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Grindcore, el más incómodo de los subgéneros del rock también perturba a Bogotá

Derivado del punk y el metal, este sonido de ritmos rápidos, letras vulgares y mucha o poca calidad musical (dependiendo de la banda) impacta por tratar la pornografía, la muerte y hasta las enfermedades. Además, el humor negro es otra de sus herramientas para atacar la religión, la política e incluso las celebridades.

Andrés J. López / @vicclon

En octubre de 1997, los ingleses Napalm Death llegaron por primera vez a Colombia para promocionar su séptimo álbum Inside the torn apart. La presentación fue en el desaparecido Teatro Lux y esto fue todo un acontecimiento para los metaleros colombianos, pues antes ya habían venido bandas como Quiet Riot y Guns N’ Roses pero nunca una banda con un sonido tan pesado. Las ganas de estar en este evento fueron tantas que a las afueras del recinto unos 300 asistentes causaron disturbios e intentaron colarse. Para esa época, la banda de Mark “Barney” Greenway y Shane Embury ya era considerada una leyenda del grindcore, aún cuando en los inicios de este género se les tomaba como un chiste.

 

A Napalm Death, los autores de la canción más corta del mundo, “You suffer” (con una duración de 1,316 segundos), se les cataloga como los pioneros de este sonido rápido, áspero y ruidoso, pero por la década de los 80 varias bandas de todo el mundo ya incursionaban en este tipo de música. Algunas de estas fueron los estadounidenses Siege, Deep Wound o los japoneses S.O.B, quienes hacían temas veloces, con líricas inentendibles y lo que se volvería una característica del género, muy poca duración. “En Suramérica se pueden considerar un antecedente del grindcore el primer álbum de Ratos de Porão, Crucificados pelo sistema, y algunos temas de La muerte… Un compromiso de todos, de La Pestilencia —comenta el profesor del metal del Externado, Alejandro Bohórquez—. Ahí se puede ver una competencia por ser el más rápido y el más distorsionado”. En su clase, Bohórquez, quien también toca el bajo en Muertos a Cañonazos, habla sobre la apelación de esta música hacia lo visceral, lo básico y su intención por romper con todo tipo de estructuras.

 

El grindcore combina elementos del hardcore, punk, thrash, death y de vez en cuando sonidos industriales. A diferencia de estos ritmos, no se interesa siempre por radicalismos, estéticas o virtuosismo, sino por llevar la música al extremo, así no sea agradable al oído. Por eso a muchos metaleros todavía les cuesta digerirlo, pues consideran fundamental la tecnicidad y diversidad musical. Durante mucho tiempo no hubo división y a todo lo pesado y veloz se le llegó a considerar grindcore. Con las redes sociales y la exploración musical de algunas de las bandas, surgieron otras ramas como el brutal death metal y technical death metal, entre otras.

Aún así, dentro del grindcore se desprenden subgéneros como el deathgrind, que mezcla death metal con grindcore; goregrind, con temáticas alusivas a lo grotesco, lo patológico y los accidentes; pornogore, que le canta a la pornografía y a lo snuff; mincecore o grindcore old school, el cual conserva el sonido punk y mensajes de protesta; powerviolence, un derivado del hardcore más veloz y con los cambios vertiginosos del grindcore; y el cybergrind, con toques industriales y electrónicos. En Bogotá se pueden encontrar bandas de este tipo como Leishmaniasis, Cancrum Oris, Cuentos de los Hermanos Grind, Forense, Holy Shit B.S.E., Carnal Blasphemy, Perro con Kancha y My Plague, entre otros.

 

Si las temáticas son fuertes, sus portadas también lo son. En estas se suele ver sangre, mutilaciones, gente deforme, cadáveres, sadomasoquismo y los logos de las bandas muchas veces ni se pueden leer. Esta constante está en trabajos clásicos como los tres primeros de Carcass: Reek of putrefaction, Symphonies of sickness y Necroticism – Decanting the insalubrious. Justo cuando cambiaron su sonido por algo más melódico, en Heartwork, todos estos elementos desaparecieron.

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El grindcore también tiene espacio para la diversión y varias bandas utilizan el humor negro y la sátira para atacar la religión, la política, las celebridades, el fútbol, al país o retorcer los tradicionales relatos de nuestra infancia como Caperucita roja y Pinocho. “Cuando tocamos no le apostamos a nada y no nos importa lo que nos digan. No servimos para ser una agrupación con ideologías y para nosotros está bien mofarnos de la realidad”, comenta Hasco, vocalista de Nekróticos. Esta banda se formó en 2014 como una excusa para divertirse y emborracharse, pero luego de tener unos 14 temas propios decidieron empezar a grabar sus discos de manera independiente. Hasta el momento han publicado Orgía en el restaurante chino, Amor cochino, El arte de cagarse la música y están finalizando su nuevo trabajo 38 sin cabeza.

 

Las bandas por lo general suelen estar en el misma escenario con otros exponentes pesados pero alejados del grindcore. Según David “Changua Tumour Ayatollah” Linares, vocalista de Elbow Drop, desde que la agrupación se creó en 2006, muy rara vez han tocado con otros representantes del grindcore, en cambio sí han compartido tarima con músicos de crust, brutal, death o black. Algunos eventos que se han hecho en Bogotá son el Pipe Good Fest, Metal Punk por la Lectura, Bogotá Gutural Fest y Meras Tripas Fest pero, según Hasco, muchos no tienen continuidad y luego de una edición desaparecen o cambian de nombre. No es el caso del Bogotá Grind Death Fest, organizado desde 2002 por Daniel Paz, dueño de la tienda Blasting Records y del sello Gore and Blood Productions (encargado de lanzar discos de Elbow Drop y Holy Shit B.S.E.). En este evento han estado bandas de grindcore como Gore and Carnage, Rottenness, Urtikaria Anal (las tres de México) y Social Shit (Argentina), junto a nombres de brutal o death metal como Sick, Abnormality, Condemned y Dehumanized.

Daniel también organiza otros eventos de este tipo, menos grandes pero también continuos como Death Metal Fight, Birth Death Party y Boogie Nights, este último más enfocado al grindcore. “Llevo haciéndolo desde 2016. Es más como una fiesta que reúne a las bandas de la onda fiestera, lo que llaman el ‘tupa tupa’ —cuenta Paz—. Ellos también tienen algo qué mostrar respecto a la violencia, el porno, sus vivencias y las cosas folclóricas. Acá todos somos cercanos a esa parte extrema y las muertes, el narcotráfico y no tener un buen servicio de salud, etcétera, genera un sentimiento de rabia”. En la última edición de Boogie Nights estuvieron Putreclitor, Necrosquirt, Circus Gore y Sex Murder Art, entre otros.

 

En Rock al Parque se han visto bandas como Cuentos de los Hermanos Grind y Leishmaniasis, lo que significa que el grindcore en Colombia no es tan underground como se podría pensar. En el exterior también se escucha lo hecho acá y Purulent alcanzó a girar por Europa, Ecuador, Venezuela y México para promocionar su segundo álbum Garavito’s pedophilia tales. En el segundo semestre de este año, Necróticos planea visitar México, Ecuador, Perú, Brasil y Uruguay, además de toques por todo el país.

El grindcore está lejos de contar con la misma popularidad que el thrash, por su sonido, letras y estética. Para Alejandro Bohórquez, este es un acuerdo mutuo porque “ni el mercado los quiere, ni ellos quieren al mercado”. Daniel, por el contrario, cree que sí hay público, pero muchos se quedaron en Napalm Death y Carcass. David Linares se siente bien con la despreocupación por la rigidez y las limitaciones artísticas y solo quiere que nunca vaya a intoxicarse con un discurso políticamente correcto. Para este músico, “en el momento en que se fijen límites por la ‘sociedad de los ofendidos’, el grindcore dejará de existir”.

 

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