El amor negro y diverso de Posá Suto
Una casa en el centro del país para que las personas de las periferias se sientan seguras y en familia: un espacio donde el Maricrófono y otras formas de arte y comunidad son herramientas para soltarlo todo. Este artículo hace parte del proyecto de exploración de músicas emergentes EME.
Colombia está lejos de ser un país más equitativo; y si lo fuera, no hay que perder de vista que aquí la diversidad abunda. Pese a que las problemáticas sociales para las comunidades están a la vuelta de la esquina, esta —la diversidad— se levanta, se junta y se fortalece para hacerles frente a las opresiones con las que nos han criado a lo largo de los años; siempre ha estado allí, cubierta por capas y capas de violencia sistemática y abandono estatal. Por esto ha sido urgente y necesario para esta casa llamada Posá Suto, que en lengua palenquera significa <<nuestra casa>>, ubicada en el centro de Bogotá pero cuyos intereses están anclados en regiones marginadas periféricas del país, construir sus propios espacios seguros donde fortalecer lazos y crear redes de apoyo: una casa para la juntanza y la colectividad que ya se extiende hacia Cali. Este colectivo, este hogar, tal como lo afirma Jess Castaño, quien junto a Verónica Cristancho son las cabezas de Posá Suto, nace para las maricas negres en la capital del país.
La importancia de la interseccionalidad cobra sentido a la hora de hablar de Posá Suto, puesto que no es suficiente solo pensar en una de sus realidades para comprender su panorama completo. No es difícil reconocer que en la capital el racismo es imperante y las fobias en relación con la comunidad LGBTIQ+ persisten fuertemente. ¿Qué sucede al pertenecer a la comunidad siendo una persona racializada que además tuvo que migrar?
Maik, un integrante del colectivo hace ocho meses, afirma que la realidad de las personas negras diversas en Bogotá es complicada, incluso al llevar aquí la mayoría de su vida, puesto que su migración fue desde la primaria y ya se prepara como abogado en la universidad. Estar lejos de los suyos, recibir los comentarios racistas y homofóbicos de profesores, amigos y novias, perder su acento y sentirse solo, son las experiencias con las que había tenido que crecer hasta llegar a los espacios de juntanza en el colectivo, donde con arte se expresa, así haya tenido un mal día. Allí, en esa casa, se siente tranquilo, feliz y con los suyos. En esto todes coinciden. Jess, quien vivió más de una década en la capital, cuenta que, incluso en su caso particular, la costeñidad pasó a ser un asunto privado, algo de puertas hacia dentro mientras hacia fuera intentaba, con insistencia, adaptarse a lo que concebía como el ser rolo, haciendo de lado su manera de hablar y de actuar. Y si bien, esto le ayudó a disminuir la discriminación y los comentarios negativos, le causó una división: actuaba como dos personas distintas.
El objetivo de Posá Suto es brindar seguridad y formación para las personas racializadas y diversas quienes, en medio del arte y la música, encuentran espacios en los cuales establecerse con gente a la que consideran como familia y con la cual pueden ser tan negre como se quiera y tan marica como sea posible, sin vivir la exotización con la que regularmente conviven en otros espacios.
Aunque pareciera que existe un eje móvil dentro de la ciudad que permite a las personas diversas tener lugares de esparcimiento, como los espacios dentro del reconocido circuito de “Chapigay”, el racismo aparece de forma rampante cuando se es racializado, pues el imaginario colectivo de la diversidad se ha visto reducido a hombres blancos gays. Así que cuando tienen sus costumbres, propias de sus territorios, las ideas de un espacio “abierto” y “amigable” desaparecen y dejan de verse como iguales. De esta manera, fue imperante a la hora de la creación de Posá Suto no sólo contemplar la posibilidad de ser un colectivo, sino también de contar con un espacio físico que les permitiera estar en él con tranquilidad, por el tiempo que fuera necesario, siendo elles sin tapujos.
Su espacio estrella, en el que convergen las experiencias de sus miembros, es el Maricrófono, allí, a través del arte, las personas tienen la posibilidad de contar sus historias. La importancia de éste como un espacio de sanación, dice Isamary, quien desde Nuquí llegó a Bogotá para estudiar, es que el arte, en la suma de todos sus saberes, es completamente negro: en Colombia muchas de las muestras culturales que hoy son representativas del país —a nivel nacional e internacional— lo demuestran, por ejemplo, bailes como el bambuco y el porro o géneros como la salsa y la champeta. Asimismo sucede en otros países con el jazz, el blues, el reggae, entre otros. La lista de sus aportes no se limitan a la música, el abanico cultural negro se abre sobre asuntos como la religión, con el vudú o la santería, o el arte tribal. Es cierto que Isamary, al explicármelo, no desconoce los aportes de las personas blancomestizas en los intercambios culturales, como en el desarrollo de la historia del rock o en el desarrollo de la gastronomía a nivel mundial gracias a los diversos viajes, pero no deja de tener en cuenta los sus privilegios de raza lograron gran visibilización y facilidades, no sólo en el campo artístico, sino en todo. Por ello reconoce la necesidad de empoderar aquellas cosas que le permitieron a la comunidad negra expresarse, como la capoeira en respuesta a la opresión de los esclavistas o las músicas que salen de lugares como San Basilio de Palenque y eventos que la conmemoran, como el Festival de los Tambores que evidencia la tradición caribeña o incluso hasta el Festival Petronio Álvarez. Isamary recalca que en la comunidad negra, incluso viviendo la discriminación, sin importar si sus espaldas estaban rotas o arrastraban cadenas, siempre existió una forma de sobrevivir a través del canto, de la música y el baile. De esta manera el Maricrófono reivindica sus libertades, además de ayudarles a encontrar actividades que realmente les gusta hacer y para las cuales no habían pensado que eran buenes y terminaron descubriendo a lo largo del camino.
Joan, conocida como LoMaasBello, una artista de Buenaventura que empieza a resonar dentro de las esferas de la música colombiana actual, también es parte del colectivo hace un año. Afirma que en el arte afrocolombiano no existe realmente una representación y que incluso se divide su arte bajo el concepto del folclor, lugar donde no habitan públicamente artistas que visibilicen la diversidad. Por esto, los espacios de los Maricrófonos cobran tanto valor, porque allí se dejan de ver con tanta insistencia a personas blancomestizas cisheteronormativas y es posible verse representade en otres… ahí es donde existe realmente la sanación. La industria musical para las personas racializadas y diversas parece existir apenas en un nicho, no hay siquiera en el consumo masivo un artiste negre que hable desde la disidencia, afirma Joan, y de serlo así, reducen la diversidad completa a los hombres blancomestizos que se enuncian desde lo gay. Esta enunciación de lo diverso también ha aportado a que las violencias hacia otras letras de la comunidad sean invisibilizadas, dice Joan, puesto que sólo muestran una cara, reduciendo incluso la fobia a lo homofóbico, aun cuando esta juzga con quién te relacionas, pero la transfobia, por ejemplo, afecta directamente a quien eres y cómo vives, y este espectro de violencia se cubre bajo el concepto de comunidad gay.
Los Maricrófonos, al igual que todo el trabajo del colectivo Posá Suto, que también está dirigido a escuelas de formación en salud sexual y reproductiva, el reconocimiento y empoderamiento con niñes y adolescentes, está completamente afrocentrado, prima allí la importancia de la representación, lugar que muchas veces ha sido desbancado por el enaltecimiento de lo blancomestizo, incluso cuando los conocimientos o expresiones vengan de comunidades afro. La apropiación cultural, así pues, también se convierte en un tema de discusión importante dentro de este trabajo.
Andrés, uno de los miembros del colectivo establecido en Cali, comenta que incluso, pese a la alta población afro que allí vive, lo blancomestizo sigue predominando, de esta manera sus expresiones, sus músicas, trenzas y demás, siempre han sido mejor vistas en ellos que en la comunidad, de modo que no sólo se trata de una apropiación de lo que es de la gente negra, sino que además no dan crédito por ello y se lucran con estas representaciones, aún así discriminando bajo argumentaciones flojas que no problematizan la realidad del país, del tipo “la música es de todos, porque Colombia somos todos”. Si así fuera, ¿qué parte de la opresión comparten de las expresiones musicales de las personas realmente oprimidas?
El Maricrófono es el espacio de mayor construcción de comunidad porque en él se respeta el arte realizado sin discriminar a sus creadores, dice Jess, además claro de ser un lugar sin molde, un principio fundamental de la expresión porque a este punto elles tampoco quieren ser encajades. Esta libertad de creación les ha permitido descubrir sus voces, salidas de las entrañas. Muchos descubren su talento y vocación musical, tal como lo hizo Jess, quien ahora empieza a escribir rap en las mediaciones de su participación, con los suyos y sus expresiones. Isamary comenta, de manera contundente, que no es posible la apreciación real de las músicas de la diáspora por las personas blancomestizas cuando esta, la diáspora, aún es marginada por esta cultura del enaltecimiento a costa de la apropiación.
Joan, por su parte, pone en tela de juicio la enunciación desde donde se expresan las agrupaciones. Sucede algo bandas como Aterciopelados, que aunque toman expresiones de otras músicas que no corresponden a su haber rolo, no se consideran representativas de estas, sino que generan distancia respetando a las comunidades que las gestan, presentándose aún bajo el concepto del rock y el pop, cosa que no sucede en el espectro del hip hop, por ejemplo, donde se siguen apropiando de términos como nigga o de la palabra negro como un asunto peyorativo y que se sigue normalizando por ser expresiones “coloquiales” dentro del género, desconociendo su contexto anterior. Otro ejemplo se da en la cumbia, que a lo largo de los años ha tomado más fuerza en la capital, llegando a ser hecha por agrupaciones completamente blancomestizas con reconocimiento a nivel mundial.
Este desconocimiento de la discriminación racial se extrapola no solo a las esferas del arte, sino también a las problemáticas sociales, como los asesinatos que se presentan dentro de las comunidades (Llano Verde, Cartagena, Puerto Tejada y más) y por los que si bien se levanta la comunidad que se ha visto directamente afectada, no lo hace con contundencia el resto del país, quienes increpan a la autoridad de manera fuerte por las personas blancomestizas asesinadas; ninguna muerte es menos importante, afirman, la furia debería arder por todes.
Esta juntanza, que se ha fortalecido entre cantos y poesía, ha tenido que migrar temporalmente al ámbito virtual, como muchas iniciativas del mundo: una casa digital para todes sus integrantes en la que realmente se aboga por la seguridad de quienes la habitan, algo que no sucede incluso frente a los ojos de las entidades distritales, que revictimizan y segregan sus existencias bajo los términos de minorías, teniendo en cuenta que no lo son y que han aportado a la cultura y el desarrollo por siglos, o inclusividad, en un país que han habitado siempre. Estos términos solo evaden el problema, le tira un vaso de agua a un incendio magnánimo, ignorando una real implementación de políticas que mejore realmente su calidad de vida y ayudando desde dentro: mejorando su representación en puestos oficiales, brindándoles garantías en mejores servicios básicos para todes. Realizar actividades que pretendan incluirlos sin atacar la problemática racial desde la raíz solo muestra una visión desentendida de sus verdaderas necesidades como habitantes del país.
El trabajo que se viene para Posá Suto hacia el futuro es largo, pero seguro resultará grandioso si logran extenderse por más ciudades para brindarles a les niñes negres y diverses la posibilidad de existir sin miedo y en compañía, ofrecerles enseñanzas de personas como elles, quienes les amen y les brinden herramientas desde la música, el arte y la compasión. Como dijo Jess: No somos menos negres por ser maricas, ni menos maricas por ser negres, seguramente tenemos el doble de la valentía por vivir en una sociedad que doblemente nos quiere matar.
Y para cerrar este artículo, quiero dejar un texto sobre el significado de la experiencia de llegar a un lugar en el que con libertad se puede ser.
Carta de Maik Caicedo
He estado en el vaivén de la vida, en un mundo que no fue hecho para mí. La piel oscura, el cabello crespo, la fuerza de más, la voz fuerte y el acento que he perdido me hacen diferente y, al parecer, malo. Nací y viví muy poco en mi ciudad natal; a causa de la violencia, la inseguridad y un padre abogado, debimos dejarla atrás. Dejé toda mi vida, a mis abuelos, a mis primos y a mis ancestros. Dejé una historia que jamás pensé que tendría que ocultar o reprimir.
¿Qué hace un negro en Bogotá, por qué no pudo ser un lugar más cercano?, me pregunté desde el primer día de clase en la primaria y me lo sigo preguntando hoy, ya en la universidad. Me acostumbré a ser el único negro en los espacios que compartía. Se sentía raro estar solo. Me sentí inseguro. Sentí que no encajaba, que no podía decir nada, que era invisible aunque evidentemente estaba a la vista de todos por el color de mi piel.
Siempre fui un chico solitario. Toda la discriminación y el bullying que recibí en el colegio lo viví, asumí y enfrenté solo, preguntándome por qué eran así conmigo, si yo era juicioso, les ayudaba en las cosas que no entendían e intentaba ser cordial. Qué impotencia… incluso cuando quería reclamar algo, se desquitaban con comentarios hacia mi color de piel. No sabía cómo defenderme de sus absurdas críticas; y ni hablar de mi aspecto masculino. Me identifiqué con esta frase de Andrew: Soy muy fuerte para jugar con las chicas y muy débil para jugar con los niños. Esta fue una de las razones que me llevó a distanciarme de todos. De esta manera, fui sintiendo que no encajaría en ningún espacio. Mis novias, todas blancomestizas (porque, como dicen, “negro con negro no pega”) me tiraban frases que con dificultad me acostumbré a escuchar: “nunca he salido con alguien negro, eres el primero”. Por mi sexo femenino y mi género masculino tuve que escuchar otras, como: “para ser negro eres muy pichicorto”. Al responderles “oye, ese comentario es muy racista”, obtenía por respuesta que todo lo exageraba o que no lo tomara literal. ¿Cómo más debía tomarlo?
Para mí y para muches de nosotres, son importantes los espacios como Posá Suto, lugares de autoconocimiento, de amor y formación, porque es genial sentirse en familia, admirado por lo que para los demás eres odiado. Aquí pude conocer negros y negras divines que te dejan loco con su inteligencia y amor propio, que a pesar de haber vivido cosas inconmensurablemente malas por tener cuerpas negras, y llegando hasta aquí ya sin fuerzas ni aliento, se recargaron y reconfortaron con los suyos, porque entendieron que no están solos. Lo han hecho de la mejor manera: desde el arte, la música, la poesía y, principalmente, el amor negro.
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*Contenido realizado en el marco de la convocatoria Comparte lo que somos que realizó Mincultura debido al Covid-19.