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Género sin límites: imágenes de una geografía sexual moderna

Seguimos combatiendo los viejos ideales del hombre masculino y la mujer femenina, por eso retratamos y hablamos con colombianos queer, mujeres con sexo masculino, andróginos e incluso asexuales para entender y transitar con respeto por el extenso mapa actual de las orientaciones sexuales. 

Andrés J. López / @vicclon

A pesar de la inclusión LGBT dentro de los ámbitos políticos nacionales; de los espacios artísticos abiertos a lo largo y ancho del país con fines de divulgación, sensibilización y exposición de las nuevas sexualidades; de las sentencias y procesos judiciales en pro de trabajadores y trabajadoras sexuales; y de las figuras públicas que emergen para, por ejemplo, replantear los manuales de convivencia en los colegios para hacerlos más inclusivos y así evitar tragedias como el suicidio de Sergio Urrego; a pesar de esto y más, en nuestro país siguen enraizadas los ideales del hombre masculino y la mujer femenina, ese viejo código binario que no concibe sexualidades diversas, entremezcladas y a veces difíciles de comprender.

Reconocer y aceptar con respeto que existen personas que no se identifican con el género asignado al nacer aún es difícil para demasiada gente. Antes de la década de 1980 ser homosexual en Colombia era considerado un delito, por lo que las manifestaciones de este tipo debían hacerse de manera clandestina. Con la reforma del Código Penal, en 1981 se dio un cambio de panorama y los miembros de la comunidad LGBT empezaron a adquirir mayores derechos como individuos.

Esto, como era de esperarse, motivó a las personas a “salir del closet” y entenderse y declararse abiertamente lesbianas (mujeres atraídas hacia otras mujeres), gais (quienes gustan de personas de su mismo género), bisexuales (sexual y sentimentalmente afines con hombres y mujeres por igual), trans (expresión que comprenden a los y las travestis, transgénero y transexuales) o intersexuales (aquellos con características genitales de hombre y mujer, comúnmente denominados hermafroditas). Esto, además, ha estimulado la participación política. En las elecciones de 2015 hubo 70 candidatos de la comunidad LGBT, de los cuales cuatro fueron electos: un alcalde gay (Julián Bedoya) y tres concejales no binarios (Ramón Rojas, trans; Carolina Giraldo, bisexual; y Edison Javier Bermúdez, homosexual). Pero no todo resulta alentador: un informe de la ONG Colombia Diversa declaró que ese mismo año fueron asesinados 110 miembros de la comunidad LGBT, la cifra más alta desde 2011.

Al día de hoy, en Colombia se pueden encontrar orientaciones como el androginismo, correspondiente a una persona con características tanto masculinas como femeninas y que no necesariamente se identifica con un solo sexo. El modelo y bailarín de danza contemporánea Dave Castiblanco, de 23 años y quien asumió esta postura hace 5, suele ser confundido con una mujer, sobre todo cuando va a un baño público, y también lo han llamado travesti. “Un andrógino adopta esta imagen de manera natural —explica Dave—, su fisionomía es ambigua, en cambio un travesti es algo más teatral porque se trata de alguien que se viste y se maquilla para interpretar a una mujer en las noches”.

Castiblanco contó con el apoyo de su familia, pero no fue así en el colegio, donde lo hicieron ver como un “gay menor, un disminuido, un retractado, el que no podía hablar y no tenía opinión”, y, explica además Dave, este bullying lo llevó a perder un año escolar.

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“Un andrógino rompe con el estigma patriarcal y demuestra que el género no llega a limitarse”: Dave Castiblanco 


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Admitir que se tiene una orientación sexual diferente puede acarrear respuestas variadas. Su aceptación o desacreditación depende del contexto, el lugar de nacimiento y hasta del círculo familiar del individuo. María Fernanda Patiño, estudiante de cine y televisión y bailarina de salsa, se denomina bisexual desde hace 5 años y, según explica, siempre la tuvo fácil: “A los 16 años me empezaron a gustar los chicos y las chicas, luego empecé a leer del tema y me identifiqué como bisexual. Mi papá antes era muy homofóbico, pero cambió mucho luego de que me confesé y desde ahí me ha apoyado. Para mis papás esto no me va a cambiar como persona”.

Comenta además que hay personas —heterosexuales y homosexuales— que entienden la bisexualidad como una etapa transitoria. “Nos tildan de confundidos y piensan que todo el tiempo hacemos tríos y orgías”. 

Por su parte, los queer pueden adoptar estéticas masculinas y femeninas pero no se encasillan con una sola, como prefieren los andróginos. Manu Mojito, artista plástico y escritor de obras de teatro, lo ve como una exploración del cuerpo. “Este término —explica— nació en los ochenta y viene de weird (raro). Al inicio algunos gais lo vieron como un insulto pero luego se apropiaron y lo tomaron como su identidad, porque ellos no transitan dentro de ningún género”. Para él, un queer se diferencia de un gay por su pensamiento, que busca apartarse del binarismo de género, y lo ve como una acción política para rechazar el género.

Manu, quien hace 9 años se reconoce queer, no está de acuerdo con las siglas LGBT ya que “lo único que hacen es separarnos cuando la idea es unirnos. Muchos pelean por el orden de las letras y hasta se atacan entre ellos por ser afeminados o estar maquillados”.

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Hasta ahora, todas las personas incluidas en las orientaciones mencionadas sienten algún tipo de atracción física por alguien. Pero también hay personas asexuales, aquellas que no viven de deseo carnal alguno. Viviana Ardila siempre se sintió alejada del asunto sexual y esto le ha causado ciertas molestias, tanto en la calle como en el ámbito familiar. “Mis papás no me creyeron y lo tomaron como un mal chiste, como si quisiera ser monja. Cuando conozco personas en la calle también es un problema porque todos son muy sexuales, entonces todo el tiempo estoy dando explicaciones cuando no debería ser así”.

Viviana tuvo su primera relación sexual el año pasado y aunque llegó al orgasmo, para ella fue algo fisiológico ya que su mente estuvo desconectada todo el tiempo. Confiesa que también ha intentado, con poco éxito, acudir a la masturbación.

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“Tener novio es un fiasco porque los chicos que me gustan siempre son muy sexuales, entonces dejo de sentirme a gusto”: Viviana Ardila, asexual desde los 19 años


En esta gran diversidad de orientaciones sexuales, algunos —y algunas— nacen con sexo masculino o femenino pero su identidad de género no corresponde al cuerpo. El nombre transgénero se le suele asignar a aquellos hombres con vagina y mujeres con pene. Diana Navarro, servidora pública en la Secretaría Distrital de Integración Social, no está de acuerdo con esta etiqueta y ella misma se denomina mujer con sexo masculino. Para ella la categoría transgénero es una imposición y contrario a varios de los casos expuestos arriba, Navarro la tuvo complicada. “Cuando empecé a evidenciar mi construcción identitaria de una manera más explicita —recuerda Diana— mi familia dijo que podía ser lo que quisiera pero que no lo demostrara porque en los 80 se veía mucha violencia y cierre de espacios hacia los gais, como nos llamaban a todos en esa época”.

Diana ha sido testigo de las numerosas malinterpretaciones que hay en la sociedad. El pensamiento común es que una mujer transgénero únicamente puede ejercer labores relacionadas a la belleza, la moda, la prostitución y los espectáculos. “De ahí no podemos salir, pero en verdad tenemos muchas capacidades”, comenta.

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“Existe una normalización y normatización de los cuerpos y la forma en que tienen que expresarse y usarse”: Diana Navarro, mujer con sexo masculino quien tuvo su primera cirugía mamaria en la década de 1990


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No está de más decir que en nuestro país la orientación predominante es la heterosexualidad, la atracción física y emocional hacia una persona del género opuesto, lo cual entra en una categoría llamada técnicamente cisgénero: la correlación existente entre el sexo biológico, la identidad de género y el comportamiento asignado al nacer. Y como desde la redacción de esta revista procuramos siempre un ejercicio contestatario contra cualquier idea dogmática preestablecida, decidimos retratar también a un hombre cisgénero sobre un fondo floral sin que este perdiera su “hombría” o masculinidad. Este es el autor del artículo, para quien “es ridículo que la sexualidad determine los gustos de una persona. Cualquiera puede disfrutar de un libro de Oscar Wilde o de una canción de Freddie Mercury sin cambiar de orientación”.


La heterosexualidad entra en una categoría llamada técnicamente cisgénero: la correlación existente entre el sexo biológico, la identidad de género y el comportamiento asignado al nacer


Aunque el procedimiento quirúrgico para ser transexual aún no está del todo desarrollado en Colombia, hay quienes prefieren hacer el tránsito completo y radical a hombre o mujer. Ximena Borré, ingeniera de sistemas y administradora de la identidad digital en un instituto del Gobierno, se vio obligada a retrasar el proceso que llevaba desde hace más de un año para su  reasignación sexual, por eso se autodenomina transexual en proceso: “El especialista en cirugías me dijo que luego de operarme no iba a tener sensibilidad en mi vagina, lo cual no tiene sentido porque sería como tener un pedazo de carne muerta y cosida ahí abajo. Espero poder ir luego a Canadá o Tailandia, donde sí hay gente que sabe del tema”. Además, Ximena, que empezó a consumir hormonas por su cuenta hace 12 años, también debió esperar más de un año para poder cambiar de sexo ante la Registraduría, en parte por el desconocimiento de la entidad.

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Muchos transgénero y transexuales ejercen la prostitución, pero aunque esta labor ya es legal en el país (según la Sentencia T-629 de 2010 los y las trabajadoras sexuales tienen los mismos derechos de las personas que cumplen cualquier otra labor), los insultos, maltratos y amenazas por parte de civiles y policías continúan. Según el Informe de Derechos Humanos del Observatorio de Trabajo Sexual, Ley entre comillas, publicado en 2016 por Parces ONG y Paiis, los trabajadores y trabajadoras trans tienden a ser más maltratados que los homosexuales o cisgénero. Algunos son amenazados de muerte si denuncian: muchos son golpeados, extorsionados y hasta quemados con ácido.


“Cubro conciertos y otros temas porque quiero demostrar que el LGBT no es solo las plumas, Theatron, el calzón plateado y la loca enfurecida. Podemos ocupar todos los sectores y ámbitos”: Ximena Borré, transexual de 32 años.


Todos los implicados en este artículo comparten el anhelo de ser aceptados por lo que son y el requerimiento de que nadie se meta en sus decisiones de carácter sexual. “Me acepto de pies a cabeza con lo que tengo y me encanta ser trans porque es transgresor —comenta Ximena—. La idea es ser alguien por lo que hagas y no por lo que haya entre tus piernas”.

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