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El fútbol no sólo se trata de los 90 minutos que dura un partido

Ganador de una beca de creación en 2018 y expuesto en el Atanasio Girardot, este fotoensayo permite ver de manera íntima las tensiones sociales y familiares que circundan el hecho de entregar la vida a la barra.

Felipe Alarcón Correa (texto y fotos) / @felipeacn

Yender Esyek Tobón fue un referente de La Banda K-Minante de la Rexixtenxia Norte, barra del Deportivo Independiente Medellín. Cuando era niño, un vecino de su familia lo llevó a ver un partido y nunca quiso dejar el estadio. La barra se convirtió rápidamente en su familia ya que sus padres se separaron cuando él era muy niño. Junto con su hermano Hawer aprendieron a patearse la calle muy pronto, de arriba abajo, buscando sustento mientras se cuidaban entre ellos. Se independizaron de su madre cuando no habían terminado de vivir la adolescencia. Se fueron a vivir al barrio Manantiales, un asentamiento donde no hay acceso a servicios públicos, allí construyeron una casa con tablas que aún hoy se sostiene y que se convirtió en el refugio temporal mientras Yender no estaba en la carretera, viajando para ver al DIM. Con el tiempo, Hawer empezó a vivir en la calle y Yender se entregó por completo a la barra.

Se hicieron famosas las historias de Yender en la barra: aquella vez cuando se enfrentó a cuchillo contra unos hinchas del Deportivo Cali y la ocasión, también mediada por puñales, en que casi lo matan en Barranquilla, o el viaje hasta Paraguay mochiliando sin plata. Viajaba por toda Colombia con muy pocos recursos y siempre lograba regresar a Medellín. Vendía chicles en la calle y con eso se financiaba los viajes y, en general, la vida. Llevaba el pelo largo como los barristas villeros que se ven en el sur del continente, escuchaba punk, rap, todo lo que hablara de la calle en el tono que él la vivía: dura. Su hermano cuenta que alguna vez lo vió fumándose un porro con un par de hinchas del Atlético Nacional en una esquina de Manrique y las palabras de Yender, al explicar la situación, fueron: “Hermanito, el fútbol es una cosa, pero importa más la amistad”. Por eso sus amigos lo recuerdan con tanto dolor. Según me contaron a lo largo de esta investigación que ganó una beca de la Alcaldía de Medellín en 2018 y fue expuesta en el Atanasio Girardot, Yender se desprendía de todo lo que tenía, la comida que conseguía la repartía entre todos los que viajaban y sólo peleaba para defenderse; recuerdan los de la barra con insistencia que no le gustaba pelear pero que sí era hábil con el puñal.

(Ya entrado en gastos, pille también Los ‘Rostros de K-rretera’ detrás de la pasión por el Deportivo Independiente Medellín)

La vida de los barristas que viajan por la pasión a un equipo sin importar cómo, cuándo o en qué, es difícil, los conductores de las tractomulas en las que por lo general se transportan no siempre saben que ellos están montados en el bolco o a veces no les importa y muchos han muerto atropellados o machacados por las llantas, además en la mayoría de los casos estos viajes no los realizan sobrios. También está la constante amenaza de los hinchas de otros equipos en la carretera: cualquier paradero de bus, cruce de caminos, fonda o restaurante puede ser una campo de batalla a navaja limpia, casos hay por montones en La Pintada, el último pueblo antes de salir de Antioquia donde se encuentran todos los buses de las excursiones y las tractomulas cargadas de barristas. Y como consecuencia de estos viajes, conseguir un trabajo estable no es una opción, la mayoría abandona cualquier oficio con tal de arrancar cada 8 ó 15 días para alentar, para hacer el aguante a los colores que representan y adoran con devoción absoluta. Para quienes deciden dedicarse a esta pasión que se mueve entre barrios, carreteras, tropeles, tribunas y fiestas, la vida es un negocio diario, una gestión constante entre el día y la noche.

Yender fue asesinado el domingo 25 de mayo de 2014 por hinchas de Atlético Nacional frente al colegio Antonio Derka (“El Cubo”), en la Comuna 8, Santo Domingo. Su muerte obedece a una historia cíclica de pleitos entre La Banda K-Minante y La Banda Pirata de Los Del Sur, organizaciones colectivas cuya característica principal es viajar por cualquier medio (especialmente en mula) a cualquier estadio del país y del mundo. Esta muerte fue un duro golpe para una gran cantidad de hinchas del Independiente de Medellín, quienes reclamaron furiosamente en redes sociales con el hashtag #justiciaporyender, ya que el homicida estuvo libre un tiempo y hasta alardeando el asesinato. Esa justicia que pedían llegó y la persona que asesinó a Yender cumple condena en una cárcel de Medellín. No obstante, la ausencia de Yender marcó los conflictos entre las barras de fútbol en Medellín; hoy la Rexixtenxia lo ha vuelto un mártir de una una lucha marcial, representante de una mitología del bien, de la lucha callejera… pero Yender fue un ser de carne y hueso.

La mañana del domingo de su muerte, Yender llamó a su padre pidiendo ayuda, sabía que alguien le quería hacer daño, incluso prometió cortarse el pelo. Su padre, frío, le pidió que se guardara todo el fin de semana, que él después lo llevaría a rehabilitación; una más en un arrume de promesas que pocas veces se cumplían. Yender murió vendiendo un chicle, justo después de ayudar a mover un carro de chorizos para ganarse la comida de la noche. Hoy su padre dice sentir toda la culpa y hasta cambió de equipo y se convirtió en hincha del DIM, también ha tratado de acercarse a la barra y ayudar en proyectos sociales que llevan a cabo, como la escuela de fútbol, incluso tiene la idea de crear una fundación a nombre de Yender para ayudar a jóvenes que pertenezcan a la K-minante. Por su parte, Hawer pasó por rehabilitación y volvió a la casa de tablas donde vivió con Yender. La madre ha preferido no acercarse a la barra.

La historia de Yender es la historia de muchos barristas que encuentran en la manada el calor de la familia, se entregan al grupo, a sus colores, pero no dejan atrás el entramado complejo propio de la sociedad en la que viven. El fútbol no sólo se trata de los 90 minutos que dura un partido, alrededor del juego hay una buena cantidad de historias, de gente que vive y muere, trabaja y pasa el tiempo pensando exclusivamente en el juego: el fútbol es trivial y exclusivamente deportivo si se mira desde la lógica de los marcadores, pero si logramos hacer un paneo hacia otros puntos de la cancha que se reflejan fuera de ella, si levantamos la mirada hacia los barrios de la periferia y las maneras en las que se ven obligados a vivir quienes los habitan, vamos a encontrar gente con sus propios motivos para hacer de este deporte un espacio donde choca con toda la fuerza nuestra sociedad.

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Hawer saca de un cajón algunos recuerdos de Yender. En su muslo derecho reposa el puñal con el que muchas veces se protegió su hermano; nadie sabe muy bien por qué el día de su muerte no se defendió.

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La banda K-Minante afuera del Atanasio Girardot justo antes de un partido contra el Bucaramanga. A veces, para animarse antes de entrar al estadio, cantan arengas en conmemoración a los amigos fallecidos.

 

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Betyleny, madre de Yender, en la casa de su madre, en el barrio Carpinelo de la Comuna 1 de Medellín. Betyleny nunca aprobó por completo el amor desmedido de su hijo por viajar por el del país a causa de los riesgos que esto representa y el consumo de sustancias.

 

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La torta para un cumpleaños de Yender, quien nunca terminó el colegio. Su madre invitó a todos sus amigos de la barra ese día.

 

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La tumba de Yender en el cementerio Campos de Paz. Los amigos van de vez en cuando, le arreglan la bandera y le dejan un chicle. Además de ser su forma de sustento, Yender vendía chicles como una manera de relacionarse con la gente de la barra y el barrio.

 

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Sirley no fue precisamente una novia de Yender, pero los dos tuvieron una relación estrecha. Sirley lo acompañaba a caminar por muchos barrios de Medellín y alguna vez se fue con él de viaje. Luciana es la hija que tuvo con Yender.

 

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La Banda K-Minante saca un trapo con el retrato de Yender hecho en aerografía justo antes de un partido de domingo en la tarde.

 

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Izquierda: Yender y Hawer durante el periodo en que sus padres estuvieron juntos viviendo en Cali. Después de la separación, su madre los llevó a Medellín. Derecha: Yender antes de los 10 años.

 

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Luciana. Nestor no la ha reconocido como nieta ya que no se ha hecho ninguna prueba de ADN. A Sirley, la mamá, no le interesa mucho demostrar la paternidad.

 

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La Banda de Xto Domingo entre las banderas de Yender. Sentarse a las afueras del metrocable, tomar vino, fumar de vez en cuando un porro y celebrar, siguen siendo algunas de las costumbres de la barra de la comuna 8 cada fin de semana.

 

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Yender a los 14 años, edad en la que empezó su afición por el DIM.

 

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El Mello, uno de los mejores amigos de Yender. No es parte de la K-minante pero viajaron muchas veces juntos, siempre firmes.

 

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Betyleny muestra algunos recuerdos de su álbum familiar.

 

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La camiseta de Yender y un afiche de una de las bandas preferidas de Hawer, aficionado al black metal. Hawer se dedica a la construcción y con sus propias manos ha mejorado la casa, poniéndole energía y algunas tuberías.

 

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Santo Domingo, Comuna 8: uno de los barrios populares con más hinchas de Medellín. Los grafitis definen muchas veces a quién “pertenece” el territorio.

 

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Hawer, el hermano de Yender, hace una demostración de la puñalada mortal que recibió su hermano en el cuello. Estamos frente a la casa de su abuela en Carpinelo.

 

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Interior de la casa de Hawer en el Barrio Manantiales, Bello.

 

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Doña Nubia, la abuela de Yender, en su casa del barrio Carpinelo, Comuna 1. Antes de morir, Yender tocó muchas veces en la casa de su abuela, pero nadie lo escuchó.

 

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Nestor, el papá de Yender, en la oficina. La relación con sus hijos fue tensa por mucho tiempo. Se dice que ponía a firmar a Yender recibos de cada almuerzo que le daba.

 

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Un miembro de la banda de Xto. Domingo muestra una foto con Yender en un viaje. Ahora que Yender se ha convertido en un ícono de la barra, esas imágenes son pequeños trofeos.

 

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Hawer cerca a la estación Santo Domingo del Metro. Algunas veces Yender le decía que lo único que ellos dos tenían era el uno al otro.

 

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Foto tomada frente al Metro de la estación Santo Domingo. A simple vista no se ven, pero todo el barrio está lleno de marcas con el nombre de Yender.

 

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Maicol, líder de la banda de Xto Domingo, en las afueras del metrocable.

 

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“Borracho sin fronteras. Zamora, La Banda Kaminante". La escritura de tags y la caligrafía angulosa son elementos identitarios de los barristas. Los que viajan llevan siempre algo para marcar su presencia en otros puntos del mundo. Cada barra tiene sus modos, en el caso de la Rexixtenxia es fundamental el uso de las equis.

 

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“La Kaminante jamás te olvidará, Pikacho”. La Rexixtenxia se caracteriza porque la mayoría de sus integrantes siempre quiere hacer visibles sus barrios. No solo se pertenece a la barra, también se pertenece al parche de un barrio popular.

 

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Hawer rumbo a un ensayo con su banda de Black Metal. Después de dejar de habitar en la calle, Hawer se ha dedicado a la música y al trabajo.

 

 

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