‘Licuadoras Luminosas’ o la poesía inagotable de Peñalosa

Al mejor estilo de los grandes políticos del siglo pasado, el alcalde mayor Enrique Peñalosa ha sabido acompañar su labor administrativa con lo que parece un intenso  ejercicio poético. A la sombra de una carrera política que ha merecido un sin número de críticas y aplausos, Peñalosa ha cultivado una obra literaria —concebida en cada una de sus alocuciones— que ha pasado desapercibida ante nuestros oídos incautos… hasta ahora, cuando La Jaula Publicaciones, una editorial independiente bogotana, se ha dado a la tarea de recopilar e ilustrar en Licuadoras Luminosas algunos de los poemas más profundos e incisivos del alcalde.

Clarividencia

En todas
las ciudades
del mundo
mueren personas
esperando
una ambulancia.

La selección editada por Paloma Balencia y Roi Barreras es un acercamiento a temas como la movilidad, los sueños y los espejismos, asuntos recurrentes en su carrera política y que son transversales a Licuadoras Luminosas. Viendo de cerca la cuidada métrica (algo que se ha perdido entre los poetas de este tiempo), así como la preocupación por los paisajes bogotanos, estos poemas dejan claro que el creador de la obra no solo es testigo de su época, sino que también es un actor y un factor de cambio.

Ilustración de Fernando Votero.

Peñalosa, quien a sus 64 años ha sido dos veces alcalde de Bogotá, es también el impulsor de un sin número de obras que han puesto a la ciudad en el lugar que merece. Su intervención en el Bronx –que lastimosamente no tiene un lugar en su poemario– ha sido una de sus acciones de mayor impacto, pues, entre otras cosas, ha permitido que la pobre clase alta bogotana, desplazada hace mucho de estos espacios, pueda reapropiarse del sector. No obstante la apuesta de Peñalosa por una sociedad más creativa, que pueda hacer frente a la pobreza y a la delincuencia, no se escapa de sus versos audaces producto de una innegable clarividencia performática.

Desposeído 

No poseo
Ni una rueda
De Transmilenio.

Prueba de ello es el Transmilenio, otro de los temas que aparece con recurrencia en su poesía. Las llantas, los motores y las vías son algunas de las imágenes con las que repensar la ciudad. Buscando llegar más allá de lo que se ve a simple vista, más allá de una simple rueda o un poste de luz, este librillo construye metáforas elegantes y complejas a través de asociaciones que no había pensado antes otro poeta. Basta con leer poemas como ‘Licuadoras Luminosas’, en el que las sirenas de policía se convierten en licuadoras luminosas; o ‘Espejismo’, una pieza insuperable y con claras intenciones estéticas provenientes de la ciencia ficción en la cual el metro es una creación en beneficio de especies extraterrestres.

Espejismo

Cuando lo vean
frente a sus narices

-al metro-
van a decir 

que
no
es
el
metro
sino
una plataforma
de lanzamiento
para platillos voladores.

Pero la poesía que aquí encontramos no sólo se queda en lo urbano, sino que trasciende a lo rural. El trabajo del alcalde en los cerros, que lo ha llevado a permanecer hasta nueve horas caminando en los bordes vírgenes de Bogotá, así como su preocupación por los árboles que, a pesar de su importancia, amenazan la recreación de los trabajadores, ha tenido también un lugar en su poesía. Ejemplos como ‘Odio de clase’ o ‘Demasiados árboles’ dan cuenta del daño que la flora capitalina puede causar a la ciudadanía. Además, el poema ‘Loca’ parece una denuncia abierta contra el Jardín Botánico, que en su afán de sembrar árboles entorpecerán el goce de quienes toman el sol.

Demasiados árboles

En ciudades frías
como Bogotá
demasiados árboles
en los parques
los vuelven oscuros,
fríos
y espantan
a la gente.

Ilustración de Fernando Votero.

Odio de clase

El criterio de diseño
de los parques del norte
es que ningún obrero
pueda jugar
fútbol al almuerzo.
Los llenan de árboles
y nadie va.

Leyendo los poemas incluidos en Licuadoras Luminosas nos vemos obligados a preguntarnos si están volviendo los políticos poetas a dirigir nuestra nación. Quizá nunca se fueron. Quizá siempre han estado entre nosotros y hoy se hacen sentir con una nueva poesía que va más allá de los libros, que acude a la tradición oral y que se ve a diario en la elocuencia de Álvaro Uribe o la voz de Abelardo de la Espriella.

Soacha 

A mí no me van a dar solo el hueso.
Con todo respeto, digo:
a mí también me dan la carne.

Sin miedo a caer en errores, podemos hablar ya de una poesía ‘Peñalosística’, que como bien lo dice el prólogo del poemario, encuentra eco en escritoras como Amalia Andrade o la misma Carolina Sanín quien, a pesar de sus discrepancias administrativas, parece mantener una relación poética estrecha con el alcalde.

Obrero raso

Trabajé
como
obrero raso
en una construcción
tan raso
que era el único
no negro
de la obra.

Los versos incluidos en este librillo representan la lucha sin tregua por una sociedad más próspera y exitosa. Una mirada audaz e irónica que deja ver a un autor capaz de burlarse de sí mismo y de sus conciudadanos. Es una apuesta lúcida por una Bogotá mejor para todos o al menos –parafraseando a María Mercedes Carranza– una Bogotá mejor para “las damas que toman chocolate y para caballeros que juegan golf los martes y se comen los mocos”.

Aunque los editores no saben si habrá más publicaciones de esta naturaleza, sí aseguran que muy pronto se abrirán las inscripciones para su taller: "Cómo convertir la charlatanería de los políticos en estupendas publicaciones que se vendan en ArtBo y en otras ferias de arte contemporáneo de proyección internacional". Sígale la pista a la Jaula Publicaciones y adquiera su libro directo con la editorial escribiendo a su Facebook o Instagram.