En Londres, Melissa Paerez cayó en cuenta que ir a la peluquería era un agujero en su bolsillo y decidió convertir su apartamento en un lugar para darles estilo a sus amigos. Convencida de que a través del oficio de peluquera podía tejer sociedad y hacer arte, abrió un local en La Candelaria que, más que un lugar para cortar el cabello, es un espacio de gestión cultural.