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De La fría a La eterna primavera: Beek y Pac Dunga hablan sobre los orígenes del grafiti en Colombia

“Me di cuenta de que el grafiti es una institución en sí misma y que no debería caer (como lo hizo) en manos de entes del Estado, mercaderes o comerciantes, para seguir alimentando sus ansias de control de la gente (…) hoy hacer grafiti es por sí mismo un acto político, que está en esencia a favor de los que no tienen voz”.

Juan David Quintero*

De que sirve el talento si usted no lo duplica.
De que sirve el talento si usted no lo multiplica.

Realidad Mental.

 

Bogotá y Medellín son dos ciudades que se caracterizan por tener dos formas distintas de desarrollo cultural en los campos social y de las artes. Cada una construyó su ruta bajo parámetros locales e individuales, contextos políticos y de orden público bastante diferentes, cobijados por una problemática global que fue el narcotráfico y la creación de grupos de autodefensas como las Convivir, a finales de los ochenta y principios del noventa, donde Medellín fue el epicentro de la escena, desencadenando una serie de herencias siniestras que hasta el momento se ven reflejadas en el territorio colombiano como una marca indeleble.

Cada una de estas ciudades tiene un sinfín de historias que contar desde muchos campos, por lo cual Beek (Bogotá) y Pac Dunga (Medellín) nos cuentan en esta entrevista doble, que se irá desarrollando través de este artículo, cómo durante 20 años se han encargado de recorrer las calles, pintar, compartir su conocimiento, resistir y sobrevivir ante décadas de guerra, muerte y censura. Las calles se han convertido en ese mensajero no oficial y que molesta a tantos al momento de reaccionar.

Las letras y palabras siempre las hemos entendido y visto como un medio de comunicación y composición que se activa por medio de sonidos y símbolos. Muchas veces nos hacemos los que no entendemos la letra chiquita de nuestro contexto histórico, pero implícitamente conocemos su significado. El arte las ha utilizado como herramienta desde diferentes campos, como un medio para difundir, responder, marcar, dejar memoria, comentar, entre otros ejercicios. Un ejemplo lo vemos en la obra del maestro Antonio Caro (Bogota, 1950), pionero del arte conceptual en el país con su obra Colombia (1976), escrita con las letras del diseño de la Coca Cola Company, donde claramente se trabaja desde la crítica a esta multinacional.

El artista Carlos Uribe (Medellín, 1964) con su obra Vende Patria (2009) hace un homenaje al maestro Adolfo Bernal (Medellín, 1954), nos muestra un claro ejemplo del trabajo realizado como crítica conceptual y social, enfocado en el trabajo de Bernal, caracterizado por apelar al uso de la palabra y la tipografía para evocar imágenes mentales.

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Estos ejemplos nos ponen en un plano histórico, crítico, social y político; en otras palabras, nos muestran un trabajo realizado con la palabra en un formato que va dirigido al sujeto directamente, a la calle, esa plataforma con la que todos interactuamos, la que trasciende más allá de las galerías y recintos validadores del arte contemporáneo. Estos ejercicios artísticos que no están relacionados con el grafiti directamente o el arte urbano, sirven de referente en la construcción histórica de materiales, elementos alfabéticos o trabajo con carteles donde predomina el mensaje.

 

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Pac Dunga vive en los empinados barrios de la ciudad de Medellín. Practicante y promotor del hip hop desde finales de los años 80, se inicia, como él explica, “cuando cursaba el grado séptimo de bachillerato. Practicaba poppin, la pasaba dibujando letras y pintando prendas con gráficos hopers, cargaba muchos marcadores con los que realizaba en estilo de letra burbuja diferentes palabras sobre la parte plana de los postes y en cabinas telefónicas; pero fue en 1989 cuando pinté en la calle las primeras letras con aerosol, escribí la palabra Break en un muro al frente de mi casa.  Por ese tiempo ya hacía seguimiento a todo lo que veía relacionado con el grafiti y el hip hop, tanto en películas, revistas, fotografías y carátulas de discos, incluso ya compartía con algunos amigos del barrio espacios para practicar breakin y bocetar grafitis”.

Medellín, con sus Bienales de Coltejer (1968, 1970, 1972), logra consolidarse, en los años siguientes, con los eventos de mayor relevancia en el ámbito cultural nacional y regional. Época que elevó la producción artística desde el campo académico en espacios culturales y educativos. Referente al contexto social, se incrementó la violencia en la ciudad, se consolidaron los combos y grupos armados barriales, quienes se enfrentaron en disputas por los territorios. “En mi barrio”, dice Pac Dunga, “incluso había toques de queda. Considero que esta situación alejó a muchos hopers de la escena, varios chicos pertenecientes al movimiento perdieron la vida por diferentes situaciones contextuales de la violencia en la ciudad, también se incrementaron las dificultades en los sectores populares. En el escenario del hip hop, muchos empezaron a gustar del gangsta rap, recuerdo que se generaron algunos conflictos entre este gremio de raperos con los b boys y writers, se presentaron rencillas que rivalizaron un poco la escena por ese tiempo. No se puede negar que durante algunos periodos de los años 90, la violencia se nos volvió costumbre en Medellín”. Lugares como la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, fueron claves para el surgimiento de writers y breakers.  

Toda historia tiene un origen y en la ciudad de la eterna primavera el grafiti tiene sus inicios, en palabras de Alejandro Villada, más conocido como Pac Dunga, artistas como Heber, Ricky, Duke, Fast, Speed y Mono Rock. “Ellos fueron writers de esa primera ola con un estilo hoper. Seguro hubo muchos más, pero existe poca documentación sobre los actores de esta primera generación, por lo tanto, me remito a lo que pude vivenciar siendo casi un niño. Siento que esta generación pudo estar vigente mucho más tiempo en la escena del hip hop, hasta el momento tengo referencia de Fast como un pionero que se desempeñó en varios elementos, aún con participación en diversos encuentros. Aprovecho para destacar a b boy Julio, quien también perteneció a esta generación de los 80 y aún tiene vigencia con Atomikos Crew. Esta generación de los 80 fue muy importante por su talento y esencia, tengo referencias sobre algunos de ellos quienes se han dedicado a la fotografía, el diseño gráfico, las artes plásticas y el muralismo. Por mi parte, valoro y siento mucho respeto por la siembra que dejaron estos pioneros”.  

pac_dunga_y_el_duke_al_fondo_replica_del_robot_del_graffiti_de_exvandals._fotografia_archivo_personal_de_alejandro_villada_pac_dunga_1991_.jpgPac Dunga y el Duke. Al fondo, réplica del Robot del grafiti de EXVANDALS. Fotografía archivo personal de Alejandro Villada Pac Dunga 1991.

 

“Comenzando los 90, un puñado de b boys y writers, como Split, Titino, Tin, Fist, Frog, Brick J, Mono Rock, Duke y yo continuamos aportando a la escena del grafiti”, cuenta Pac Dunga. “Estampamos nuestros barrios con un gran número de buenas piezas y el mobiliario urbano de la ciudad se llenó de tags. Esta generación fue muy importante, pues fue la concreción de una tendencia que a pesar de los altibajos nunca más desapareció. Luego, a mediados de los 90, se sumaron otros como Pick, Pepe, Zizco, Yeyo y se fortalecieron varias crews como Los Bélicos, Los Atomikos, Los Caóticos entre otras, con b boys y writers que reimpulsaron la escena del hip hop, incluso con master pieces que pusieron en los medios a estos artistas para participar también en programas, notas periodísticas y eventos de ciudad. Considero que toda esta generación, entre mediados de los 80 y mediados de los 90, son los pioneros del grafiti en Medellín.”

pgraffiti_elegant_por_pac_dunga_y_pick_1997_fotografia_archivo_personal_alejandro_villada_pac_dunga_.jpgGrafiti Elegant por Pac Dunga y Pick, 1997. Fotografía archivo Personal Alejandro Villada.

 

Por otro lado, un adolescente que empieza su escuela a finales de los 90 con Ros crew, donde existían pocos parches para salir a pintar como Punto Exe (fundado por WAPZ y ARK y al que después se unieron Hueso Sólido y SAGA), TAB 29, Team 45, GP Clan, Ink Crew o Most Cru, encuentra en una ciudad fría y gris la rebeldía. “La mejor década del rap, skate, hardcore, Nu-Metal”, cuenta David Álvarez, A.K.A. Beek, “donde aprendí a usar el aerosol y salir a taggear con estilo, a pararse duro en la calle y a darse a conocer pegando bombas por todas partes, quemando con quicks ilegales y piezas de cromos y colores”.  

(Lea también, para entrar en contexto: 'Hueso Sólido: del origen del writing en Bogotá al re-sentido del grafiti')

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"En la puta casa”. ROS CREW. Calle 13 con Avenida Boyacá. 1998. Archivo fotográfico personal de Beek.

 

Esta atmósfera ofreció un campo para iniciar una segunda etapa del grafiti en la capital del país, que sin duda alguna tenía sus raíces en el hip hop; la primera la podemos rastrear, como nos cuenta Andrés López en su texto titulado Las raíces de grafiti bogotano. <<El día que Belisario Betancur invitó a los colombianos para que pintaran palomas por la paz, en 1984, un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional atendió el llamado del entonces presidente. Pero Luis “Keshava” Liévano, en vez de ponerse a pintar palomas, salió a dejar un mensaje contundente con su aerosol: “No más paloMAS”, aludiendo al grupo paramilitar Muerte a Secuestradores, que defendía a los narcos de los grupos guerrilleros. “No queríamos que nos jodieran con toda esa carreta de las palomas”, comenta Keshava. Para él, este fue el momento fundacional del boom del grafiti ochentero>>. Si bien lo recalca Álvarez, sus primeras pinturas en los muros que vio fueron en “la concordia y de la carrera quinta, fueron hechos por grupos pioneros del hip hop en la ciudad. Uno de los pioneros de la escritura de grafiti en Bogotá fue alguien que firmaba Magic por toda la ciudad, después empecé a ver los throw ups  de CTO Cru, un grupo de rap de Bogotá, y las piezas, cromos y throw ups con mucho estilo de ESHO 527 R.I.P y la ETNNIA, los primeros esténciles en los muros y en el piso que se vieron fueron los del logo de Estilo Bajo y de la marca de ropa La Familia Ayara”.

La Avenida Caracas, ese orgullo capitalino atestado de buses coloridos y una nube de humo negro, recorría de sur a norte la ciudad, conectando con varios de los sectores más congestionados de la ciudad, fue uno de los muchos recorridos de la ciudad por donde se podía ver el mensaje de los escritores de grafiti capitalinos. Para la época lo político, como lo dice Beek, “nunca fue de mi interés, creo que fui generando una conciencia a medida que fui creciendo y sobre todo cuando empecé a trabajar con comunidades rurales en Colombia, fue allí cuando me di cuenta de que ser político va más allá de un estado que nos dirija, sino más bien en la capacidad de las personas a organizarse, autoregularse a crecer como comunidad. Fui parte del proceso de consolidación de la primera Mesa de Grafiti en Bogotá, cuando apenas se estaba pensando en una regulación de este. Al final me hice a un lado y me di cuenta que el grafiti es una institución en sí misma y que no debería caer (como lo hizo) en manos de entes del Estado, mercaderes o comerciantes, para seguir alimentando sus ansias de control de la gente. Pienso que hoy hacer grafiti es por sí mismo un acto político, que está en esencia a favor de los que no tienen voz. Algunas veces pinté murales con temas críticos o políticos, sin embargo siempre pensé que al llevar a la gente mediante la pintura y los colores, los personajes, un mensaje de positivismo y de disfrute, generaría una reflexión sobre la calle, sobre de la ciudad, sobre su espacio, sobre su vida misma.” Esto lo podemos comenzar a entender y ver en las calles, con los ciudadanos de a pie y los mismos artistas que comienzan a somatizar un proceso que cada día se vuelve más necesari para entender este país desde su creación y construcción política. 

(Acá puede leer el artículo 'Las raíces del grafiti bogotano')

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Graffiti Político vs ROW CREW. Bogotá. Quick piece "ROS Soldiers". Chapinero. Carrera 7. 1999. Archivo fotográfico de Beek.

 

El grafiti para los años 80 en Colombia se permeó de un carácter político, con consignas en los espacios públicos, educativos, veredas, por parte de organizaciones como ELN, FARC, MOIR y M-19, pero también realizado por estudiantes, antifascistas, colectivos de contracultura, y en el caso del barrio Castilla en la ciudad de Medellín, por el movimiento punk, que se venía desarrollando en medio de una guerra cruzada. Con el tiempo se retoma por las AUC, disidencias de las FARC y AGC para intimidar a líderes sociales, campesinos, comerciantes y dejar huella de sus masacres en lugares como El salado, en el 2000.

El nuevo siglo trajo consigo el surgimiento de nuevos writers, pero también aparecieron otras formas gráficas y técnicas, desafortunadamente para el grafiti se vivió una transformación que desencadenó una preferencia de la sociedad por el muralismo, lo cual hace que una gran mayoría de los artistas urbanos en la actualidad, se inclinen por el street art, el mural y la ilustración.Este primer momento de análisis con Beek y Pac Dunga nos muestran un contexto que se ha ido construyendo desde una historia oral tanto en Medellín como en Bogotá, descrita por los actores que han estado siempre en las calles pintando y que, sin duda alguna, amerita escribir de una forma más completa y rigurosa. El grafiti, dada su esencia efímera, necesita dejar memoria en el papel para tener muy presente esa formación histórica que merece. Ahora más que nunca, se hace necesario incentivar a los actores a que cuenten su historia. La experiencia que consiguieron estos dos artistas durante más de 20 años, los llevó a reflexionar política e iconográficamente temas relacionados con las culturas afrocolombianas, los elementos estéticos del hip hop, la educación y la pedagogía, y a transmitir su conocimiento con la humildad, el respeto y la generosidad.

Para Beek el origen de su formación y la consolidación de su estilo se dan como “una fortuna de poder acceder a una educación superior. Fui de las primeras personas de mi familia en obtener un título profesional, gracias a esto y a mi curiosidad por la creación, y también al ingenio humano, pude entender el grafiti como una disciplina y un oficio, como una artesanía, como una profesión al final y eso me ayudó a ser más riguroso y estricto conmigo mismo en la creación de mis piezas, a mejorar mi estilo y a tratar de innovar en las propuestas que plasmaba en la calle. También como un fanático del grafiti, siempre he estudiado y seguido el trabajo de muchos otros artistas (no solo grafiteros) los cuales me han servido de inspiración, siempre tratando de construir mi propio lenguaje visual. Con una vocación empírica por la gráfica, y la suerte de poder trabajar con una de las primeras y pocas organizaciones serias de hip hop de Bogotá, pude aprender y desaprender gracias a mis compañeros de trabajo, a la gente y a los jóvenes con los que trabajé en las comunidades rurales y alejadas, compartiendo y aportando desde mi conocimiento en el arte y mi formación académica como diseñador, y aprendiendo de las maravillosas experiencias que la vida me daba al poder conocer las realidades de  mi país”.

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Niños de la comunidad de Punta Soldado, Buenaventura. Valle del Cauca. 2015. Archivo fotográfico de Beek.

 

Por otro lado, Pac Dunga nos contextualiza acerca de su experiencia desde los procesos que ha tenido con Crew Peligrosos y 4ESkuela desde 2009. “Mis conocimientos en artes visuales”, dice Pac Dunga, “pedagogía y formulación de proyectos convergen en este lugar con mi pasión por el hip hop. Mi labor desde mis inicios en este movimiento se ha centrado en trazar lazos de hermandad, compartir conocimientos y ayudar a otros a crecer, así mismo uno también aprende y crecemos todos de manera cooperativa. Desde la parte pedagógica comparto mis clases invitando a potenciar la creatividad, las técnicas artísticas y a valorar la esencia del grafiti con un respeto por la vida en comunidad y a la incorporación en las personas de una actitud de superación autónoma, donde cada estudiante aprenda a redescubrirse y a ser disciplinado con su proceso de aprendizaje y con sus producciones artísticas”. El método que han utilizado durante su trayectoria puede relacionarse como la praxeología (la investigación práctica y también histórica), aterrizada al reconocimiento y necesidades sociales de las comunidades de una manera no convencional, que invita en doble vía a la inclusión, la innovación y al desarrollo de competencias de tipo social y comunitario.

(Lea aquí sobre la premiada “skuela” del vocalista de Crew Peligrosos)

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Pac Dunga pintando junto a Biho, de Brasil. Fotografía archivo de Crew Peligrosos. 2019.

 

El Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá realizó en el año 2005 la muestra titulada ‘Desface Primer Asalto’, la cual reunió el trabajo de varios artistas de diferentes lugares de América latina y buscó releer la institución cultural, realizando prácticas que eran realizadas en la calle de forma efímera y mostrándola con un lugar no sagrado de la mano con su comunidad artística, académica y barrial. Es necesario ver cómo se ha venido desarrollado desde esta institución la contemporaneidad, de qué manera se está analizando, y todo eso parte de tener unos lineamientos curatoriales que se diseñaron bajo el interés de los contextos contemporáneos que aquejan a América latina. Por otro lado, en 1996 Pac Dunga mostró su trabajo en el Teatro Barba Jacob de Medellín, en el marco del primer Congreso de hip hop del país; esta podría ser considerada la primera vez, hace ya 24 años, que se presentó el grafiti como manifestación artística en espacio expositivo oficial.

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Graffit Mision Graffite por El mico, Pick y Pac Dunga, para el primer congreso de hip hop en Medellín. Fotografía Archivo personal de Alejandro Villada.

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Desfase primer asalto, 2005. Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá. Fotografía archivo personal Ospen.

 

Otros lugares como BANDY BANDY Gallery, Serie 5, Vértigo Graffiti, IN: BOX, Antípoda, La Chatica, La Graffitería, La Linterna, SKINNY UNIVERSAL, Volketa, Casa Kolacho, Alianza Francesa, Dmental, Barrio Eterno, Spray Movil, Colombo Americano, Galería Beta, Visaje, Casa Bogotá Grafiti, Tr3ce Gallery, Street Lynx, Vandal Caps, El Infierno Galería, entre otras, se han encargado de trabajar con el arte urbano y sus bifurcaciones como productos derivados. De auto gestionar y sostener espacios con el fin de generar otra circulación para las obras que producen, también de generar una economía emergente, aparte del comercio habitual del arte para estos artistas, esfuerzos de independencia laboral que no siempre funcionan.

A Beek y Pac Dunga, escritores de grafiti, amantes de las letras y sus contenidos, del aerosol, la música, profundamente respetuosos y agradecidos con los pioneros de este gremio de quienes aprendieron mucho, la experiencia los llevó a hacer de esto un estilo de vida propio, coherente, disciplinado, activo y contestatario desde una subcultura.  

Los acontecimientos que vivimos en este momento nos invitan a repensar las practicas urbanas desde diferentes plataformas, ahora virtuales. “A pesar de que haya controles con decretos y normas para pintar en ciertos lugares, por lo que observo desde hace algunos años, opino que el grafiti tiende a desaparecer como expresión concebida como ilegal”, agrega Pac Dunga. “Aunque todavía hay practicantes que quieren permanecer en ese contexto de manifestación cargada de osadía e irreverencia, la realidad de la tendencia nos muestra un presente y futuro próximo de exaltación del grafiti como un estilo más del arte urbano, donde cada vez más writers serán considerados artistas, crecerán más los eventos y la circulación de grafiteros de diferentes ciudades, intercambiando estilos, conociendo culturas y dejando sus piezas como parte de una gran galería urbana mundial, haya o no intercambio económico por las obras. La forma contestataria e irreverente por medio de grafiti viene mutando: de la acción a la conceptualización, es decir cada vez más grafiteros se esmeran en cargar sus piezas de contenido reflexivo, político y social”.

“Desde que empezaron las convocatorias/contrataciones”, dice, por su lado, Beek, “se acabaron los festivales de grafiti y eso no fue bueno para la escena en general. Necesitamos más galerías especializadas en arte urbano y más educación frente al tema. Más exposiciones y muestras serias con buenas curadurías en espacios reconocidos del arte. También nos faltan pinturas de mejor calidad a un buen precio, eso ha limitado mucho el grafiti en el país, los materiales de buena calidad siguen siendo de muy difícil acceso. Nos faltan más publicaciones independientes, libros de calidad con posturas objetivas, publicaciones que recopilen e investiguen sobre el grafiti y el arte urbano en general. Me parece que lo que encontramos al respecto contiene visiones superficiales y/o amañadas según intereses de terceros, aunque también hay algunas que se han tomado el trabajo de hacer la tarea, pero aún nos falta mucho”.

Retomando las ideas y comentarios que estos dos artistas nos dejan en este breve diálogo, podemos decir que su experiencia durante tantos años en la calle ha tenido un cambio en torno a la praxis del grafiti a través del tiempo y el momento histórico de ola de violencia que vivieron las dos ciudades. Se observa una evolución en las pinturas, boquillas, espacios institucionales y no oficiales, en las tecnologías empleadas y las leyes que han tenido algunos cambios de manera progresiva para que nuevas generaciones de artistas se encarguen de construir caminos alternativos. Ha existido un álgido debate en torno a esta práctica que para algunos se ve traicionada al momento de acudir a la institución cultural, pero para otros se considera un apoyo constante para el desarrollo de esta manifestación artística. Es importante mencionar de nuevo los procesos pedagógicos que giran en torno al grafiti, cómo estos han contribuido desde varios aspectos a fortalecer la educación formal que es recibida en las instituciones, además de ser actores críticos al sistema.

Así cierro, agregando estas palabras de Pac Dunga: “hay que brindar un homenaje a muchos que aportaron y que ya no están, sobre todo una voz de respeto por aquellos que perdieron la vida en defensa del hip hop, agradecer a otros que solo estuvieron de paso, resaltar a tantos que son parte del público que asiste a los eventos, disfrutan de los elementos y adquieren los productos de los artistas en sus diferentes manifestaciones. También ofrecer un reconocimiento a tantos actores en el movimiento hip hop que de una u otra forma en sus pequeños círculos de amigos y sin ambición de protagonismo, han trabajado por compartir el movimiento en algún momento de su vida”.


*Juan David es historiador, investigador y curador de arte.

 

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