La casa en donde conviven la sumisión, el sadismo y el placer
Hace cuatro años se formó un grupo de adultos para darles rienda suelta a sus propias fantasías sexuales. Hoy son la única Corporación BDSM en Colombia, un lugar al que llegan crossdressers, fetichistas y todo tipo de personas con el deseo de ser sometidas y así alcanzar el orgasmo.
Forrada desde el cuello hasta los tobillos con un traje de cuero negro, Samantha fija la mirada en la entrepierna de la mujer que está encadenada en frente de ella. La tiene a su disposición. “Quietica”, le dice, antes de azotarla con fuerza. La sumisa recibe unos cuantos fustazos y se retuerce de placer.
Desde que empezó su vida sexual, Samantha se metió en el cuento del BDSM, un conjunto de prácticas sexuales en torno al bondage y la disciplina, la dominación y la sumisión, el sadismo y el masoquismo.
“Creo que nací para esto. Mi primer novio era masoquista, había un juego sexual muy fuerte. Al principio me sentía obligada, me preguntaba a mi misma qué era esa mierda, pero luego de terminar con él, sentí que algo me faltaba y desde ahí empecé a cogerle el gusto al sadismo”, explica.
Un gusto que la llevó hasta la presidencia de la Corporación BDSM, la única en el país. Nació hace tres años como la idea de tener un lugar en donde las personas pudieran relacionarse, tener un espacio para jugar entre adultos y compartir libremente su sexualidad sin ser juzgados.
Ese espacio es una casa de tres pisos, ubicada cerca de la Cruz Roja de la 68. Hasta allí llegan personas como Evanity CD –por el término crossdressing-. Es un hombre transvestido que se divierte adoptando el rol del sexo opuesto.
“Me gustan las mujeres, pero también parecer una; ser y actuar como una. Eso no quiere decir que sea homosexual”, explica. Para comprar ropa le toca inventarse que su esposa es igual de alta y patona que él, aunque sabe que hay quienes no le compran el cuento.
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En el primer piso de la casa hay una sala de enfermería donde se aplican inyecciones y hasta se practican citologías, solo con el fin de divertirse, sin ninguna intención médica real. Pocahontas está en esta sala, va enmascarada y empieza a infligir dolor a Evanity CD con un flogger (látigo múltiple). Él es el dominante, pero en este caso, como buen mentor, está enseñándole cómo se debe asumir el rol.
Al final, el BDSM es un juego de seducción en el cual los participantes se apropian de un rol y se meten de lleno en él: la señora bien y el mayordomo, el amo y el esclavo, el amaestrador y la mascota, como Draco y su gatita. Ella no puede sino maullar, hasta que Draco la autoriza a hablar.
“Al principio uno puede pensar que está enfermo, pero surge la necesidad de darle espacio a esa bestia interior que todos llevamos, y que hace posible asumir ese carácter salvaje e instintivo propio del comportamiento animal”, explica sobre la modalidad pet, que solo es una de las prácticas que se enseñan en esta casa.
También se aprende a hacer amarres, a practicar diferentes posiciones, a manipular juguetes sexuales y a perfeccionar las formas en las que se debe producir dolor a la pareja. Uno de los objetivos es lograr el orgasmo sin necesidad de penetración.
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“Más de una vez se ha acabado el parche porque todos están muy calientes y nadie tiene condones. Realmente no hay tanto sexo como se cree”, explica Samantha, que lleva cuarenta minutos hablando mientras su sumisa sigue encadenada, totalmente inmovilizada.
Ama Claudia solo observa la escena. Ella practica el BDSM hace más de 30 años y es la fundadora de la Corporación.
“Acogemos a todos los que por sus prácticas fuertes o sádicas en la cama creen que están mal de la cabeza, para que sepan que la sexualidad es todo un universo por explorar y que hay maneras seguras de hacerlo”, explica Ama Claudia, quien cuida de Kiara, esclava de un español casado, al que no ha visto sino por webcam durante cinco años de relación.
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Para lograr esa sensación de seguridad, en la casa se organizan talleres dedicados a temas de prevención, por si se llega a presentar alguna emergencia médica. Lo pretendido es que la práctica sea segura y consensuada. En este lugar no se puede estar bajo el efecto del alcohol o las drogas. Todos deben tener claro qué se debe saber hacer y ambas partes deben estar de acuerdo en lo que se va a hacer.
Eso sí, cada participante tiene claro su propio objetivo muy claro.
Para Draco es una cura al divorcio y poder vivir a plenitud sus fantasías sexuales, algo que se niegan la relaciones “vainilla”, como se refiere a las relaciones comunes. Para Pocahontas y Samantha es la forma perfecta de llegar al orgasmo sin penetración. Para Evanity CD es exhibir sin pudor sus más íntimos deseos.
Para Ama Claudia, así como para las más de dos mil personas que practican el BDSM, se trata de aprender a valorar al humano que está detrás de cada rol.