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El verdadero “cibergurú” del consumo responsable de drogas es un peluche yonqui y se llama Lugo

Con casi 30.000 suscriptores en YouTube y videos que alcanzan las 100.000 reproducciones, este es el peluche adicto más célebre de Latinoamérica. Su condición como personaje de ficción ha logrado que jóvenes entre 14 y 25 años se acerquen a él, sin miedo a ser juzgados, para informase sobre maneras seguras de consumir LSD, ketamina, cocaína o peyote. Esta es nuestra primera entrevista a un peluche, cuyos videos hoy se proyectan en algunos colegios mexicanos interesados en reducir riesgos por consumo. 

Mario Rodríguez H. | @quevivalaeme

Aunque Lugo Potamio no tiene nariz, su primera traba fue con cocaína. “Me he drogado con todas las sustancias, pero recuerdo que esa vez fue con una bolsa de coca. Yo estaba con mi amigo Peludo Peluchín, en la escuela. Tuve bastantes experiencias oscuras. No sabía consumir decentemente y corrí muchos riesgos a lo tonto en ese momento. Tuve algunos daños, como se puede ver”.

Lugo nació en la Isla de los Peluches, que está, según explica, entre el Océano Índico y el mar del sur de Chile. “Llegué a México buscando un nuevo futuro. Vi un infomercial de un sujeto que se llamaba Aram Barra y trabajaba en una organización llamada Espolea. Barra hablaba de la reducción de riesgos y daños”. Así fue, según él, que llegó a convertirse en youtuber, uno que habla sobre consumo responsable de drogas. Con casi 30.000 suscriptores y videos que alcanzan hasta las 100.000 reproducciones, Lugo es el peluche yonqui más célebre de Latinoamérica.

 

 

El equipo detrás de este títere está conformado por Ana Rolón, productora de Lugo, Rodrigo Nivonog, encargado de escribir los guiones y documentarse para responder entrevistas como estas, y Carlos López, ilustrador y animador. “Dicen que soy el padre de Lugo —asegura López— porque llegaron con la propuesta: queremos hacer un muñeco, una marioneta que hablará de temas de drogas, queremos que sea con esta personalidad, ¿qué nos propones? Entonces yo me encargué de pensarlo físicamente y desarrollarlo a nivel gráfico”.

“Trabajamos en una agencia que se llama Fósforo, solo trabajamos con ONGs y movimientos sociales, y así fue como llegamos con el proyecto de Lugo. Nuestro primer cliente fue Espolea, que conocía muy bien a Aram Barra, y cuando fundamos Fósforo nos acercamos y le dijimos: queremos que Espolea sea nuestro primer cliente, ¿qué hacemos? Dijo: tengo algo muy clarito, una necesidad muy específica, quiero que la reducción de riesgos y daños la conozcan los consumidores reales, jóvenes reales”.

Este equipo se ha encargado de todo (primero con el apoyo y la consultoría de Espolea y ahora con Reverdeser): el diseño de la personalidad, la ejecución textil del peluche, los guiones, la grabación y la edición, las redes sociales, las presentaciones en vivo. “Brun González, que era parte de Espolea y ahora es parte de Reverdeser —explica Ana—, siempre nos echó la mano con preguntas muy densas que llegan [al canal de Lugo]. Muchas veces nosotros no tenemos la información suficiente para responder, entonces siempre acudimos a Reverdeser”.

“Lo escogimos así —explica Carlos— porque quisimos despegarnos de cualquier estereotipo que hablara sobre drogas. No queríamos que fuera un doctor, no queríamos que fuera el que criminaliza a un consumidor, no queríamos ni que fuera hombre ni mujer ni joven ni que se peinara o vistiera de tal modo. Justamente nos pareció que con un peluche era muy sencillo alejarnos de cualquier parecido con la realidad. Y sí que genera mucha empatía. Es increíble la cantidad de preguntas que llegan de consumidores jóvenes (entre 14 y 25 años) con desinformación y miedo de preguntar. La mayoría son preguntas preventivas, lo cual me hace pensar que hemos logrado reducir riesgos”. “Yo, que escribo los guiones de los videos —complementa Rodrigo—, me clavo un poquito en la parte de política de drogas”.

Lugo, pues, es un producto sólido, mezcla de publicidad innovadora, diseño no convencional y comunicación efectiva: un empático peluche que parece el hijo drogo pero responsable de un muppet: una versión menos ingenua de Aurelio Cheveroni. Tanta ha sido la repercusión de Lugo, que se ha vuelto una referencia para que los maestros de secundaria en los colegios mexicanos aborden la problemática de las drogas, una situación que, según el más reciente estudio, casi se duplicó en adolescentes entre 12 y 17 años (de 1.6% en 2011 a 3.1% en 2016), contexto muy similar al colombiano, donde éste es el grupo de edad con segunda mayor prevalencia de uso de sustancias ilícitas, con el 7.4%.

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Lo más importante, a fin de cuentas, es la información veraz y científica que pueda ofrecer Lugo, cuyo slogan dice: Te metas lo que te metas, no te lo metas a lo tonto. “Aquí es donde entra en juego Brun González —explica Ana—, quien fue coordinador del programa de Reducción de Daños en México de Espolea, una organización juvenil cuya misión era empoderar a los jóvenes a ser agentes de cambio frente a las vulneraciones de Derechos Humanos en diferentes situaciones, y quien nos ayuda con las dudas que nos llegan por medio de Lugo, las cuales en su mayoría son previo al consumo, como cuáles son las formas menos riesgosas de consumir equis sustancia”.

En su paso por Bogotá como conferencista de la Semana Psicoactiva, organizada por Acción Técnica Social, hablamos con Lugo. Esta es nuestra primera entrevista a un peluche…

 

Lugo, como youtuber/peluche/gurú del consumo de sustancias psicoactivas, supongo que tiene experiencia con todo tipo de drogas…

Consumí muchas sustancias. Soy consumidor habitual de marihuana, también a veces consumo LSD, pero en ese momento entré a muchas otras cosas, bastante más oscuras, por ejemplo a la heroína. También me drogué de farmacia, o sea con medicinas, varias, y la verdad es que muchas no fueron una buena idea, y lo hice de una manera muy tonta.

 

Es decir…

No saber qué me estaba metiendo en ese momento. Todos se pueden meter lo que quieran, en principio, y cualquier sustancia, hasta las sustancias legales como el tabaco y el café, tienen riesgos y si se usan de una manera irresponsable pueden conllevar daños a largo plazo. El chiste es saberlo controlar, saber qué estamos consumiendo, hasta dónde queremos consumir y saber qué nos va a pasar. A veces el daño no sucede directamente por la sustancia sino por el miedo que le tenemos a la sustancia… pero igual la consumimos sin saber qué va a pasar. Si por ejemplo yo ya sé que con el LSD puedo tener cierto tipo de viaje, puedo preparar entonces mi set y mi setting, o sea mi entorno, y tener claras las razones por las que estoy consumiendo para procurar un viaje agradable.

El set siempre tiene que ser en un lugar seguro, un lugar que no sea público y con alguien confiable que no esté consumiendo que pueda ayudar en caso de que haya cualquier tipo de complicación. Muchas veces, por no conocer los efectos de las sustancias te puedes asustar, y eso puede llevar a una espiral de mal viaje y uno termina corriendo más riesgos y teniendo más daños.

 

¿Por qué un peluche es el personaje apropiado para hablarnos de drogas?

Lo que he visto es que las y los consumidores muchas veces tienen miedo de hablar de esto porque es un tabú, y no lo pueden compartir con quien más quieren, por ejemplo, con su familia. O con quien deberían compartirlo, por ejemplo, el doctor, con su doctor de cabecera o doctora de cabecera. Algo que ayuda mucho para que ellos [la audiencia] se abran y me planteen dudas y preguntas, es que yo soy un peluche y no los juzgo. Tienen mucha más empatía conmigo que con alguien carnoso.

 

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¿No se corre el riesgo de que el mensaje de un peluche no sea tomado en serio?

Cuando empezamos los videos, creí que me iban a llegar muchos mensajes condenándome o diciéndome que estaba enseñando a los niños a consumir, y la verdad es que no, la recepción ha sido súper positiva, podría decir que el 95% de los mensajes han sido positivos. Nadie se ha ofendido ni hemos tenido casos de gente que nos diga “mi hijo empezó a consumir por ti”. Incluso nos han escrito maestros o profesores para decirnos que ponen mis videos en sus clases.

Yo creo, entonces, que me toman más en serio. Un poco porque el medio es el mensaje, y a fin de cuentas el medio, lo que ha permitido la cercanía de las redes sociales y la empatía que generan mis pelos naranjas o amarillos, es que la gente sienta confianza en la información que estamos dando, y la información es el pilar, porque es información científica que además tiene fuentes y se pueden consultar. La gente sabe que aunque soy un peluche, lo que digo es verdadero.

 

¿Cuál es su postura frente a la actual guerra contra las drogas?

Es de lo peor que nos ha dejado la prohibición y el prohibicionismo. Creo que se tiene que regular, lo cual no significa, necesariamente, que las drogas entren a un mercado comercial. Lo que me queda claro es que el esquema actual es fallido. Las y los consumidores sufren mucho, las familias sufren mucho, comunidades enteras sufren también por todos los esquemas comerciales ilegales y sin regulación que se han formado alrededor de las drogas, y a mí me duele que sustancias que por un lado tienen que respetarse y por otro lado siempre han acompañado a la humanidad, hoy sean culpables, o más bien se les haya hecho culpables, de todo este sufrimiento.

(Le podría interesar esta charla con el neuropsicólogo Juan Daniel Gómez, otro gurú de los psicoactivos)

 

Hablando de un cambio en el discurso de criminalización por uno que aborde el consumo desde la salud, ¿qué cree que pasa con el nuevo código de Policía en Colombia, según el cual se penaliza el porte de cualquier sustancia psicoactiva y se califica como droga prohibida, desconociendo leyes anteriores como la Ley 30 de 1986, con la que previamente se había legislado una dosis personal?

Lo que pasa en México, por ejemplo, es que la dosis personal existe sobre el papel, pero de facto no. Si la Policía te atrapa con cualquier tipo de dosis, difícilmente evitarás un arresto diciendo: no, es que son menos de 5 gramos. Puede estar legislada, pero no regulada, y eso es lo que pasa en México: no hay procesos específicos para medir la cantidad que tiene la persona que está siendo detenida y evitar que se haga una mancha en su historial y que le quiten todo el día siendo criminalizado, llevándolo al Ministerio Público. Hay casos en que el juez de lo cívico dice “sí, está es la dosis personal, se puede ir”, y hay casos en los que no.

Me parece que algo similar sucede en Colombia, porque está legislado y parece que está muy bien legislado porque la ley habla específicamente de las dosis, pero es importante llevar todo eso a la regulación. Es la batalla que se está dando ahora. Por ejemplo en México ya se legalizó la cannabis medicinal, sin embargo todavía no se regula. Eso lo tiene que hacer la secretaría de salud y no lo va a hacer porque no quiere, porque tiene una serie de prejuicios y están metiendo todas las trabas. Creo que es un poco el mismo problema aquí, la Policía no está respetando lo que está legislado, y a fin de cuentas como la Policía regula, se autoregula, pues hace lo que quiere. Una posible solución es preguntarnos cómo le hacemos para que la Policía no sea juez, para que la información científica logre tener voz al momento de generar la regulación de la Policía.

 

 

Suena muy bien, pero ¿cómo lograr que la Policía no sea juez del consumo cuando se le ha otorgado total autoridad?

Creo que tiene que ver con las tradiciones, o sea, con la tradición legislativa y la separación de poderes que tiene cada país. Colombia la verdad es que no lo sé, pero en México es bastante centralizado, entonces no importa qué digan las leyes si el poder ejecutivo federal lo está penando o sigue sin apoyar una política; es difícil que se aplique a nivel local. Entonces tiene que ver incluso con cómo está organizado el país. Varios experimentos se han hecho en diferentes regiones del mundo, por ejemplo ayer, el fundador de una organización que se llama Contact, en Suiza, nos contaba que ellos lo que hicieron para poder convencer al gobierno y a la policía y a los poderes locales de cada una de las provincias, fue correr pruebas científicas con gobiernos de ciudades que estuvieran dispuestos a correrlas, entonces esas pruebas eran: bueno, si tú quieres consumir esta sustancia en un cuarto de consumo seguro, pues entonces también estás participando en un estudio, y te vamos a muestrear. El mismo gobierno daba el dinero para eso, pero no era de acceso completo y absolutamente público, para participar debías aceptar ser observado, y eso lo que permitió fue convencer al poder federal de que los cuartos de consumo y la reducción de riesgos y daños eran  buenas ideas.

(Acá le contamos la historia de Contact y Jakob Huber, fundador de la primera sala de consumo supervisado de heroína)

En México otros experimentos que se han hecho son mucho más desde la sociedad civil. La sociedad civil ha generado paneles de observación, paneles de discusión con el congreso, con el poder federal, y ha usado mucho lo de la incidencia en políticas públicas para empezar a cambiar el discurso desde la sociedad.

No quiere decir que esto vaya a tener una repercusión directa e inmediata en las políticas públicas, pero al extender el tema y volverlo menos tabú, se está posibilitando a que la gente pueda tomar decisiones e impulsar a considerar qué es pertinente y qué no sobre cómo se manejan las sustancias.

 

¿Cómo son vulnerados los Derechos Humanos con el actual trato a los consumidores de sustancias psicoactivas?

En México se ha hablado mucho de que el principal derecho que se afecta, y por donde se ha abordado la parte más legaloide, es que se afecta el derecho al libre desarrollo de la personalidad, un derecho de tercera generación derivado del derecho humano a la libertad. Y creo que eso es lo primero que pasa.

También está la parte de la criminalización y la discriminación. Y muchas veces los principales objetivos de la policía en el combate contra las drogas son las personas más pobres de los grupos más vulnerables y tiene ya incluso que ver con su color de piel, con su nivel de ingreso. En Estados Unidos es muy claro: las detenciones por tener cannabis son 84% hacia negros, o bueno, era en 2015.

El asesor de Nixon en los 90’ declaró que ellos tenían pruebas de que el cannabis, por ejemplo, no era dañino, no era tan dañino, no podía llevar a la muerte tal cual, sin embargo siguieron persiguiéndolo porque era una herramienta que podían usar para mantener a raya a los hippies y los afro. Poder perseguir a sus líderes, encarcelarlos, poder romper sus comunidades y sus vínculos.

 

Iván Duque, candidato a la presidencia en Colombia, promueve hoy un discurso que pretende nuevamente penalizar la dosis personal…

Yo le diría a Iván Duque que no mame… que penalizar las sustancias psicoactivas no tiene ningún efecto en reducir el consumo, o reducir la violencia o en reducir los ambientes negativos en los cuales se consume per se. La experiencia por ejemplo de Portugal, que despenalizó el consumo en 2001 y evidentemente las dosis personales, es muy interesante, ya que desde ese año el ratio de consumo en Portugal de los más jóvenes ha disminuido casi el 50%, además hoy tiene la media de consumo más baja de Europa. Penalizar solo ayuda a que haya un mercado ilegal y eso a su vez ayuda a que haya más tabúes… y que haya más tabúes ayuda a que haya peores relaciones con las drogas, y que haya peores relaciones con las drogas lleva a que haya personas que tengan problemas de salud serios y también problemas sociales serios basados en su consumo.

Lo que se tiene que hacer es pensar en qué consumen los que consumen y por qué lo consumen, y una vez que sepamos eso, pensar cómo les podemos ayudar a que lo hagan de una manera menos tonta. Además hay que pensar cómo podemos ayudar a que quienes están teniendo problemas con las sustancias salgan de esos problemas. Meterlos a la cárcel nunca va a ser una solución.

 

 

 

¿Cuál es la responsabilidad de los medios a la hora de hablar de drogas?

Los medios responden al discurso imperante del poder. Son una rama de ellos. Ehh.. la verdad es que casi no veo medios, no tengo tele ni radio, vivo en una caja y no caben. Pero lo que sí te puedo decir es que en YouTube hay un ambiente bastante libre para hablar de estas cosas, y es un ambiente que sí está llegando a las y los consumidores.

Una de las cosas que me gustan, por ejemplo, de la novela de Bolívar, Sin tetas no hay paraíso, es que no habla de los grandes jefes del narco sino de las pequeñas personas alrededor, de los daños que suceden a las comunidades alrededor, de cómo cambia el modo en que la comunidad se relaciona entre sí gracias a todo este mercado ilegal, y me siento identificado porque mi videoblog también le habla a los pequeños consumidores, a quienes no tienen acceso a información científica en su escuela o en su entorno directo, a quienes no son expertos y no conocen a expertos, a quienes viven en pueblos y ciudades donde los doctores están llenos de tabúes y no están dispuestos a ayudarles sino a criminalizarles.

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