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Fotos de Daniel Sierra

Una charla con Christopher Austin, el responsable de musicalizar las películas mudas de Alfred Hitchcock

Para Rescuing the Hitchcock Nine, el proyecto que les dio una nueva vida a las producciones del director de Vértigo o El Inquilino, este tipo fue el encargado de conseguir las partituras para las películas. En Bogotá estuvo como invitado en el Bogotá International Film Festival para dictar un taller sobre composición. En noviembre regresará al país para dirigir El jardín de la alegría, en el marco del festival de cine The Classics.

Andrés J. López / @vicclon

Antes de ser considerado el maestro del suspenso y darle un giro de 180 grados al cine como se conocía en el siglo XX, Alfred Hitchcock fue una figura activa en el cine mudo. Sus primeras diez películas, de las cuales The Mountain Eagle (1926) se perdió, las rodó en apenas cuatro años y fueron suficientes para que a los 29 años fuera considerado el director más grande de Gran Bretaña. Los nueve títulos sobrevivientes de esa era fueron victimas del paso del tiempo, el deterioro y numerosas copias, por lo que su desaparición era casi inminente. En 2010, el British Film Institute y el National Film Archive decidieron restaurar estos trabajos con la campaña Rescuing the Hitchcock Nine, que recaudó dos millones de libras esterlinas, incluyendo $275.000 dólares de Martin Scorsese.

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​Cartel de El inquilino.

 

 

Como el sonido no llegaría sino hasta 1929, las proyecciones de las películas de la época se hacían con música en vivo. Esto se traduce a que con los años muchas de esas composiciones también se extraviaron. Para hacer más completa la restauración, los organizadores buscaron expertos que trajeran nuevas orquestaciones, así terminaron colaborando con Christopher Austin, compositor y especialmente director de orquesta en los estrenos de obras de John Williams (Star Wars, Tiburón, Indiana Jones, E.T, Jurassic Park), Malcolm Arnold (1984), John McCabe, entre otros, para que hiciera de consultor musical. Con Hitchcock ya tenía experiencia, pues en 1999 dirigió la música de El inquilino (1927).

Desde entonces, Austin les encargó a otros colegas nuevas partituras para las películas. La más aclamada ha sido la de El jardín de la alegría (1925), el debut de Hitchcock como director cuando tenía 25 años. Esta pieza la dirigirá Austin en Bogotá el próximo noviembre en el marco del festival de cine The Classics, que tendrá tres obras de Hitchcock: El cuadrilátero, El jardín de la alegría y El inquilino. Antes de esto, el British Council trajo a Austin a Colombia para dictar un taller como parte del Bogota International Film Festival (BIFF), enfocado principalmente en intercambiar conocimientos con los asistentes y darles tips sobre cómo desenvolverse en la dirección musical y la composición de piezas incidentales. Durante su primera visita al país tuvimos la oportunidad de hablar con él.

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El jardín de la alegría y El cuadrilátero.

 

 

¿Por qué se interesó en la dirección musical?

Empecé cuando era muy joven. Tuve un gran profesor de música en la escuela que me alentó a componer desde los 14 años. Había hecho de todo con la orquesta local y solo pasó. Seguí en la universidad y cuando hice el posgrado en Composición en la Guidhall School of Music and Drama, conducía más de lo que componía. Es algo que siempre he hecho y para lo que he tenido cierta aptitud. Es una forma de serle útil a mis colegas que me motiva como profesor e intérprete.

 

¿Cuál es el reto más grande de dirigir una orquesta?

El mayor reto, usando como ejemplo el proyecto de Alfred Hitchcock, es mantener a la audiencia emocionada. Cuando escuchas la música en vivo puede sonar como algo totalmente consistente y que sigue el ritmo, pero en realidad no es así y de hecho seguir ese tiempo es lo más difícil.

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Christopher Austin y los asistentes al taller del BIFF. Fotos de Daniel Sierra.

 

¿Cómo lo ha influenciado Hitchcock?

Dios mío. Hitchcock es un artista extraordinario; su trabajo ha impactado a nuestros cineastas y músicos y mi involucramiento en esto se ha convertido en una parte importante de mi vida. Sus películas y música tienen una fuerte carga psicológica, entonces cuando estábamos empezando el proyecto, pensamos en si tener a John Williams, quien fue el último compositor con quien Hitchcock trabajó, en Trama macabra (1976), o si le deberíamos encargar una partitura nueva a un compositor distinto y así lo hicimos hasta terminar con la composición magnifica de Daniel Cohen para El jardín de la alegría.

 

Hablando de ese proceso de encargar música. ¿Qué tiene en cuenta cuando recibe la partitura y cuándo sabe que está lista para una película?

En cierta forma, un encargo es como un acto de fe. Piensas en la película, el tipo de compositor y en qué funcionaría para ella. En el caso de El jardín de la alegría, fue la primera película de Hitchcock y se convirtió en la primera composición fílmica de Daniel Patrick Cohen. Tuve confianza absoluta en que él era el compositor indicado porque es el músico más cinéfilo que he conocido y esa pasión es necesaria para escribir en el cine. Conoce con detalle el trabajo de Hitchcock y la recepción que tiene la pieza cada vez que se presenta es masiva; transmite la película a las audiencias muy bien. Ya quiero compartirla con el público de Bogotá.

 

Hitchcock fue muy exigente con la gente que trabajaba.  ¿Esa “tensión” estuvo presente mientras preparaba la nueva música?

No, no puedes pensar en esas cosas. Cuando trabajé por primera vez en El inquilino, no me podía enfocar en qué tan exigente, amable o difícil es alguien porque tu trabajo es lidiar con una pieza artística y hacer algo musical con ella. Hay compositores que te dirán que el mejor director es aquel que está muerto, pero no es así. El punto es que cuando creas música para una película muda de ese período, estás en una experiencia completamente imaginativa y libre.

 

¿Tiene algún tema incidental favorito de Hitchcock?

La música de Vértigo (1958) me encanta, aunque la respuesta que quisiera dar sería la de Cortina rasgada (1966), pero la música que escribió Bernard Hermann (quien compuso la de Vértigo) fue rechazada por el propio Hitchcock. Es una pieza para escaparse y debió haber quedado en la película. Otra de mis favoritas es Taxi Driver (1976, dirigida por Martin Scorsese y la última en la que participó Bernard Hermann).

 

Muchas películas no usan música incidental original sino canciones de otras bandas. ¿Eso le gusta?

Tengo mi punto de vista porque una película es un trabajo de arte y necesita la música que necesita. Entonces a veces requiere temas que sean como de rockola, que todos conozcamos, pero en otros casos debe tener música original. La que quede, sin importar cuál sea, suele ser la ideal para el filme.

 

Usted ha conducido estrenos de nuevas obras, sin embargo todavía hay muchos músicos que continúan tocando a Chopin, Beethoven o Mozart ¿Por qué pasa esto? ¿Las audiencias no se interesan por nuevos trabajos?

No puedo comentar mucho porque es distinto en cada lugar del mundo. No sé cómo sea en Colombia pero para mí, por ejemplo, toda mi vida, desde que era un adolescente en el colegio, siempre ha girado en torno a conducir música y se ha convertido en algo muy natural. Cuando dirijo la música de grandes compositores del pasado, todavía la siento como nueva y no la puedo discriminar. ¿Por qué nos gusta Tchaikovski? Porque todavía encaja en nosotros, sigue siendo música. El hecho de que esté muerto no es importante sino la vivacidad, el poder y la emoción de su trabajo.

 

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Portada de Aluminium.

 

 

Cambiando de género, en 2006 usted participó en un disco orquestal de The White Stripes…

En 2005, mi amigo Joby Talbot y yo hicimos la música para la película Guía del viajero intergaláctico (basada en la “trilogía de cinco partes” del escritor Douglas Adams). Después un tipo llamado Richard Russell, quien es el dueño del sello XL Recordings, le dijo al director de la película, Garth Jennings, que quería hacer unas versiones simplificadas de The White Stripes. Garth le dijo que sabía con quién debía hablar y así Richard nos buscó a Joby y a mí para hacer un álbum completo de versiones orquestales de la banda, Aluminium.

 

¿Le gustaban antes de eso?

En realidad, no (risas). Estaba al tanto de The White Stripes porque todo el mundo sabía sobre ‘Seven Nation Army’ y bla, bla, bla, pero no tenía conexión. Entonces fui traído hacia una situación en la que escuchas la música y encuentras esa conexión. La cosa con ellos es que su música es ruda, y el gran detalle a la hora de adaptar la música en versiones orquestales fue seguir manteniéndola así, con esa calidad, básicamente.

 

 

 

 

 

¿Fue más complicado hacer este disco que trabajar con piezas clásicas?

(Risas) Fue todo un reto distinto porque no fue solo conducir; estábamos buscando algo, creándolo de otra manera. No había muchas cosas en común. Esas son la clase de cosas que discuto con mis estudiantes pero no llegamos a un común acuerdo, entonces no tiene fin. Solo puedo decir que mi experiencia con The White Stripes fue fluida y aún hoy trato de pensar en qué es lo que hice.

 

Como director musical, que trabaja en su mayoría con orquestas, ¿cuál es su opinión sobre ritmos como el rap, la electrónica o el metal?

Veo valor en ser creativo y mostrar tu imaginación, en expresarse a través de la música, el sonido, la imagen, la poesía. Aparentemente es muy importante para nosotros seguir haciéndolo y la imaginación es un elemento muy importante, entonces la idea de que pudiéramos decidir que hay una categoría con menor valor y expresión de la creatividad humana se me hace absurda. Estoy envuelto en algunas áreas en particular pero constantemente me fascino por otras en las que no tengo nada que ver. Por supuesto hay cosas que me gustan y otras que no, pero solo porque no sean de mi agrado no significa que tengan menos valor. La vida es muy corta para hacer eso. El elemento vital para nosotros como civilización es el ejercicio de nuestra imaginación y sea la forma en que se use, tiene que ser algo bueno.

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¿Qué otros géneros le gustan?

No sé cómo responder porque ni sé cuál es mi propio género. Lo más cercano que puedo decir es que amo la música, los arreglos de canciones de pop. En la clase de hoy [del taller que dictó en Colombia, en la Universidad Javeriana] vimos cómo compuse la canción ‘So Long, and Thanks for All the Fish’ (banda sonora de Guía del viajero intergaláctico) y cómo arreglé varias de las canciones de The White Stripes; su música es muy distinta de lo que usualmente hago pero he encontrado una forma de conectar ambos mundos. No pienso en categorías porque al decir que me gusta algo inmediatamente reduce todo. Pienso que una de las mejores canciones de pop que se han escrito en los últimos años es “Firework”, de Katy Perry. ¿Qué dice eso de mí? No sé, que me gusta la música y lo inflamable (risas).

 

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