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Foto Cortesía de Tsh Sudaca

Tsh Sudaca o la elasticidad del bronce

A finales de este 2022 llegará Bronce, el disco sucesor de Equilátero. Los asuntos que giran en torno a este álbum son soles que lo alimentan: la paternidad, Bogotá con sus desmanes y sus cerros, el boom bap de principios de milenio, la satisfacción de una vida encaminada. Este MC emblemático de la movida capitalina hace parte de #CreadoresCriollos.

Santiago Cembrano / @scembrano

Tsh Sudaca sorbe su cerveza y habla de su hijo Gael, de cinco años. Al hacerlo, sonríe con tanta intensidad que su voz se ilumina. “El otro día me dijo: Las estrellas hoy brillan mucho. Uno por estar tan ocupado casi ni mira el cielo, y el man me obligó. Y sí, estaban muy brillantes”, dice. Deja la lata vacía en la mesa, junto a otras dos, y se reclina en su silla en uno de los estudios de Loudness, al norte de Bogotá. “No sé qué le voy a enseñar a Gael”, continúa Tsh, “él me enseña a mí. Yo lo cuido y él me bota la data”, añade. Sigue sonriendo: afuera la tarde es gris, pero los días del MC bogotano de 34 años se mantienen soleados gracias a su familia.

 

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Ser papá no es todo risas ni una foto de Huggies. La responsabilidad y el reto son tan grandes que asustan, abruman. La paternidad puede en muchos casos revelar qué es lo importante, filtrar la vida —las personas, los momentos— y dejar lo esencial. Con las prioridades claras, la vida de Tsh se ha ordenado. Ya no es como antes, cuando el plan de cada día era alegrar las rondas de freestyle con ron hasta entrada la madrugada; ahora solo sale si tiene concierto o va a grabar, o si es un evento muy importante. Así es su vida desde septiembre de 2017, cuando su esposa Diana parió a Gael, apenas semanas después del parto de su álbum Equilátero. Que su disco y su hijo nacieran casi al tiempo lo tomó como una prueba más de que las matemáticas son perfectas.

 

Desde entonces ha habido decenas de conciertos, estilo clásico con el DJ Soft Killer o en gran formato con su banda Hábitat. Ha habido lanzamientos, ambos en 2021: El Hábitat Ideal, con Hábitat, y Baraja, un EP producido por Daniel El Campeón que recopila cartas íntimas con las que apuesta a ganar en la vida y que quedan como declaración eterna de amor para su hijo, su esposa y sus amigos. Pero ninguno de estos trabajos es el sucesor de Equilátero, un álbum con todas las letras. Ese llegará a finales de este año. Se llamará Bronce.

 

En el estudio, el ingeniero Diego Loudness muestra el progreso de Bronce mientras Tsh explica su concepto, importancia y origen: “Mi proyecto continúa con Bronce y la técnica es la técnica, pero para mí este disco significa reiniciar a nivel personal de varias formas”. El bronce es una aleación que mezcla el cobre y el estaño, un metal con el que se puede hacer una medalla, un saxofón o la estatua del Joe Arroyo. Al ser una aleación, goza de elasticidad a la que vez que puede ser durísimo. Esa es la clave: el rap y sus convicciones se mantienen sólidos, pero Tsh se ha vuelto más flexible. Después de todo, dice con tono enérgico y seguro, un metal puede fracturarse si no se le da calor para que sus moléculas se expandan. Bronce será la demostración sonora de lo que queda y lo que cambia, ese colador por el que pasó su vida para que el café quedara puro.

 

 

Equiláteroes un disco serio, tal vez demasiado. Refleja con intensidad la afiliación de Tsh al 5%, la Nación de los Dioses y las Tierras, un movimiento derivado del Islam. Aunque su espiritualidad no ha menguado, para este nuevo disco busca alejarse del lenguaje rígido y virtuoso del anterior. Sabe que debe soltarse un poco y lo confiesa con una risa cómplice: “Sí, tantos juegos del 5% cansan. Lo entiendo, hasta a mí me pasa. Por eso este disco será muy distinto, más suelto. Yo también quiero un tema pa’ culear, aunque me sonaría a R&B, porque prefiero follar con Usher”. Para cimentar esa renovación, Bronce llegará firmado por un nuevo álter ego: Sudacream. El nombre viene de su tema homónimo de 2018, producido por El Arkeólogo: aquel beat le sacó un rapeo distinto y le mostró una faceta suya como MC que él no conocía y que ha estado explorando.

 

Boom bap bogotano de 2002: así describe Tsh Sudaca el sonido y la identidad de Bronce. La ciudad está presente en la cadencia del álbum, en las referencias encriptadas, en las pistas que suenan como si estuviera lloviendo en la Caracas con 53 mientras pasa un Transmilenio repleto, está además el testimonio que Tsh quiere recibir de leyendas capitalinas como La Etnnia, Gotas de Rap, CTO. Todo apunta a rendirle respeto a su origen, al rap que lo formó. “El rap bogotano no es como el estereotipo del rap dormilón paisa: siempre va al ataque, es ñero. Me suena a ‘Estilo y razas’ de Estilo Bajo”, argumenta. La comparación no es nueva, pero para él Bogotá es como Nueva York por cómo huele, por la actitud de la gente, por el frío que invita a usar botas, chaqueta y mirada de hierro, porque ningún favor llega sin doble intención. Y por tanto rap que sale hasta de las alcantarillas.

 

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La historia de Tsh es la de millones: sus padres migraron del campo de Boyacá a la capital y aquí nació su hijo, que ahora se compara con un peche para demostrar lo rolo que es. Bogotá es su casa, a veces un cenicero inhóspito, el territorio donde una vez, en medio de un viaje psicodélico, alucinó que el Transmilenio llenísimo en el que iba en plena hora pico era un barco de esclavos exangües con caras tristes; tuvo que bajarse del bus y recibir la lluvia en la cara para calmarse. Pero él ama Bogotá y, sobre todo, a sus cerros orientales. “Yo me voy el día en que esos cerros no estén. No me permitiría el dolor de haber visto la belleza, las montañas mojadas con luz, y no verla más. He llorado viendo las montañas, sobre todo cuando Gael estaba recién nacido y yo me levantaba a hacer café, miraba por la ventana y sentía toda la paternidad”.

 

Tsh Sudaca se fue de la casa de sus papás cuando tenía 17 años. No lo echaron, pero para entonces ya había aprendido que debía conseguir un trabajo para pagarse su carrera y ser independiente. Empezó lavando vasos en el restaurante Criterion. Propulsado por las propinas de dólares, euros y yenes que recibía, pagó su educación y, años más tarde, se graduó como administrador turístico y hotelero. A la vez, su buen trabajo en el restaurante dio frutos y ascendió rápidamente. Ha sido capitán de servicio, barista y bartender. Hoy trabaja como sommelier y se describe en su perfil de Instagram como un catador de beats y flows. Aventura posibles maridajes de licores y colores de rap: a un beat clásico lo acompañaría con whiskey; a un drumless, con bourbon; a uno más funky, con champaña.

 

Por mucho tiempo quiso mantener su trabajo diurno como una identidad separada, fuera del rap. Ya no más: hay espacio para ser papá, rapero y sommelier, probablemente en ese orden. Gracias a su trabajo en Criterion, Tsh conoció a Gabriel García Márquez y lo vio ocultarse tras una servilleta para jugar con su nieto. Vio la falta de honestidad de políticos que supuestamente eran rivales pero se reunían para tranzar y planear un asado para el fin de semana. Y probó delicias que ni imaginaba, como caviar sevruga del mar Caspio, jabalí o un jamón ibérico de cinco jotas. Esas experiencias lo formaron y ampliaron su perspectiva, lo hicieron mejor rapero. Y en cada trabajo que ha tenido el rap ha sido su salvoconducto, un permiso para salir temprano cuando es fecha de concierto. Además, es su quehacer como sommelier la fuente de la plata que necesita para hacer su rap a su manera, en las fechas que quiera, con la gente que elija, como su intuición lo dicte.

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Disperso desde que tiene memoria, lo único en lo que se puede concentrar por horas Tsh es en el rap y en la literatura, el origen de su curiosidad por el Islam, la psicodelia, los licores y Latinoamérica. De adolescente leyó sobre el Aconcagua, el bossa nova, las tardes de Buenos Aires y los ríos que fluían por la región. Sintió entre las páginas cómo palpitaba su identidad latinoamericana. Y a partir de sus lecturas y experiencias empezó a pensar en la palabra <<Sudaca>>. Luego se reconoció en ella y la abrazó como parte de su nombre, una bandera que ondea alto. Su eslogan es “Sudacas por el mundo”, un reconocimiento de la discriminación que sufrimos los latinos alrededor del globo y un llamado a subvertir la palabra para hacerla motivo de orgullo, algo propio. Propone mirar el mundo a los ojos, de tú a tú, desde ese reconocimiento.

 

Por eso, con la mirada extendida desde la Patagonia hasta Tijuana, se siente muy a gusto en las movidas de Creadores Criollos, de la Fundación Cartel Urbano. Para él, ser parte de este proyecto implica ser consecuente con lo que se vive, no rapear sobre jarabe para la tos si está en casa jugando con su hijo. Implica crear su música con adultos a los que admira y que están en la misma sintonía que él, como los productores y raperos invitados a participar en Bronce. Implica respetar tanto la labor de los beatmakers al saber que ninguna canción saldrá sin su aval: cualquier otra cosa sería una falta de respeto. E implica ser responsable: hace poco descartó una canción que iba para el disco porque se enteró de que el beatmaker —no dice el nombre— era un acosador de mujeres.

 

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Crear Bronce ha sido para Tsh Sudaca como aprender a hablar de nuevo. El símil es casi literal. Hace un tiempo sintió su voz arenosa y cansada y los exámenes médicos revelaron que sus cuerdas vocales estaban afectadas y fatigadas. Tuvo que descansar un rato largo y ser mucho más consciente del cuidado de su voz, algo que no tenía que hacer en sus 2o cuando hablaba sin parar —bien duro y a los berracazos como aprendió de su familia boyacense—, rapeaba en un escenario y luego se bajaba para participar en un cypher sin fin con sus colegas. De nuevo en el ring, ha aprendido a apreciar cada palabra que emite. Y piensa bien cada palabra antes de decirla. Eso es Bronce: una nueva forma de vivir, de pensar, de hablar.

 

Ya no le preocupa gustarles a los raperos, admite. Y aun así, Tsh afirma que Bronce será su disco más rapero: “En este momento entiendo tanto mi papel de ser hip hop que no me interesa hablar de hip hop. Creo que es algo que se proyecta de forma auténtica con la forma en que uno saluda y camina por la calle. Se reconoce y se percibe”. Siente las ansias de ir al estudio y se emociona cada vez que llega y escucha cómo retumba una pista. Este proceso le recuerda a cómo vivía el rap cuando era adolescente, pero ahora le suma la madurez de ser un tipo adulto y la flexibilidad que es parte de él hoy por hoy, con la que escucha y se deja guiar por los que saben, con la que superó una sequía creativa en la que no le salía ni medio ad-lib, con la que está aprendiendo a cantar para expresar lo que siente, con la que hizo un coro con auto-tune y una canción de funk.

 

 

“Me siento tranquilo y honesto conmigo mismo. Estoy haciendo lo que debo cuando debo. Estoy respetando mis orígenes, y sintiéndome a salvo manteniendo un sonido que me identifica. Estoy contento con mi vida, con un hogar lindo y una relación en pareja chimba, basada en el amor y el respeto, y un hijo maravilloso que me recuerda que la vida es una chimba. No se puede devolver el tiempo, pero puedo vivirla con él. Puedo volver a ver las estrellas y acordarme de cómo brillan, ese es el mejor trip del día a día”. Y remata la frase con una gran sonrisa.

 

Entonces vuelve a Gael, cuya voz abre uno de los temas de Bronce. Hace unos meses, el niño le preguntó a su padre sobre Dios, luego de escuchar una conversación de su abuela. Tsh le respondió que había distintas formas de verlo, pero que él también podía ser un Dios al crear algo con la plastilina con la que jugaba en ese momento. Luego prendió la grabadora de su celular, por si acaso, justo a tiempo para capturar la frase que vino tras la creación de plastilina, un momento que es su hijo, es su disco, es él. Gael contempló la creación en sus manos y lo miró. Entonces dijo: “Me convertí en un dios”.

 

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