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Ilustración de @burdo.666

Editorial: Las cenizas del año viejo

Termina un año agitado, de talas indiscriminadas, de allanamientos injustificados, de brutalidad por parte de la fuerza pública y de telenovelas refritas. Pero empieza una nueva década y con ella debería llegar la oportunidad de crear algo mejor. 

Revista Cartel Urbano

Los bogotanos jamás olvidarán al bonachón barbado que le “devolvió la vida” a 623 habitantes de calle, se perdió en los cerros orientales y pintó de azul cada paradero de la capital del país. Parece que fue ayer cuando Enrique Peñalosa (el poeta, el político, el visionario) se posesionó por segunda vez como Alcalde de Bogotá, reguló el grafiti y el cartelismo para unos pocos y comenzó una lucha febril contra los intelectuales chapinerunos y los matoncitos que pretendían privar de la diversión a los obreros y de la Navidad a los ancianos.

Si el río Bogotá fuera ya navegable y el año que acaba se alejara por su caudal en una lancha, el alcalde Peñalosa sería su primer pasajero —¿su capitán?—. A su lado viajarían otros tripulantes que se irían sin oponer mayor resistencia: los anarquistas internacionales, el sueño frustrado de ver a Rosalía, el cierre de Philip Morris, la despedida de Darío Arizmendi y Jbalvin, abrazado al presidente, como representante de la cultura del país. Habría otros tripulantes a los que tocaría ayudarlos con un empujón o aguantarlos otro rato mientras desaparecen poco a poco. 

A Betty la Fea y a Los Reyes, por ejemplo, habría que darles un empujón para que se vayan pronto: ya fue suficiente con estar viendo lo bajo que podemos caer como sociedad y lo brillante que fue en otro tiempo la televisión colombiana. Volver a ver la telenovela de Fernando Gaitán nos recordó, por ejemplo, lo duro que la ha pasado la comunidad LGBTI, lo clasistas que somos los colombianos y lo criminal que fue Beatriz Pinzón Solano por encubrir a Armando Mendoza —ejemplo del machito empresario promedio— en nombre de un amor romántico heteronormado. Pero si queremos seguir trabajando en lo que somos, jugando con los estereotipos, el año que viene habrá que buscar unos nuevos comodines, más acordes a la época y que no reproduzcan discriminaciones ya superadas en muchos entornos. Quizás así las novelas reencauchadas de este año se podrán ir fácilmente. 

Al que sí tendremos que aguantar otro rato es al Escuadrón móvil antidisturbios que, aunque ha estado más bien quieto en los últimos días —comparado con la actividad que ha tenido este año—, seguro que este 2020 vuelve con más sorpresas. A diferencia de las cifras “alentadoras” que la administración de Peñalosa deja impresas en las paradas de los buses, las develadas del Esmad son más bien devastadoras: en los últimos veinte años han sido 34 las personas que han perdido la vida a causa de una acción del Escuadrón. Este año fue Dilan Cruz y antes de él Nicolás Neira, Johnny Silva, Leonardo Salas Ángel, entre otros. Eso, claro, sin contar el número de manifestantes lesionados o que han perdido ojos. Si hay algo que debería irse con el final del año son todas estas acciones violentas que han quedado en la impunidad. 

Dentro de este muñeco del año viejo echamos a todos los Armandos Mendoza que hay en Colombia —que son muchísimos— y a todos los raperos misóginos enclosetados, metemos también los despidos masivos de periodistas, las persecuciones, los allanamientos injustificados, la represión al arte y la brutalidad de la fuerza pública, entre muchas otras cosas. A pesar de lo desalentador que ha sido este 2019 para muchos, nos queda la memoria para resistir y hacerles frente a los abusos. Termina una década agitada. Barramos las cenizas del año viejo y construyamos algo mejor. 

 

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