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Un árbol genealógico de los postes

Desde los postes con sus anuncios de peluquerías o carnicerías, pasando por los brujeriles que prometen devolver al ser amado <<de rodillas y comiendo mierda>>, hasta los más rebeldes, llenos de tags. Esta es una propuesta que organiza en familias a los postes a partir de su comunicación vernácula. Este artículo hace parte del semillero de investigación Lenguajes urbanos de la UJTL.

Lina Sofía Zipaquirá

Las estrechas calles del territorio colombiano que a finales del siglo xix eran iluminadas con farolas, lámparas de aceite y gas, se han convertido actualmente en barras de concreto verticales, con un cuerpo que supera los 6 metros de altura y 2 de profundidad que los aferran a la tierra y las lombrices para ofrecer su concierto de color cuando ya la noche se avecina. En la parte más alta de cada poste, una suerte de cerebro interconectado envía impulsos eléctricos por toda la ciudad como si se tratara de un sistema de venas y sangre. En su zona baja el engrudo chorreado y seco, los estilos particulares de tipografía, el papel rasgado y la tinta envían varios tipos de mensaje. El poste como vehículo vernáculo de comunicación es un fenómeno de apropiación del espacio que se convierte en medio dispuesto por el rebusque de la cultura que lo rodea, pautando y contando historias. 

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Para 2017 había 900.000 postes de luz en Bogotá, una cantidad exageradísima de espacio para cubrir algunas necesidades comunicativas presentes en la ciudad. Es aquí, a partir de esta gran población de postes, donde doy vida a 4 diferentes narraciones de “historias familiares” en las que podemos agrupar los distintos fenómenos presentes en el alumbrado público bogotano. Las características propias de cada poste en este texto le dan vida a este medio feroz que tiene, sino tantos impactos como la televisión, sí una cantidad que se le acerca a la de las vallas.

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Como cada familia, particular y con sus especialidades, hay en los postes una de apellido Barrios que se caracteriza por ser intervenida con pintura y una caligrafía sin tanta técnica pero sí un estilo particular, propio de los muchachitos a los que la cuadra vio crecer jugando banquitas, curiosos y tremendos atletas, profesionales en el tin-tin corre-corre. Estos postes tienen estilo tipográfico serif y san serif hecho con un tipo plantilla que posibilita la reproducción. Sin embargo hay que reconocer también la presencia de caligrafías hechas a mano que adquieren de manera natural un trazo construido gracias a un ritmo, una presión, una inclinación y una velocidad constantes, así como una altura que permite una visibilidad para que estos signos se conviertan en todo un sistema de caligrafía propio de los barrios. Esta familia de postes se pinta con vinilo y tiene colores primarios llamativos, fáciles de conseguir en las papelerías más cercanas. Permiten diferenciar cual es la tienda que vende recargas y minutos, las peluquerías, las carnicerías o la panadería que ofrece tamales frescos todas las mañanas.

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Los integrantes de la familia de postes Barrios, al llegar la Navidad, se disfrazan de Papá Noel, de árbol navideño, de vela o muñeco de nieve. Son adornados con guirnaldas o cualquier material que permita que la cuadra en que se encuentra gane el concurso tradicional de decoración decembrina. 

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Los Barrios cuentan con primos cercanos bastante menos alegres. Son la familia de apellido Sevilla, que sirven por acá y por allá. A estos les preocupan las cuentas y las deudas de los demás, van ofreciendo soluciones de crédito para quienes están apretados hasta el cuello. De esta familia también provienen los anuncios de asesores jurídicos que prometen divorcios en menos de una hora, los de servicios de alquiler de lavadoras. Los Sevilla le buscan al perro o al gato, lo afilian a la eps y la pensión, incluso son políglotas y ofrecen cursos de inglés. Ayudan en la búsqueda de casa y apartamento. 

Para esta comunicación a través de la familia de postes Sevilla se usa un cartelismo simple y reproductivo. Avisos como estos no son fáciles de quitar pero sí se pegan en segundos con engrudo y soportan el agua y el sol. Uno termina tapando al otro y el otro al otro. Esta familia ha tenido un conflicto con su entorno, pues la campaña Bogotá limpia, organizada por la Secretaría de Ambiente y apoyada en la Ley 140 de 1994, el Decreto 959 de 2000 y el Decreto 506 de 2000, busca precisamente desmontar los espacios públicos de todo tipo de publicidad exterior. Medidas como éstas implican complicaciones para las empresas como Pepe Pegotero, dedicada a oficios como el cartelismo comercial.

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¿La contaminación visual que sin dudas crea este tipo de anuncios genera un oficio reprochable? ¿Existen salidas menos contaminantes medioambientalmente? ¿Cómo debería organizarse la comunicación entonces? ¿Debería desaparecer así la comunicación vernácula, toda una expresión cultural popular, gestada a partir de estas prácticas callejeras? ¿Es el problema la comunicación vernácula callejera o lo es la megaproducción propia de tiempos acelerados del capitalismo?

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Hay una familia de postes que es muchísimo más poderosa, mística y mágica: los Gregorio-Hernández. Ofrecen servicios como amarres de amor, rituales de prosperidad, encantamientos sexuales y hechizos de pareja. Estos andan anunciando las posibilidades de mundos que funcionan con el rezo. Es muy popular su linaje, deseable, reúnen grandes grupos con creencias fuertes. Su lenguaje es directo y la fe en sí mismos algo que no desean ocultar: <<Solo con el nombre y apellido del desdichado>>, <<Amarres del mismo sexo>>, <<Se lo devolvemos de rodillas y comiendo mierda>>. Prometen la fortuna, la suerte para sacar la pata del barro, la cura definitiva para enfermedades raras.

Estos afiches se elaboran, en gran medida, bajo una estética bicromática y de alto contraste. Echan mano de imágenes de santos o referencias a la santería. Transmiten de manera bastante clara el servicio que se ofrece. Integran textos descriptivos pero impera la fuente pesada con los servicios que es relevante comunicar. Por supuesto, datos de contacto y un llamado a la acción.

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Finalmente nos encontramos con la familia Salavarrieta, la más rebelde de las calles, la vernácula insurrecta. Estos postes sirven como lienzo para tags, bombas, frases contra el estado, calcas o esténciles. Son usados por artistas emergentes y otros más establecidos que desean estar presentes en el espacio público porque consideran que su mensaje es importante para la coyuntura nacional o internacional. Las herramientas como el aerosol son indispensables y las impresiones en vinilo adhesivo un caballo de batalla. En la familia Salavarrieta encontramos, como tatuajes, también dibujos a mano alzada que aunque a veces parecen torpes, conversan muy bien con las firmas que estos postes rebeldes permiten sobre sí mismos. 

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