‘Clases a la calle’: la otra cara de las protestas de los estudiantes
Con el arranque de año, las universidades públicas regresan a las aulas y el paro y el movimiento estudiantil enfrentan un futuro incierto. Paralelo a las manifestaciones que más captaron la atención de la sociedad y de los medios durante los últimos meses de 2018, esta iniciativa se mostró como una opción cada vez más necesaria para generar un diálogo entre academia y ciudadanía y promover reflexiones que lleven a una mejor educación pública.
“¿Ven por qué es importante que hagamos pedagogía no solo en las universidades, sino también en el exterior? Debemos exteriorizar la importancia de la Universidad Nacional en Colombia. Con nuestra presencia en las regiones estamos contribuyendo al desarrollo, bienestar de los pueblos y de las personas. Esta es la herencia que nos dejaron los que estaban antes de nosotros y esta es la herencia que les vamos a dejar a los que vienen después. Por eso es pública. No porque queramos que nos regalen las cosas, sino porque público es para todos: para el negro, para el campesino, para el gitano, para la víctima, para el extranjero. Nosotros vamos a seguir luchando por la universidad pública como patrimonio del pueblo colombiano”.
Así terminó su cátedra un profesor de lenguas de la Universidad Nacional que impartió clase justo a la entrada de la Plaza de Paloquemao, en Bogotá. Un grupo de gente conformado por estudiantes, ancianos y madres con niños se juntó para escucharlo hablar sobre pueblos y lenguas indígenas en Colombia y de las iniciativas de la ‘Nacho’ para que habitantes de todas las regiones accedan a la educación superior. La clase debió terminarse afuera de la plaza, en el anden que daba a la entrada, pues fueron expulsados por los vigilantes del lugar, que no tuvieron en cuenta ni la defensa de una de las vendedoras.
Foto de Daniel Sierra.
Desde el comienzo de las movilizaciones en octubre del año pasado –y pese al respaldo de una parte de la ciudadanía– los estudiantes de las universidades públicas del país han tenido que afrontar el cierre de puertas y la poca atención a sus reclamos por parte de una buena parte de la sociedad y el gobierno. No sólo se trató de la fuerza ciega y desmedida con la que el ESMAD irrumpió en las marchas, sino también de la indiferencia y el señalamiento con que muchos ciudadanos respondieron a los válidos reclamos: un ajuste presupuestal para las universidades, el rechazo a la deuda histórica del gobierno con la educación superior pública y la necesidad de una infraestructura digna.
Las manifestaciones –la cara visible del movimiento estudiantil ante los medios– recibieron numerosos cuestionamientos y sus formas de proceder (carteles, rayones, piedras en respuesta a los ataques de la fuerza pública) fueron aprovechadas para desviar la atención del verdadero problema: la falta de presupuesto. Una vez más los estudiantes fueron llamados vándalos, primó el respeto por la propiedad privada sobre la defensa de lo público y se deslegitimó la protesta social. Pero también hubo dudas en el movimiento. Los planteamientos de quienes llamaban a una movilización más agresiva chocaron con aquellos que apelaban a la no violencia, y muchos cuestionaron la efectividad de seguir marchando ante unas instituciones que parecían no querer dar su brazo a torcer. Las marchas sucedieron casi semanalmente hasta el mes de diciembre y muchos ciudadanos durmieron tranquilos cuando supieron que los estudiantes no continuarían paralizando la ciudad.
Fotos de Daniel Sierra.
Pero detrás de esa cara visible hubo un movimiento estudiantil que fue más allá. Los estudiantes y profesores, convencidos de que debían obtener la empatía de la opinión pública, llevaron a cabo otras actividades paralelas al paro, apostándole a que más personas comprendieran los problemas que históricamente ha enfrentado la educación superior pública. Una de esas actividades fue ‘Clases a la Calle’, organizada principalmente por el colectivo ‘Historias para lo que viene’,el cual surgió como una estrategia de la academia para acercarse a la ciudadanía tras el triunfo del ‘No’ en el plebiscito de 2016. Esta iniciativa busca acercar los contenidos académicos a un entorno urbano y, a fuerza de autogestión, explicar los problemas de las universidades públicas a los ciudadanos de a pie. Con clases realizadas en espacios como plazas de mercado, la Plaza de Bolívar, la Calle 72 o los campus universitarios, los estudiantes le apuntaron a captar la atención de los transeúntes y aprovechar la oportunidad para defender la universidad pública. Arte, ciencia, género, lenguas, matemáticas o salud, fueron algunos de los temas alrededor de los cuales giraron estas breves sesiones dictadas tanto por profesores como por estudiantes.
Este tipo de iniciativas hace tiempo que acompañan al movimiento estudiantil. Si bien ‘Historias para lo que viene’ lleva realizándolas desde 2016, la intervención del espacio público para hacer clases que involucren a la ciudadanía ha acompañado a la movilización estudiantil desde los ochenta. Según cuenta Camilo Murcia, historiador de la Universidad Nacional y miembro del colectivo, las clases a la calle tuvieron lugar junto a ‘pupitrazos’ durante las manifestaciones por el déficit presupuestal durante esos años. Después volvieron a aparecer en 2005, cuando se llevaron a cabo en centros comerciales y plazas públicas y, más recientemente, acompañaron el paro de la MANE durante las manifestaciones contra la Ley 30, en 2011.
Foto de Daniel Sierra.
Con ‘Historias para lo que viene’, conformado por historiadores de la Nacional, los Andes y la Javeriana, ‘Clases a la Calle’ ha sido el espacio a través del cual la comunidad académica ha podido conocer qué opina la gente en las calles y qué piensa sobre su país. ‘Clase a la calle sobre participación ciudadana’ y ‘Clase a la calle para construir un país en paz’ son algunas de las apuestas de este colectivo cada semestre.
Durante el reciente paro, ‘Clases a la calle’ fue uno de los escenarios para acercar las problemáticas de las universidades a los ciudadanos. Aunque en principio ya se tenían varias clases programadas (clases sobre cómo poner tutelas, migración, indígenas y cabildos o participación política en redes) el ritmo del paro obligó a acelerar el cronograma.“Fue muy bonito porque no solo permitió llamar a los profesores que normalmente se irían a la calle, sino que hubo muchos profesores que por el mismo contexto de la movilización se ofrecieron. Hemos tenido profesores de otras ramas como física nuclear. El semestre pasado logramos ‘La universidad para todos’, un espacio en el que vinculamos no sólo las clases a la calle de varios sectores de la universidad (artes, ciencias, ingeniería, economía, humanas), sino además una feria de exposición de proyectos científicos”, comenta Camilo.
Foto de Daniel Sierra.
La anexión de centros de investigación que mostraron los procesos que llevan a cabo, la exhibición del domo de astronomía y el trabajo con estudiantes de agronomía, fueron algunas de las intervenciones que se llevaron a cabo y que sirvieron para estrechar la relación entre los estudiantes y la gente. Carmen Fonseca, profesora del departamento de física de la Universidad Pedagógica, cuenta que en su universidad se realizaron distintas iniciativas pedagógicas que acompañaron la movilización. Una clase sobre pintura rupestre o la clase que impartió Carmen sobre consumo de energía son ejemplos de la participación de la Pedagógica. Esta universidad brilló, entre otras cosas, por la huelga de hambre que hicieron estudiantes de ciencia y educación física para presionar la mesa de diálogo.
Refiriéndose a la clase que dio en la puerta de ingreso de la universidad en la Calle 72 y a la que se acercaron personas mayores y trabajadores de la zona, Carmen cuenta que se trató del problema energético y los fundamentos de producción de energía nuclear. En la clase se habló de los accidentes nucleares de Chérnobil y Fukushima y se explicó dicha tecnología orientada al problema energético en Colombia. Aunque la mayoría de las clases han sido sobre los problemas de la universidad pública –un profesor de economía dio una clase sobre los presupuestos, cómo se asignan y qué es lo que hace que en últimas se esté incumpliendo– varias de las cátedras han tratado temas complejos en un lenguaje más accesible. Por ejemplo, el departamento de química de la Pedagógica realizó experimentos en la calle y la facultad de medicina de la Nacional organizó brigadas de salud pública. “Ese tipo de iniciativas buscan llegar a la gente, explicar y contar qué es lo que pasa. No sólo lo que podemos escribir en los comunicados (que muchas veces la gente no los lee) o lo que sale en los medios -que es muy limitado- sino que cuando las personas se acercan tenemos la oportunidad de hablarles y explicarles cuál es la problemática, qué estamos haciendo y, además, contarles un poquito de nuestra cotidianidad”, agrega Carmen.
Foto cortesía de Carmen Fonseca.
La organización de las clases es bastante sencilla. Cuando los profesores no son invitados para impartir la clase, son ellos mismos los que se ofrecen o los estudiantes los que los “embalan” para que den su clase al aire libre. Los temas se escogen según el cronograma, pero si hay alguna clase que responda a una coyuntura el espacio está abierto. Al igual que ‘Historias para lo que viene’, otros grupos organizaron clases a la calle durante el paro del año pasado. Los grupos REC-Latinoamérica y Fuerza Común organizaron a principios de diciembre las clases ‘Filosofía en tiempos de movilización’ y ‘El papel de la filosofía en el movimiento social’, con las que le apostaron a pensar la movilización social más allá del reclamo particular del presupuesto.
Simón Diez, miembro de REC-Latinoamérica, señala que les pareció relevante abordar en las clases a la calle temas que pudieran ir más allá del paro. De ahí que el título escogido para las sesiones fuera ‘Disputarles Todo’. “Nos pareció importante pensar en el paro como un lugar para construir más cosas, llevar el paro más allá de una demanda particular. Disputarnos, por ejemplo, la idea de sentido común que no es algo inidvidual y lograr que la gente piense la movilización más allá de sí misma. El paro es un escenario potenciador que permite hacerse preguntas como ‘¿Cuál es el sentido de la educación?’ ‘¿Qué hace una universidad?”, dice Simón.
Junto a demostraciones artísticas desarrolladas por universidades como la ‘Nacho’ o la Distrital, ‘Clase a la Calle’ fue una actividad generadora de empatía que, como señala Camilo, logró que la opinión general diera su apoyo a la lucha de los estudiantes. Las buenas opiniones que se dieron, según dice, se fueron ganando con acciones que no consistían en bloquear el tráfico, sino con arte y demostraciones científicas. Según dice, espacios como ‘Clase a la Calle’ son también momentos de respiro para el movimiento, pues muchas veces las dinámicas en un paro son muy repetitivas. Para él, las clases en la calle permiten ampliar el repertorio de acciones de los estudiantes y llevar una movilización más sana.
Foto cortesía de Carmen Fonseca.
Foto cortesía de Carmen Fonseca.
Y es que estas clases han tenido que realizarse en el marco del fuerte debate que se vivió dentro del movimiento en torno a la acción violenta y la no violenta en las manifestaciones. Aunque representa una irrupción en el espacio público e implica una negociación con las personas que habitan los lugares donde realizan las clases (habitantes de calle, skaters, policías, comerciantes, entre otras personas con las que se han topado), la actividad representa una transgresión distinta en medio del paro. “Nosotros hacemos una transgresión de otro tipo. Sí debemos revisar a veces la legitimidad de nuestras propias acciones y ser autocríticos. Es decir, pensarnos que tan útil es tirar piedra a un lugar o rayar algo versus qué tan útil resultan otras acciones. Hay veces que es válido. No se trata de irnos al reduccionismo de sí o no, sino pensarse uno a uno los espacios. No decir ‘vale siempre’, sino pensar que algo que valió antes no vale ahora o algo que no valió antes puede ser más válido en este momento. Frente a esta cuestión de la violencia pienso que, por principios propios, deben ser el último recurso; hay que tratar de no hacer daño, pero puede ser válido dependiendo el contexto, por ejemplo, cuando hay una acción violenta de frente”, dice Camilo.
Foto de Vanessa Rojas..
La atención mediática a las manifestaciones ha desviado la atención de otras iniciativas lideradas por lo estudiantes dentro del paro y ha sumido sus acciones en el hueco de quién es el vándalo y quién no lo es, así como qué acciones son violentas y cuáles no. Para Carmen, ‘Clases a la Calle’ no riñe de ninguna manera con las movilizaciones, sin embargo, su impacto sí es diferente. “Iniciativas como ‘Clase a la calle’ busca llevar siempre a un número menor, porque se acercan cincuenta o cien personas. Nosotros creemos que es necesario combinar iniciativas. Pero de lo que sí no tenemos la más mínima duda es que lo que hemos logrado se ha logrado por la fuerza de los estudiantes y eso ha sido fuerza en la calle. Antes de este paro ha habido miles de cartas y derechos de petición sin respuesta, entonces no es cierto que a punta de cartas nos van a contestar. Lo que nos dice la experiencia es que el gobierno responde con presión y desde ese punto de vista las movilizaciones, las marchas en la calle, por supuesto que han tenido eco”, señala Carmen.
Foto cortesía de Vanessa Rojas.
Es indudable que la pedagogía ha sido uno de los elementos más relevantes del actual movimiento estudiantil y de las movilizaciones del año pasado. En medio del debate sobre el uso, o no, de la violencia, los estudiantes organizaron clases y sesiones en las que enseñaban a compañeros nuevos y antiguos sobre la historia del movimiento estudiantil. Así mismo, para los recién llegados a la universidades que no habían estado antes en los enfrentamientos entre estudiantes y fuerza pública y desconocían lo que había que hacer en esos casos, se organizaron campañas de cuidado en las que explicaron cómo protegerse en caso de un tropel, eventos que hablan de hasta donde debe llegar la pedagogía en las universidades públicas.