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Foto cortesía de la Feria del Libro de Madrid

Neutralizar también es despolitizar la cultura del país

Las declaraciones del embajador de Colombia en el marco de la Feria del Libro de Madrid dan cuenta del interés del gobierno nacional por fortalecer una cultura despolitizada y una producción artística que monetice en lugar de promover el pensamiento crítico.

Julián Guerrero

Al día de hoy todos sabemos lo que dijo el embajador de Colombia en España, Luis Guillermo Plata. “Uno no quisiera que una feria literaria se convirtiera en una feria política, ni para un lado ni para el otro (…) se ha tratado de tener cosas neutras donde prime el lado literario de la obra”, fueron las palabras que recogió el portal Libertad Digital durante el desayuno informativo sobre la participación de Colombia en la Feria del Libro de Madrid.

Aunque luego Plata se rectificó, su disculpa ni siquiera estuvo dirigida a los escritores y escritoras del país. De forma breve y excusado en un mal uso de palabras, la carta redactada por el embajador llegó dirigida al periodista Julio Sánchez Cristo, un gesto que lleva a pensar que Plata estaba más preocupado por el alcance mediático de sus declaraciones que por la misma naturaleza de éstas.

Por supuesto, muchos escritores del país, invitados y no invitados, se unieron a las voces de protesta en contra de las declaraciones del embajador y autoras invitadas como Melba Escobar declinaron la invitación. Sin embargo, aunque muchos afirmaron que intuían los motivos por los cuales se había escogido la delegación, no esperaban que el funcionario público se refiriera a los escritores y escritoras como “cosas neutras”, ni que el sesgo político fuese tan evidente.

Entre los escritores que comentaron este caso se encuentran el autor Giusseppe Caputo, quien en su cuenta de Facebook destacó el artículo de W Magazín en el que se denunció el hecho. Caputo hizo un llamado a los autores invitados a no participar “en la farsa de que es una feria "diversa y vital", sino que más bien se posicionen y denuncien esa idea de la literatura y de la gestión cultural”, haciendo referencia a la campaña “Colombia diversa y vital”, con la que se promociona al país en la feria.

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“Los artistas no somos diplomáticos y no es nuestro rol dejar bien parado (con silencios o posiciones) al Gobierno de turno, mucho menos si ha sido un Gobierno tan espeluznante. La idea de país de esa feria no puede ser más homogénea y nociva (en lo absoluto diversa y vital). Y ya que estamos en esto: nada me parece más ofensivo que le digan a un autor o autora que es "una cosa neutra". Y más aún: esa idea de lo neutro, de lo que no está "ni de un lado ni del otro", no puede ser más política. La idea de país que quiere comunicar esa feria es política”, escribió el autor.

Por su parte, también en su cuenta de Facebook, el escritor Juan Cárdenas hizo un llamado a tener en cuenta el contexto en el que se hacen estas declaraciones. Un contexto que describe a partir de ejemplos de asesinatos, persecuciones sistemáticas y abudineos por parte de funcionarios públicos, entre otras cosas. Según explica, es en ese contexto en el que se piensa “la cultura como un supuesto remanso de tranquilidad despolitizada donde el país puede mostrar su "diversidad" sin que vengan los mamertos a empañar esas imágenes costumbristas”.

Así mismo, el autor resaltó que, si bien se habla mucho de la responsabilidad de los funcionarios colombianos y de la posición de los autores, se ha hablado poco de la responsabilidad de los organizadores de la Feria del Libro de Madrid. A su juicio, la feria “es cómplice de un gobierno de criminales y colabora activamente en una campaña de lavado de cara vergonzosa”, algo frente a lo que debería pronunciarse, según explica el autor.

Sin duda, la participación de Colombia en la feria no pudo ser más política. En medio del desayuno inaugural en el que tuvo lugar la afirmación de las “cosas neutras”, no solo se justificó el sesgo político a la hora de escoger la delegación colombiana en Madrid. El embajador también habló de las protestas ocurridas en abril y mayo a raíz de la reforma tributaria, un contexto en el que, según dijo, primó la desinformación y el revisionismo histórico, los cuales –a su juicio– mostraron a Colombia como un Estado represivo.

Pero no solo fue el embajador. En la conferencia inaugural de la feria, la cual estuvo a cargo del poeta Darío Jaramillo, la vicepresidenta y canciller Marta Lucía Ramírez apenas mencionó la polémica, afirmando que no hubo ninguna influencia política y que la delegación fue escogida para presentar a los autores jóvenes. El poeta, por su parte, también guardó silencio. Así mismo, el presidente Iván Duque fue abucheado por colombianos residentes en Madrid.

Que se haya llamado “neutros” a los escritores y escritoras invitados como si estos no tuviesen conciencia crítica frente a lo que pasa en el país; que no se haya invitado a otros para evitar que pusieran en tela de juicio al gobierno ante la opinión pública internacional; y que se haya negado públicamente (una vez más) la violencia policial en el país y promovido la retórica de la desinformación y el vandalismo, fueron la prueba de que no hacían falta los agentes culturales excluidos para hacer de la de Madrid una feria política. Una prueba de que, pese a sus esfuerzos por mantener la cultura al margen de las tensiones nacionales del día a día, el gobierno de Colombia no ha podido evitar la participación activa de ésta.

¿Cuál es el efecto de esto dentro de la literatura del país? ¿Constituye realmente una censura como muchos han señalado? o ¿qué es lo que muestra esta acción entonces?

Para la escritora Gloria Susana Esquivel hay que poner las cosas en su justa proporción y reconocer que en Colombia no existe la censura a los escritores. Que los escritores literarios puedan escribir lo que quieran y ser vocales en las redes sociales, que las editoriales publiquen lo que deseen y que la industria del libro pueda seguir sin que algún censor del gobierno se lo impida, son, como explica la autora, prueba de que una censura de ese tipo no existe en la literatura nacional, mientras que sí la viven oficios como el periodismo.

La autora explica, además, que hay que comprender que en ferias como la de Madrid las personas en posiciones de poder son las que escogen a los invitados, muchas veces sesgadas por posiciones políticas o personales. Este hecho, si bien puede ser reprochable, no se compara con el caso del escritor que es perseguido y encarcelado por su trabajo. Sin embargo, algo que si resalta como evidente es el poco conocimiento que el gobierno Duque tiene sobre la cultura, la cual el presidente y su comitiva piensan más como un objeto de mercado y exportación, como revela la apuesta “diversa y vital” de la feria.

Y es que, entre otras cosas, la polémica coincide con el lanzamiento del nuevo libro del presidente Iván Duque y el exministro de cultura Felipe Buitrago, 'La Economía Naranja: una realidad infinita', una nueva entrega de una “apuesta cultural” que se ha desarrollado a la par de una constante persecución a artistas y defensores de derechos humanos. Que esta apuesta mercantil de la cultura tenga un lugar para ser divulgada al tiempo que se impide la participación de autores con opiniones críticas sobre la realidad del país, da pistas para pensar que la empresa naranja no busca otra cosa que despojar a la cultura de todo carácter político para exportarla solo como un objeto de decoración, como una “cosa neutra”.

Si bien no podemos hablar de censura a los escritores en el país, ni de un gobierno que pone trabas a su libertad de expresión (pues a fin de cuentas los canales por los que circula la literatura continúan abiertos sin restricciones), lo ocurrido en la Feria del Libro de Madrid se une a muchos casos de exclusión cultural y estigmatización que han tenido lugar en el gobierno Duque y que no son gratuitos cuando se los confronta con la realidad social de Colombia.

Si algo hemos entendido del proyecto de la Economía Naranja a lo largo de estos años ha sido su interés por promover una cultura pasiva, que hable poco y decore mucho. Una cultura que no participe en asuntos políticos, sino que sea sobre todo “artística” y digna de exportación. Por eso podría decirse que son tan problemáticas las declaraciones del embajador y el silencio de las instituciones del gobierno.

Más allá de las listas de invitados, el que se use la neutralidad como un argumento para seleccionar la delegación de una feria internacional da cuenta del proceso de despolitización al que se ha sometido la cultura del país en los últimos años. Un proceso que se ha visto en la defensa de la “protesta cultural” en contraposición al vandalismo en la retórica oficial, en la persecución de líderes sociales que usan la cultura como bandera, y en la inclusión de emprendedores empresarios en las prácticas de la cultura, empezando por el mismo Duque.

No es la primera vez que pasa, pero tampoco será la última en lo que queda de este gobierno. Aun cuando entendimos poco sobre esta apuesta cultural naranja, su impacto es evidente en casos como el ocurrido en la Feria del Libro de Madrid. Por eso debemos seguir protestando cada vez que argumentos políticos impidan la circulación de la cultura nacional. De otra forma, polémicas como esta y afirmaciones sobre el arte como “cosa neutra” seguirán teniendo lugar sin cambios de fondo, como una mala elección de palabras y nada más.

 

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