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La nueva sangre de la producción audiovisual en Colombia

El abrazo de la serpiente y su nominación al Oscar le devolvió, aparentemente, la esperanza al cine colombiano, sin embargo esa idea no deja de ser una mirada desde afuera a un medio que parece dominado por comedias fáciles como El Paseo. Hoy existen productoras lideradas por jóvenes como Los Niños Films, Helena Films o Montañero, que apuestan por historias reflexivas y narraciones más complejas que realmente representen nuestra capacidad creativa cinematográfica.  

Julián Guerrero

El cine colombiano brilla desde hace un tiempo en los escenarios internacionales. Las más recientes producciones de Cristina GallegoCiro Guerra han compartido cancha con obras de importantes realizadores como Francis Ford Coppola o Marco Bellocchio y han puesto en el radar de las grandes cadenas cinematográficas la producción audiovisual de nuestro país. 

Visto desde afuera, el escenario parece prometedor. La nominación al Oscar de El Abrazo de la Serpiente y la más reciente participación de Pájaros de Verano en la apertura de la quincena de realizadores en Cannes sugieren, de la mano con la ley 1556 de 2012 (Ley Filmación Colombia, que ha aprobado 35 proyectos entre los que se cuenta la película Mile 22 grabada en Bogotá con el actor Mark Wahlberg), que la industria cinematográfica en el país va cada vez mejor y que las condiciones para los realizadores son óptimas.

(Échele ojo a La mirada documental de Mateo Contreras en la foto fija de ‘Pájaros de verano’)

Pero para muchos realizadores locales es imposible hablar de una industria del cine colombiano y aunque cada vez sean más las películas que se hacen, no son muchas las personas que las ven ni éstas pueden competir en taquilla con producciones como las del mercado estadounidense, que llenan semana a semana las salas del país. Según el último informe de Proimagenes, en 2016 hubo 41 estrenos de filmes colombianos a los que asistieron 4.866.270 espectadores, frente a 165 estadounidenses a los que asistieron 54.874.127. Si bien la asistencia a cines ha aumentado en los últimos años (según cifras de proimágenes, comparado con el 2010 donde la asistencia de espectadores era de poco más de 33 millones de espectadores, para el 2017 la cifra es de 62.611.454 de espectadores),lo cierto es que existe una brecha entre las producciones extranjeras y las locales, factor que determina, entre otras cosas, el tiempo de su exhibición en las salas.

No obstante, la escena local sigue en movimiento y las productoras dedicadas al cine independiente (alejado de las grandes industrias y los canales de televisión) cada vez producen más cine de contenido complejo que habla sobre el país y su gente y que siguen la huella de producciones como Rodrigo D y La estrategia del Caracol. Así, en un mercado nacional dominado por las películas de Dago García Producciones y elaboradas con el lenguaje televisivo simple al que están acostumbradas las audiencias colombianas, estas productoras le apuestan a un cine reflexivo sobre sus medios y capaz de transmitir temas de mayor profundidad como la violencia, las disidencias sexuales y la vida de la Colombia profunda y lejana a las grandes ciudades. 

Jorge Forero, quien junto a Diana Bustamante fundó en 2010 la productora Burning Blue, comenta que en este momento nos encontramos apenas en la preadolescencia del cine nacional: “No creo que haya industria, el tamaño de nuestro mercado no es lo suficientemente grande. Lo que sí creo es que va a haber más cine”, comenta Jorge, quien agrega que sólo es posible hablar de cine en términos industriales en países como Estados Unidos o India, donde la producción de cine se da de una manera más mecánica. Según cuenta, Burning Blue fue fundada en un momento en que los dos colegas se dieron cuenta de que existía la posibilidad de hacer un cine no comercial, reflexivo sobre lo audiovisual y que no estuviera restringido al tiempo que le dieran las salas de cine.

Graduados de la carrera de Cine y Televisión de la Universidad Nacional (alma mater de numerosos realizadores audiovisuales) estos dos amigos fundaron una productora que hoy en día ha producido más de una docena de películas y ha participado en distintos festivales clase A como el Festival de Cannes, donde han estado 7 veces en la quincena de realizadores. Películas como La Tierra y la SombraLa Sirga Violencia, hacen parte del catálogo de Burning Blue, que hoy es un referente del gremio. 

 

 

“Hacemos películas que consideramos relevantes. Buscamos aprovechar distintas herramientas cinematográficas y dar múltiples miradas sobre una misma situación”, dice Jorge, quien afirma que aún hay muchos huecos en la legislación y en la distribución de lo que se produce, así como en la manera en que la gente consume la cultura. 

 

 

Filmes como La Tierra y la Sombra la Sirga, retratan escenarios distintos de los de la ciudad, convirtiendo el cine en una vía para tratar asuntos de memoria nacional y conflicto, temas populares del cine independiente que muchas veces apela más a lo bucólico que a lo citadino. De la mano de Burning Blue existen productoras como Ciudad Lunar, de Cristina Gallego y Ciro Guerra, o la Banda del Carro Rojo, que desde hace tiempo contribuyen a la creación de escenarios distintos de los que se ven en filmes como El Paseo de Harold Trompetero o la Mujer del Animal de Víctor Gaviria, dejando atrás la comedia fácil y las historias de violencia gráfica y sufrimiento para centrarse en un cine más pausado y reflexivo.

(Conozca los retratos de Iván Herrera del Centro de Bogotá que inspiraron ‘La defensa del dragón’)

La época de directores como Gaviria y Luis Ospina, referentes del cine nacional, ya ha ido quedando a un lado para dar paso a nuevos temas y enfoques, que van incluso más allá de los relatos nacionales. Productoras como Los Niños Films o Montañero, dos de las productoras jóvenes de la actualidad, les apuestan a escenarios con temas más personales e íntimos y no necesariamente ligados a problemáticas nacionales, como la de un investigador privado en un pueblo de los Andes o la de un hombre que se dedica a buscar colillas de cigarrillos por Chapinero.

Sebastián Cáceres Manuel Ponce son dos de los seis integrantes que conforman Los Niños Films, una productora fundada en 2013 y que este año lanza su primer largometraje. Según cuentan, la pasión por el cine de estos seis amigos viene desde la infancia, cuando, en juego, realizaban pequeñas producciones en paseos y encuentros, las cuales firmaban bajo el nombre de “los Niños”.

 

 

En 2013 César Jaimes y Manuel escribieron y produjeron una película que se llamó La venda. Fue una producción seria que requirió un equipo de 20 personas y 7 actores en Zipacón, Cundiamarca, un rodaje que significó la consolidación de una empresa más sólida y el cumplimiento del sueño de estos amigos de hacer cine juntos. 

Aunque la mayoría de miembros del equipo como Sebastián, Juan Pablo Polanco, César Jaimes, Felipe Cáceres estudiaron cine, no todos los miembros son graduados de la academia. Diego Ricardo, quien se encarga del diseño web y de la dirección de arte, estudió diseño industrial. Por su parte, Manuel estudió durante tres semestres la carrera de Cine en Berlín, pero la abandonó para aprender de forma autodidacta y, según explica, ha aprendido más haciendo y viendo que estudiando. 

 

 

Sin embargo, en la productora todos son directores y hacen de todo un poco, pues su equipo no es muy grande y llevar a cabo varios proyectos no es fácil. “Algo chévere de que todos seamos directores —comenta Sebastián— es que nos permite explorar el lenguaje desde nuestras diferentes visiones del cine y enriquecernos de las visiones de otros. Hay un poco de vampirismo entre nosotros, en el sentido de que muchos mecanismos del lenguaje que alguno usó en una película le sirven como influencia a otro para desarrollar la propia. Entonces todos nos vamos nutriendo y vamos creando un lenguaje propio de la productora y unos focos de interés distintos”.

 

 

Aunque aún no tienen fecha definida, Los Niños Films se prepara para el estreno de su primer largometraje, Lapü, codirigida por César Jaimes y Juan Pablo Polanco, un documental con matices de ficción que cuenta el Anajawaa, el segundo entierro wayúu, y el cuál se encuentra en posproducción. 

Pero el trabajo de Los Niños Films no sólo es la realización audiovisual. Inconformes con los espacios para cineastas dispuestos en el país, que para ellos no van más allá de las escuelas de cine en las universidades o encuentros con cineastas de muy alto nivel, han decidido realizar también distintos talleres de formación con cineastas de talla mundial como el catalán José Luis Guerín, quien vino a un encuentro con Luis Ospina y Víctor Gaviria

“Nuestros talleres están dirigidos a profesionales —comenta Manuel— y lo importante es reunir a los cineastas alrededor de maestros del cine independiente. Es una manera muy chévere de enriquecer nuestro medio, nuestro sello nacional, nuestro estilo nacional de hacer cine. Mientras más gente haga cine, mucho mejor”. En estos momentos se preparan para el taller que realizarán en octubre de este año con el director portugués Pedro Costa.

Los Niños Films participaron en 2017 en la versión número 39 del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana con el cortometraje de Manuel, Rio Muerto. Han ganado distintas convocatorias para residencias en Berlín y otras ciudades europeas. Sin embargo, sobre las perspectivas del cine colombiano, opinan que la industria está apenas en construcción y que es un proceso largo. 

“Colombia es un país con muy poco cine —comenta Manuel—, con una historia de muy poco cine. Tenemos una bonanza desde hace unos años, pero es una cosa que está fresca. Yo no pienso que en Colombia sea sencillo hablar de un estilo cinematográfico o de una tradición ya que ha sido algo muy desarticulado”.

Pero si bien los temas de Los Niños Films están muy ligados al campo y a una producción familiar, entre amigos, el asunto es diferente para otra de las productoras jóvenes del país, Montañero Cine, la cual se desarrolla entre Colombia y Argentina y cuyos intereses fluctúan en un espectro más amplio. Montañero nació en 2014 con ocho miembros colombianos estudiantes de cine en Buenos Aires (Federico Atehortúa, Hans Dieter Fresen, Simon Velez, Jeronimo Atehortua, Juan Mora, Mauricio Reyes, Juan Lugo, Gonzalo Escobar), varios de los cuales ya han vuelto a Colombia reduciendo el número de miembros de algo que más que una productora, prefieren pensar como un grupo de estudio.

"Acá veo un poco más opaca la cosa, el técnico no le habla al director, el actor no le habla al técnico. En ese sentido se repite el horror de las cadenas de industrialización, se pierde la parte humana. Falta quitarnos presión de lo que la palabra cine significa”.

 

 

“Nosotros producimos las películas que podemos y esto no implica frustrar aspiraciones: todo lo contrario, es partir de una conciencia de los elementos que nos rodean, con los que nos nutrimos para hacer cine. Un carro, dos amigos, un gato y un boom: vamos a filmar. Creo que esto se debe a un gusto de cierto cine, digamos la nueva ola de cine rumano, por poner un ejemplo Sieranevada de Cristi Puiuo El Tesoro de Corneliu Porumboiu. Este tipo de películas nos devuelven la esperanza, vamos por el buen camino”, comenta Mauricio Sarmiento, quien agrega que en Colombia, aunque ha habido movimientos generacionales bastante fuertes, ninguno ha sido tan contundente como para marcar una tradición; destaca nombres como José María Arzuaga y Víctor Gaviria.

 

 

Aunque Mauricio aún no ha filmado en Colombia, reconoce ciertas diferencias entre la producción del cine nacional y la que se desarrolla en Argentina. Desde su punto de vista, la manera en que se asume la profesionalización del cine es uno de los factores que impide el avance del sector acá en Colombia. “No quiero que se tome a mal lo que voy a decir —dice Mauricio—, pero en Argentina hay muy buenos actores que se animan a filmar una película o un corto sin mayores pretensiones; la parte creativa y emocional prima sobre la económica. Esto fortalece el sector y a la vez genera visibilidad de parte y parte: el actor gana, el equipo gana. Acá veo un poco más opaca la cosa, el técnico no le habla al director, el actor no le habla al técnico. En ese sentido se repite el horror de las cadenas de industrialización, se pierde la parte humana. Falta quitarnos presión de lo que la palabra cine significa”.

 

 

Durante su trayectoria han ganado convocatorias del FDC (Fondo de Desarrollo Cinematográfico), también del Fondo Metropolitano de las artes en Buenos Aires y un fondo de cine de Bosnia. Asimismo han ganado premios de festivales en Suiza, Viña del Mar y Toulouse. Hoy Montañero tiene tres proyectos de largometraje en desarrollo, además de dos películas y dos cortos en posproducción.

Según cuenta Mauricio, los temas de Montañero son muy diversos y desde su punto de vista es difícil encasillar en temas el cine colombiano. Su preocupación principal, comenta, es la forma, la cual se ha quedado en el lenguaje televisivo, sobre lo que opina que hasta que no haya un cambio en eso, poco importarán los temas. “Yo hablo del amor, no podría hablar de otra cosa. Lo interesante de Montañero es que cada uno tiene un universo propio que converge con los planteamientos políticos de cómo pensamos que se debe hacer cine”.

Sin embargo, aunque la televisión y la influencia que ésta ha tenido en la educación audiovisual de los colombianos ha sido uno de los elementos más criticados por los conocedores del cine, para algunos realizadores los lenguajes televisivos son también una plataforma a través de la cual pueden tratarse temas de mayor seriedad y profundidad. Helena Films, una productora fundada en 2016 por egresados de la carrera de cine de la Universidad Nacional, es una de estas empresas del medio que le apuesta a un contenido audiovisual que, mientras entretiene y es llamativo, pueda poner sobre la mesa temas coyunturales que lleven a la reflexión.

"Lo que a uno le enseñan en la academia es algo muy distinto, son historias de lectura que requieren mucho tiempo, mientras que en la web si logras tener a alguien diez minutos la sacaste".

 

 

Con su serie web Selección Natural, Helena Films le apuesta no sólo a un escenario apenas explorado en Colombia (el de las series web y los formatos digitales más allá del youtuber con cámara frente a la cara), sino también a una temática polémica para algunos sectores, como lo es la comunidad LGBTIQ. El asesinato de una chica trans y los misterios que rodean su muerte, son la trama central de esta serie que, con guiños a personajes de la política colombiana, busca reivindicar la imagen de esta comunidad en la producción audiovisual nacional. Antecedido por los videos de una youtuber trans llamada Noah Gorgeaous que anunciaba la serie, Selección Natural fue un piloto para presentar a Helena Films y probar la mezcla de lenguajes por los que se interesa la productora. Así mezclaron lo aprendido en la academia de cine con el lenguaje de la televisión y el lenguaje web, al que no estaban acostumbrados.

 

 

Según comenta Carol Peña, quien, egresada de la Nacional, es parte del equipo creativo de Helena, “lo que a uno le enseñan en la academia es algo muy distinto, son historias de lectura que requieren mucho tiempo, mientras que en la web si logras tener a alguien diez minutos la sacaste. La idea de una serie web son cinco minutos por capítulo. Diez minutos es mucho tiempo”. Según comenta Carol, el incluir temáticas densas hace más compleja la producción, sin embargo es algo a lo que la productora ha decidido apostarle.

Aferrada a una exploración del lenguaje cinematográfico más compleja y extensa, la academia de cine produce escenarios parecidos a los del cine independiente, donde se busca alejarse de las formas sencillas de producción audiovisual y apostarles a otros ritmos y escenarios diferentes de la ciudad. Según comenta Carol, esto tiene que ver con la necesidad de contar lo que se vive desde las distintas regiones de los realizadores, así como con una responsabilidad que sienten de compartir la voz de aquellos que en otros escenarios quedan relegados. Con todo, la apuesta de Helena con Selección Naturalfue de un entorno por completo citadino producto de una investigación previa sobre la violencia hacia la comunidad trans.

 

 

Guardando un lenguaje audiovisual cinematográfico, pero con la estructura y la historia de una telenovela, esta serie web buscó visibilizar una problemática y reivindicar el lugar que la comunidad LGBTIQ ha tenido en la televisión colombiana. “Nuestra intención era saldar una deuda que se tiene con la educación audiovisual en Colombia —dice Carol—. La televisión es que lo único que la gente ha visto, y en ella sólo se han mostrado estereotipos. La televisión no se ha atrevido a mostrar al gay que no sea loca y ni siquiera se ha atrevido a mostrar lesbianas. Nosotros queríamos mostrar la otra parte”.

Próximos a rodar su primera película, Helena Films explora un escenario con poco tiempo en el país y en el que no hay mucha competencia. Sin embargo, desde su punto de vista, la competencia no es algo que preocupe, pues sin esta no hay industria. Por otro lado, si bien es cierto que hay muchas productoras, para Carol hacer cine en Colombia no es rentable pues lo que se produce poco se ve fuera o dentro del país. “La apuesta real que debe existir es, a menos que tengas la película que le va a competir a los Avengers, es hacer algo que tenga mucho contenido y de bajo costo”. De lo contrario, explica, las deudas son muy altas.

En un medio dominado por las comedias que hablan de colombianos haciendo el ridículo en el exterior, existen en el país distintas productoras que, a pesar de la falta de una industria, le apuestan a la creación de filmes de calidad con temas que inviten a la reflexión. Si bien la mayoría está de acuerdo en que Colombia está lejos de alcanzar una producción industrial de cine, lo cierto es que cada vez hay más realizadores y la escena audiovisual está fortaleciéndose. Empeñados en demostrar que el público colombiano también es capaz de ver películas de mayor profundidad temática, estas y otras productoras seguirán dando voz a aquellos que la televisión relega.

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