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Fanzinotecas y otras colecciones que descrestan en Colombia

Tras años de buscar, investigar y archivar, varios fanzineros colombianos han creado colecciones personales en las que es posible encontrar joyas de Dr. Fausto, Robot, Reptil y otros autores, además de fanzines musicales de los años 70 y 80. Hablamos con personajes locales como Inu Waters, Marco Noreña y los creadores de Entreviñetas para que nos contaran cómo, durante décadas, han llenado sus estantes.

Isabela Ramirez / @isabelarramirez

La idea de clasificar, organizar y exponer fanzines, y no tenerlos en cajas o almacenados en montones, empezó a dar forma a las fanzinotecas, en donde hoy reposan colecciones que se han ido formando durante años. Hay espacios, como la Fanzinoteca Ambulant de Barcelona (España), en donde es posible encontrar hasta 1300 ejemplares, de los cuales más de 600 ya están catalogados y cuentan incluso con una base de datos para ser ubicados.

En nuestro continente, esta movida tiene bastante presencia en Perú, Brasil y Argentina, en dónde recientemente abrió puertas la Fanzinoteca de Le Putit Galerie en Mar del Plata como una nueva “biblioteca” de fanzines en el país gaucho. En estos espacios abundan estas publicaciones, todas autogestionadas y producidas con bajos costos.

Para no caer en confusiones, se debe aclarar que una fanzinoteca no es lo mismo que una colección de fanzines, en la que si existe una recopilación, pero no necesariamente organizada y no hay una exposición de los ejemplares. Muchos coleccionistas se apegan a su intención y al espíritu de mantenerse en lo underground.

Nos pusimos a la tarea de ubicar y hablar con los creadores las fanzinotecas y las colecciones más interesantes de fanzines en nuestro país, que les han significado años o meses en la búsqueda y selección de archivos. Algunos han recibido los ejemplares por regalos e intercambios o, en muchos casos, ellos mismos los han editado.

Todos los personajes, los más documentados en el tema del fanzine, el cómic y las publicaciones independientes, estuvieron de acuerdo en que no se trata de una competencia por ser el que más o mejores títulos tenga. El objetivo es común: promover la movida fanzinera en Colombia, generando espacios de investigación y de consulta de archivos, algo que en el país no siempre ha contado con una buena organización.

 

Marco Noreña le apunta a la Fanzinoteca Colombia

Este paisa es uno de los mayores promotores de eventos dentro del mundo fanzinero. Desde la capital antioqueña, y cuando empezaron a aparecer estas publicaciones punkeras, ha estado en la jugada para conocer más sobre la historia del fanzine en Colombia.

“Las primeras fanzinotecas que existieron surgían de colecciones personales, como la mía y la de muchos otros fanzineros”, afirma. Tiene varios hechos con rapidografo –un instrumento de dibujo que usa tinta china- y una colección de la que ya perdió la cuenta y que le implicaría meses de trabajo clasificar.

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Desde 1990, asistiendo a festivales nacionales e internacionales, se llenó de sus fanzines favoritos y solo los ha mostrado públicamente dos veces. La primera en Taller Siete, junto a una artista caleña que lo invitó no sólo a mostrar gran parte de su colección, sino también a dar talleres y charlas. También lo hizo en la exposición Memorias de violencia y Resistencia que se hizo en Medellín, en donde se expusieron fanzines como uno de los formatos de transformación cultural de la violencia.

Marco ya tiene un nombre tentativo para su proyecto, Fanzinoteca Colombia, pero todavía no se atreve a dar una fecha de apertura al público.

 

En Malacalaña tienen todos los ejemplares de Chalupa

Además de ser una publicación de fanzines a cargo de dos paisas tocayos -ambos se llaman Santiago-, Malacalaña es también su fanzinoteca, formada con ejemplares recopilados en eventos como El Garaje, La Noche Extendida en el Museo de Arte Moderno de Medellín, El Publicadero, La Previa, en Cali, o La FLIA y La Feria Pachonera, en Bogotá.

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Tienen una complicación de más o menos 245 publicaciones catalogadas por nombre, autor, ciudad y país, pero cada día crece. Aunque la mayoría son fanzines, algunas otras se pueden considerar como otro tipo de publicaciones. Eso sí, siempre son alternativas y autogestionadas.

En un archivo de Excel montaron una base de datos en la que se pueden ver los nombres de los autores de los fanzines -Constanza Espitia, Rog Editorial, Luto y Sara Serna, entre otros-, espacios en blanco en los que el autor prefirió no firmar, el número de copias que se tiene de cada ejemplar y algunas de las ciudades en las que se consiguieron: Honda, Popayán, Quito, La Paz y Brasilia son algunas de ellas.

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Este espacio ya desapareció como lugar físico, y se mantenía como una exposición en la que los visitantes podían consultar fanzines de grafiti, música, feminismo, porno, y hasta temas infantiles. Dejaron de clasificarlos y, aunque ya no es abierta al público como antes, si alguien quiere consultar archivos de su colección seguramente le van a mostrar lo que quiera.

 

Toda la revista ACME, Agente Naranja y otros cómics policíacos y porno

Daniel Jimenez y José Olascoaga, los duros de Entreviñetas, se dieron cuenta que, sin notarlo, terminaron con cajas llenas de publicaciones de todos los tamaños y formatos. La mayoría eran fanzines y decidieron catalogarlos.

Su revista Larva, que existe desde 2006, se ha movido bastante entre los fanzineros de Medellín, así que comenzaron a organizar el festival Entreviñetas, que tuvo su primera versión en 2010 en Armenia.

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Todo empezó gracias al premio de investigación de la Biblioteca Luis Ángel Arango en 2008, que le dio una beca a Daniel para viajar por Colombia. Con ese apoyo, él pudo conocer a los autores de los fanzines que tenía y así ampliar el archivo que estaba en proceso de organización.

Tienen 270 fanzines, algunos datan de 1978, y casi la mitad de su colección consta de libros de cómic y fanzines en colaboración entre varios autores como Dr. Fausto, Robot, Pulp el Grillo y Ficciorama. Aseguran que catalogar todas las publicaciones resulta casi imposible, aunque tienen referencias de cada una.

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Los trece números de la revista ACME se pueden encontrar en la fanzinoteca de Entreviñetas, así como otros con temas de humor, policiacos y pornográficos. Tienen títulos como Santa Bisagra, Tostadora de Cerebros y fanzines en portugués, inglés y alemán. Su archivo se puede consultar en las oficinas de Entreviñetas, en Medellín, aunque ya la están montando a través de un documento digital.

 

A La Postre: 101, los mejores fanzines de los años 70, 80 y 90

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Andrés Frix, el creador de los fanzines Cara de Perro y Chungo, es el responsable de la fanzinoteca A la Postre: 101, que hace parte de La Ramona Proyectos, una plataforma de investigación de archivos de la que ya les contamos en La nueva ola del fanzine en Colombia.

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Este bogotano viene gestionando su colección desde los años 70, casi desde que empezó el movimiento fanzinero en el país. En su documental A La Postre Subterránea se puede ver gran parte de su recopilación con la investigación que hizo sobre material, que también incluye fanzines de los años 80 y los 90.

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A La Postre: 101 es la fanzinoteca que Frix está creando con catálogos organizados de más de 1000 publicaciones entre fanzines, cómics y libros autogestionados. La fanzinoteca está ubicada en Bogotá, en un espacio poco comercial, medio escondido en Chapinero, y tiene una página de Facebook mientras está en construcción la página web del sitio.

 

Colmillo, dos pelados metiéndole el diente a los eventos del fanzine

Colmillo tiene alrededor de 200 fanzines que han sido recopilados en ferias como La Cachina, en Ecuador, por Daniela Mesa y David Castro, que recibieron la invitación de un ecuatoriano que se enamoró de sus publicaciones en la editorial Colmillo Zines.

Tenían su fanzinoteca abierta al público en el taller de edición de Colmillo Zines, en donde exponían temas artísticos y sociales -como los animales en vía de extinción en Colombia y la conservación de la naturaleza- que se entienden, según ellos, mejor en el formato del fanzine.

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Aunque cerraron el taller después de comprar la primera impresora de risografía, su amplia colección de fanzines fue trasladada a las casas de ambos, y no paran de tener nuevos ejemplares. El catálogo tiene autores como Reptil, Stinkfish, Chirrete Golden, Malacalaña, Rapiña, Ambidiestro y la revista Infecta2, editada por dos artistas pastusos.

También están todas las ediciones del fanzine Aprende a Cachar, realizado por un señor ecuatoriano que los vende en la calle y que, aseguran ellos, no sabe que lo que está haciendo es un fanzine.

 

Inu Waters prefiere la movida clásica y hace lo suyo “a lo punk”

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Inu Waters, el autor de Rellena, Colombian Trash y Cómic, ha recopilado cientos de fanzines que se han convertido en su colección personal, y una de las más grandes del país.

Tiene fotonovelas con actrices famosas mexicanas, Kápax -una fotonovela colombiana ya desaparecida-, títulos como Blue Demon, El Santo, Capulina, Dr. Mortis, Creepy, Fangoria, El Mil Máscaras y cómics de terror porno italiano como Sukia y Cementeria, de los que también tiene las ediciones mexicanas y colombianas.

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Su colección, además de constar de un gran número de colecciones viejas de los periódicos Alarma y El Espacio, también tiene versiones de las Playboy más viejas, heavy metal de los 70 y Periquita, en su edición mexicana y colombiana. Sus cómics favoritos son los de Estados Unidos, de los que llegó a tener hasta 1000.

Otro de los clásicos que tiene Inu Waters es Musicasos y Musicosas, una mezcla de pasatiempos con humor gráfico adulto que editaba Edgar Uruburu en los años 90.

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Esta colección, aunque es personal, tiene un material de archivo que se puede consultar hablando directamente con Inu Waters, quien reconoce el valor de los fanzines que se hacen actualmente pero no deja de lado su fascinación por las joyas clásicas que tiene guardadas. “Me gusta que la gente publique y que lo siga haciendo. En Colombia, así haya auge o no, siempre va a haber gente editando cosas”, dice.

 

300 fanzines, entre los que hay obras de sus mejores amigos

Edd Muñoz, creador de Dr. Fausto, junto con Reptil, tiene un repertorio de 300 fanzines, entre los que hay publicaciones de amigos como Luto, Marco Noreña, Trucha Frita y varios cómics clásicos.

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Los tiene organizados en su casa, colgando en ganchos y dispuestos por temáticas, autores y años, aunque dice que eso no va a pasar de ahí. “La misma naturaleza del fanzine es poco periódica. No es como clasificar libros o revistas, en el fanzine hay muchos elementos que se deben tener en cuenta antes de clasificarlos”, explica.

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En su colección se destacan los cómics de la ilustradora chilena Toto Duarte y el paisa Pablo Pérez y está basada en el intercambio mano a mano. Para él, lo más importante es que se mantenga así entre el parche de fanzineros y que no se vuelva un tema de comercialización.

 

Árbol de Tinta, la colección más heavy de fanzines

La librería de Alejandro Torres es Árbol de Tinta, en el centro de Bogotá, y en ella tiene estantes desde el piso hasta el techo con libros de todos los autores y los libros más difíciles de encontrar en la ciudad, como los del sociólogo Erving Goffman. Aparte de su negocio, Alejandro se ha movido entre parches de música y temas punk que lo han llevado a involucrarse con los fanzines.

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Tiene 200 fanzines solo de música, especialmente de metal. Empezó a buscar desde 1992 fanzines y libros de cómic en tiendas de música y muchos los encontró en la Librería Francesa. En los festivales y los conciertos también encontró publicaciones que asegura que nunca quiere soltar: revistas como Silforium, Magazín y Robot, así como fanzines musicales de los años 70 y 80.

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“Desde 2002 hasta 2010, los fanzines retomaron su existencia underground, por eso en ese momento fue tan difícil montar una colección y mucho menos abrirla al público. Como hay una cultura tan mal entendida de la gratuidad en el país, no se ha valorado lo que significa una publicación de este tipo”, afirma.

Aunque planea mostrar su colección al público, todavía no sabe si unirla a su biblioteca de literatura, ni tampoco cuándo. “Siempre he sido súper enemigo de dar bandera con las cosas. Yo solo estudio mis temas y guardo estos tesoros, porque es ahora cuando se les está cambiando el valor a los fanzines”, explica.

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