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“Fetish-wrestling” y los luchadores enmascarados del Congo

En los años setenta, una cadena televisiva congoleña trasmitió un combate de lucha libre gringa; fue esa la puerta que se abrió hacia un mundo lleno de magia negra y espectáculo deportivo. Este fotorreportaje retrata a un grupo de hombres (taxistas, guardaespaldas, vendedores) que después de la rutina diaria se ponen sus máscaras y pelean por una pequeña gloria.  

Colin Delfosse

Como un transeúnte borracho, la noche ha caído en Kinshasa. En la calle contigua al mercado Mezée Kabila, a las afueras de la capital donde viven aproximadamente diez millones de congoleños, seis hombres se ponen sus máscaras y suben a una vieja camioneta que parece haber sido destrozada en alguna guerra. Al son de músicos locales, quienes tocan encaramados en un carro destartalado y pintado con los colores de la bandera nacional, un puñado de niños y caminantes de los suburbios de Massina, Ngili y Matete se unen al evento y corean los nombres de los luchadores que se enfrentarán, una vez más, esta noche.

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Kinshasa es una tormenta en un lago de lava. Los luchadores Muimba Texas, Mabokotomo, Petit Cimetière y États-Unis siguen teniendo las expresiones más llamativas del día. Estos hombres (taxistas, vendedores ambulantes y -los más afortunados- guardaespaldas) son los nuevos héroes de la vida nocturna; su carisma inspira respeto y también infunde miedo -dos valores principales en una ciudad tan ocupada y competitiva.
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En la década de 1970, la cadena de radio y televisión congoleña RTCN trasmitió un par de combates de lucha libre estadounidense; muy pronto estas peleas lograron nuevas vocaciones: los ciudadanos del Congo empezaron a tener cierto fetiche por ese espectacular deporte técnico. Años después, el aterrador Edingwe, Puma Noir y Kele Kele (peleadores clásicos congoleños) se veían en la televisión. La “magia negra” utilizada por ellos dejó huella en toda una generación gracias a sus extravagancias, como arrancarle las tripas a sus adversarios, tragarse sus ojos o hacerlos desaparecer. Algunos adornos brujos adquirieron un significado diferente: cuernos en la cabeza y la piel pintada con elementos de la cultura americana y el cristianismo comenzaron a aparecer. Tres universos intervinieron en una moda barroca de peleadores medio teatrales, medio cómicos, del mundo de las luchas de entretenimiento. 
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Este ballet místico, delimitado por las cuatro cuerdas del ring, es una mezcla entre la danza tradicional y el negocio del espectáculo deportivo. Los congoleños han unido dos disciplinas diferentes para crear una nueva: “Fetish-wrestling”, que no solo es un deporte, también es un arte. Y casi una religión.
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En las últimas horas del día, cuando estos hombres han logrado recobrar el ánimo, apartados de sus rutinas diarias, se meten dentro de esas máscaras y disfraces para desafiar a aquellos que, como ellos mismos, desean la gloria. El tiempo de lucha empieza y los peleadores caminan hacia un mundo diferente en el que todo es posible. La pobreza que los rodea y los riesgos que corren a diario parecen diluirse en el espectáculo.
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