Ud se encuentra aquí INICIO Musica 10 Anos Con El Sabor Y La Rareza De Los Meridian Brothers

10 años con el sabor y la rareza de los Meridian Brothers

Entrevistamos a su creador, Eblis Álvarez, quien asegura que ya cumplió su único sueño: comprar el mercado de la casa con la plata que le deja la banda.  Los Meridian empezaron a tocar en 1998, pero lanzaron su primer disco hace 10 años. Seis discos, tres sencillos y una compilación después, su música “rara” sigue siendo una sabrosa amalgama de folclor colombiano, electrónica y psicodelia. 

Nicolás Rodríguez Sanabria

En 1977 Juancho Rois recibe un telegrama en el que Diomedes Díaz lo urge a grabar un disco. La competencia es fuerte: Rafael Orozco, su rival, el mismo que lo había apodado “Cacique de la Junta” dos años atrás, va camino a lanzar su tercer disco junto a Israel Romero, y está pegando duro. Ese mismo año nace Eblis Javier Álvarez y entra en contacto con la música de estas cuatro leyendas. La música que su papá costeño no deja de escuchar.

Con los años, Eblis se va inclinando por otros tipos de música. Es la época del rock en español y Argentina está en la cima: Luis Alberto Spinetta y Charly García son reyes, los Soda Stereo se van convirtiendo en los Beatles latinoamericanos. En el colegio, Eblis se hace amigo de otro par de melómanos: Mario Galeano y Pedro Ojeda. Años más tarde este trío pasaría a llamarse Los Pirañas.

Al grupo se suma un cuarto integrante, Javier Morales, un personaje particular que tocaba vallenatos en el colegio y que invertía su mesada en discos de Pastor López. Como si de alguna droga se tratara, Morales engancha a los otros tres en la música tropical. En un principio Eblis le sigue el juego, un poco mamando gallo: crean juntos el Duo Latin Lover, un experimento del que quedan sólo cuatro canciones y una carátula con una mujer en paños menores que parodia el estilo de las compilaciones de los cañonazos bailables.

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Esto sucede al mismo tiempo que Eblis estudia composición y guitarra en la Universidad Javeriana, donde el énfasis es la música erudita y los estándares del jazz. En una de sus presentaciones tiene algo parecido a una epifanía: se da cuenta de que no le gusta lo que está haciendo y empieza a asumir con más seriedad la música tropical.

“Ya no hay un tipo encerrado en un pueblo que sea el gran creador innato. Creo que en el futuro ni va a haber mentes creando, van a ser las computadoras las que realicen el arte”

Con varios amigos comienza a montar grupos de improvisación en los que fusionan los géneros e instrumentos más variados, todo imbuido de folclor colombiano. Uno de los resultados es el Ensamble Polifónico Vallenato/Sexteto La Constelación de Colombia, agrupación que, junto a Curupira, sirve de semillero e inspiración para un nuevo movimiento de música en Bogotá que empezará a tomar fuerza con los años.

Antes de que eso pase, Eblis termina por azar estudiando música electrónica en Dinamarca. Trabaja ocasionalmente como programador. Por las noches, en su tiempo libre, va dándole forma a un proyecto musical que ya existía en su cabeza y que iba concentrando todas sus experiencias, historias y experimentos.

Ese proyecto terminó explotando hace poco más de 10 años, cuando el mundo conoció El advenimiento del castillo-mujer, el primer trabajo de los Meridian Brothers.

El pinchadiscos del amor

En Eblis Álvarez conviven al mismo tiempo un pesimismo inofensivo y un aprecio despreocupado por la vida. Salen a relucir cuando habla de los avances tecnológicos en la música: dice que probablemente en el futuro los compositores no se necesiten, que su profesión será obsoleta.

—¿Y qué piensas de eso?

—Arnold Schönberg, hace cien o mas años, ya advertía de los peligros de la radio, ¿y qué?, todavía estamos aquí tomando café. Realmente el final de la existencia es un poco pasarla bien.

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Estamos conversando sobre “Soy el pinchadiscos del amor”, canción en la que, por primera vez en toda la discografía de los Meridian Brothers, la guitarra toma el papel principal en forma de un solo desparpajado y caótico compuesto por retazos de guitarra, algunos invertidos, otros trastocados. Habrá a quien le suene inhumano y tendrá razón: prácticamente lo compuso una computadora que utilizó sonidos pregrabados de manera aleatoria. Eblis se limitó a tomar lo que le gustaba para armar la canción.

—Lo que ha hecho la tecnología es acelerar el proceso que venía del surrealismo: el artista como reciclador de otros artes. El arte pop es eso, tomar cosas ya hechas y combinarlas, una mente que no sólo crea sino cura y escoge qué poner.

—¿Y es igualmente válido curar que crear?

—Ya no hay un tipo encerrado en un pueblo que sea el gran creador innato. Creo que en el futuro ni va a haber mentes creando, van a ser las computadoras las que realicen el arte. Ya estamos alimentando a ese gran cerebro de inteligencia artificial que es la red, vamos creando un pequeño niño capaz de crear cosas por sí mismo.  

“Yo me copio de todo el mundo. Hoy es imposible ser original. La originalidad existía con el aislamiento, los orígenes de la música eran muy diferentes porque las culturas estaban separadas”

—Sigues usando la tecnología sin miedo. Es un componente vital en tu música…

—Soy tanto un crítico como un usuario. No sé si la tecnología me está dominando, tampoco me importa mucho.

Otra cosa que no le importa es mostrar abiertamente sus influencias. El mejor ejemplo es lo último de los Meridian Brothers, Los suicidas, un homenaje a los pioneros del órgano eléctrico en Latinoamérica, como Jaime Llano. El disco más instrumental de los Meridian Brothers experimenta con la música ambiental y suena como a una Melodía Estéreo para fantasmas.

—¿Con este tipo de tributos no temes sonar como una copia o pastiche?

—Eso no me preocupa, yo me copio de todo el mundo. Me parece que hoy es imposible ser original. La originalidad existía con el aislamiento, los orígenes de la música eran muy diferentes porque las culturas estaban separadas. A medida que fueron conectándose empezó a decaer la originalidad. Tanto es así que hoy se consume más música antigua que nueva. Los nuevos músicos no tenemos mucho que ofrecer.

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A veces resulta impasible, probablemente debido a su timidez, y es difícil conectarlo con las voces histriónicas de sus canciones o con la presencia delirante que es en el escenario. La razón es que, en una mezcla de ingenio y paradoja, Eblis, quien es evidentemente introvertido, encontró la manera de ocultarse en la extroversión. Falto de talento social y carisma, cuando se pone a grabar o se sube a una tarima se transforma en otros para dar el espectáculo: es él ocultándose, no exhibiéndose.

No es sorpresa, Eblis siempre había querido desaparecer. El nombre Meridian Brothers lo pensó en plural precisamente por la intención de ser anónimo, muy al estilo de Los Residents, que se escondían detrás de unos ojos gigantes y solitarios, o de Daft Punk, cuyos integrantes no revelan sus rostros, ocultos por cascos robóticos. Eso podía funcionar en E.U. o en Francia, pero no en Colombia.

—La manera en como funcionan los medios aquí no permite eso. Por lo general quieren ver la cara del artista –dice.

A partir del disco Desesperanza, Eblis se desvanece para dar paso a personajes provenientes de diversas regiones y con tonos de voz y maneras de hablar distintas. Incluso llegaría a ser mujer en algunas canciones.

—Noté que muchos artistas creaban un halo alrededor de su propio personaje y me di cuenta que, primero, no tengo ese tipo de personalidad, y, segundo, yo soy un compositor. Los compositores componen para varios formatos y pueden crear mundos diversos, eso no coincide con la figura única del cantante. Estar componiendo siempre para la voz de uno agota las posibilidades, y eso ya lo veía yo en el VII. Necesitaba maneras de transformar mi voz.

Entonces se topó con la cumbia rebajada y encontró allí las herramientas técnicas para crear nuevos timbres y personajes.

Siguiendo el proceso contrario, Eblis acelera la música, como hacían los DJ de Cali para complacer a los bailadores más raudos. “Guaracha U.F.O.” es una salsa así, apresurada, donde también descuellan los sonidos alienígenas característicos de la psicodelia que transmiten los Meridian Brothers.

A pesar de su nombre, Desesperanza, es probablemente el álbum más movido de toda su discografía: no hay baladas como las hubo en los anteriores discos y todo gira en torno a la salsa. Queda la impresión de que a Eblis, como a los personajes que habitan sus canciones, le basta con hacer fiesta en medio de la tristeza para pasarla bien. Y ellos no arman cualquier fiesta, basta con escuchar “Fiesta (con el whiskey del folclor)” para entenderlo:

 

Traigan los tambores de las razas ancestrales

Vamos a quemar al Dios de los occidentales

Matamos gallinas, perseguimos los bonitos

Los metemos en el fuego con los pescaditos

Suena la rockola y las muchachas se emborrachan

Con el baile del tambor y de la guacharaca…

La nueva escena

En el 2004 una nueva escena independiente descollaba en Bogotá. Varios artistas empezaban a mezclar sonidos tradicionales con géneros urbanos, y calentaban los aires de una ciudad bastante fría musicalmente. Para dar hogar a este nuevo movimiento, un grupo de jóvenes fundaba el colectivo creativo La Distritofónica. Alejandro Forero, uno de los miembros fundadores, recibe la llamada de Eblis Álvarez, un viejo amigo que quiere distribuir su disco en Colombia con la ayuda del colectivo.

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Eblis regresa de Dinamarca con la idea de poner a los Meridian Brothers a tocar en vivo y para eso necesita una banda. Busca entre sus amigos y encuentra una primera alineación: Alejandro en los teclados y sintetizadores, María Angélica Valencia (Mange) en los vientos y la percusión, Mario Galeano en el bajo y Urián Sarmiento en la percusión.


“En mi nivel urbano de clase media no había una identidad, el ideal era irse a Estados Unidos. La verdadera identidad colombiana está en las clases oprimidas, porque en las altas queremos siempre imitar textualmente lo que viene de occidente. Yo me aferraba a la herencia costeña de mi papá y en un momento hasta la rechacé, la gente tachaba eso como provinciano, de mal gusto”


Antes de su primera presentación, Mario tiene que retirarse debido a varios proyectos que requieren de su atención. Lo reemplaza César Quevedo, un guitarrista clásico. Tocan por primera vez, nerviosos y algo asustados, en Matik-Matik, otro espacio nacido para acoger a la nueva escena bogotana. Luego Urián, también con mucho ajetreo, deja la banda y el puesto vacío de la batería lo ocupa Damián Ponce, la última ficha para los Meridian Brothers definitivos.

—Esta música era una necesidad cultural de músicos que estábamos varados, que nos habíamos graduado pensando en ser unos de esos grandes músicos de afuera, pero nos damos cuenta que no, que aquí uno no va a poder llegar allá. Empezamos a hacer lo nuestro, a consumirlo entre nosotros, y se da el movimiento —cuenta Eblis. 

Y así se mueve la escena, con personajes como Javier Morales, que dura cinco años recorriendo Sudamérica y tocando en buses; como Mario Galeano, que se une a Fruko y a Alfredo Linares para crear Ondatrópica; como Jorge Supúlveda, que se enamora a tal punto de la batería que el papá vende su colección de vinilos para comprarle una; como Urián Sarmiento y Juan Sebastián Monsalve, que sin plan alguno viajan a la India a ver quién les enseña percusión.

Y claro, como Eblis Álvarez, que no deja de escuchar y admirar a Diomedes Díaz y al Binomio de Oro. Todos son, de cierta forma, Meridian Brothers, miembros de una corriente musical que empieza a rellenar un espacio vacío en Bogotá.

La búsqueda de un formato de identidad

Quizás sea necesario resaltarlo: todos estos músicos que empezaron a mezclar en sus canciones la salsa, el currulao, el vallenato, la cumbia, todos, son cachacos. Esto inquieta a algunos de ellos: el hecho de estar usando una tradición que puede resultarles ajena. La experiencia de Eblis puede dar luces al respecto:

—En mi nivel urbano de clase media no había una identidad, el ideal era irse a Estados Unidos. La verdadera identidad colombiana está en las clases oprimidas, porque en las altas queremos siempre imitar textualmente lo que viene de occidente. Yo me aferraba a la herencia costeña de mi papá y en un momento hasta la rechacé, la gente tachaba eso como provinciano, de mal gusto.

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Reconciliarse con ese patrimonio cultural no fue fácil. Eblis era un tipo de clase media, de rock y black metal, enfrentándose con los componentes esenciales de una cultura que parecía no pertenecerle.

—¿Cómo diablos podía yo afrontarme a la salsa, por ejemplo? Si yo quiero lograr un tipo de esencia cultural no tengo de otra que interpretar un papel, o si no sería el bogotano gomelo queriendo irse a Nueva York a estar con la verdadera vanguardia del arte. ¿Qué hay de Bogotá que sea auténtico? Por eso es que canto como costeño o cubano o lo que sea, porque la verdadera cultura del país está en las provincias, en las clases bajas, en los que se quedaron con el carnaval.

En sus canciones se revuelve lo humorístico con lo solemne. Sus letras son  pequeñas tragicomedias tan raras como la música que las acompaña. Y el sabor nunca se pierde: eso mismo que obliga al cuerpo a moverse en la cumbia, habita en la música de Eblis. Bailar es inevitable con los Meridian Brothers.

A esto se suman sintetizadores siniestros, una percusión polimétrica que da la impresión de un caos ordenado. Ese aspecto sombrío es característico en los Meridian Brothers, una influencia del black metal que Eblis todavía tiene en estima. Y encima está el uso particular de la voz: alborotada, muchas veces distorsionada. Es música “rara”.

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Se podría pensar que Eblis es un genio aislado ejerciendo su libertad artística por encima de una radio comercial insulsa. Una especie de héroe antipop, pero no es así.

—Aunque hay intimidades en el arte, un artista por principio no es ermitaño: necesita decir algo. Pero para que alguien escuche se requiere que alguien quiera escuchar y para eso la música debe estar enmarcada dentro de un formato. La libertad se está restringiendo en la medida en que uno quiera que el mensaje se pase de voz a voz.

—Leí que la banda había nacido cuando te preguntaste quién eras como colombiano.

—Eso existió desde antes de los Meridian Brothers. Era una pregunta para darme validez como ser humano, porque acá en Colombia, sobre todo en esa época, crecimos como la mano de obra del mundo. Era para decir: un momento, yo también soy importante por lo que hago, no soy otro pedazo de carne destinado a la producción económica del mundo. La respuesta fue tomar lo que tenía en mi entorno, los Meridian Brothers, el folclor, así como aquellos que ya se lo habían preguntado antes que yo: Alberto Ginastera, Silvestre Revueltas, Jesús Pinzón. Yo soy un seguidor e imitador de eso.

—¿Tienes algún propósito sin cumplir? ¿Algún sueño?

—No, yo ya cumplí mi sueño con los Meridian Brothers, que era comprar el mercado con la plata de la banda. Espero seguir haciéndolo, de resto nada, ese era mi sueño.

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