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Foto por: Roberto Trejo

“Existen otras formas de vivir la cultura mexicana”: La Bruja de Texcoco

En la búsqueda constante de su identidad, ésta chilanga se ha construido a partir de retazos agarrados de las distintas tradiciones y culturas mexicanas. Hablamos con ella sobre su música, el machismo y esa búsqueda identitaria.

Nicolás Gómez Ospina // @ngospina14

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Octavio Mendoza Anario nació en el caótico centro de la Ciudad de México hace 32 años. Desde que tiene 9 años ha estado inmersa en el mundo musical. A esa edad su madre la inscribió a una orquesta juvenil donde aprendió a tocar El Himno de la Alegría en una viola que desde ese momento se convertiría en su mejor amiga en el trasegar creativo.

Nacida en un país donde, cuenta, la producción artística está al alcance de unos pocos –por lo que quienes quieran dedicarse a ésta muchas veces se ven obligados a estudiar una carrera “rentable” – Octavio (quien estudió Física, aunque no terminó la carrera) trabajó por varios años enseñando música, física y matemáticas a niños y adultos mayores para poder grabar su primer álbum. Hoy en día vive de ese sueño que persiguió por tantos años y que ha aprovechado para explorar asuntos como la identidad o el género.

La Bruja de Texcoco, como se conoce artísticamente, nació una noche de fiesta en dicho pueblo del Estado de México. Cuando llegó allí para tocar, un chamán se le acercó para decirle que la estaba esperando desde hace tiempo, que ella era una de sus brujas y que su poder era la música. Luego de un ritual misterioso que se confunde con recuerdos de borrachera, Octavio y su viola salieron diferentes, acompañados de una feminidad que condensa las diferentes culturas mexicanas en un solo cuerpo.

Desde entonces ha trabajado por la aceptación de su cuerpo e imagen, por hacer que la violencia hacia las mujeres trans no sea la primera plana, sino sus procesos creativos y su independencia. Su principal objetivo ha sido crear espacios libres de violencia donde fuera que vaya, sea una cantina o el Vive Latino, donde dio su último concierto antes de la pandemia.

La Bruja de Texcoco bebe de toda la música mexicana, desde los huapangos de la huasteca potosina hasta los sones jarochos veracruzanos, para crear una atmósfera única donde su voz aterciopelada se mezcla con un dejo de despecho y vulnerabilidad. Una vulnerabilidad que ella abraza con la máscara del maquillaje para dejar fluir su esencia con libertad.

Hace pocos días La Bruja lanzó Chení, el primer sencillo de su segundo álbum y un tema donde el miedo al cambio y al fracaso es el precio a pagar para seguir caminando. Hablamos con ella sobre su música, el machismo y la identidad mexicana.

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¿Cómo es su proceso de composición en el día a día?

Para empezar a componer ha sido un proceso muy distinto, es un proceso creativo que no es de la noche a la mañana. A lo mejor voy en el camión o en la calle, se me ocurre una idea y trato de plasmarla apoyándome en los textos y letras de la música tradicional mexicana que son en décimas o en verso. Tomo una idea de algo que me esté sucediendo y me haga vibrar. Lo escribo y voy procesando el texto y ya después viene la parte musical que es más fluida. Trato de darle musicalidad a ese texto y aunque hay veces que no sale por meses, llega un momento en el que lo logro, encuentro el ritmo que acompaña ese texto y a partir de allí empiezo con los arreglos, qué instrumentación y los detalles que llegan después. No es algo forzado, tengo muchas cosas escritas entonces cada canción que hago llega en su momento y no es forzado.

 

¿Cómo ha sido su acercamiento a la música mexicana y su tradición?

Fíjate que toda mi formación musical había sido como instrumentista, enfocado a estar en una orquesta y desde que me empecé a dedicar a la música mexicana siempre había sido parte de un grupo de mariachis o jarocho. Siempre estuve en lo de ser interprete. Siempre toqué la música que me ponían, fuera clásica o mexicana por muy distintas que sean. La música clásica se puede leer en una partitura y existe una técnica predeterminada, entonces tú puedes fluir así, pero hay otra parte que es la música mexicana y que no se aprende en una escuela. Se aprende viajando, conociendo a las comunidades, a los verdaderos músicos tradicionales y a la gente que interpreta esas músicas, entonces fue así como fui culminando mi formación.

“La Bruja trata de enfocarse en estas costumbres, ella es chilanga, ella no es de provincia y como chilanga está siempre en busca de esa identidad que  de una u otra manera es necesaria para el desarrollo humano, el sentirse identificado con un grupo de personas”.

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Foto por: Cecilia Villaverde

Entiendo que su vestimenta está compuesta por pequeñas piezas de diferentes lugares de México…

Sí, la parte visual es muy importante para mí. Sobre todo, ésta transición hacia la feminidad se ha enfocado en mostrarme a partir de la indumentaria femenina mexicana. He ido investigando y conociendo a feminidades que también son parte de este sentir: las muxes de Juchitán de Zaragoza, las maringuias de Michoacán, hay muchas feminidades que son parte de la tradición acá en México, entonces esa es un poco mi línea. Yo nací en la Ciudad de México y como sabrás, así como es de grande, es muy individualista. La gente siempre está pensando en sus cosas, en trabajar, en correr, en vivir siempre al límite sus días.

Por esto, gran parte de la historia de la Ciudad de México va de la mano con este proceso de migración interna, muchas de las familias que habitan en la ciudad tienen una línea directa muy marcada con la provincia, a lo mejor sus abuelos o sus papás viajaron a la ciudad para tener este tipo de nueva vida, de una oportunidad. En ese viaje se pierde la identidad, la CDMX es grande pero no tiene como tal una identidad tan marcada como la de los estados, ¿me entiendes? Los estados tienen sus festividades y costumbres muy marcadas.

La Bruja trata de enfocarse en estas costumbres, ella es chilanga, ella no es de provincia y como chilanga está siempre en busca de esa identidad que de una u otra manera es necesaria para el desarrollo humano, el sentirse identificado con un grupo de personas. Al final La Bruja también construye a partir de esas etiquetas porque muchas personas creen que La Bruja es muxe o de Michoacán o creen que es de Texcoco, ella en verdad es mexicana y como eso utiliza varias culturas que son parte de ella. Ella utiliza todas las etiquetas, pero a la vez ninguna, tiene un sello muy propio, sobre todo en la música.

¿Qué género musical prefiere interpretar?

No te puedo decir que a lo mejor interpreta huapango, sones jarochos, ella [La Bruja] tiene ese bagaje de inspirarse en las músicas tradicionales para ella hacer su propia música. Por ejemplo, Té de Malvón, que es un huapango inspirado en la música de la Huasteca y podría clasificarse allí, pero a mí no me gusta etiquetar a mi música, aunque sí tiene mucho sentido mexicano y sobre todo huasteco, pero va más allá. La Bruja no tiene ese sentido de etiquetas.

“La cultura tradicional mexicana no permite fluir libremente. Está muy presente el hecho de que, como mexicano, tienes que ser el hombre charro, conquistando mujeres ¿sabes? Existen otras formas de vivir la cultura mexicana y una de esas formas es la que yo quiero interpretar”.

 

En el video de Suite Aquelarre hay muchas máscaras y mucha simbología cercana a lo oculto y a lo secreto, algo que parece estar muy presente en su trabajo. Hablemos un poco de esto.

Las máscaras son un elemento muy importante, sobre todo porque al igual que mi maquillaje, me gusta mucho sobrecargarlo porque es como usar una máscara. El hecho de salir a cantar con una máscara me convierte completamente, cambia mi intención y dimensión. Ocultar el rostro y mostrar otro te da una fuerza diferente. Es una onda mágica el usar máscara, de eso va mucho mi idea.

De eso va mucho el proyecto también, el ponerme en el papel de La Bruja, el maquillaje, los peinados me empoderan muy cabrón. La feminidad tiene esa esencia de poder, de poderlo todo. Una feminidad muy mística y poderosa, para mí ponerse una máscara o un maquillaje es mostrar tu verdadera esencia, lo que puedes hacer. Esto relacionado con la idea de que hay ciertos espacios donde puedes ponerte una máscara. En México, durante la Semana Santa se cree que, durante los tres días en que Jesús está muerto antes de resucitar, tú puedes hacer lo que quieras, todo está permitido entonces en las tradiciones mexicanas los hombres o se ponen mascaras o se trasvisten. Es como lo más fuerte que podría hacer alguien, buscar una doble cara, un alterego siempre ha estado presente en el ser humano como tal.

Es interesante ver cómo el machismo ha estado tan presente en la construcción de la identidad nacional mexicana desde su música hasta sus costumbres y cómo el fomento de esa identidad nacional ha sido una excusa para perpetuar las lógicas machistas. ¿Qué piensas de esa relación tan cercana de machismo y música tradicional mexicana?

La cultura mexicana está muy marcada por el machismo, totalmente. El propio mexicano es machista por educación, te lo hablo desde mi experiencia como persona mexicana pero también podría hablarse igual de otros países del mundo entero. Es cierto que mi agenda política está muy marcada, soy una persona en un proceso de transición, también soy una persona que se considera no binaria porque utilizo varios elementos de mi forma de ser y pensar. No me considero hombre, soy una feminidad que en medio de la complejidad puede fluir a partir de mis vivencias y de no encasillarme específicamente en algo.

La cultura tradicional mexicana no permite fluir libremente. Está muy presente el hecho de que, como mexicano, tienes que ser el hombre charro, conquistando mujeres ¿sabes? Existen otras formas de vivir la cultura mexicana y una de esas formas es la que yo quiero interpretar. El sentirme cómoda usando un huipil, peinándome como mujer, el explorarme como mujer es lo que le da sentido a todo este proceso y sobretodo que no es como algo que yo quisiera imponer porque al final vengo de una educación, de un proceso muy violento.

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Foto por: Cecilia Valverde

Empezando porque los niños heterosexuales cis que solo se preocupan por jugar y los niños como yo se tenían que preocupar que no se les notará la feminidad, lo 'marica'. Eso marca mucho a una persona, su manera de vivir y eso te lo llevas hasta el final. Hay muchas experiencias muy tristes con hermanas trans que no son valoradas y aceptadas por el simple hecho de pensar y ser diferente. Me siento con esta forma de visualizarme porque es algo también muy íntimo y personal. De repente algo que yo hacía a escondidas de la gente, que era usar ropa de mujer, huipiles y demás, se convirtió en algo público. Fue muy difícil porque muchas personas reaccionan de manera violenta, pero tiene mucho sentido el poderme mostrar para que otras personas se muestren como son.

Todas las fotos son cortesía del artista.

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