Ud se encuentra aquí INICIO Historias Vida Jovenes Indigenas Muiscas En Pleno Suba Bogota

Jóvenes muysca en Suba: resistencia cultural contra la urbanización de territorios originarios

Lo que en principio fueron extensiones de tierra que dieron pie a valiosas leyendas ancestrales, hoy son zonas de invasión con pandillas y otras problemáticas sociales. Sin embargo, hay quienes buscan reivindicar sus raíces y preservar el patrimonio mientras le plantan cara al desalojo.

Tatiana Martínez Huertas

Wilmer Talero es uno de los jóvenes muysca que se oponen a la “vialización” de lo que en principio fue parte importante del territorio de sus antepasados, una zona ubicada en la localidades más grandes de Bogotá: Suba.

(Se usa en este artículo la palabra muysca y no el acostumbrado “muisca” porque el diptongo “ui” suena  “o”, entonces la palabra se leería “mosca”. En una aproximación más certera, desde la primera gramática del pueblo original, la “y” ofrece una pronunciación correcta.)

A partir de diferentes expresiones culturales, Wilmer y un grupo de pelados han venido enfrentando los procesos de urbanización que se gestionan en la zona sin consulta previa, proyectos que (Numero de contrato IDU-1725-2014) tomaron forma durante la primera alcaldía de Peñalosa gracias a obras como la Avenida Ciudad de Cali y aquellas ejecutadas en zonas aledañas a la Reserva Van der Hammen.

1_4.png

2_1.png

Por su parte, Jorge Yopasá y Nicole Torres hacen parte activa de la Comunidad Muysca de Suba. Estudiantes universitarios los dos, son conscientes del mestizaje del cual provienen así como de la realidad citadina a la cual se enfrentan a diario. “Ha sido complicado entenderse [a uno mismo] en ambos mundos”, dice Nicole, quien además recalca que esos mundos, el muysca y el bogotano, poco a poco se hunden bajo el cemento.  

Lo que en principio fueron grandes extensiones de tierra que le abrieron camino a leyendas como El Dorado y el Tunjo de Oro, hoy son zonas de invasión con pandillas y otras problemáticas sociales, por lo cual estos tres muchachos son hoy parte activa de la comunidad y los cabildos que se han formado para preservar el patrimonio muysca y frenar el destierro. 

Nicole estudia Lenguas en la Universidad Pedagógica. Al igual que Wilmer, es mestiza en segunda línea: ambos perdieron el apellido de sus abuelas materna (Niviayo)  y paterna (Triviño), respectivamente. Con solo 20 años, Nicole Torres, heredera indiscutible de algunos rasgos físicos de sus ancestros, se ha volcado por completo al trabajo de reivindicación de sus raíces por medio del tejido. Luce nariguera, orejera, mochila, tatuajes rupestres y alpargatas para asistir a la Universidad y al instituto en donde estudia idiomas. No deja de lado algunos detalles modernos, como los jeans y los tenis. Tiene un tatuaje en la mano derecha que reza cha Suba gue (yo soy de Suba). Como ella, muchos jóvenes están metiéndose en el rollo de volver a las raíces.

_mg_7603.jpg

Jorge estudia Antropología en la Nacho. Por su parte, usa la ruana y el sombrero que heredó de su abuelo. Tiene 31 años y es mestizo en primera línea por conservar el apellido de su padre (Yopasá). También usa nariguera, orejera y alpargatas. Se mueve usando su bici y explora nuevas formas de tejido para transmitírselas a su comunidad, buscando reconectarse con quienes han abandonado esta práctica ancestral y con los jóvenes interesados en dejar el consumismo a un lado. Entiende, con cierto terror, que su apellido (y el reconocimiento de sus raíces) tiene fecha de vencimiento.

Es doloroso imaginar una avenida que atraviese la casa de doña Mercedes, de 77 años, y la de doña Lina, que tiene 78. Si acaso una casa queda de lo fue una gran finca. Una huerta hoy se oculta en los escombros que dejó la expulsión a manos del ESMAD. Y es que la violencia no se puede ignorar: la construcción de la transversal 91, desde septiembre del 2015, ha traído consigo una serie de desalojos y desplazamientos, como lo reporta el Cabildo muysca de Suba.

Desde el reconocimiento de 13 apellidos muyscas en el año 1991 por parte del Ministerio del Interior, se han logrado procesos de resistencia pacífica a partir del levantamiento de huertas, la intervención de murales en los restos de casas tumbadas, la gestión de talleres de tejido y, en general, del reconocimiento de territorio muysca en Suba. 

18175630_10155157722736678_1646580321_o.jpg

18175973_10155157725716678_329451970_o.jpg

 

Wilmer Talero tiene 27 años y es vice gobernador del Cabildo Muysca de Suba. Pero no siempre tuvo claro el norte de su comunidad. Vio a su abuela participar en los espacios del Cabildo —las 11 autoridades y la institucionalidad de la comunidad— y también en un grupo de danza ancestral compuesto por mujeres que ayudaron fuertemente en el proceso de reconocimiento cultural. Cuando empezó a estudiar Ciencias Políticas en la Universidad Nacional empezó también a comprender, desde su experiencia como acólito, el distanciamiento cultural provocado por el catolicismo.

_mg_8032.jpg

Adquirió conciencia sobre cómo las instituciones fueron limitando el reconocimiento propio como indígena, además del escarnio al cual se sometieron sus antepasados por ser quienes eran y creer en lo que creían. La vinculación inicial de Wilmer con las tradiciones se dio, por extraño que parezca, gracias a su participación en una banda de metal, en la cual cantaba en muysccubun, la lengua original de su pueblo. Mezclaban, según explica, la identidad muysca a través del lenguaje y los sonidos estridentes del rock, que eran una representación del caos bogotano. Después entró en otros terrenos musicales mucho más tradicionales para que su mensaje llegara no solo a jóvenes sino también a personas mayores.

Wilmer, Jorge y Nicole, luchan por rescatar sus festejos y complementar las asambleas con fiesta. Luchan por celebrar el inicio y la culminación del año muysca, las fechas de siembra, los solsticios y los equinoccios, y, especialmente, luchan para que los jóvenes comprendan y para que los mayores de la comunidad no pierdan la chispa y aún vibren con las profundas fibras de su cultura.

Existe algo llamado el Jardín del Cabildo, que atiende hasta la primera infancia —5 años—, operado por Integración Social, donde se logra que a partir del reconocimiento de la tierra y de los valores culturales propios como comunidad se formen a los niños por medio de espacios vivos. Las huertas y los recorridos se enfocan en la gran extensión del territorio muysca de Suba.

Estos jóvenes están generando espacios culturales por su cuenta, en los cuales, por ejemplo, se leen cuentos que Jorge Yopasá gesta desde la comunidad y con los que se logran identificar. Quieren, en algún punto, lograr adentrarse en temas tan espinosos como los desalojos a familias muyscas efectuados a manos de la Policía con el fin de urbanizar. 

_mg_7495.jpg

_mg_7587_1.jpg

Tienen especial interés por el trabajo de comunidad en “combites”, otra forma de llamar a la mano de obra mancomunada o en minga. “Antes se despencaban mazorcas y se preparaban terrenos para la siembra. Ahora se construyen lugares de vivienda en los que colaboran tanto familiares como amigos a quienes se les ofrece un almuerzo, unas cuantas cervezas y la chicha o el guarapito para la sed”, dice Wilmer. Y es que muchos de estos barrios familiares en los que viven comunidades muysca se levantaron así, con una arquitectura familiar y tradiciones colaborativas, concibiendo el territorio desde otra mirada; porque la fragmentación individualiza, desorganiza, y luego de perder ciertos pilares fundamentales, ciertas personas mayores, la comunidad se puede quebrar rápidamente.

 

Comentar con facebook

contenido relacionado