Resignificar los símbolos, otra de las victorias del Paro Nacional
No solo ha sido el derribamiento de las estatuas; también los nuevos nombres de lugares emblemáticos y los murales y pintadas son acciones que demuestran la preocupación de los manifestantes por repensar la historia y sus símbolos.
El Paro Nacional que inició en Colombia el 28 de abril y que ya completa casi un mes se ha narrado también a través de diversas expresiones artísticas. La historia del estallido social colombiano se está pintando en los muros de las ciudades, los pueblos y los barrios que no se rinden y se está escribiendo en la reconquista de las calles y espacios, muchos de los cuales se han renombrado buscando una representación real y como acto de dignidad y memoria.
En Cali, por ejemplo, la antigua Loma de la Cruz, uno de los puntos de concentración más concurridos de la ciudad, fue rebautizada por los manifestantes como Loma de la Dignidad. Así mismo, la rotonda hoy llamada Puerto Resistencia solía llamarse Puerto Rellena por la venta de rellenas de cerdo. Aunque su nombre fue cambiado por los manifestantes en el Paro Nacional del 21N en un acto de reapropiación, el país empezó a reconocer mucho más Puerto Resistencia este año al convertirse en epicentro de lucha del pueblo caleño.
En Medellín el Parque de los Deseos también cambió de nombre a Parque de la Resistencia y en Bogotá el Portal de las Américas ahora es conocido por los jóvenes que han dispuesto ahí la mayor trinchera de la capital como Portal de la Resistencia. Cada una de estas acciones de retoma simbólica desde la palabra también se ha respaldado con pintura en los espacios.
Otra de las formas de reapropiación, acudiendo también al derribamiento de antiguos símbolos impuestos, el reemplazo por otros y a la reconquista plasmada con pintura; se ha visto de diferentes maneras en los monumentos. Un ejemplo es el Monumento a los Héroes en Bogotá, que ha logrado reemplazar a la Plaza de Bolívar como punto de concentración principal de la capital.
En este monumento se leían los nombres de batallones y embarcaciones militares que participaron de las batallas de independencia presididos por una estatua de Simón Bolívar que sobre un caballo mira hacia el norte de la ciudad. Durante el Paro Nacional este monumento, que en paros y manifestaciones anteriores fue resguardado celosamente por la policía, ha sido tomado por los jóvenes como fortín artístico y núcleo de expresiones. El reemplazo de los símbolos y la pintura han sido nuevamente protagonistas.
De otro lado, el pueblo indígena Misak también se han volcado a resignificar y reconquistar espacios para ellos sagrados, derribando las estatuas que erigen a personajes que simbolizan el despojo y la masacre que tuvo lugar en la Colonia y que se han perpetuado hasta la actualidad.
Así, en Bogotá, un grupo de indígenas Misak derribó la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada en el centro de la ciudad el pasado 7 de mayo en el marco del Paro Nacional. Posteriormente un grupo de estudiantes decidió honrar ese acto y demostrar su apoyo a los pueblos originarios del Cauca convocando a un acto en el que, nuevamente desde los simbólico y por medio del arte y la pintura, invitaron a rebautizar también la Avenida Jiménez como Avenida Misak. Posteriormente y durante unas pocas horas, en el pedestal vacío se ubicó una estatua artística de Dilan Cruz, asesinado por un miembro del ESMAD durante el Paro Nacional de 2019.
Durante esta jornada que se llevó a cabo el pasado 12 de mayo justo al frente del pedestal que solía sostener a Jiménez de Quesada, la bandera Misak se pintó en el piso y en las placas de tránsito se reemplazó el antiguo nombre de la avenida por el de Avenida Misak en un acto silencioso y anónimo. Nos detuvimos en esta última acción del pueblo Misak en Bogotá en compañía de estudiantes y hablamos con dos de las personas que gestaron este espacio de reapropiación, resignificación y dignidad.
Foto por Adelaida Porras
Dana Kamila Corredor Silva, estudiante de antropología y danza y líder en el Movimiento Estudiantil del Externado, hizo parte de la organización del Plantón Misak el 12 de mayo. Ella cuenta que la idea surgió desde el mismo momento en que la estatua de Jiménez de Quesada cayó. Gracias al programa de Interacciones Multiculturales de la universidad del que hacen parte indígenas de diferentes comunidades, entre ellas la Misak, el Movimiento ya tenía comunicación directa con algunos miembros de esta comunidad en Bogotá.
Refiriéndose a la acción del 12 de mayo, “ese día llegaron estudiantes de otras universidades, jóvenes, una delegación de la comunidad Misak que está en Bogotá y la Guardia Indígena que pasó por ahí y nos recogió. Se volvió un escenario de encuentro y de decir: esta es nuestra historia, la vamos a llamar como nosotros la queremos llamar. La historia oficial se está cayendo y se va a seguir cayendo, como la estatua y el uribismo. Nosotros los que estamos agenciando la historia vamos a llamarla como se nos antoje, vamos a potenciar lo que está pasando y vamos a llamarla Avenida Misak, en colaboración, en colectividad.”, dice la estudiante de antropología.
Para esta estudiante es importante aclarar que los Misak no buscaban imponer su nombre, sino que fue el Movimiento Estudiantil que en agradecimiento y como homenaje a este pueblo originario decidió pintar la bandera Misak sobre la antigua Avenida Jiménez, así como renombrar la calle.
Dana estudia danza en la Universidad Distrital y desde esa esquina entiende el arte como una noción de los simbólico desde la cual se puede volver visible una idea. Así explica por qué eligieron expresarse a través de la pintura para apoyar la resignificación del espacio iniciada por los Misak. Para ella, el arte también es una forma de encuentro, de acción, de agencia y por eso mismo está cargada de contenido político.
Foto por Daniel Camargo Moncayo
“Tomarnos una calle, poner nuestra estampa allí, nuestra idea que es profundamente transformadora y participativa es otra forma de acción directa –dice Dana–. Más allá de ser una expresión artística, la potencia de esto fue que allí no solamente estábamos las personas que lo organizamos y lo pensamos, sino que había mucha gente que llegaba, tomaba una brocha cualquiera y empezaba a pintar, lo volvía propio. Su huella también está allí y así se volvió colectivo. Pintar la calle trasciende ese lugar simbólico y se convierte en una acción directa que permite agenciar otra forma de hacer propio el territorio”.
Jefferson Chirimuscay Aranda, es un joven Misak del Resguardo de Guambía, municipio de Silvia en el departamento del Cauca, que participó de la acción en la que se derribó la estatua de Jiménez de Quesada y que también acompañó la jornada artística convocada por el Movimiento Estudiantil del Externado días después.
Hablando sobre la acción en el monumento de Jiménez de Quesada, Jefferson explica que la acción de derribar no sólo es el simple acto de tumbar la estatua, sino que es retirar una agresión que se ha dado en Colombia contra los pueblos indígenas. “Lo que nosotros buscamos es reivindicar una memoria histórica y reivindicar los espacios sagrados que nosotros como pueblos indígenas tenemos. Los indígenas llevamos quinientos años en la lucha por ser reconocidos, poder decir aquí estamos y aquí hemos estado. Somos raíz y retoño”, dice.
Ante los señalamientos y agresiones que recibieron de parte de la fuerza pública luego de tumbar la estatua la respuesta de Jefferson en nombre del pueblo Misak es que sus únicas armas son la música, la flauta, el tambor y la danza. También cuenta que para ellos como delegación del pueblo Misak en Bogotá fue una gran sorpresa el homenaje del Movimiento Estudiantil. Para ellos como pueblo indígena es muy importante que sus acciones trasciendan sus comunidades y se conviertan en construcciones colectivas, como en este caso. “Quizás ellos [los estudiantes] vieron en nosotros una esperanza para el pueblo colombiano. Que, así como se quita una estatua se puede quitar un Estado que ha sido dictador, masacrador y genocida”, dice Jefferson.
Video por Entrevistazo
Así mismo, el estudiante Misak cuenta que para su pueblo la bandera es de gran importancia por lo que verla pintada en una de las calles más importantes de la capital colombiana es muy relevante. Él dice que hoy en día sigue existiendo mucho desconocimiento sobre los pueblos originarios y acciones como esa logran visibilizarlos en todo el territorio nacional. Además, considera que estas expresiones que se gestan desde el arte también aportan a la lucha contra la estigmatización. Para Jefferson el grafitero no es un vándalo, sino alguien que expresa el sentimiento que lleva dentro, que expresa el sentimiento de un pueblo.
“A mí me parece impresionante lo que hacen los compañeros cuando escriben, la caligrafía, las imágenes, los colores... A nosotros nos enorgullece que esa manera de protestar también exista, no solamente que hayan pintado la bandera del pueblo Misak o las placas diciendo Avenida Misak sino también otros mensajes que se han hecho como ¿Por qué nos matan?, Nos están matando o Hay 6402 razones para salir a marchar. Toda esa expresión de protesta es válida y está reconocida por la Constitución, el problema es que el mismo Estado vandaliza esta expresión y la convierte en acto de terrorismo”, dice.
Como menciona Jefferson, otras acciones espontáneas surgieron dentro de esa jornada que planeó el Movimiento Estudiantil. Según cuenta Dana Kamila la frase “Qué viva la minga”, que quedó grabada en el pavimento junto al Av. Misak, se llevó a cabo por iniciativa de las personas que llegaron a acompañar el plantón, quienes quisieron dejar plasmado su apoyo a la Guardia Indígena luego de los atentados que sufrieron en días anteriores en la ciudad de Cali. “Puede llamarse Avenida Misak pero en realidad es un referente de los pueblos originarios y sus luchas. Cuando la gente quiso escribir ‘Que viva la minga’ fue como ¡hágale!, eso tiene toda la pertinencia del mundo en este momento” dice la estudiante.
Otra acción que se dio orgánicamente en el espacio y que no fue planeada por el Movimiento Estudiantil fue la del cambio en las placas de tránsito que nombraban la Avenida Jiménez por medio de stickers y esténcil. Mientras la mayoría de asistentes se concentraban en la pintura del pavimento un pequeño grupo de jóvenes tapaba el antiguo nombre de la calle y lo reemplazaba por Avenida Misak.
Para Dana es muy valioso que se hayan dado estas acciones en el espacio que junto a los demás estudiantes planearon, pues considera que la labor de fondo del Movimiento y del estudiantado es la de propiciar espacios para la participación, espacios que permitan la libre expresión y que por medio de la colectividad sean seguros y protejan a quienes decidan hacer parte de ellos. Dana cuenta que los Misak que asistieron estuvieron acompañándolos desde el inicio y desde donde ellos querían, que era la música. “Para mí contar con las reflexiones y las palabras de nuestros compañeros Misak ha sido fundamental para entrar en conversación con otras luchas, para alimentarnos de otros espacios” dice.
Días después del homenaje del Movimiento Estudiantil del Externado a los Misak, el pedestal vacío de la Plazoleta del Rosario fue ocupado por una estatua artística de Dilan Cruz, estudiante asesinado por un miembro del ESMAD en noviembre de 2019. Sobre esta acción Jefferson dice que, aunque no la rechaza, sí considera que debe haber diálogo y no imposición.
Foto por Adelaida Porras
“Cuando se coloca un pedestal, uno ve primero, segundo y tercer lugar; el que más sabe está encima y nosotros no lo vemos de esa manera. Nosotros vemos un sitio sagrado y queremos que dialoguemos en torno a esto. Si colocamos una estatua, si resignificamos un espacio, queremos dialogar. Me parece muy chévere la iniciativa de los marchantes, todos estamos en contra del asesinato de civiles, pero yo estaría de acuerdo en colocar una estatua o una imagen de todos los asesinatos, no simplemente de uno”, dice Jefferson.
Además, el estudiante Misak subraya que los pueblos indígenas tienen una historia de más de quinientos años de masacres, invasiones y desplazamientos y considera que hay que ver también por todos ellos, porque también son asesinatos de Estado. Así mismo, Jefferson dice que poner un hombre ahí se puede entender como invisibilizar la lucha de las mujeres y no reconocerlas como víctimas del conflicto, por eso le parece importante recalcar que sólo a través del diálogo se puede llegar a acuerdos que representen y reparen a todos. “No colocar nada también es una opción”, agrega.
Estas acciones que le apuestan a resignificar los símbolos e incluso a tumbarlos para construir símbolos nuevos que representen al pueblo, han encontrado en el arte y las expresiones artísticas una herramienta aliada para grabar el mensaje. Por más que la pintura se borre o que algunas de estas acciones sean de carácter netamente efímero, su poder va mucho más allá de lo físico, pues en conjunto son las que están haciendo este momento histórico para el país y son las que están reescribiendo la historia.