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Foto de Martina Jiménez G.

Fotografía pandémica: cómo se mueve el fotoperiodismo en medio de la emergencia sanitaria

Tres fotorreporteras cuentan sus reflexiones, desencuentros y anécdotas producto de los días que han cubierto aquello que se vive por fuera del aislamiento. 

Daniela Pomés Trujillo / @danipomes

 

Para nadie es un secreto que la pandemia reveló los problemas sociales que por mucho tiempo han permanecido escondidos bajo la alfombra de la indiferencia estatal y social. Sin embargo, gracias a los periodistas que se la juegan para llegar a los espacios más vulnerables, hemos podido conocer de primera mano cómo se vive la crisis en los espacios más golpeados de las ciudades. En las últimas semanas, fotorreporteros y fotorreporteras han sido esenciales para conocer lo que está ocurriendo más allá de las cifras de contagios que aumentan cada día.

Por estos días quienes se dedican a este oficio han demostrado que su trabajo no solo se basa en la documentación de las realidades, sino que también son el vehículo a través del cual quienes viven en estos contextos pueden alzar su voz, denunciar y exigir aquello de lo que carecen. Así, fotorreporteros y fotorreporteras (y el periodismo en general) han sido durante la pandemia tanto los ojos de quienes pueden permanecer en casa, como la voz de quienes no tienen esa posibilidad.

Tres fotorreporteras nos cuentan su experiencia cubriendo la realidad revelada por una pandemia que no solo las ha obligado a cambiar hábitos en su vida y su trabajo, sino también a chocar de frente con realidades complejas sobre las que han tomado la responsabilidad de documentar. 

 

Vanexa Romero

“El valor del fotógrafo es innegable en la construcción de la memoria histórica de un país”

mercado_14_3.jpgFoto: Vanexa Romero / El Tiempo

Vanessa Romero o Vanexa –seudónimo que adoptó como firma para su trabajo– es una barranquillera de 33 años, comunicadora social y periodista de la Universidad del Norte. Con una trayectoria de diez años en fotoperiodismo y fotografía documental, cuenta que empezó haciendo pequeños trabajos documentales en el Atlántico para pasar un año después a ser reportera gráfica en El Heraldo, medio que fue su escuela de reportería durante dos años. Desde el 2014, Vanexa trabaja para el diario El Tiempo Barranquilla, donde ejerce como reportera gráfica. 

Vanexa cuenta que al comienzo se tomó el virus a la ligera. “Creo que no había terminado de entender lo que estaba pasando. Sobre todo nosotros: fotógrafos de ciudades como Barranquilla que no es la capital del país. Uno cree que esas problemáticas son de las capitales y que eso no llega a una ciudad provincial como esta en la que vivo yo”, dice. 

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Foto: Vanexa Romero / El Tiempo

Sin embargo, ante los hechos que ella misma empezó a documentar, se vio obligada a cambiar muchos de sus hábitos. Además de comenzar a usar tapabocas y guantes en su trabajo diario, Vanexa tuvo que cambiar las pintas apropiadas para el calor barranquillero por ropa que le cubriese todo el cuerpo, soportando más de 27º centígrados para proteger su piel del virus.  

Moviéndose de extremo a extremo e incluso llegando a municipios aledaños, esta reportera ha buscado llegar hasta esos lugares donde el virus comienza a hacerse más presente. Define el tipo de fotografía que busca como una fotografía espontánea, una fotografía que revele, que documente la realidad de la ciudadanía, de cómo los barranquilleros están viviendo la pandemia. 

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Foto: Vanexa Romero / El Tiempo

A propósito de lo que ha tenido que vivir durante la cuarentena, Vanexa recuerda que al comienzo del aislamiento retrató a un hombre en el centro de Barranquilla. “Era un sábado tipo cinco de la tarde y el centro estaba solo, eso es rarísimo. Había un habitante de calle que es mimo y el tipo estaba parado al lado de un semáforo con una falta de espíritu... Yo saqué la cámara con un 70-200mm, disparé y capturé la imagen. Luego el tipo empezó a caminar más hacia adentro del centro y yo le dije al taxista que lo siguiera. Paramos, hablé con él como a dos metros de distancia, y le pregunté si había comido, me dijo que no. Él tenía tapabocas y la cara pintada de mimo. Esa fue una de las primeras imágenes que me hizo dar cuenta que aquí estaba pasando algo. Le pregunté si le podía hacer una foto de su rostro. Luego lo entrevisté, se llama Juan, es del interior del país y lleva mucho tiempo viviendo en Barranquilla, prácticamente en la indigencia. Después de eso contribuí para que él pudiera comer. Salió la foto publicada y mucha gente se interesó. Se armó una pequeña búsqueda en redes sociales y al día siguiente un grupo de personas fue a llevarle comida”. 

Otra historia que la impactó fue la de una familia argentino-judía (una pareja y cuatro niños), todos ellos rubios, quienes estaban viajando en un remolque y se encontraban parados en un parque cercano al lugar de trabajo de Vanexa. Ella pasó por ahí y le llamó la atención ver a varios policías rodeándolos. Más tarde supo que los vecinos, asustados por el virus, habían llamado exigiendo que los desalojaran del sitio, solamente porque eran extranjeros. De las preguntas que les hacía la policía supo que venían viajando por Latinoamérica con destino a Alaska y que estaban ahí por carnavales, pero el virus los dejó atrapados en la ciudad. 

“No voy a negar que al principio me pareció gracioso, pero cuando lo racionalicé pensé en que los paradigmas se pueden cambiar, ahí radican las revoluciones sociales y una pandemia puede cambiar la mentalidad de la gente abruptamente. Ya no persiguen a las personas con el estereotipo de pobre, el que se ve mal vestido, la piel morena y cosas así, ahora persiguen a la gente rubia de ojos verdes-azules y no por criminalidad sino porque se cree que están enfermos”. 

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Foto: Vanexa Romero / El Tiempo

Una de las reflexiones que le ha traído todo esto a Vanexa está en el distanciamiento pues, como cuenta, la gente de su región es muy calurosa y el contacto hace parte de la cultura. “Eso ha sido un problema ¿sabes?, más como costeña, porque uno es muy cercano a la gente. Extraño darle la mano a las personas, extraño poner la mano en el hombro, símbolos de amistad”, comenta. 

No obstante, para Vanexa no todas las historias están afuera. De hecho, uno de los proyectos que ha ideado en este contexto tiene que ver con la intimidad. Lejos de lo mediático, esta reportera ha posado su ojos sobre situaciones íntimas de las personas en relación con el virus, pues en definitiva, hasta las más mínimas acciones cotidianas se han transformado a razón de la pandemia. 

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Foto: Vanexa Romero / El Tiempo

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Foto: Vanexa Romero / El Tiempo

Algunos de estos proyectos intimistas, como ella los llama, consisten en fotografiar el diario vivir de personas como el portero de su edificio o su propia madre. A Pablo, el portero, lo fotografió durante diez días que él tuvo que pasar de largo trabajando en el edificio, pues se decidieron turnos de a diez días con su compañero para reducir el riesgo que implica movilizarse diariamente tanto para ellos como para los residentes del edificio. En cuanto a la madre de Vanexa, cuenta que lleva más de un mes sin pisar la calle por ser más vulnerable al virus, y la ansiedad que eso le produce está empezando a notarse. “Ella salió un momento a las escaleras a tirar la basura. Yo le dije –no lo hagas, yo lo hago–, pero no, ella quería echar la basura. En seguida se le metió: “tengo que bañarme” y se fue a bañar. El Covid nos está dando la oportunidad de fotografiar eso que está pasando adentro, que también es muy importante porque la gente ha cambiado sus rutinas”, agrega. 

(Conozca ‘En la fotografía de Yael Martínez, la intimidad es una casa sangrante’) 

Esos cambios en la cotidianidad que pueden pasar desapercibidos entre la tormenta de información y desinformación que ha desatado la pandemia, han encendido el foco creativo de esta fotoperiodista. Para ella todo se define en una palabra: Reflexión. “Antes tú ibas a pasear a tu perro pero ahora el que tiene el bozal eres tú, no el perro. Ahora lavas con mucha rigurosidad lo que viene de la calle en el mercado. Creo que es la primera vez que veo que en mi casa se lava la bolsa del pan con jabón. Todos estos cambios en la cotidianidad me sorprenden. Lo cotidiano dejó de ser cotidiano para ser sorprendente y eso debe ser fotografiado también. Eso tiene valor histórico. De aquí a cien años nos vamos a sorprender de lo que estaba pasando hoy. La fotografía también debe explorar estas cosas”, opina. 

Martina Jiménez

“La fotografía documental es trabajar con el pueblo, con las comunidades, con las mujeres. Involucrarse. El gran reto es que uno como fotógrafo y fotoperiodista pueda plasmar en sus fotos eso que ve”.

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Foto: Martina Jiménez G.

Martina de 29 años, es fotoperiodista y fotógrafa documental feminista. Hace un año regresó a Colombia después de culminar sus estudios en Buenos Aires. Aunque en principio venía de vacaciones, terminó vinculándose en un trabajo, así que decidió quedarse en Bogotá. Una vez establecida, empezó a buscar temas en torno a la mujer, pues uno de los choques cuando regresó luego de haber militado con el movimiento feminista argentino, fue la desigualdad que encontró en el medio. Según dice, el número de fotógrafas documentales en Bogotá a las que se les da visibilidad es bastante inferior con respecto a los hombres. Sin embargo, se alegra de ver que cada mujer fotoperiodista, fotógrafa documental o reportera, está situando en su radar a otras compañeras que están haciendo el mismo trabajo o trabajos similares, lo que para ella significa un fortalecimiento de redes entre mujeres. 

Martina trabaja como fotógrafa freelance y es colaboradora para Nur Photo para quienes hace reportería gráfica, cubrimientos de manifestaciones, protesta social, temas políticos y de salud. Además de eso, se dedica la mayor parte del tiempo a su búsqueda personal que se sitúa del lado de la fotografía documental, un tipo de fotografía que para ella se diferencia de la inmediatez de la reportería gráfica por el tiempo y la pausa que requiere. 

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Foto: Martina Jiménez G.

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Foto: Martina Jiménez G.

La llegada del Coronavirus truncó o transformó algunos de sus proyectos. Al comienzo Martina pensaba que si el medio con el que colabora no le estaba pidiendo nada, lo más sensato era no salir para no ponerse en riesgo ella ni a las personas con las que vive. Sin embargo, la responsabilidad de informar y sumar un punto de vista único del contexto fue más fuerte que el miedo, por lo que Martina regresó a las calles, armada de tapabocas, traje antifluidos y demás elementos.

Martina es enfática en la dificultad que representa el ser freelance en medio de la pandemia, empezando porque las agencias prefieren valerse de sus fotógrafos fijos. Agrega además que fotógrafos independientes como ella deben asumir por sí mismos gastos como los de elementos necesarios para evitar contagiarse y ser un agente transmisor. “El tema del freelance en medio de la pandemia es salir siendo muy consciente. Nosotros también necesitamos pagar las deudas, servicios, comer, todo esto requiere trabajar”, dice. 

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Foto: Martina Jiménez G.

Hace poco estuvo haciendo fotografías del retorno de migrantes venezolanos a su país a razón de la pandemia. Cuenta que una de las cosas más fuertes y más valiosas de su trabajo es enfrentarse a la realidad a situaciones como la de los migrantes que han atravesado miles de kilómetros hasta la capital del país, muchos de ellos a pie, huyendo del hambre y la miseria, y que ahora tienen que recoger sus pasos de vuelta a todo de lo que habían huido. 

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Foto: Martina Jiménez G.

Martina cuenta que el día de las fotos hizo el cubrimiento a la altura del Portal Norte. Al avanzar un poco más hacia el peaje, se encontró con unas cinco familias de migrantes venezolanos que buscaban la manera de regresar a su país. Fue entonces cuando pudo conversar con una de las mujeres que conformaba el viacrucis. Ella le contó que habían logrado llegar a Bogotá hace tan solo tres meses, pero en vista de las pocas oportunidades que la pandemia les terminó de arrebatar, ella, su familia y otros compatriotas se veían obligados a devolverse. 

Agrega Martina que durante su conversación la mujer le dijo que esos retratos a ellos no les servían de nada, un detalle que puso a pensar a esta fotógrafa  sobre su lugar en este escenario. “¿Cuál es nuestra misión como periodistas y como fotógrafos? Es triste, es duro decirle a ellos que están ahí esperando ayudas reales –y hablo de comida, de dinero o transporte– y pararse uno enfrente y decirle: lo único que puedo hacer es mostrarle al mundo lo que estoy viendo”, dice. 

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Foto: Martina Jiménez G.

Otra de las anécdotas que le han quedado de estos tiempos de pandemia, fue una visita que hizo junto a la policía al barrio Las Cruces, en el centro de Bogotá, para repartir mercados a población vulnerable. “Hicimos una parada primero en el CAI de Las Cruces y, claro, inmediatamente la gente se empieza a enterar de que van a entregar mercados, empiezan a acercarse tratando de confirmar la información y sobretodo de recibir algo. La orden de la policía era que se quedaran en sus casas, que ellos iban a pasar casa por casa repartiendo los mercados. Había una cantidad importante de adultos mayores habitantes de calle que repetían una y otra vez: ¿y nosotros que no tenemos casa?”, cuenta Martina. También le impactó mucho ver que en las casas vivían entre tres y cuatro familias, lo que sumaba hasta cuarenta personas por vivienda en condiciones muy precarias. 

Ella dice que muchas veces las personas se le acercan porque al verla con una cámara en las manos, ven en ella una luz que les permita hacerse ver a ellos también. “Dígale a la alcaldía que no tenemos qué comer”, es algo que le han dicho en sus recorridos. Para ella los problemas sociales que estamos viendo en este momento no son producto de la pandemia ni acaban de surgir. “Lo que realmente pasa es que se levantó el tapete bajo el cual habían estado escondidos por mucho tiempo. Esto es el resultado de gobiernos que lamentablemente no han sabido hacer las cosas como corresponde”, opina. 

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Foto: Martina Jiménez G. 

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Foto: Martina Jiménez G.

Para Martina, aunque el periodismo se precie de imparcialidad es muy difícil no verse tocado por todas estas problemáticas sociales de las que se es testigo mudo muchas veces. Cuenta que hay que tener mucha fortaleza para no derrumbarse en medio de una realidad tan abrumadora como la nuestra. Comparando el hacer fotos en escenarios como una guerra o una movilización social, en donde la vida del fotógrafo también corre un riesgo inminente, Martina señala que para ella la diferencia y la crueldad de la coyuntura actual radica en que con esta pandemia el arriesgar la vida propia es también arriesgar la vida de los seres queridos.

 

Clementina Díaz Ariza

“Lo más importante de mi trabajo es poder informar, poder estar en los lugares en donde hay personas que necesitan ser visibilizadas y hacer que sus historias sean conocidas por otros”

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Foto: Camila Díaz / Colprensa

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Foto: Camila Díaz / Colprensa 

Camila (30 años) o Clementina, como es conocida en el medio, inició su carrera en la reportería en 2014, cuando hizo sus prácticas en la Revista Cromos. Desde entonces ha dedicado los últimos seis años a la reportería gráfica en diferentes medios. Desde hace un año trabaja como reportera gráfica en la agencia colombiana de noticias Colprensa, experiencia que define como “un posgrado en reportería gráfica”. Ella describe el sentimiento que le produce la fotografía documental y periodística como una “fascinación”, pues a través de estas ha podido conocer y contar historias que le han movido fibras. Además, considera que su trabajo es muy gratificante en la medida en que le permite ayudar a otros. 

En sus inicios, Camila cubría eventos y conciertos para Cromos de donde saltó a hacer fotografía de gobierno, registrando la gestión de la directora de primera infancia del ICBF. Esta experiencia le permitió conectarse con las historias que surgían en los territorios con los niños y las familias. En otras palabras, despertó su interés por los temas sociales que luego empezaría a retratar. Después de eso, esta fotógrafa empezó a trabajar en fotografía judicial para el diario de crónica roja Q’Hubo, en el que estuvo por tres años. Para ella esta experiencia fue crucial en su formación y en su vida. Su historia como fotógrafa se partió en dos luego de su paso por este diario, pues Clementina fue por un tiempo la única mujer reportera gráfica de crónica roja en Bogotá. 

(Conozca ‘A la realidad de Medellín no hay que bajarle los decibeles: Santiago Mesa y su fotoperiodismo para notas rojas’)

Para Camila, así como para muchos que se dedican a este oficio, hacer fotos en medio de la pandemia ha sido una encrucijada. Por un lado está su deber de informar y por el otro la incertidumbre y el miedo al contagio. Sin embargo, a medida que ha pasado el tiempo ella ha logrado habituarse a este cambio forzado, acostumbrándose a las nuevas dinámicas que exige el ejercicio de la fotografía con el Coronavirus rondando por la calle. Guantes, tapabocas, desinfectantes y hasta un traje de bioseguridad, se volvieron tan imprescindibles para Camila como los lentes de su cámara. 

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Foto: Camila Díaz / Colprensa

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Foto: Camila Díaz / Colprensa

Durante el aislamiento esta fotógrafa ha cubierto la zona sur de la ciudad, llegando hasta Soacha. Ha reportado desde algunos de los sectores más vulnerables como Ciudad Bolívar y Bosa. En este último estuvo hace poco acompañando a miembros del ejército en la entrega de mercados en Bosa San José, un barrio conocido como el Bronx de Bosa, justo en el límite entre Bosa y Soacha por el río Tunjuelito. Hizo también este mismo acompañamiento en el Verbenal Sur en Ciudad Bolívar, en la entrada de la loma más allá del Paraíso. Clementina recuerda que estas entregas le arrancaron lágrimas de los ojos por las condiciones tan precarias en que viven estas personas. Cuenta que había muchos niños y muchas mujeres jóvenes cabeza de hogar. Este fue un escenario que la marcó a nivel emocional y al llegar a su casa no podía dejar de pensar en el contraste tan marcado entre la sonrisa inocente de los niños en medio de tanta miseria. 

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Foto: Camila Díaz / Colprensa

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Foto: Camila Díaz / Colprensa

En Soacha estuvo retratando algunas de las medidas de contingencia al virus que ha tomado la alcaldía del municipio. Por ejemplo, cuando alguna persona manifiesta síntomas respiratorios, la alcaldía envía hasta su domicilio una brigada médica para descartar la presencia del virus o recomendar la aplicación de la prueba diagnóstica según el caso. Esta es quizás una de las situaciones de mayor riesgo de contagio que Camila ha fotografiado. Ella toma absolutamente todas las precauciones del caso protegiéndose de pies a cabeza con todo tipo de artefactos, sin embargo, el fantasma del Coronavirus no deja de producirle miedo.

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Foto: Camila Díaz / Colprensa

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Foto: Camila Díaz / Colprensa

Hace un par de días estuvo en el Parque de los Hippies, fotografiando y entrevistando a trabajadoras sexuales que decidieron salir a protestar en inmediaciones a la residencia de la alcaldesa Claudia López, buscando que se les reconozcan sus derechos y pidiendo ayudas y asistencia alimentaria. Un día después, Camila se movilizó hasta el relleno sanitario Doña Juana, donde se presentó en horas de la noche una emergencia por el deslizamiento de basuras (como ha pasado tantas veces ya), afectando a los residentes de barrios aledaños como el Mochuelo. 

En este punto Camila refiere una historia que hace resonar las voces de sus colegas Martina y Vanexa, pues las tres confluyen en este mismo punto. Comenta que antes de llegar al botadero se bajó a tomar una foto panorámica en la carretera. En ese momento, al verla con su cámara y sus equipos de fotografía varias personas se le acercaron a preguntarle si pertenecía a algún medio de comunicación e inmediatamente le pidieron que hiciera visible su historia, encomendándole la misión de transmitirla a todo aquel a quien tuviera alcance, con la esperanza de que la difusión trajera consigo la solución a sus padecimientos.

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Foto: Camila Díaz / Colprensa

Su trabajo le ha enseñado a esta fotógrafa que hay muchas formas de ayudar a las personas más allá de lo económico y valiéndose únicamente de su profesión. Ella dice que su oficio no se trata de ir a retratar por retratar, sino que hay que ponerse en los zapatos de las noticias que se cubren y empaparse de las historias que se cuentan. 


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