Solo aire

—Esto no tiene sentido.

—Sé que no lo tiene, pero hay que llevarla al hospital.

—¿Hospital? ¿Cómo que hospital? El hospital es para las personas.

—Pues no sé, hay que llevarla a algún lado… Mírala. Pobre.

—Es una puta muñeca inflable. ¡Una puta muñeca inflable!

—Sí, pero tiene contracciones y… acaba de romper fuente.

—Esto no tiene sentido.

—Vamos puja. Puja más duro. ¿Cómo se llama, Alejandro?

—Qué.

—¿Cómo se llama la puta muñeca?

—Usnavi.

—Enfermo de mierda. Vamos Usnavi, ¡puja fuerte! ¡Puja! ¡Puja!

—Esto no me puede estar pasando.

—Es tu culpa.

—¿Mi culpa por no usar protección con una muñeca? Mierda, en cualquier momento llega mi novia y si ve esto…

—¿Qué hacías con Camila y Usnavi al mismo tiempo?

—Desde que salgo con Camila no toco a la muñeca, lo juro.

—Bueno, aquí viene. Puja, puja maldita sea.

—Oh por Dios, ese olor.

—Tú no te preocupes, Usnavi, lo estás haciendo muy bien. Vamos, ya casi sale.

—…

—Es una niña… inflable. Ohh, es preciosa, mírala.

—Ya Rebeca, no jodas.

—Mierda, Alejandro, ahí viene otro bebé…

—La puta que me parió.

—Bueno, va la cabeza. Eso, eso. ¿A dónde vas, Alejandro? Vamos, ya casi, eso. Listo… Ven, Alejo, es un niño inflable. Y dice made in China y es adorable. ¿Qué vas a hacer con ese cuchillo? Alejandro, ¡NO!

—A la mierda esto.

—¿Qué hiciste?

—…

—¡La mataste! Y también a tus propios hijos.

—La reventé y los reventé, querrás decir.

—Pero… eran… un milagro. O algo así.

—No veo nada de milagroso en tener una familia inflable. Ven, ayúdame a recoger todo esto.

—Los mataste, los mataste, los mataste.

–Cálmate, pareces loca. Si te hace sentir mejor, escribamos un epitafio en las bolsas de la basura, como si fueran sus tumbas.

–Eres un mierda.

–Sí. Y hubiera sido un padre peor. Vamos, ayúdame antes de que llegue Camila.

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