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Foto por Jorge Cordón

“El hip hop ayudó a mi generación a romper el silencio”: Rebeca Lane

Sobrina de una guerrillera y poeta detenida y desaparecida por el Ejército a finales de la guerra civil guatemalteca en 1981, esta rapera de 35 años, socióloga y poeta, lucha por la consolidación del feminismo y la conciencia de clase en una búsqueda por la reconstrucción de la memoria histórica de su país y la —urgente— resignificación de la identidad latina. Rebeca Lane es otra de las invitadas a la segunda Cumbre Latinoamericana de Hip Hop.

Daniela Mejía / @bazofiaa

Rebeca siempre ha tenido presente el contexto en el que vivió. De niña analizó las situaciones a las que se enfrenta la mujer latina a diario en un territorio en el que la violencia es un dispositivo de dominación implantado en la sociedad. Su crianza contuvo una pesada carga de realismo: nunca le mintieron sobre lo que pasaba en las calles sino que le explicaron las dinámicas a las que esta estaba sometida. De hecho, su nombre, Rebeca Eunice Vargas Tamayac, proviene del de su tía, Rebeca Eunice Vargas Braghiroli, guerrillera y poeta detenida y desaparecida por el Ejército a finales de la guerra civil guatemalteca en 1981.

El arte y las humanidades estuvieron presentes en su familia. Su abuelo tenía una biblioteca enorme y su padre le leía un cuento todas las noches antes de dormir, lo que hizo que esta socióloga graduada de la Universidad de San Carlos de Guatemala aprendiera a leer a los 6 años. Devoró mucha literatura antes de empezar a escribir rap y antes de moverse dentro de la escena de la poesía de Guatemala con sus escritos. Mujeres como la argentina Alejandra Pizarnik o las guatemaltecas Carolina Escobar Sartí, Isabel de los Ángeles Ruano, Vania Vargas y Rosa Chávez (cuyas obras hacen énfasis en el papel de la mujer en sus países y en las cuales no solo se gira en torno al ser sino a la construcción de una memoria histórica del país) provocaron que esta cantautora, hoy por hoy, siga hablando como mujer guatemalteca. “Muchas de nosotras —explica Lane—, por vivir en el contexto en el que vivimos, tenemos miedo. La inspiración de ellas ha sido fundamental para poder sacar mi voz”.

credito_paula_morales.jpegFoto de Paula morales

Producciones suyas como Canto (2014), Poesía venenosa (2015), Corazón nómada (2016), Alma mestiza (2016) y Ni una menos (2017) están fuertemente marcadas por ritmos latinoamericanos, como sucede con su último trabajo, Obsidiana (2018), en el que mezcla ritmos e instrumentos tradicionales que junto a su lírica revelan un material de denuncia ante la violencia. Esta guatemalteca tiene una postura crítica dada su formación universitaria, carrera a la que se acercó por un alto interés en la investigación social. “Yo empecé a trabajar como desde los 18 años en una ONG, en la parte de comunicación alternativa. Me empecé a interesar muchísimo por la comunicación y de hecho el primer año de universidad lo hice en producción televisiva y producción radial, pero estudié en una universidad privada que era de extrema derecha y con ideología neoliberal, entonces no me sentía muy cómoda con la enseñanza que nos estaban dando y me pase a la Universidad Nacional, donde sociología me llamó poderosamente la atención”.

 

 

 

Alterno a su estudio y dado su alto interés en el área comunicativa, trabajó por un buen tiempo en las ondas, siendo colaboradora en Da-Radio, una emisora online de hip hop, haciendo entrevistas y produciendo materiales de comunicación desde, como ella lo explica, “una perspectiva popular, es decir que todas estas teorías y hallazgos en investigaciones sociológicas se pudieran traducir a un lenguaje que cualquier persona que quisiera acercarse a esta información pudiera tener acceso”. Escribió algunos poemas que hicieron parte de publicaciones en la Revista de la USAC, Revista Literaria Voces Convergentes, Revista Imagina, El Vestíbulo de Puerto Rico y Te prometo Anarquía. Además fue parte del elenco de obras que abordan los derechos de las mujeres como Las Profanas (2009), El Juego (2009) y también de Histéricas y no tanto (2013).

La formación integral que ha tenido Rebeca a lo largo de su vida le permite hacer una introspección sobre lo que fue su paso por la academia: critica la falta de estudio de la teoría sociológica y el pensamiento social hechos en América Latina, pues su pensum se caracterizó por tener una perspectiva eurocéntrica en la que no se pueden ver ni entender los pensamientos sociológicos que había desde los propios territorios, utilizando teorías creadas en otros años, bajo otros contextos y diferentes a los propios, cuyos discursos no podrían explicar la realidad nacional; otra de sus críticas ha sido contra los códigos culturales que se usan en la universidad, ya que cuando comenzó a hacer sus publicaciones académicas sobre hip hop, los involucrados en la cultura hopper no se sentían atraídos hacia ese tipo de textos. “Me di cuenta de que el formato de devolución que se tiene en la academia muchas veces está alejado de la realidad de las personas a las que les queremos llegar. Allí fue cuando decidí que todas las cosas que quería expresar, exponer y transmitir, era mejor hacerlo a través de otras formas más populares, como una canción de rap o un programa de radio”.

En 2014 hizo parte de La eskina, una obra en la se abordaba el tema de la violencia contra la juventud marginalizada en la ciudad por medio del grafiti, el rap, el breakdance, el deejaying y el parkour. La música llegó como un reencuentro en el que agrupaciones como Makiza o Actitud María Marta (rap hecho por mujeres con letras anticapitalistas y antimilitaristas), la volcaron hacia el camino del rap, enamorándose e identificándose con la filosofía y la espiritualidad del hip hop. La memoria histórica ha sido un punto clave para la elaboración de su trabajo y en el sentido que cobra esta en su país, uno en el que el hip hop comenzó a surgir con mayor fuerza cuando se firmaron los acuerdos de paz, en 1996.

_doscredito_china_diaz.jpgFotos de: China Diaz

La llegada de este movimiento fue fundamental para la consolidación de artistas que venían en camino, brindar estas herramientas y medios para que aquellos que vivieron durante la guerra, aquellos que no tuvieron la posibilidad de hacer proyectos gráficos o musicales o teatrales, aquellos que se vieron obligados al exilio, pudieran alzar la voz. “Nosotros crecimos y heredamos un miedo a nombrar las cosas, a decir quiénes eran los culpables de nuestra situación de violencia y pobreza, entonces el hip hop realmente ayudó a mi generación a romper el silencio y a hablar desde esas voces de jóvenes que necesitaban expresarse, que habían nacido y crecido con miedo y que necesitaban nombrar las violencias, la pobreza, los racismos. Ha sido muy poderoso. Ha sido, precisamente, la voz de jóvenes que vienen de los barrios menos privilegiados. Muchas veces nuestra presencia en los medios de comunicación es para notas rojas, nunca para decir cómo vivimos o por qué muchos de los jóvenes en los barrios están en las pandillas, vendiendo drogas o se ven niños y niñas sicarios. Siempre se nos culpa, pero nunca se nos escucha. Estamos viviendo una época de mucha violencia social, en la que definitivamente el estado de Guatemala no asumió sus compromisos en eliminar las razones que motivaron la guerra, entonces nunca se resolvieron problemas fundamentales como el acceso a las tierras, a la educación o a un empleo digno. Si las condiciones de pobreza continúan, la violencia social seguirá creciendo: esto no termina solo porque se haya firmado un papel”.

Es una situación similar a la que enfrenta Colombia hoy en épocas de posguerra: la represión se vive en las calles y el campo, los conflictos sociales y estudiantiles —a pensar de las manifestaciones— siguen sin resolverse, la desinformación es el pan de cada día, la corrupción desborda la paciencia de los colombianos, las muertes selectivas no paran. Colombia y Guatemala comparten también estigmas en la escena hip hop, como lo explica Rebeca, por ejemplo el hecho de etiquetar a raperos como pandilleros, quienes llegan incluso a ser blanco de la —mal llamada— limpieza social. La amnesia histórica de la sociedad guatemalteca ha sido uno de los problemas que el rap —y en especial el rap de Rebeca— ha querido combatir con la música. Para Rebeca Lane, se ha dado rienda suelta a un gobierno apoyado por el mismo ejército que cometió los peores crímenes de guerra, como masacres y genocidios, y esto deja ver la falta de memoria histórica: lo que tanto reclaman sus canciones.

 

 

“Yo creo que en América Latina —asegura Rebeca— y en el mundo en general se están regresando a muchas ideologías fascistas desde los estados y esto es un gran peligro para la humanidad porque estos gobiernos fascistas, estas dictaduras militares que ha habido en nuestro ni tan lejano pasado, han dejado guerras, devastación y unas terribles consecuencias para la humanidad. Y ante la ausencia de los estados, a través del arte es como muchas de nosotras estamos tratando de recuperar nuestra memoria, y el hip hop, en el caso de Guatemala, ha sido fundamental para hablar de esto”.

Pero su lucha no solo se instaura en los territorios sino también en su cuerpo al estar comprometida con la defensa del feminismo comunitario y con su liberación como mujer, así como su lucha contra la heterosexualidad obligatoria. Su primer acercamiento al feminismo lo tuvo en la universidad, aunque ya había tenido un ejemplo, en su familia, de mujeres que lucharon sin saber qué era y qué es el patriarcado: mujeres que lucharon contra las imposiciones machistas en la cotidianidad doméstica y en la vida comunitaria. “En América Latina —dice Lane— nuestras ancestras, desde hace mucho tiempo, ya tenían luchas antipatriarcales sin que estuvieran enmarcadas en algún marco conceptual o teórico, como lo es el feminismo. No quiero decir que esto (el feminismo teórico) no sea importante, también hay que estar en la academia, escribir y teorizar”.

 

Rebeca hace esfuerzos musicales para dejar de ver a los referentes de occidente como únicas fuentes de conocimiento, para empezar a reconocer dentro de la propia genealogía la lucha antipatriarcal. Su aprendizaje ha estado guiado hacia el conocer, escuchar y aprender de las mujeres indígenas defensoras del territorio, quienes mientras están teniendo luchas comunitarias anticolonialistas se enfrentan en sus propias comunidades a muestras normativizadas de machismo instalado también en los pueblos indígenas. “Pero —aclara— no esa versión en que nosotras como mestizas o como mujeres blancas les decimos cómo lo tienen que hacer, sino todo lo contrario: aprender de ellas, porque son ellas las que mejor pueden enunciar lo que viven y cómo lo luchan”. Con estas causas como punta de lanza dio origen, junto a Nakury de Costa Rica y a Audry Funk de México, a Somos Guerreras, una plataforma que nació en 2014 con una serie de eventos, charlas y talleres en los que pudieron conocer y convivir con las mujeres que hacen hip hop a lo largo de casi una decena de ciudades, desde Panamá hasta Ciudad Juárez, grabando algunas entrevistas que esperan convertir en un documental.

 

 

Su conciencia de clase y su activismo musical retumbarán en la segunda cumbre latinoamericana de hip hop, del 6 al 8 de marzo en Medellín. Tiene grandes expectativas con respecto a sus anteriores visitas al país, cuya escena la ha inspirado. “Colombia es un ejemplo perfecto de cómo, si ponemos nuestras habilidades y aptitudes para hacer de nuestro proyecto de hip hop uno que logre articular en las comunidades una transformación en los jóvenes, se puede lograr. Me ha impresionado ver cómo los jóvenes en Colombia gestionan sus proyectos, los presentan a municipalidades u organizaciones, y mantienen en pie escuelas, casi que en cada barrio puedes encontrar una casa dedicada a la enseñanza del hip hop o un lugar donde los jóvenes pueden llegar a practicar en un ambiente seguro. El hip hop también puede ayudar muchísimo a nuestras comunidades a encontrar sus potencialidades y a salir de ese destino manifiesto que tienen los jóvenes con las opresiones estructurales que impone la pobreza”.

 

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Si está en Medellín, agéndese para pillar a Rebeca Lane en la segunda Cumbre Latinoamericana de Hip Hop: el 6 de marzo a las 10:40 a.m., en el teatro-parque Explora, participará en un panel sobre el panorama del hip hop en Latinoamérica, junto a Fly So high (Colombia), Soandry (Cuba), Danger (México), Apolonia (Venezuela) y Mustafa (Argentina).; y el 8 de marzo a las 11:00 a.m., en el conversatorio de Hip Hop desde la perspectiva de género.

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