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Ilustración de @burdo.666 / Fotos de Enrique Díaz

Hermandad en el exilio: así se mueve el punk venezolano en Bogotá

A pesar de lo que trae consigo tener que dejar su tierra natal, los integrantes de Exilio, Trampa y Doña Maldad, no se dejaron hundir por la crisis. Reunidos en Casa Búnker y otros espacios del under capitalino estas bandas le aguantan a un sistema plagado de indiferencia, líderes incompetentes y xenofobia, pero también de hermandad y autogestión.

Daniel Fandiño / @sinsecuencia

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Sobre la puerta de una casa ubicada en el corazón de Chapinero, una valla que cubre la entrada anuncia un proyecto de construcción que aparentemente está próximo a ejecutarse. De ahí que pase desapercibido ese hogar del punk y arte capitalino que es Casa Búnker, un lugar que ha hecho las veces de centro de eventos, ensayadero, taller gráfico y hasta hostal para artistas locales y foráneos.

Un pulpo de serigrafía, batería, camisetas estampadas con procesos de impresión artesanales y una enorme cantidad de afiches de bandas de punk, son algunos de los detalles de este acopio cultural que desde 2017 ha sido centro de operaciones de diferentes actividades del under bogotano. En el lugar nos guía Suzie, una artista venezolana y vocalista de la banda de punk Exilio, que vive en Colombia desde hace 2 años. Hace un rato que los tres pisos de la casa están sin luz, así que Suzie y los demás deciden ir por velas para alumbrar durante nuestra charla. A modo de chiste, Natalia, una de las gestoras del espacio, dice que ahora sí los van a echar de la casa porque van a pensar que están haciendo brujería o algún rito satánico. Puede ser cierto, cualquier cosa buena se puede esperar del punk. 

(Pille esta Charla con Jimmy Jazz, el matemático que usa el punk para despotricar)

El punk es uno de los elementos característicos de Casa Búnker y ha resignificado la existencia de este lugar. Entre otras cosas porque, como resultado de la crisis migratoria que vive desde hace unos años Venezuela, la casa le ha venido abriendo sus puertas a integrantes de distintas bandas del vecino país como Atroz Ciudad, Pellejo o Mar de Rabia, que se han hospedado allí por temporadas y que le han dado un nuevo aire. En la actualidad bandas como Trampa, Doña Maldad y Exilio son las que ocupan y hacen vibrar con sus sonidos rasgados las paredes de este “búnker”.

Al asentarse la crisis en el país vecino, un sinnúmero de venezolanos, en su mayoría jóvenes, decidieron migrar para conseguir mejores oportunidades. Del tema se ha hablado mucho, pero poco se ha dicho de la escena punkera venezolana que, debido a la llegada de esta ola de migrantes, se ha ido reubicando en diferentes ciudades de América Latina, entre estas, Bogotá. De esta manera se empezó a gestar un intercambio de conocimientos que ha enriquecido el género en ambos países. 

Empezando siglo, Venezuela vivía una realidad muy distinta a la que experimenta ahora. El barril de petróleo costaba unos 180 dólares y la bonanza era palpable. Mientras tanto, la oposición preparaba un golpe de Estado en el 2002 que respondía a los azotes de corrupción del gobierno y que resultó en una supuesta dimisión de Hugo Chávez, la cual el mismo mandatario desmentiría. Por esos años la música, pero especialmente el punk, se convirtió en un revulsivo que le permitió a una parte de la población tomar un segundo aire para enfrentar esas políticas de ultraderecha que los gobiernos previos al chavismo habían instaurado y cuyos efectos aún se sentían en el panorama social de la nación. El punk que se comenzó a hacer en esa época tenía un fuerte tono político y fue en ese contexto en que nacieron bandas de corte contestatario como Apatía No o Doña Maldad.

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A la izquierda, Oski de Trampa y Exilio y a la derecha Gabriel de Exilio

Para esas fechas, la banda de Maracaibo, Doña Maldad, hizo su primera gira por Suramérica junto a la banda Los Dólares de Caracas, pasando por Colombia, Ecuador, Perú y Chile. Activa desde 1996, en 1998 la banda se reestructuró y resurgió con tres integrantes en sus líneas: Juan Núñez en la guitarra, Troco en el bajo y la voz y Jorge González en la batería.

“Llegamos a Colombia en enero de 2003. Había un paro petrolero y el mierdero estaba formado en Venezuela. La empresa Petróleos de Venezuela hizo un paro de trabajadores, una huelga y se fue el país en unos tres meses de paro, ahí cerraron las fronteras con Colombia por primera vez y nos quedamos como dos meses en Medellín”, señala Troco que además asegura que gracias a esa estadía “obligada” lograron hacer contactos y generar conexiones con la escena de acá. Años más tarde, en el 2015, volverían para quedarse debido a la crisis en su país.

Algo que complejiza el hecho de hacer arte en Venezuela, es la dificultad a la hora de expresarse en completa libertad acerca de temas que involucren la situación sociopolítica del país, ya que –según este parche de artistas– el dogmatismo es tan fuerte que el hecho de diferir en distintos aspectos con el gobierno es sinónimo de ser contrarrevolucionario, lo que desemboca en que lleguen al punto de ser tildados de terroristas peligrosos financiados por la CIA. 

“En Venezuela –asegura Oski de Trampa– la movida punk es muy sectaria. Confluimos con un montón de bandas viejas que nos llevan como diez años, pero afortunadamente recreamos una escena dentro de la escena, que era una vaina muy política pero no partidista. No todas, pero muchas de las bandas son chavistas”. Esto puede explicar que haya bandas que se venden a las dinámicas estatales con el fin de que les faciliten un espacio para hacer un toque y los equipos necesarios (sonido, luces, etcétera). Lo cuestionable, sin embargo, llega a ser las enormes banderas con la cara de algún militar o líder político que acompañan la tarima. 

Trampa fue un proyecto que se gestó en Casa Búnker y es por eso que casi todas las personas que han hecho parte de la alineación de la banda han vivido allí al menos un tiempo. Chavo, Anderson, Oski, Jacobo y Luis, conforman esta banda que procura hablar en sus temas de vainas que vive todo el mundo a diario. “Es una banda más existencial y política porque creemos que lo personal es político. Expresamos todo el odio y nuestro pedo suicida y depresivo teniendo claro que existen por el mismo capitalismo. Trampa entiende que el futuro es una mierda no por el cliché sino porque todo es una porquería. Trampa es la vida misma”, comenta Luis.

(No deje de leer: ‘Mala Hierba’, un relato desde adentro sobre los orígenes del punk paisa’)

No todas las bandas se paran desde la misma orilla política, un matiz que diversifica esta escena de punk migrante. Exilio, por su parte, se describe como una banda de hardcore punk contra toda autoridad. “La banda es políticamente abstracta, no localizamos las cosas que denunciamos en una biografía específica porque es transversal, lo que pasa en Venezuela también pasa en Colombia o en Ecuador: estados totalitarios, ejército, nación; es el concepto básico del mundo. La idea es tratar de universalizar el mensaje de no me voy a dejar y mientras tenga voz no me voy a callar”, explica Carlos, quien junto a Oski, Suzie y Gabriel, conforman la agrupación fundada en Colombia en el 2017.

Los testimonios de estos artistas hacen pensar que el gobierno se ha vanagloriado los últimos años diciendo que apoya el arte, la cultura y la juventud, al tiempo que ha permitido la misma censura que en el 2012 se engalanó para salir en la portada de algunos diarios cuando Chávez acusó de "traidores a la patria" y de "terroristas" a los opositores que le criticaban a través de la red social Twitter o de mensajes de texto, aprobando la polémica Ley Antiterrorista que los artistas de Búnker asocian con la recordada Ley Antiterrorista española que en 1983 se le aplicó a Eskorbuto cuando fueron detenidos por el contenido de la letra de algunas canciones como Escupe a la bandera y Maldito país España.    

Además de la censura, que no fue solo al arte sino también a medios de comunicación que discrepaban con el gobierno y sus políticas, otra de las armas eficientes que tiene y tuvo el chavismo en sus años de poder, ha sido la retórica, pues a punta de demagogia han conseguido desvirtuar conceptos tan comunes y relevantes para la construcción social como lo es el concepto de colectivo, que en ese contexto hace referencia a grupos civiles armados y patrocinados por el gobierno, es decir, paramilitares. Allá, sin embargo, se trata de una acción de la izquierda a pesar de que las dinámicas son muy similares a lo que sucede acá con las supuestamente extintas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). 

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La lista de cagadas del gobierno chavista con los artistas ha sido innumerable. De ahí que surgieran herramientas como el periódico anarquista El Libertario, realizado, de manera independiente y autogestionada desde el 95, cuando Antonio Serrano (1919-2008) y Emilio Tesoro (1907-2003), dos españoles exiliados en Venezuela tras la Guerra Civil llegaron con aires de lucha e influenciaron editorial y políticamente este proyecto del cual hizo parte Oski. Junto a ellos, un movimiento de jóvenes empezó a estudiar y a leer mucho y volvieron costumbre las tertulias en el centro de Caracas. La línea editorial de este ejercicio comunicativo consiste en darle voz a los movimientos sociales con autonomía y cuya postura esté contra el poder, ya sea del mercado o del Estado. Este periódico se distribuye a través de una red de afinidades tanto en Venezuela como en América Latina, antes de manera impresa y ahora digital. 

“Desde hace unos cuatro años que salí de Venezuela y llegué a Bogotá, vi la escena acá un poco decaída pero luego de esa inserción de personas debido al éxodo venezolano, la escena se ha reformado y se ha enriquecido tanto en el ámbito musical como en el político y artístico. Lo musical por el intercambio de sonidos e influencias, en lo político porque la gente ha dejado el prejuicio y el nacionalismo erróneo que rechaza. La gente ha aprendido a aceptarse en muchas situaciones y me siento privilegiado como inmigrante porque es distinto el que llega sin conocer a nadie, a mí me abrazó acá la escena punk. Marco Sosa llegó allá exiliado como en el 2005 y lo recibimos y luego él fue uno de los que nos recibió acá”, dice Troco, bajista y vocal de Doña Maldad. 

(Le puede interesar: ‘“Lo underground se volvió mainstream y esas son formas del capitalismo elástico que vivimos”: Marco Sosa y los 9 años de La Valija de Fuego’)

Las escenas punkeras de Venezuela y Colombia tienen muchas cosas en común, pero también un montón de diferencias, entre otras cosas, debido a su desarrollo político. Colombia lleva más de medio siglo metido en una guerra, mientras que en Venezuela la violencia ha ido escalando progresivamente, escenarios que han calado en el punk de ambos países. Así mismo, la inflación del bolívar ha influido de manera notable en el deterioro de la movida punk venezolana. Estas circunstancias parecen explicar por qué la escena en Colombia ha venido creciendo mientras que la venezolana ha ido disminuyendo notoriamente como consecuencia de la crisis. No obstante hay gente que resiste y hace conciertos con un trasfondo social, con el fin de recoger medicinas y alimentos. Iniciativas que son, en definitiva, un ejemplo de acción directa.

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De izquierda a derecha: Troco (Doña Maldad), Carlos (Exilio) y Chavo (Trampa)

Carlos, el guitarro de Exilio asegura que en comparación con la escena venezolana, acá se llevan a cabo muchos más conciertos y actividades en torno al punk. “La escena colombiana tiene sus falencias, como todo en la vida, pero es una escena que trata de aprender de sus errores y justo ahora hay un punto de inflexión por la llegada de los migrantes venezolanos. Hemos visto cómo se han tejido lazos y construido puentes donde en algún momento no los hubo”. 

Luis, de Trampa, corea el tema No tenemos propuesta de la banda chilena Ignorantes. “Basura Marx, basura Hitler, basura todos los socialismos que existen”, canta mientras los demás hablan de qué manera diferentes espacios como Antípoda o Rat Trap o incluso la gente de la banda Muro, les han abierto las puertas y se han parado duro para sacar adelante proyectos mutuos e independientes y, en cierta medida, autogestionados. Aunque en la mayoría de los casos estos artistas no han tenido inconvenientes por su nacionalidad, ha habido situaciones en las que les ha tocado lidiar con la ignorancia de unos pocos y –según cuenta Suzie– han llegado a ser atacados por miembros del mismo parche punk. A pesar de la xenofobia de algunas personas de la escena, Suzie enfatiza en que están involucrados en una valiosa red de apoyo que se ha tejido a través de una comunidad sensible que abrió su mente para hacerlos sentir como hermanos.

La incertidumbre de la producción de billete remite a este parche a hablar precisamente de esa autogestión que, al menos para Troco, es una necesidad, antes que una alternativa. Impresión y venta de carteles y prendas en serigrafía, fotografía, video y otros ejercicios, además de la música, son la manera en que estos artistas consiguen lo de sobrevivir, porque la vuelta más allá de vivir y estar, pasa a ser un tema de supervivencia. “Casi todos somos profesionales o tenemos oficios definidos en los que nos apoyamos para sobrevivir, esto hace posible que, además de mantener nuestra vida cotidiana, podamos autogestionar nuestros proyectos artísticos. Entre nosotros hay cocineros, cerrajeros, programadores, tatuadores, diseñadores, artistas visuales, entre otros”, dice Suzie.

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Carlos y Suzie de Exilio

Por otro lado, Oski considera que la autogestión es un concepto que nos queda grande a todos. “Aunque estés haciendo tus propias camisetas las estás vendiendo a plusvalía a otras personas, eso es capitalismo. Hacer un concierto y que tengas que pagar un sonido a algún güevón es capitalismo. Ahora mismo la autogestión es una palabra bien puteada y está despelucada. A mí me interesa que a la gente le guste lo que está haciendo, que lo disfrute y que entienda que es pasajero, que se va a acabar”. 

Sentados en las escaleras y rodeados de velas, el porro rueda, la botella de canelita* pasa de mano en mano, el punk retumba y pasa una noche más...


*Canelita es un chorro de origen desconocido bebido en su mayoría en los Andes venezolanos desde hace mucho tiempo.

 

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