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Ilustración por @burdo.666

Anonimorph: la biosíntesis del sonido

A través de la intervención de su cuerpo este creador ha logrado llevar el sonido más allá de sus límites naturales. Chips incrustados en antebrazos que producen sonidos únicos y datos audibles del cuerpo son apenas un vistazo del futuro.

Nicolás Gómez Ospina // @ngospina14

En un pequeño bar sobre la carrera séptima la gente empieza a agolparse al booth. Mientras tanto, el dj, que está en una silla larga con una bata de laboratorio, extiende su brazo hacia la mesa donde lo espera un algodón con alcohol para limpiar la zona. Después de casi una hora de transmisión donde las interferencias y resonancias producidas por un chip que tiene bajo su mano hicieron retumbar las paredes, Anonimorph se dispone a insertarse un microchip bajo la piel. El grupo de al menos cincuenta personas ve cuando una aguja ancha traspasa la piel de su antebrazo por la línea de un tatuaje para dejar alojado un chip NFC que usaría inmediatamente después para seguir con su presentación.

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Como sacado de Ghost in the Shell o de algún filme de ciencia ficción, Anonimorph, –el nombre artístico del productor musical Mario Patiño– ha llevado su cuerpo más allá de sus posibilidades y ha encontrado en la unión de este y la tecnología una manera para escapar de lo convencional de la naturaleza.

(Lea ‘La ciencia ficción habla del presente, no del futuro: Liam Young y su arquitectura especulativa’)

Patiño es un bogotano de 32 años que siempre tuvo una inquietud profunda por entender las cosas que se escapaban del plano terrenal. Cuenta que de pequeño vivió en una casa donde jugaba con un fantasma que le devolvía la pelota y cuando se dormía se podía desdoblar, anécdotas que nunca causaron mucha gracia a los curas de los seminarios que los recibían en las salidas escolares de su colegio religioso.

Esa necesidad de saber que estaba más allá Mario la relaciona con la enorme biblioteca de su abuelo, un periodista que tenía miles de enciclopedias y libros que de niño se devoró formando su futura pasión por el conocimiento libre. De ahí saltó al parkour convirtiéndose en uno de los representantes del deporte francés a nivel nacional y luego a una beca en Cine y Televisión que le ayudó a conseguir su padre, un sonidista reconocido por participar en clásicos del cine como Rodrigo D. o La Mansión de la Araucaima, le inculcó el amor por la música de banda sonora y el cine que lo llevaría a la narrativa y fuerza que hoy explora como músico. 

Decepciones amorosas, deportivas y profesionales golpearon a Mario quién acabó encontrando en la fiesta Drum’n’bass bogotana un refugio para perderse en los beats e imaginarse los paisajes que esos productores estaban contando con su música. Según cuenta, en ese entonces se sentía como un tipo raro que se aparecía a los toques pero que no consumía nada y se quedaba hasta que cerraban; un tipo raro que empezó a imaginarse que dejaría de serlo si era él quien ponía la música.

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“En ese momento salió Coursera [plataforma de cursos online] y ahí yo empecé a buscar cursos de producción de sonido. Eran cursos y materiales que podía pagar mientras trabajaba en un callcenter todo el día. Me fui formando mi propio estudio de a poquitos, así no supiera cómo tocar”, cuenta. A medida que realizaba estos cursos fue aprendiendo también a construir más fácil los sintetizadores que pedían en los cursos o como repararlos, acercándose a la tecnología musical para conseguir nuevos sonidos.

Programación de videojuegos, criptomonedas, realidad virtual, inteligencia artificial, solidificación de datos, Mario devoraba cuanto curso encontrara en su camino. “Para mí tocar es bacano, pero producir es un reto intelectual incomparable”, cuenta. Ese afán lo llevó pronto a estar en un nivel profesional en el manejo de Ableton, software de producción, y a tener la posibilidad de dar clases sobre este tema en una academia musical. 

“La gente empezaba a meter la clase conmigo varias veces porque aprendían algo nuevo siempre. Hasta que las directivas empezaron a subirle el precio porque estaba descuadrando el desarrollo del plan de estudios”, dice Patiño quien en la actualidad se dedica a dar clases individuales de producción musical a otros inquietos por el sonido. Poco a poco, esa curiosidad que lo llevó en un principio a desarmar caseteras en la casa de su mamá en Bucaramanga lo llevó eventualmente a encontrarse un mundo de conspiraciones y mejoramiento corporal.

Sus primeros acercamientos al biohacking fueron a través del internet donde encontró blogs en los que se hablaba de una forma de edición genética. En ese entonces escuchó de un retirado de la NASA que encontró una forma de hacerlo desde la comodidad de su garaje para modificar plantas que alumbrasen las calles. También leyó sobre los Grinders, un grupo de personas que a través de la tecnología modifican su cuerpo para superar las limitaciones inherentes al humano como la interconectividad con otros sistemas. Al final, se enganchó tanto con esa idea que decidió a comprar su primer chip por internet.

“A veces no entiendo por qué me lo puse, solo fue una corazonada y me lancé de una. Me encontré a un amigo y lo invité a que hiciéramos algo bien ‘amarillista’. Lo grabamos todo y lo publicamos en nuestra página de facebook”, cuenta.

 

 

El biohacking es la práctica a través de la cual lo sujetos de experimento son los mismos ciudadanos en busca de nuevas formas de darle uso a la biología que, para ellos, debe ser de dominio y experimentación pública. Anonimorph tiene dos chips instalados, tags que hubieran sido utilizados para que los perros perdidos tuvieran una especie de cédula con datos básicos o para abrir la puerta de un garaje desde una tarjeta de contacto.

Pero Mario no solo es un cacharrero. Es un obsesionado por el nacimiento del sonido y sus posibilidades; por cómo expresarse artísticamente a través de transmisores y señales a los que solo él puede acceder, pues se trata de prototipos de producción de sonido a partir de la interferencia o el reconocimiento de chips NFC o RFID, tipos de chip que permiten un intercambio de datos de manera inalámbrica.

En Colombia no se conoce de grinders o biohackers debido a su naturaleza individualista y privada. Mario cuenta que consiguió los implementos necesarios por un bajo precio en AliExpress (una plataforma de compras en China) lo que impide su rastreabilidad y contabilización. “Yo soy geminiano pero mi gemelo malvado está dormido”, cuenta Mario, refiriéndose a que en muchos casos estos chips son utilizados para secuestrar datos de celulares o incluso, clonar tarjetas de crédito. 

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(Le puede interesar ‘Colombia es la distopía de una nación: ¿de qué habla la ciencia ficción que se escribe en el país?’)

Sin embargo, sí existen diversos grupos en redes sociales (y que se reúnen ocasionalmente) en los que se busca divulgar las aplicaciones de la tecnología y la biología en la vida cotidiana de las personas. Incluso, en el Exploratorio del Parque Explora, hay un colectivo multidisciplinar que busca solucionar problemáticas diarias con el uso de la ciencia. A nivel de Latinoamérica el biohacking ha tenido cada vez más acogida con grupos de estudio en las universidades de México, Argentina, Brasil o Chile con un enfoque hacia las máquinas y las aplicaciones más tradicionales y alejadas del arte. 

“Siento que el trabajo del dj cada vez puede ser más autónomo y llegará el momento en que la música de los lugares sea escogida por un algoritmo que lee cuánta gente hay y a qué ritmo están caminando”, dice Anonimorph sobre una eventual desaparición de su oficio.

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Uno de los avances clave para este artista a través del biohacking es una aplicación que genera un sonido cada vez que se pasa el celular por el brazo. Así mismo, construyó un receptor único con un marco de ventilador y un empaque de cds para que lo leyera cuando pasa su mano y utilizarlo como un comando que activa toda una serie de instrucciones para cambiar su música.

“Yo sé que lo que hacen estos aparatos lo podría hacer un click, pero pienso que es chévere que yo sea el único que puede utilizar estos instrumentos y que siempre vayan conmigo a donde vaya”, dice. Una vez el sonido es capturado en su computador, Mario puede crear todo tipo de variaciones y mezclas que arman esos paisajes sacados de la ciencia ficción.

Anonimorph encuentra el sonido en cualquier parte. Por ejemplo, grabó unas muestras de silencio que a través de resonadores y efectos logró convertir en el bombo y snare de su última canción, que aparecerá en un compilado de Drum’n’Bass latinoamericano. Esta canción empieza lento como el intro de una película y conforme pasan los segundos empiezan a entrar nuevos sonidos como personajes que se conocen y entran en conflicto siempre. 

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Los alcances de este ejercicio de exploración son inimaginables. Anonimorph cuenta que ahora quiere seguir explorando este nuevo microchip para generar sonidos directamente desde el motor sonoro de su celular Nokia para poder sintetizarlo y agregarlo a sus paisajes. Es una forma de hacer su llamada ‘biosíntesis de sonido’, pero no es el límite. Hace poco uno de sus estudiantes, que sufre de diabetes, le contó de una placa que se ponía en el brazo de donde sacaba el nivel exacto de glucosa y presión sanguínea. Números que para Mario pueden convertirse muy fácilmente en un tempo o forma de secuenciar otros sonidos. Justamente ése es su siguiente nivel: convertir los datos de su cuerpo en fragmentos audibles para sus composiciones. 

A Mario (que vive en una casa en la Calera) le gustaría vivir bien arriba, mucho más arriba de lo que cualquier persona haya llegado. Cuando medita se visualiza a sí mismo tan lejos que puede percibir su cuerpo y el mundo como ese pedazo diminuto de universo que es, aunque, desde nuestra perspectiva se sienta avasallador. “Estando allá arriba me siento muy solo pero también lo veo todo mucho más claro”, cuenta. Coros de ángeles con muchos tonos o resonancias de otro mundo son la forma en que el sonido, según cuenta, se ha materializado en su mente. 

Aunque los chips que utiliza tienen una fecha de vencimiento en su paquete, Anonimorph no sabe bien si eso implique tener que reemplazarlos ni cómo hacerlo. El biohacking es la manera en que él puede utilizar su cuerpo como un instrumento más para aterrizar esas ideas y visiones, para hacer más fácil la transmisión de ese mensaje que quien sabe a cuantos metros de altura fue a encontrar.


Sígale la pista a Anonimorph y su biosíntesis del sonido.

 

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