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La resistencia colectiva de los talleres de gráfica tradicional

A pesar de los tintes políticos que pueden alcanzar algunos de los carteles y otras impresiones que se producen en espacios bogotanos como Taller Trez o el Taller de las moscas, la verdadera resistencia es contra la desaparición de prácticas analógicas como la xilografía o la serigrafía. El trabajo hombro con hombro es impronta de estas iniciativas colectivas que apuestan por la artesanía: untarse las manos para no dejar de involucrarse con la creación de la obra.   

Julián Guerrero

Puro Veneno espera el momento justo para dar otro golpe gráfico contra la corrupción, como el que asestó con la composición de gran formato en la Universidad Pedagógica el pasado 13 de junio que denunciaba las más de tres millones de víctimas que hoy ostenta el país. Mientras esto sucede, el colectivo ha subido a sus plataformas una carpeta con todos los carteles para que, quien quiera hacerlo, pueda imprimirlos y pegarlos. La actividad de impresión es sencilla, su precio es mínimo y es un acto que hace patentes la crítica y la inconformidad nacional. Cualquiera que comparta estos ideales puede salir a “cartelear” después de un simple clic. 

Sin embargo muchos se han alejado del carácter impersonal de la impresora digital y han vuelto a las formas artesanales de impresión, buscando en la producción manual una manera distinta de creación y reproducción de las obras. La fuerza con que los talleres de impresión y gráfica han dejado su huella en Bogotá en los últimos años, sumada al boom de las publicaciones independientes y a  una generación que se esfuerza cada vez más por salir del ámbito de los medios de producción masiva, nos habla de un escenario renovado por la misma gente que lo habita, por los temas que surgen y, además, renovado por el uso de técnicas que requieren untarse las manos.

_dsc0012_0.jpgPiezas realizadas por Arbitrio

(Le pueden interesar también estas editoriales artesanales que rescatan el libro como objeto)

Xilografía, serigrafía, risografíagrabado son las técnicas principales de algunos talleres bogotanos que desde hace varios años vienen trabajando en zonas como Siete de AgostoChapinero. En estos talleres confluyen personas de distintas disciplinas, aunque la mayor cuota es aportada por diseñadores y artistas visuales quienes se han acercado a estas técnicas a través de la experiencia en la academia, un escenario que les ha permitido, junto al trabajo en el  taller, pensar las técnicas más allá de la maquinaria y la artesanía.

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Taller Trez. Foto cortesía de Taller Trez

Camilo Cuervo, miembro de Taller Trez, espacio que existe desde 2010 y que hoy es uno de los referentes más importantes de la escena gráfica de la ciudad, comenta que ellos buscan “conceptualizar las técnicas a través de una investigación constante. Al final, los resultados no dependen tanto de una máquina sino de la persona, de su experiencia”. A propósito de técnicas como el grabado, asegura Camilo que la creación de este tipo de imágenes requiere un esfuerzo manual exigente por lo cual el producto adquiere una carga distinta, cambiando así las perspectivas sobre la misma técnica.

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"Al final, los resultados no dependen tanto de una máquina sino de la persona, de su experiencia”

Y es que el desplazamiento hacia estas técnicas de impresión no se debe a un capricho de artista ni tampoco se desarrolla sin investigación. Colectivos como Arbitrio, conformado por estudiantes de la Universidad Pedagógicay el cual nació como un semillero de investigación sobre técnicas de impresión, ha dedicado su trabajo a pensar dichas prácticas desde una perspectiva que vaya más allá del taller y a través de la cual puedan explorar escenarios de la ciudad y de la cotidianidad de las personas. Planteado desde su comienzo, hace tres años, como un espacio de educación donde el profesor partiera de una educación horizontal, de tú a tú con el estudiante, Arbitrio ha apostado a formar en la gráfica a sus miembros, la mayoría artistas visuales, contribuyendo al fortalecimiento crítico de la movida en la ciudad.

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Miembros del colectivo Arbitrio

“El tipo de arte que hacemos también es muy político —comenta Rubén Nausa, de Arbitrio—: en el contexto en que nos desarrollamos encontramos que hay mucha relación entre la política y los actos que se realizan en las participaciones artísticas urbanas. Todo arte siempre es político. Desde la serigrafía, el grabado y la punta seca, uno ve que las técnicas han cambiado, por eso nosotros acercamos las técnicas a otra gente, no sólo el grabado, sino también técnicas alternativas de reproducción de la imagen”. 

A partir de la interacción con otros colectivos Arbitrio ha desarrollado un trabajo más allá de los salones de clase y ha permitido a personas de diferentes sectores acceder al conocimiento a través de ferias y escenarios de formación como los desarrollados a partir de su taller itinerante y eventos en Bogotá como el arte circuito organizado por el artista chileno Xilotrópico el año pasado. “Yo creo que la ciudad es un aula abierta. Una de las fortalezas de Arbitrio es que el parche no solo busca producir y reproducir la imagen, sino enseñarles a otros a reproducirla. ¿Para qué? Para que habiten la ciudad, para que la transformen y para que se cree un ejercicio de conciencia política”, asegura Andrés Barrera.

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Taller de las Moscas

La interacción con miembros de comunidades por fuera de la ciudad es también el sello de colectivos como Arbitrio y de iniciativas como Taller Trez. Arbitrio ha desarrollado talleres en Chocó y Cali, en los que han hecho efectiva su necesidad de llevar las técnicas fuera de la academia, trabajando con niños en las técnicas alterativas. Por su parte Taller Trez está próximo a realizar un viaje al corregimiento la Libertad, en donde se dialogará y trabajará con una comunidad afectada por el conflicto bélico, además se intercambiarán sabores, memoria colectiva, experiencias de arte urbano, literatura y música. 

“Estas técnicas tradicionales obligan a una investigación del oficio y a un trabajo colectivo. En el taller hay una fuerza colectiva que necesita de la impronta del cuerpo y el esfuerzo y eso se refleja en el trabajo. Muchas personas hacen un proyecto entre varios y luego se pega bajo el anonimato y eso es muy bonito porque hace del taller un nicho resistente”, comenta Camilo, quien agrega que a partir de la imagen y de la experiencia física de su creación se abre un espacio de comunión y se teje una red entre la gente.

(Conozca, en fotos, las trincheras de los artistas)

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Taller de las Moscas

La movida acelerada de la gráfica en Bogotá les ha permitido a diferentes colectivos encontrarse en estos talleres que ante todo son espacios de creación conjunta, elemento fundamental, como ellos mismos hablan, para la creación de la gráfica, pero también para su posterior distribución. Espacios como Taller Trez o RatTrap, Obra Negra y el Taller de las Moscas son escenarios de resistencia y comunión donde la contracultura, además de estar en muchos de los carteles, está también en el esfuerzo no sólo por no dejar morir las técnicas, sino en la reapropiación de las mismas. 

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Taller de las Moscas

El Taller de las Moscas, ubicado en el barrio Siete de Agosto, es por su parte un escenario activo de producción gráfica. Colectivos como Las Histéricas, EstavezNativo BogotanoSacro trabajan en este espacio de creación en el que se han desarrollado encuentros de serigrafía junto a iniciativas como Colectivo CaníbalColmilloPerro Verde y la editorial Tyrannus Melancholicus, entre otros. 

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Ornella, Sofia y Alejandra de la Histéricas y Alejandro de Estavez.

Desde hace dos años el Taller de las Moscas ha ido construyendo sus herramientas y espacios a partir de la autogestión y ha abierto el escenario para que más diseñadores y artistas gráficos participen de la movida. 

Según comenta la gente de Las Histéricas y Estavez, la diversidad de temas que se trata en el taller es lo que enriquece su trabajo, pues al no casarse con una sola línea política o una sola técnica los productos pueden ser más variados e interesantes. “Se nos hace contundente cuando logramos un producto. Todo lo que pensamos ya puesto en una creación, es más importante. Con nuestro trabajo hemos buscado dar un giro a eso que se piensa que es lo femenino y la mujer y darnos una voz en la gráfica. Hemos visto que hay pocas chicas que se atreven a publicarse o a unirse como tal. Buscamos generar que la gente se sienta capaz y empoderada y que sepa que todo lo que piensa es importante”, comenta Ornella Munar (Celeste), quien hacía parte de Sarcófaga, uno de los colectivos más importantes de la escena.

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Alejandro Sepúlveda de Estavez

(Échele ojo a estas dos historias de perversión gráfica de Eduardo Belga con el tinte de Sarcófaga)

"El tipo de arte que hacemos también es muy político: en el contexto en que nos desarrollamos encontramos que hay mucha relación entre la política y los actos que se realizan en las participaciones artísticas urbanas”

“Desde nuestra disciplina, cuando nos empezamos a juntar, comenzamos a pensar que a nosotros también nos habían educado para ser creadores y no para crear y ver como alguien más puede comerciar con lo que hacemos e imponerle un mensaje, sino que nosotros mismos queremos difundir ideas que tenemos sobre el país, sobre la ciencia, sobre la sociedad. Ahí dijimos que nuestro camino era la autoedición”, comenta Alejandro Sepúlveda, miembro de Estavez, un colectivo de diseñadores de la Universidad Nacional.

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Alfonso Álvarez director de Obra Negra.

Otro de los talleres que más se está moviendo en la ciudad es Obra Negra Gráfica, que trabaja desde hace dos años bajo la dirección de Alfonso Álvarez, profesor de la facultad de artes visuales de la Universidad Javeriana y quien lleva casi 30 años haciendo obra gráfica. Después de cursar materias como Diagramación, Tipografía y Procesos gráficos y editoriales, los integrantes de Obra Negra tuvieron el interés de armar proyectos más allá de la gráfica tradicional manual y de artista, entrando al escenario de la publicación de fanzines y carteles, entre otras, y abriendo escenarios a personas interesadas en el tema.

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Daniela, Daniel y Maria Paula de Obra Negra.

“A mí me gusta la repetición —dice Daniela Castellanos, estudiante de la Javeriana y parte de Obra Negra—, la idea de reproducir la imagen y que esta sea vista no sólo por un grupo cerrado. La idea de que uno pueda repartir la imagen para mucha gente me gusta. El hecho de sentir la tinta, la textura y la materia, emociona mucho. Es casi mágico ver salir esas cosas que uno no se imagina cómo van a quedar y que es algo que se pierde con lo digital”.

“La facilidad o la dificultad no es algo que contemplemos en la medida en que uno hace lo que tiene y hay que hacerlo en el momento que es —comenta Alfonso, de Obra Negra—. La facilidad no ha sido una compañera nuestra, en la parte económica, en la instalación, en echar a andar un proyecto así sea muy económico como un fanzine o un cartel… pero vemos que la difusión es lo que justifica ese esfuerzo. Es echar andar no sólo una imagen, sino las ideas”.

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A la gráfica, que siempre ha caminado de la mano de las disidencias y de aquellos que ven en los oficios posibilidades de producción más conscientes y responsables con el mundo en el que viven, se suma la situación política del país. La creación colectiva, pero también la defensa de la autogestión y la oportunidad de trasmitir ideas a otras personas con contenidos de calidad y de contundencia artística, hacen parte de los valores esenciales de estos talleres que buscan apostarle a un arte para todos.

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