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“Logré huir de Bucaramanga para saber que iba a terminar escribiendo siempre sobre ella”: John F. Galindo

Hablamos con el escritor bumangués acerca de su novela ‘Aviones que se estrellan contra todo’, sobre el proceso de escritura de su primera publicación de narrativa, los efectos de la pandemia en el lanzamiento y otros detalles.

Daniela Pomés Trujillo / @danipomes

John F. Galindo (42 años) es un escritor que no se adapta a ninguno de los moldes de lo que, para muchos, debería ser un autor de novela o poesía. Este escritor bumangués es un tipo de alma joven, con tatuajes que se asoman por todas las partes del cuerpo que su ropa de estilo punk no cubre, con mechones de colores en el pelo y oídos listos para escuchar a cualquiera que sea su interlocutor hablar sobre cualquier tema, ojalá acompañados de unas cervezas en la mesa que ayuden a mojar la palabra. 

Cuando se podía transitar la calle libremente era habitual toparse con John F. por alguna librería independiente en el centro o Chapinero, en alguna terraza del barrio tomando pola con otro poeta o una amiga de toda la vida o en alguna marcha.

John F. Galindo ha publicado cuatro poemarios, entre ellos Ventanas y otros días (2007), Karaoke Demon (2010) y [L] (2012). Luego de la publicación de [L], este autor pasó por una etapa de silencio literario que duró cinco años, tiempo que dedicó a trabajar en otros proyectos y a reflexionar sobre su proceso en la escritura. A finales de 2017 se apareció de nuevo con la publicación del poemario No hace falta que te digan que te quites, ganador del Estímulo a la Creación Artística del IMCT de Bucaramanga. 

El Premio Nacional de Poesía del Externado, el Premio de Impulso a la Poesía Joven Colombiana y el Premio Nacional de Poesía Tomás Vargas Osorio, son algunos de los galardones que se ha llevado este escritor nacido en Bucaramanga. 

Entre su obra también se cuenta una trilogía de fanzines: Caca, Feo y Olor, y otro titulado Raro. Estos fanzines están compuestos de “poemitas huevones” que John F. intercambiaba a través de WhatsApp con su amigo Javier Mebarak, a veces mientras entraba al baño, de ahí los nombres. Para él estos han sido ejercicios para no perder la costumbre de escribir y para rotarlos entre amigos, intercambiarlos por pola o por otros fanzines. 

Este escritor, que de joven militó en un grupo de izquierda más por tradición familiar que por verdadera convicción, se dio cuenta con el tiempo de que para él eso no era más que otra religión. Desde entonces le “supo a mierda”, como él dice, rendirle tributo a una bandera. En el anarquismo encontró otra forma de entender el mundo y a los otros. El cambio que promueve y que espera es así: sin afiliaciones ni dogmas. Es por eso que ha hecho de la escritura y del compartir esa experiencia en los talleres que dicta, su propio escenario político. 

John F. no se considera a sí mismo un escritor, en el sentido estricto de la palabra, sino más bien como “alguien que escribe cosas” y lucha a diario para no dejarse llevar por el ego de escritor. La calle es, ha sido y será su hábitat natural, su patio de recreo, el espacio donde ocurren las historias que le interesa contar y sobre todo el único lugar posible para que suceda lo que más busca: el encuentro con el otro. La rabia, la insatisfacción y el pesimismo que expresa en sus conversaciones se ve claramente inscrito en su obra. 

Este año estaba previsto el lanzamiento de su novela Aviones que se estrellan contra todo, ganadora de la Beca Bicentenario en 2019 y su primera publicación de narrativa de ficción.  Sin embargo, la pandemia obligó a aplazar el evento. Hablamos con él a propósito de esta novela cargada de imágenes y metáforas, de sueños y tormentos que conviven en este relato armado a partir de historias suyas, de historias inventadas y de historias robadas. 

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***

Lo que más ha hecho ha sido poesía... ¿Cómo se dio el salto a la narrativa?

No fue propiamente un salto. Sí, me le vendí a la poesía por completo, me atrapó y no pude dejarla por un gran tiempo, me obsesionó, pero creo que también llega el momento de detenerse un poco y hacer otras cosas que quería hacer desde hace rato. Cuando arranqué a escribir, desde mis catorce o quince años, empecé escribiendo cuento y alternándolo con poesía. Mis poemas son muy narrativos y mi narrativa es muy poética. 

Durante mucho tiempo me dediqué a la poesía porque me absorbió, me permitió una libertad que no encontraba en la narrativa, me permitió decirme cosas que necesitaba decirme, a mí y al mundo. Vuelvo a la narrativa después de haberla dejado mucho tiempo de lado porque ya tengo cosas que contar y también porque quería distanciarme un poco de la poesía. En ella encontré un lugar cómodo y necesitaba salir de esa zona de confort. En la ficción uno se encuentra y se compromete con uno mismo y con el mundo de alguna forma. Es volver de nuevo al origen, a eso que empecé a hacer.

¿Hace cuánto tiempo empezó a escribir la novela?

La novela estuvo conmigo por ahí unos doce años. Fue un proceso raro. Empezó llamándose de otra forma: "Adiós a los buenos tiempos". La historia, los personajes y todos los elementos de la novela fueron cambiando conmigo. Empecé a escribirla desde que vivía en Bucaramanga y para mí fueron como tres novelas en una. Mutó conmigo, cambió, dio vueltas y tuvo otro nombre más después, hasta que al final alcanzó la madurez que necesitaba, o bueno, no sé si la madurez, pero sí el tiempo que necesitaba después de todas esas correcciones y de todos los ires y venires, que ya cuajara una historia definitiva porque si no me iba a quedar escribiéndola toda la vida. Ya quería deshacerme de esa vaina porque si no me iba a atormentar siempre, iba a seguir cambiando. La forma de deshacerse de eso es publicando, creo yo.

¿Por qué el título final?

La novela se sitúa en la frontera entre un aeropuerto y el hogar de una familia. La infancia y la vida del protagonista y de su hermano siempre estuvieron rodeadas de aviones y hangares, fue su patio de juegos. De niños soñaban con ser pilotos de avión hasta que se dieron cuenta que todo se iba a la mierda para todos. Van dando tumbos de un lado para otro y todos sus sueños, todo lo que tenían no es más que nada. Sólo quedan las ganas de quemarlo todo. En la novela el protagonista se dedica a quemar al final, cuando se da cuenta de que no se puede ir de esa ciudad se dedica a incendiarla completamente.

Hay otro escenario muy frecuente en la novela, transcurre mucho en la universidad, en los tropeles. Extrañamente recoge mucho esto que está pasando ahora también, el inconformismo social. La acción se sitúa en medio de una gran protesta universitaria donde los personajes se refugian y se encuentran, pero también se dan duro.

Aviones que se estrellan contra todo es eso: uno dándose golpes todo el día en la vida, no terminar de salir de una pa' meterse a la otra. 

¿De dónde vino la inspiración para la historia?

El protagonista y el hermano siempre quisieron huir de la ciudad, de la rutina, de sus recuerdos y sus fantasmas. El hermano pierde sus piernas en un accidente tratando de escapar de la ciudad, del fantasma de su madre, de la tristeza de su padre, esa presencia silenciosa pero miedosa que es su papá. Precisamente él, sin piernas y todo, después es el que primero se escapa de la ciudad, se va a otro país lejos del hermano, mientras el protagonista se queda ahí, anclado con sus dos piernas al piso.

Yo tengo un hermano que no camina, que está en silla de ruedas, entonces ese personaje es un tributo, un homenaje a mi hermano. Si bien el personaje se llama como mi hermano, no es mi hermano, la situación y el accidente en la novela son ficción completamente. 

La novela toca una cosa familiar mía, mi papá y mi mamá son figuras que aparecen y desaparecen de alguna manera, pero el libro más que nada es algo que le debía a mi hermano. A pesar de que no camine y no pueda desplazarse bien, ha logrado un montón de cosas, en una persona maravillosa. También es un tributo a mi ciudad porque se ubica en Bucaramanga, en el tiempo que traté de irme y no pude. Finalmente logré huir para saber que iba a terminar escribiendo siempre sobre ella.

Entonces, ¿es autobiográfica?

Es, quizás, una falsa autobiografía. Son cosas que a veces me he creído, historias que a veces contaba como mías pero que nunca sucedieron y que ahí ya tienen una excusa para existir.

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¿Quiénes son los demás personajes?

Las personas que están ahí son las personas que yo quiero, mis amigos, la gente que ha callejeado conmigo, la gente que hizo parte de esas historias que se transformaron y que permanecen. Siempre mis amigos van a estar. También está toda la gente que callejeaba en la universidad y todos los lugares donde uno parcha por ahí y que de alguna manera han construido una parte importante de la historia de la ciudad. Es una novela para mis amigos.

¿Por qué el personaje principal no tiene nombre?

La novela está narrada en primera persona, es casi un monólogo del man diciendo todo lo que va a hacer, como un flujo de pensamiento. Entre sus delirios y sus obsesiones no queda tiempo para interactuar con otros personajes. Nunca nadie piensa en él, nunca nadie se dirige a él por su nombre. La narración es un hilo de pensamiento y de recuerdos del man, es un chorro y un bombardeo de información. Las otras personas son como fantasmas, como presencias que van y vienen, pero el único personaje real es él enfrentándose a sí mismo, quizás sea por eso.

Sólo tres personajes tienen nombre. Están Óscar, que es el hermano que pierde las piernas y Helena, que es una chica de la que el personaje se enamora en algún capítulo. Hay otra gringa que es la novia del hermano, se llama Liza. Ella es una nena que realmente estuvo en Bucaramanga por ahí un rato, que fue muy amiga nuestra.

¿Qué temas atraviesan la novela?

La novela es bien política. También habla un poco de esos momentos que a uno le tocó vivir. El papá (en la novela) es un man que trabaja de maletero en el aeropuerto, pero también es un viejo comunista de esos perseguido, boleteado, oprimido. Refleja un poco la historia de mi papá que perteneció a la UP y pasó por esas. Es como recoger un poco ese momento y esa angustia que se vivió en ese tiempo. También habla de la muerte, es un homenaje a los amigos muertos, a la gente que le puso el pecho a la calle y a exigir cosas. Esa gran presencia de amigos que ya no están no es un tributo a su fantasma, sino a sus risas y a su presencia. También es una novela de amor a la ciudad, de amarre, de amor a la familia, amor a otro ser, amor entre personas.

Hablemos de la estructura de la novela...

Es una novela en primera persona, siempre habla el narrador, tiene muy pocos diálogos. Está hecha por capítulos y se puede leer de varias formas. No tiene una estructura lineal en el tiempo, sino que da saltos temporales. Está dividida en 42 capitulitos, unos muy cortos y otros largos. Al final funciona como un rompecabezas en donde todo se une y la novela cobra sentido. 

A veces parece muy fantasmagórica, muy fragmentada, pero esa era la intención porque el personaje no está muy bien de su cabeza, entonces quería que funcionara con un ritmo que dejara ver el desenfreno del personaje, lo que está sufriendo mientras narra la historia. Es una novela híbrida también porque tiene muchas imágenes poéticas. A veces digo por ahí que se puede leer incluso como un poema.

¿Y sobre el lenguaje?

Es una novela narrada por un pelao que se la pasa en la calle, parchado por ahí, que creció leyendo enciclopedias, que parcha en la biblioteca porque no hay más a donde ir pero que también quiere quemarla. Es alguien que tiene una sensibilidad completamente distinta, especial, diría yo, pero que también tiene rabia, mucha rabia y mucha envidia. Muchos celos, mucha tristeza y muchos recuerdos ahí jodidos, entonces el lenguaje es una mezcla de eso.

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¿En qué género diría que se inscribe la novela?

¿Sabes que no lo sé? Yo creo que es una novela híbrida, fragmentada. Tiene parte de cuento, cada capítulo puede leerse como una pequeña historia, pero también hay precisamente Historia, cosas que me he robado. Funciona como un collage. Son los pensamientos de alguien que tiene un montón de cosas en la cabeza y dispara cosas a veces suyas, a veces no. Es también una mezcla de recuerdos de amigos, de ficciones. Es una mixtura entre ficción y realidad, entre mentiras y verdades. 

¿Cree que existe un lector ideal para la novela?

Yo creo que cualquiera la puede leer, es una novela que se deja leer de una sentada, además. Mis amigos y la gente de Bucaramanga la van a entender diez millones de veces más. Están todas las referencias y un momento de la ciudad en el que la pasamos muy bien y mal y todo eso.

¿Hay voces de algunos autores por ahí? ¿Cuáles fueron sus referentes?

Sí, claro. Yo siempre digo que cada época de la vida le trae a uno los referentes. En cada momento de la vida hay alguien con quién uno está conversando. La novela está atravesada por un montón de momentos por lo que está escrita desde hace tanto, se le notan cosas. Hay una gran presencia de un par de novelistas españoles que a mí me gustan mucho. Tomé cosas de ellos como el ritmo. Kiko Amat y Ray Loriga, que son dos manes que tienen novelas con ritmos bacanísimos. Me sirvió mucho alimentarme del ritmo de ellos para crear el mío.

Después de “soltar” la novela con la publicación, ¿ha regresado a ella?

La he vuelto a leer un par de veces. Ahora le hice unas correcciones al texto original y esa es la que va a salir editada. Algunas tonterías, tildes que se fueron...todavía hay momentos que me siguen pareciendo muy malos, cada vez más malos, pero hay otros que me parecen muy bonitos ¿sabes? Momentos que me hacen sentir mucha nostalgia. La novela hace sentir cosas, al menos a mí.

Sabemos que lleva poco tiempo publicada, pero ¿cómo ha sido la recepción hasta ahora?

Es muy raro. Supuestamente la novela salía para la Feria Internacional del Libro de Bogotá, pero por esta vaina [la pandemia] se paró todo eso. Sólo salieron unos pocos ejemplares que yo debía entregar a la gente del premio y algunos que pude regalarle a mis amigos y a la gente que fue al lanzamiento. Le he rotado algunas versiones en digital a amigos y a la gente que quiero que la lea. Se fue todo al carajo con esta joda, pero mejor, me gusta que esté ahí parada, que se mueva así. Así tenía que ser con ese libro.

A la gente que la ha leído le ha gustado. Algunos me han escrito cosas o han escrito textos sobre la novela. Es bien bonito que los amigos se tomen el tiempo para hacer eso. Incluso la gente que no es tan amiga de uno también, mandándole a uno sus opiniones sobre los aciertos o también como "pille, eso sobra", porque es volver a la narrativa después de un montón de tiempo. Había estado metido escribiendo poesía un montón y quiero volver a escribir narrativa. Ahí arranqué otra novela, vamos a ver...

¿Qué mensaje quería transmitir con esta ficción?

Nada. Realmente la escribí para contarme una historia que me debía. Tenía que contarme esa historia, dejarla escrita sin otra intención más, ni posteridad ni ninguna de esas cosas. Me gusta que sea un testimonio de esa época y de ese momento que fue bien lindo y sobre todo crucial para mí por la gente que me encontré en el camino.

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