades y consumos culturales percibe y conoce la ciudad de alguna manera especial y única. No es lo mismo para uno el semáforo donde la exnovia lo dejó botado que el semáforo que indica que ya está llegando a casa. Esas pequeñas historias que viven en cada rincón de la calle y la ciudad son las que se exaltan estos creadores en sus obras.