
Perreo y feminismo intensos
El reguetón y los discursos feministas no son enemigos declarados, como muchos pensábamos. Desde los orígenes del género algunas mujeres han dando voz femenina a esta identidad musical barriobajera. Hoy se habla del reguetón lésbico, incluso del activismo desde el placer y no sólo desde el enojo.
Antes de empezar la lectura, entre en calor con esta selección musical:
A principio de este año, una youtuber mexicana llamada Yosstop lanzó ‘Hombres inmundos’, una canción que muchos medios tuvieron el desatine de declarar el primer reguetón feminista, presuntamente el inicio de un nuevo movimiento. Pero ese subgénero es tan viejo como el propio reguetón: que lo diga Ivy Queen, una de las primeras exponentes y referente obligado para hablar de la participación femenina en un sector musical que parece dominado por los machos.
En la segunda mitad de los noventa, cuando este sonido caribeño tomaba forma y se alejaba del reggae en español que le dio origen, Ivy Queen debutó con el disco En mi imperio, cuyas primeras palabras fueron: Como mujer, yo me decidí / a cantarle a un mundo que /aquí me quiere oír. Fue el inicio de una carrera en la que jamás faltó ese brío femenino, ese mismo que se inmortalizó en esta joyita que nadie puede aparentar desconocer:
Quince años después, ahora que el reguetón levanta tanta ampolla por su contenido machista, esta canción pone en evidencia los espacios que este género abre para las mujeres. No hay que olvidar que las raíces del reguetón están en la opresión: así como el hip-hop dio voz a la comunidad negra en Estados Unidos, el reguetón le abrió espacio a los barrios bajos de Centroamérica, se convirtió en un lugar para forjar identidades, para exponer realidades, para destapar la olla.
La lucha feminista no es ajena a nada de esto. Habrá sido por esta razón que cuando Ivy Queen empezó a hacer lo suyo nadie declaró el génesis de un reguetón feminista. El feminismo fue solo otro tema —junto a la religión, la raza, los problemas sociopolíticos, el gueto— que el reguetón incitaba, es más, por las características del género, quizá no haya mejor tema para el reguetón que el feminismo.
La socióloga boricua Raquel Z. Rivera describe el reguetón como un campo de batalla donde la mujer negocia poder y territorio en un contexto sexista. Entonces, ¿qué mejor escenario para esta lucha? Por su apariencia vulgar es el último sitio donde los más godos quisieran verla, por su conexión con el sexo es el último espacio donde los más machos quisieran perder poder. Y encima, aunque el reguetón no es intrínsecamente machista, su imagen más popular es la de las letras misóginas y los videos con mujeres al fondo sacudiendo nalgas, de pura decoración.
Basta ponerle lupa a ‘Yo quiero bailar’ para tener pruebas de lo bien que podría venirle el reguetón al feminismo, con tres líneas de la canción es posible hacer un repaso de todo el movimiento. Empieza cuando Ivy Queen canta “Yo soy la que mando/soy la que decido cuando vamos al mambo y tú lo sabes”, lo cual puede adoptarse como una declaración de voz y voto, aquello que anhelaron las sufragistas que comandaron la primera ola del feminismo.
Esto lo hicieron, junto a Ivy Queen, muchas de las primeras reguetoneras que reclamaban su derecho a ser escuchadas y resistían a la presencia masculina. Keribel, la máxima exponente panameña (“Me dicen agresiva porque no soy pasiva/soy como un muro de los que no se derriban”); La Nana, con sus letras rápidas, más de rapera que de reguetonera (“Poco a poco entenderán/que ya es hora de que mi voz suene”); y Glory, famosa por ser la corista en 'La gasolina' (“A to’ los gánster dedico estas letras/a los bocones que nos llaman cuqueras/cuando no damos lo que ellos esperan”), son tan solo algunos ejemplos.
Luego vino la “segunda ola feminista”, que intercedió en el ámbito privado de las mujeres, como por ejemplo su sexualidad. Para muchos, una feminista perreando es una contradicción, una hipocresía descarada. Un baile con tanta connotación sexual es impermisible y sin embargo ahí está de nuevo Ivy Queen: “El ritmo me está llevando/mientras más te pegas/más te voy azotando”. Según esto, al bailar reguetón, las mujeres son las que lideran. En sus letras “queda abierta la posibilidad de seducir y ser seducidas”, dice al respecto la historiadora Nahomi Galindo: “de poder elegir en cualquier contexto”.
En el reguetón esta seducción no es taimada ni pudorosa, es explícita y frentera, descarada. Sobre esto, la periodista española June Fernández escribe: “Nos va bien un poco de esa feminidad barriobajera, sin clase, de hembras en celo que no cruzan las piernas sino que las abren de par en par”. Aquí entra la “tercera ola”, cuando el feminismo reconoce los múltiples modelos e identidades que puede tener la mujer. El concepto de feminidad se desintegra y cada mujer fragua el propio. Fernández, haciendo eco al pensamiento de la anarquista Emma Goldman, concluye: “Si no puedo perrear, no es mi revolución”.
De esta “feminidad barriobajera” hay ejemplos de sobra, desde reguetoneras de vieja data como Demphra (“Me das risa, solo cinco minutos/y te bajas de prisa, hombrecito bocón/Tilín tilín y nada de paleta”), hasta nuevas voces como la de Ms Nina (“Me dice que no grite, que se quejan los vecinos/vente tu pa’ acá que nos ponemos finos”). Ya lo tuvo claro Ivy Queen desde el principio: “A mí no me importan lo que muchos digan/si muevo mi cintura de abajo para arriba/si soy de barrio o una chica fina”.
El reguetón siempre tuvo un gran componente DIY, de “hágalo usted mismo”: los primeros reguetoneros producían sus temas como podían y los distribuían a través de los conductores de autobús. En la actualidad basta con tener un computador y acceso a internet para resolver asuntos de producción y distribución. Día a día surgen en las redes sociales canciones de nuevas reguetoneras, tal como empezaron actos que ya toman fama como Tomasa del Real, Bad Gyal, Tremenda Jauría, Patry White, Mariel Mariel y por Colombia Karol G e Isa GT. Si bien no todas estas reguetoneras tienen un discurso feminista, una mujer cantando reguetón invierte automáticamente el esquema de las cuatro babys (de un autor que, irónicamente, es idealizado por millones de mujeres).
“Lo cierto es que soy mujer, y aunque simbólicamente esté ocupando el lugar del supermacho en el video, no dejo de ser mujer, con todo lo que esto implica”, me dice Romina Bernardo, cuyo proyecto, Chocolate Remix, es el ejemplo más popular de la nueva faceta del reguetón: el reguetón lésbico. Aunque la perspectiva femenina siempre ha estado ahí, nunca se apartó del arquetipo heteronormativo hasta hace poco, cuando bandas como la de Romina Bernardo, o Torta Golosa, entraron a escena.
Romina se hizo conocer hace 3 años con el video de la canción ‘Lo que las mujeres quieren’, tema con el que participaba en la “tiraera” masculina, esas luchas verbales entre raperos y reguetoneros para probar quién es el mejor. “Ey, reguetonero macho, escucha lo que digo/de mujeres no sabes, ahora aprenderás conmigo”, canta la mujer mientras otras tres bailan alrededor. Como ella explica, ocupa el lugar del hombre para subvertir el paradigma: “El chiste es que el macho, por macho justamente, queda por fuera de este espacio donde nosotras sí nos lo pasamos bien”.
La respuesta negativa no se hizo esperar en las redes, cosa que a Romina poco le importa: “Me interesa buscar esos puntos de conflicto en donde a través de la reacción de la gente se genera la evidencia de ciertas incongruencias: ¿por qué hay miles de videos de ese estilo protagonizados por varones y no se escandalizan del modo que lo hacen cuando la protagonista es una mujer?”. Las críticas tampoco le han hecho falta a Osa y Sultana, las chilenas de Torta Golosa, quienes con humor y desparpajo filman videos caseros y, sobre pistas pregrabadas (el espíritu DIY siempre presente), improvisan canciones con títulos como 'Dedótrame', 'Heterocuriosa' y 'Lesbiandrama'.
Mientras la mayoría de las primeras reguetoneras fue impulsada por grandes productoras gracias al auge de la popularidad del reguetón, las nuevas lo hacen todo por sí solas, lo cual se vuelve un acto feminista en sí. Como explica la especialista en medios latinos, Jillian Báez, la industria musical limitaba la agencia de las mujeres con “normas femeninas”. Un ejemplo es la misma Ivy Queen, que en 2003 quiso titular su segundo álbum como “La Potra”, pero la discográfica se lo impidió por considerarlo muy “amenazante”. Así, las incursiones DIY de las nuevas reguetoneras minan la esfera musical dominada en gran parte por hombres.
En la Cuba de los noventa, los blancos de clase media empezaron a tildar al reguetón de “baja cultura” en un intento de retomar el estatus que había perdido con la crisis económica: rebajar a los otros como estrategia para sentirse en una posición más elevada. Sobre un caso femenino, el antropólogo Silje Lundgren escribe: “Todos los elementos que se utilizaron para representar a la mujer —su estilo de baile, gusto musical y "exhibición"— se convirtieron en herramientas para la exclusión y enajenación”. Los ideales de género, sexualidad y clase condenan todo lo que toca el perreo.
El perreo se presta para que la mujer lleve a cabo un “activismo desde el placer y no sólo desde el enojo”, como explica June Fernández. Con el baile, las mujeres retoman el poder sobre su propio cuerpo, eligen a quienes ofrecérselo y hasta dónde, lo exhiben tanto como quieren y lo ponen en primer plano, lo mueven en contra de toda regla femenina idealizada. También están los mensajes directos, canciones como ‘Ni una menos’ de Chocolate Remix, ‘Las mujeres abortamos’ de Torta Golosa y ‘Soy Libre’ de Ivy Queen. “La tarea que como artista me interesa ejercer no es la de decirles a los demás cómo son las cosas, sino mas bien presentar ficciones que interpelen al público y que sea este quien complete el mensaje”, concluye Romina.