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Kukulkan Sonido Antisistema: rap contestatario que educa niños indígenas en México

En Tlapa, un municipio en las montañas de Guerrero, el estado más peligroso de este país, un MC entrega sus rimas y su vida a la construcción y reparación de una comunidad atrapada en medio de la guerra del narcotráfico. Esta su historia, marcada por una vocación en la que el rap es un arma de reconciliación y paz.

Diana Carolina Martínez

En el Estado de Guerrero, en México, la cosa se pone cada vez más caliente: el secuestro, la extorsión y el hurto han crecido un 80% en el último año; los ataques a periodistas son los más altos en todo el país; y aproximadamente 800 familias de la comunidad indígena Nahua han tenido que salir corriendo de sus tierras debido a la guerra entre los carteles de narcotráfico que comandan la zona. También fue el lugar donde ocurrió la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, en 2014. No por nada se refieren a este Estado como el más peligroso del país azteca.

Pero mientras unos huyen de la violencia que amenaza acabar con sus vidas, otros llegan impulsados por la esperanza de promover un cambio que traiga consigo la paz. 

Uno de los que se aferró a quedarse es el MC y periodista Sergio Ulises Ferrer, mejor conocido en la escena como Kukulkan Sonido Antisistema. De 32 años y oriundo de la Ciudad de México, Kukulkan dicta talleres de rap en pueblos indígenas, y le aporta así a la reparación de una comunidad que vive marginada en las montañas, entre cultivos de amapola y marihuana.

Este chilango se fue a vivir a Guerrero cuando tenía 25 años, motivado por una desilusión amorosa y una traición por parte de la profesión a la que pensó se dedicaría toda su vida, el periodismo. “En 2013, el alcalde de Tlapa, Victoriano Wences Real, aparentemente de izquierda, aceptó dialogar con maestros y otras organizaciones acerca de la reforma educativa. Dos normalistas llegaron tarde y les impidieron el acceso, debido a eso la gente que estaba afuera del lugar empezó a empujar y yo quedé en medio de los policías y los manifestantes, allí un policía me golpeó”, recuerda. 

Todo lo que vino después fue confusión y mentiras. El alcalde declaró ante los medios que Kukulkan hacia parte de grupos, sin mencionar o aclarar cuáles y esto, sumado a su activismo, ocasionó que fuera despedido del periódico para el que trabajaba. “Me dijeron: ‘es que nunca hemos conocido un periodista activista’. Ser periodista y activista en México es visto como algo perverso”, afirma.

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Pero, como dicen por ahí, cuando una puerta se cierra, otra se abre. Y a este man se le abrió la que lo llevaría a descubrir aquello que lo apasiona: trabajar para las comunidades. La llave para entrar en esto fue Atlamajarte, un proyecto que creó en 2016 junto a integrantes del Colectivo Rapero de Tlapa. Con este proyecto, enfocado en la intervención cultural, artística y recreativa en Atlamajac, una comunidad de Tlapa, Kukulkan empezó a cumplir su sueño: tener las habilidades y la energía para generar cambios en los pensamientos y buscar una evolución de la humanidad.

Empezaron a trabajar en un albergue para niños indígenas de comunidades indígenas Na savi, Nahuas y algunos Me'phaa, a las que llevaron actividades como serigrafía, juegos tradicionales, ultimate y talleres de rap. 

El rap y los indígenas son dos conceptos que muy rara vez van juntos, pero en estas comunidades la permeabilidad de otras culturas, ha sido imposible de esquivar. A finales de los noventa, los viajeros que llegaban de Estados Unidos o las grandes ciudades traían elementos hip hop. Por esa razón, en Tlapa -una comunidad 75% indígena- se encuentra gente que escucha rap. Cuando el proyecto llegó ya había niños bailando breakdance, existía una escena, solo que con espacios reducidos, facilitando el ingreso de Kukulkan y sus compañeros, que tuvieron que hacerle frente a la batalla que se libra en estas comunidades entre la narcocultura y las otras músicas con bases artísticas como el hip hop.

A este taller, Kukulkan llevó rimas inspiradas en sus investigaciones periodísticas y su sentido crítico frente a la situación en México. Y de ello tomó ejemplo Agripino, uno de los 70 niños indígenas que hizo parte del taller de rap, quien se inspiró en la palabra más poderosa del español y la que representa su vida: lucha. 

“Yo vengo de mi pueblo querido,

Nacido, crecido campesino,

Trabajando en el campo para mantener mi familia

Trabajar la vida, no traicionar

Levántate, lucha como un guerrero con espada

Lucha por tu pueblo, no lo traiciones.”

Antes de sacar rimas como esta de Agripino, en las aulas del albergue todo comenzaba con generación de ideas: Kukulkan les daba cinco palabras y ellos debían componer una estrofa o escribir acerca de lo que les gustaba y lo que no. Un día las figuras literarias eran las protagonistas de la clase; otro día eran las canciones de Nach -el reconocido rapero español- o raperos mexicanos. 

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“Les enseñaba a buscar la rima, el empate de las formas. Yo los retaba mucho. Una vez invité a Dasara, una artista mexicana, para que las chavitas vieran como se posiciona una rapera”, cuenta.

En comunidades afectadas por factores como la violencia, la pobreza y la marginación, una intervención con fines educativos y de cambio, nunca es fácil. Las situaciones que más recuerda este artista son dos: encontrar niñas dentro de la comunidad que practicaban cutting, una tendencia juvenil de cortarse la piel con una navaja u objeto afilado con el fin de buscar un alivio emocional o, lo que según él es peor, la influencia desafortunada de la narcocultura y el rap gangsta. 

Frente a estas situaciones, a Kukulkan no le quedaba otro camino más que acudir a su sinceridad y su sabiduría. “Yo les demostraba mi honestidad, mi respeto, y una vez les dije: ‘si ustedes no estudian o no buscan otra educación aparte de la institucionalizada van a ser mediocres”, recuerda.

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El objetivo de todo esto es resistir. Él quiere que esos niños puedan expresarse, gritar al mundo lo que sienten y nada mejor que el rap para eso, la música contestataria y de expresión cultural por excelencia. Sueña con que ellos se conviertan en figuras replicantes, que su idea no muera ahí, que esos niños se conviertan es semillas. Él también resiste. Los retos a los que tiene que enfrentarse día a día en este cuento del trabajo comunitario no son fáciles de sortear: la ausencia de un trabajo formal, de lunes a viernes, con garantías de ahorro; no desistir en la labor comunitaria y la autogestión; el reto intelectual, de estar vigente; y el último, y más importante, el de mostrarle a la juventud y a la niñez que existen otros caminos. 

Actualmente, este MC, uno de los invitados internacionales al Movimiento de Expresiones Latinoamericanas de Hip Hop – Melah que se celebró en Bogotá, está trabajando en una canción en lenguaje de señas y braille porque, como lo afirma, es hora de ver que tranza con esa gente que no puede ver ni escuchar lo que él quiere decirles. En este proceso trabajará con una chica de 18 años que tiene parálisis cerebral y un chico que se dedica a  la traducción en señas.

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