El estado de los humedales bogotanos
Hace siete años, Daniel Bernal, uno de los líderes de la Fundación Humedales de Bogotá, se puso en la tarea de estudiar y apoyar la protección de estos espacios. Hablamos con él para que nos contara, desde su experiencia, cuáles son los beneficios de cada humedal, así como la fauna presente en cada uno y las principales amenazas que tienen.
Daniel Bernal, un joven activista de la Fundación Humedales de Bogotá, se ha caminado cada uno de los humedales reconocidos que tiene la capital. En total, son 727,06 hectáreas de estos cuerpos hídricos, según cifras de la Secretaría Distrital de Ambiente, un número muy reducido frente a las 50.000 que, se dice, tenía la ciudad a mediados del siglo pasado, pero que han desaparecido para darle paso al concreto.
A pesar de esto, él saca pecho y destaca a Bogotá como una potencia en la defensa de estos ecosistemas. Una defensa necesaria pues, como bien lo precisa el Instituto von Humboldt, la capital es donde se encuentra la mayor concentración de dichas áreas húmedas en contextos urbanos. “Lo importante es que entendamos que los humedales son fundamentales para evitar inundaciones y sequías, captar dióxido de carbono, polvo y material particulado, y regular temperaturas y microclimas”, afirma.
Por su labor, Daniel y los jóvenes de la fundación fueron premiados en 2015 por la Convención Ramsar, la encargada a nivel mundial de velar por la conservación y el uso racional de los humedales, y de la que Colombia hace parte. Los destacaron como jóvenes que, desde 2011, defienden estas riquezas naturales, luchando contra la falta de conciencia y la ausencia de apropiación ciudadana de estos territorios, males por los que justamente se preocupa la Convención.
La reciente inclusión de los Lagos de Tarapoto y la Ciénaga de Ayapel como nuevos humedales Ramsar del territorio colombiano, dejó en ocho los sitios nacionales que están protegidos por la Convención, sumándose al Sistema Delta Estuarino del Río Magdalena, el Delta del Río Baudó, el Complejo de Humedales de la Laguna del Otún, el Sistema Lacustre de Chingaza, el Complejo de Humedales de la Estrella Fluvial Inírida y la Laguna de la Cocha. La inclusión en este listado les otorga a estos cuerpos hídricos el nivel de Humedales de Importancia Internacional y obliga al Gobierno a adoptar medidas para garantizar que se mantengan las características ecológicas que les valió ser destacados como tal.
El trabajo y la experiencia de Daniel, enfocado en dimensionar los beneficios de estos espacios, vitales en la lucha contra el cambio climático y que aportan a la conectividad y conservación ecológica dentro de contextos urbanos, nos llevó a preguntarle por el estado actual de los humedales bogotanos y esto fue lo que nos contó de sus recorridos.
La Conejera o ‘Uzhe Tibacuy’
59 hectáreas
Suba
Foto cortesía de Fundaciones Humedales de Bogotá.
En este territorio nació el movimiento ambiental de defensa de los humedales que logró recuperar la zona a mediados de los noventa, ganándose el reconocimiento como humedal insignia de la capital.“Es quizás el más biodiverso junto con el Humedal Córdoba”, explica Daniel. Esto se debe a que en el lugar es posible realizar avistamientos de aves endémicas como la tingua y la monjita bogotana o mamíferos como la ardilla de cola roja, además de la Margarita de Pantano, una especie única en el mundo y redescubierta en 1998, después de que fuera declarada extinta.
A pesar de que en 2012 la Convención Ramsar lo ubicó entre los 14 mejores sitios en el mundo para hacer turismo sostenible, hoy Daniel ve en la Avenida Longitudinal de Occidente (ALO) una gran amenaza. Con esta mega vía propuesta por la administración de Peñalosa se partiría en dos el humedal, convirtiéndola en una medida imposible de considerar como ecoamigable.
Córdoba o ‘Itzatá’
40,5 hectáreas
Suba
Foto cortesía de Fundaciones Humedales de Bogotá.
Dada su abundante biosdiversidad, este espacio es ideal para el avistamiento de aves, pues tiene más de 150 especies, además de la rana sabanera, la rana campana y la culebra sabanera. Gracias a la labor de la comunidad, es uno de los más visitados y mejor conservados pues cuenta con senderos en madera que se ajustan a las normas de la Política de Humedales del Distrito Capital, que prohíbe cualquier construcción de superficie dura dentro de territorios pensados para la recreación pasiva.
A pesar de estar concebido de esta manera, a finales de octubre del año pasado la alcaldía de Peñalosa, sin realizar consulta alguna, expidió el Decreto 545 de 2017, modificando esa política. Ahora la amenaza, como lo precisó María Mercedes Maldonado, alcaldesa encargada de reemplazar a Gustavo Petro durante su destitución, es que se pueden construir “ciclorrutas, superficies duras y equipamientos dentro de los parques ecológicos de humedales, que incluyen el espejo de agua, la ronda hidráulica y la zona de manejo y protección ambiental”. Sería algo similar a lo sucedido en el humedal Juan Amarillo, espacio natural “donde se cometió un ecocidio… convirtiendo su espejo de agua en una piscina de cemento para la práctica de deportes náuticos”.
Santa María del Lago
10,86 hectáreas
Engativá
Foto cortesía de Daniel Bernal.
Gracias a que está totalmente cercado y cuenta con vigilancia, es uno de los más seguros. También, el hecho de impedirse el ingreso de aguas residuales a su cuerpo hídrico lo convierten en uno de los mejor conservados. Sin embargo, como explica Daniel, se puede observar que hay piso adoquinado, que va desde la entrada del humedal casi hasta donde está el agua. Algo que, advierte el joven activista, ya está prohibido y quieren impedir que suceda en otros humedales. Es posible encontrar tinguas de pico rojo, fochas, monjitas y patos zambullidores, además de los patos canadienses que se alojan durante el invierno boreal.
Hoy en día en este humedal es posible ver gente navegando el cuerpo de agua en botes, sin que sea el lugar indicado para esas actividades. Daniel cree que este tipo de prácticas se deben realizar en parques, lagos o piscinas públicas pero nunca en humedales debido a la fragilidad propia de muchos organismos y microorganismos del ecosistema.
El Salitre
3,42 hectáreas
Barrios Unidos
Foto cortesía de Fundaciones Humedales de Bogotá.
El humedal El Salitre es uno de los parques ecológicos distritales de humedal más recientes, reconocido apenas en 2011. Este ecosistema es producto de excavaciones que se llevaron a cabo en los años sesenta y setenta, y fue salvado de una obra urbanística donde la sociedad Reforestación y Parques S.A, de acuerdo a la información entregada por el concejal Orlando Castañeda a El Espectador, planeaba la construcción de una concha acústica y un escenario multipropósito dentro del territorio.
“La ventaja –dice Daniel–, es que se encuentra dentro del Complejo El Salitre, lo que lo hace muy seguro. Mientras que la desventaja es que hay un problema con el abastecimiento de agua, pues se seca si no llueve, probablemente por una fisura dentro de su cuerpo hídrico”. En cuanto a su fauna y flora, según censos de la Asociación Bogotana de Ornitología, el humedal cuenta con 81 especies de aves, como el búho listado, y árboles exóticos como el pino mexicano y el candelabro, así como la acacia negra o acacia japonesa.
La Vaca (sector norte) o ‘Techovita’
5,73 hectáreas
Kennedy
Foto cortesía de Fundaciones Humedales de Bogotá.
Con la construcción del aeropuerto de Techo y la Avenida de Las Américas en 1930, se dio el fraccionamiento de la laguna el Tintal, dando paso al humedal La Vaca en tierras que pertenecieron al cacique muisca Techovita. Después, la construcción del barrio El Amparo, en 1992, dividió el espacio en dos, dejando dos fragmentos completamente desconectados.
Aunque ha tenido problemas de inseguridad, delincuencia, basuras y consumo de sustancias psicoactivas, el activista ambiental hace énfasis en la fuerza de la comunidad del territorio para recuperarlo. “Gracias a sus fuertes líderes se pudo recuperar este espacio, y aunque su acceso es algo complejo e inseguro, la comunidad tiene una importantísima participación en los procesos de cambio. Hoy el paisaje es reflejo del trabajo en conjunto para el restablecimiento de un ecosistema estratégico para la ciudad.
Todavía es posible encontrar la tingua de pico rojo, sin embargo el deterioro del ecosistema hizo que su fauna sufriera un gran deterioro.
La Vaca (sector sur)
2,2 hectáreas
Kennedy
Foto cortesía de Daniel Bernal.
“Era un botadero, una olla, un parqueadero de buses, una bodega de reciclaje. No había nada y era muy peligroso”, dice Daniel.
La administración actual hizo un cercamiento y empezó un proceso de reconstrucción y reforestación con líderes, lo que permitió delimitar las 2,2 hectáreas de zona húmeda en el área sur. “Es un área que está renaciendo, y aunque queda todo por hacer, el ejemplo es Vaca Norte, que había sido invadido por los vendedores de Corabastos pero recuperado en el año 2000”. Se espera que comparta alguna de la flora y fauna del sector norte como la tingua de pico rojo, o las redonditas y lentejas de agua.
Capellanía
27 hectáreas
Fontibón
Foto cortesía de Fundaciones Humedales de Bogotá.
La principal amenaza de este humedal, también nombrado como parque ecológico, es el aislamiento que tiene frente a la Estructura Ecológica Principal de la ciudad, área que, según el Observatorio Ambiental de Bogotá, incluye las denominaciones de áreas protegidas, parques urbanos, corredores ecológicos y la zona especial del río Bogotá como componente fundamental del ordenamiento de la ciudad, y de este con la región. Dicha fragmentación de la conectividad ecológica, en parte, se debe al trazado de la Avenida de La Esperanza y a la infraestructura vial proyectada de la ALO. Según dijo la campaña de Peñalosa, la avenida pasará al lado, “sin tocar el humedal de Capellanía”, hecho que se contradice con los planos expuestos en el Plan de Manejo Ambiental del parque ecológico.
Con el fin de restablecer las propiedades ecológicas de este ecosistema, en el cual es posible avistar tanto a la rana como a la culebra sabanera, así como a la tingua de pico rojo y a el cardenal, se han reintroducido especies nativas representativas como el cajeto, el corono y el arrayán, que acompañan a las especies invasoras como la acacia amarilla, o las de vegetación acuática como el botoncillo y el barbasco.
El Burro
18,8 hectáreas
Kennedy
Foto cortesía de Fundaciones Humedales de Bogotá.
Este humedal, que forma parte de la subcuenca El Tintal, pasó de ser un terreno utilizado como relleno sanitario y parqueadero, a ser un espacio protegido por un acto administrativo en 1994, lo cual ha permitido su recuperación. Si bien antes eran muy visibles las ranitas de la sabana y la culebra sabanera, estas no se han vuelto a presenciar.
Actualmente se encuentra dividido en dos por la Avenida Ciudad de Cali, entre Calles 6 y 7, dando nacimiento a lo que la comunidad denominó “El Burrito”, uno de los más de 20 humedales no reconocidos. “Este es un ejemplo de cómo las vías y las construcciones afectan a estos cuerpos ecológicos”, explica Daniel, quien también hizo énfasis en la futura Avenida Agoberto Mejía o Carrera 80, que también fragmentaría el humedal.
Torca - Guaymaral
24 hectáreas y 49 hectáreas
Usaquén y Suba
Foto cortesía de Fundaciones Humedales de Bogotá.
El caso de Torca - Guaymaral es bastante curioso, pues la Autopista Norte, inaugurada a mediados de los años cincuenta, fragmentó en tres el que era uno de los más grandes humedales de Bogotá: la parte de Torca, la de Guaymaral y el relicto de humedal, que es el pedazo que los separa.
Además de ser poco conocido, su biodiversidad, en la que destacan mamíferos como los curies, aves como la monjita de pantano, tinguas y lechuzas, ha sido afectada por plagas y pestes producto del pastoreo de vecinos. Si bien esta es una problemática a tener en cuenta, no es comparable con la amenaza que representan las urbanizaciones, específicamente Lagos de Torca. Según la Secretaría de Planeación, esta iniciativa “recuperará y protegerá las zonas ambientales existentes y se mejorará la movilidad de la zona, además de converger viviendas con equipamientos como centros culturales, recreativos, educativos y de salud”.
Para Daniel, este tipo de expansiones urbanísticas de alto impacto ponen en riesgo el humedal y la conectividad ecológica entre la Estructura Ecológica Principal de la ciudad, los Cerros Orientales, la Reserva van der Hammen y el Río Bogotá. Néstor Franco, director de la Corporación Ambiental de Cundinamarca, sostuvo que “es un proyecto que se ha analizado desde todas las ópticas. En el último año, hemos tenido la oportunidad de darles alcance a estas propuestas desde lo ambiental. Estamos convencidos de que estamos dando un paso muy importante en el camino de lograr un crecimiento con sostenibilidad. Esto es muy importante para Bogotá y la región”.
Tibabuyes o Juan Amarillo
222,76 hectáreas
Suba
Foto cortesía de Fundaciones Humedales de Bogotá.
Hogar del búho bogotano y la garza blanca, el Parque Ecológico Distrital de Humedal Juan Amarillo es el más grande de Bogotá, así como donde se cometió el mayor ecocidio en la historia de los humedales, pues en su tercio alto se hizo una piscina de cemento para deportes náuticos como el canotaje, así como uno de los fallidos corredores ambientales. “Peñalosa todavía tiene esa mentalidad arcaica de los ochenta, creyendo que construir es seguridad, pero un ejemplo son las ciclorrutas de este humedal. Por ahí no pasa nadie sino ladrones, y eso es lo que le da miedo a la gente”, explica Daniel.
Si bien reconoce que recuperarlo de invasiones de barrios vecinos como el Luis Carlos Galán o el Japón fue un avance, así como la realización de obras que intentaron evitar la entrada de aguas negras, lo del ecocidio fue “descomunal”, sobre todo porque se vendió como una “restauración ecológica cuando solo se preocupó por lo urbanístico”. Actualmente, la ALO también amenaza al humedal, pues dentro de la propuesta de la megavía está pasarlo por un “puente muy alto”.
Complejo de Humedales El Tunjo
33,2 hectáreas
Tunjuelito y Ciudad Bolívar
Foto cortesía de Fundaciones Humedales de Bogotá.
El Tunjo y la Isla fueron declarados como los últimos humedales oficiales de la capital del país. “La ventaja es que no es solo un humedal sino son en total seis espejos de agua”, explica Daniel. Entre esos espejos de agua se destacan los permanentes: La Libélula, La Mosca y El Colibrí. La principal desventaja es lo contaminada que está el agua.
Al poco tiempo de ser reconocido como humedal, allí se realizó el primer Censo Neotropical de Aves Acuáticas en la zona, lo que develó cifras de 18 diferentes especies, dos de ellas muy especiales: el turpial lagunero y el colibrí chillón.
Jaboque
148,1 hectáreas
Engativá
Foto cortesía de Fundaciones Humedales de Bogotá.
En una de sus visitas al humedal, Daniel recuerda que ha encontrado sofás e incluso colchones en la mitad de los espejos de agua, lo cual es una muestra absoluta del desinterés de los vecinos. “Actualmente se está llevando a cabo uno de los proyectos de corredores ambientales, lo que significa más ciclorrutas, o sea más inseguridad”, dice el activista ambiental.
Si bien su vegetación ha sido reducida a contar con pocas acacias y eucaliptos, o algunos borracheros, este territorio cuenta con un observatorio astronómico muisca de monolitos en piedra, los cuales servían para la determinación de siembras y cosechas. Es propicio para el avistamiento de aves como el sirirí, el gavilán maromero, el ibis cara roja, la garza real, el chamón, el copetón, el colibrí llorón, la focha americana o tingua de pico amarillo, la polla gris y el alcaraván.
Meandro del Say
27 hectáreas
Fontibón
Foto cortesía de Fundaciones Humedales de Bogotá.
Lo que antes era una constante –ver hasta 3.000 patos canadienses en tiempos de migración de aves–, hoy en día es tan solo un recuerdo. Nadie en la Fundación Humedales de Bogotá se explica por qué se secó este cuerpo hídrico, pero en cambio sí creen que es un daño, a corto plazo, irreversible. “Hoy en día pastizales duros y maduros ocupan lo que antes eran zonas inundables, donde anualmente llegaban varias aves migratorias, sin embargo pasamos de 2.500 en 2014, a 16 en 2015, y cero en el año siguiente, lo que demuestra el irreversible daño hecho por la falta de agua”, explica Daniel.
Techo
148,1 hectáreas
Kennedy
Foto cortesía de Fundaciones Humedales de Bogotá.
Algunas hectáreas de este humedal están ocupadas por el barrio Lagos de Castilla, lo que da cuenta de su complicada situación ambiental, ya que dicha urbanización está dividida en dos: un primer sector que fue ya legalizado, pese a que inició como una invasión, y un segundo sector que también busca legalizarse, y el cual se encuentra justo encima del humedal.
Este espacio se caracteriza principalmente por la presencia de construcciones industriales y parqueaderos de vehículos, afectando gravemente sus condiciones ambientales. También está amenazado por el proyecto de la Avenida Agoberto Mejía.
Para Daniel, “recuperar el humedal –hogar del copetón viajero y los carboneros– significa sacarlos del barrio, por lo que es un panorama muy complejo y difícil de manejar”, sin embargo aclara que en este sector, “lo que no está entre edificios está entre aguas residuales”.
Tibanica
28,8 hectáreas
Bosa
Foto cortesía de Fundaciones Humedales de Bogotá.
Para Daniel, el humedal Tibanica tiene fama de ser el más inseguro de todos, un lugar en el que incluso botan cadáveres.
La importancia de este humedal está en los cucaracheros de pantano, especie que tiene allí su población más densa, y que actualmente se encuentra en grave peligro de extinción. También es posible apreciar diferentes especies de tinguas como la bogotana y la de pico verde.
La Isla
7,77 hectáreas
Bosa
Foto cortesía de Fundaciones Humedales de Bogotá.
De lo que fue reconocido al mismo tiempo que el complejo de humedales El Tunjo, en 2015, solo queda una “isla verde, sin espejos de agua, y lo que más parece ser un potrero”, explica Daniel Bernal. “Poco a poco las construcciones vecinas de Ciudad Verde lo han ido encerrando”, agrega el activista ambiental, quien argumenta que, debido a tanta urbanización, el relicto de humedal sufre un gran abastecimiento de agua, motivo por el cual es importante recuperar sus 7,77 hectáreas.