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¿Cómo funcionan las asociaciones y los clubes cannábicos?

Las voces extranjeras del congreso de marihuana medicinal más importante de Bogotá nos hablan sobre un fenómeno organizado en Europa que se refugia en las zonas grises de la ley y que, en principio, busca impulsar el autocultivo para salir de los circuitos criminales del tráfico de drogas.

Mario Rodríguez H. | @quevivalaeMe

Las asociaciones en España se crearon como un modelo asambleísta y democrático en el que individuos consumidores mayores de edad se unen voluntariamente para hacer un abastecimiento compartido, abastecimiento que ha fomentado el autocultivo y la producción colectiva con el propósito de salir de los circuitos peligrosos del mercado negro. Marcial, creador de Marihuana Televisión, medio online de "contrainformación", pone un ejemplo más didáctico: “Imagina que nosotros tres queremos comprar equis sustancia. Reunimos el dinero entre todos pero solo va uno a comprarlo. A ese que fue a comprarlo lo pillan pero él dice: no, esto no es solo mío, esto es de todos nosotros”.

Lo que empezó como grupos de estudio enfocados en cannabis se consolidó en más de 500 asociaciones españolas en las que los individuos pueden recoger las cosechas de sus autocultivos compartidos para fumárselos en privado, casi que libremente.

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Las manos de Merlín Martínez. Foto de Daniel Corredor

Para Marcial, quien no se atreve a afirmar que el movimiento cannábico esté consolidado en España sino que actualmente está en expansión, este proceso ha sido “a punta de palo y trabas jurídicas”. Sin producción ni dispensarios, las primeras asociaciones tenían un tinte académico, cuyo objetivo, más allá de la investigación científica y el intercambio de cepas y genéticas, se enfocó en la búsqueda de vacíos legales para crear un modelo que “dio pie al consumo privado sin quebrantar la ley (española), ni los acuerdos internacionales”.

Muchos españoles reconocen a Martín Barriuso, presidente de la Asociación de Usuarios de Cannabis Pannagh intervenida para finales de 2015, como el personaje que más ha movido todo el de tema de los clubes. Para Merlín, del banco de semillas Family Ganjah y quien también participó en la segunda versión del Expo Cannabis, Barriuso “es quien ha enseñado a todo el mundo lo que había que hacer para montar las asociaciones… esos vacíos jurídicos por los que se podía actuar”. “Tanto así —agrega Marcial— que fue llamado por el gobierno de Uruguay para asesorarlos en el tema de los clubes cannábicos”. Este hombre ha sido incluido en algunos reportajes de Marihuana Televisión, como el siguiente:

Con “vacíos jurídicos” se refieren a que el consumo personal en España no está penado. “Yo puedo consumir lo que quiera pero el problema es cómo me la consigo —precisa Marcial—. El consumo privado no es un delito, entonces había unas sentencias que se basaban no en consumidores de cannabis sino en otras drogas, así como de la compra compartida”.

Dicha intervención a Pannagh, la cual sancionaba el tráfico de drogas, “dejaba al Buque Insignia”, como le conocen los extranjeros, con una multa de alrededor de 250.000 euros. “También es que una cosa son las asociaciones y otra los clubes —matiza Marcial—: la asociación de la cual soy miembro en la junta directiva no tiene más de cinco personas, mientras que los clubes de Barcelona son de miles, y eso es directamente proporcional a la cantidad de marihuana que se produce”.

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De izquierda a derecha: Merlín, el organizador de Expo Cannabis Iván Bravo, y Marcial. 

Los clubes y las asociaciones se diferencian principalmente por la relación ínter-socios. “Las asociaciones son de participación democrática —asegura el creador de Marihuana Televisión—, por llamarle de alguna forma, en las que todos estamos involucrados con las decisiones y los procedimientos. Pero los clubes son más de clientes. En las asociaciones recogemos nuestras cosechas entre todos, mientras que en los clubes la gente se limita a comprar”. “Para tratar de regular esto —explica Merlín—, se ha tratado de implementar un manual de buenas prácticas, pero eso hasta ahora se está regulando”.

Es precisamente la Ley de asociaciones de consumidores de cannabis de Catanluña a la que los españoles hacen referencia como uno de los casos en los que tomaron cartas sobre el porro, es decir sobre el asunto, regulando el consumo, el transporte y el cultivo, limitándolo a un máximo de 150 kilos por año por club, venta solo para socios, quienes tendrán que esperar dos semanas después de la inscripción para poder comprar 60 gramos mensuales (dos diarios), si sé es mayor de 21 años y 20 gramos por mes si se tiene entre 18 y 21.

Este tipo de normas también son muy visibles en Canadá. Así lo evidencia otro de los ponentes internacionales del congreso cannábico celebrado en Bogotá el pasado 16 y 17 de noviembre, el canadiense Martin Kaufman. “Uno antes le llenaba un formulario al doctor sobre su dolencia pidiendo cinco gramos y éste te recetaba 10. Ahora no, ahora son máximo tres gramos”.

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Martin se fuma un porro envuelto en hoja de tabaco con su hijo Alex. Foto de Daniel Corredor

Si bien hoy los extranjeros van de aquí para allá viendo en Colombia el “oro verde”, parece que aquí todavía no lo percibimos así. Cada uno de los tres está convencido que de venderse en sus país la yerba que aquí comúnmente se fuma, sería muy pero muy barata. Por otro lado, la que se puede producir con genéticas propias, podría explotarse.

“Es importante señalar que aquí [en Colombia] están mejor pero peor —asegura Marcial—: mejor porque las leyes ya están dando un camino desde la semilla, y peor porque no sé… porque ostia, no saben lo que se fuman ni lo que se pierden”.

Estos testimonios extranjeros que miran hacia Colombia desde lo vivido en sus países, nos dejan pensado en esa bareta “económica” que se le compra comúnmente al dealer, el supuesto “coro” que ni idea cómo entra a la ciudad ni qué procesos tuvo: marihuana prensada a las malas y que a veces hasta trae piedras. 

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Los españoles con el canadiense. Foto de Daniel Corredor

Entonces, ¿serían viables las asociaciones en nuestro contexto nacional?

“Tampoco puedo decir que las asociaciones son el modelo ha seguir —concluye Marcial—. Esto solo ha sido una normalización a un fenómeno cultural que empezó con la entrada del hachís desde Marruecos y que no fue sino hasta el auge de la marihuana y el autocultivo, que yo diría fue a partir de 1999, o el año 2000, con la revista Cáñamo como medio de comunicación cannábico, que se empezaron a crear los grows y las asociaciones. Pero el ojo nunca se puso en las dinámicas ni en las pautas de consumo a nivel de la calle, que es donde realmente debe ponerse”.

Nos queda pensar el consumo desde lo autocultivado. Aprovechar las 20 ó 19 planticas permitidas para hacerles frente a las dinámicas del microtráfico.

 

 

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