
Los animales muertos de Juan
Hay quienes deciden conservar el cuerpo sin vida de su mascota favorita. Y hay quienes deciden dedicarse a manipular animales muertos para que luzcan como vivos; dicen que de eso se trata el equilibrio universal. Hablamos con un taxidermista pereirano que sueña con “inmortalizar” un tigre.
Juan Carlos Londoño no sintió ni un poco de asco cuando, con apenas 14 años, le inyectó formol en los ojos a su periquito muerto. Esta naturalización (nombre que se le da al proceso realizado por los taxidermistas) le supuso el primer puesto en una feria escolar de ciencias.
La capacidad de conservar animales que no son tan comunes y usarlos como herramientas educativas e investigativas hizo que Juan Carlos se enamorara, en un sentido distinto, de los animales. Su deseo de conocer especies que nunca antes había visto lo impulsó al aprendizaje empírico de la taxidermia. Hoy, con 29 años, también es administrador ambiental.
—Al principio, mis papás no estaban muy de acuerdo con esto —asegura Londoño—, porque el olor podía atraer insectos a la casa. O tal vez por cuestiones de salubridad. Después se dieron cuenta de que esta actividad es muy lucrativa y comenzaron a apoyarme.
Y es que no sale barato naturalizar a un animal. Juan Carlos cobra 10 mil pesos por centímetro de largo (no todos cobran así, cada taxidermista cobra como desea), pero el costo puede variar dependiendo de la especie, del tiempo de trabajo y de las herramientas que se utilicen durante el proceso. En Colombia hay empresas que se dedican a la taxidermia, algunas se anuncian por internet y suelen especializarse en algún tipo de animal: en suscaballos.com se ofrecen servicios de naturalización equina y de todo tipo de ganado; y la empresa ‘Inmortalizados – Taxidermia’, la cual tiene página en Facebook, se especializa en pájaros, reptiles e incluso ratas. Cobran por horas o por días.

Juan Carlos cobra 10 mil pesos por centímetro de largo, pero el costo puede variar dependiendo de la especie, del tiempo de trabajo y de las herramientas que se utilicen durante el proceso.

De todas las especies con las que ha trabajado (perros, gatos, serpientes, pumas), las favoritas de Londoño son las aves. El cuidado que se debe tener con un ave es mucho mayor que con otros animales. Mientras algunos mamíferos tienen piel gruesa y resistente a los rasguños, la de un pajarito es igual de delgada a un papel.
—Hice un curso con Christopher Milensky, curador de aves del Museo Smithsoniano de Washington D.C., y me certifiqué como taxidermista de aves. Allí fue donde me obsesioné con estos animales. No puedo ni decir lo bellos que me parecen.
Juan Carlos convive con animales muertos todo el tiempo, los despelleja, ve su sangre manar y de vez en cuando sus entrañas (cuando quiere conservar el esqueleto), pero no tolera el maltrato.
—Jamás lastimaría a un animal vivo para trabajar con él. Estoy en contra de todas las personas que los maltratan. Tengo una regla y es que no trabajo con ellos a menos que hayan muerto por causas naturales. Cuando estoy en la calle, sufro al ver el cuerpo de un ave o un perro muerto, aunque no puedo evitar pensar si todavía está en condiciones de ser preservado.
Sus papás han aprendido a lidiar con esta particular profesión. De censurarlo por estar rodeado de pequeños cadáveres pasaron a aceptarlo, incluso a ayudarle: su papá, biólogo marino, fue quien le enseñó las formas de desollar animales.
"Hice un curso con Christopher Milensky, curador de aves del Museo Smithsoniano de Washington D.C., y me certifiqué como taxidermista de aves".
Sus amigos siempre han mostrado interés por este particular trabajo, pero la intolerancia también hace parte de su diario vivir. Universitarios, médicos y psicólogos lo han tratado de necrófilo, traficante de órganos humanos e incluso de sicópata, por eso este hombre prefiere hablar de su profesión con biólogos conocidos, ornitólogos, familiares y amigos cercanos. El aprendizaje obtenido de la manipulación de cuerpos hizo que prefiera la taxidermia por encima de la administración ambiental, además, el no tener hijos le da más tiempo para la investigación.
Ya han pasado quince años y este pereirano no piensa detenerse; los animales muertos se han convertido en la vida de un hombre que sueña con naturalizar un tigre o un águila harpía.
