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Ilustraciones por @burdo.666

¿Cómo se vive el consumo de sustancias en tiempos de cuarentena?

El mundo puede ponerse de cabeza, puede limitarse el contacto social, escasear la comida, estar aislados durante meses, pero el apetito por el consumo de sustancias se mantiene. Cinco consumidores nos cuentan sus experiencias de consumo durante el confinamiento.

Daniela Pomés Trujillo / @danipomes

La emergencia sanitaria que se ha desatado a partir de la aparición del COVID-19 y su inevitable llegada a Colombia ha hecho que la vida se transforme en muchos sentidos. En Bogotá los hábitos de consumo ya han comenzado a cambiar en lo que va corrido desde que se decretó el simulacro de aislamiento distrital y la actual cuarentena obligatoria. 

Producto de la mixtura entre el distanciamiento social y el pánico colectivo, la nueva “normalidad” se ha convertido en largas filas a la entrada de los supermercados y, adentro, la desolación de las estanterías vacías de productos de primera necesidad. En las calles, además de los trabajadores que viven del diario, sólo quedan personas con hambre y sin hogar, mientras una mancha naranja de rappitenderos pinta el paisaje de esta nueva ciudad fantasma.

Pero hay otro lado del que no se habla en los medios masivos, otros “productos” que para muchas personas pertenecen también a la categoría de primera necesidad, al lado de la leche y el pan. Más allá de los juicios morales, es una realidad que las sustancias psicoactivas, el alcohol y el cigarrillo son parte fundamental en la vida de muchos y ahora, en tiempos de cuarentena, pueden volverse incluso más imprescindibles. Igual que con la comida, la incertidumbre sobre cómo y a qué precio se podrá o no acceder a sustancias está a la orden del día, así como la criminalización y la persecución.

Al respecto, Vannesa Morris, coordinadora de Échele Cabeza cuando se dé en la cabeza, asegura que “este periodo de aislamiento va cambiar mucho nuestra relación con las sustancias. Ni siquiera una pandemia es capaz de acabar con el consumo de drogas”. Aunque Vannesa considera que es apresurado sacar conclusiones ahora, reconoce que ya se puede hablar de una tendencia. “Por ejemplo, ya se manifiesta abstinencia, aumentan los precios de las sustancias y la calidad varía, entre otras”, cuenta. 

(Lea ‘“La prohibición ha fracasado”: una charla con el fundador de la primera sala de consumo supervisado de heroína’)

En los pocos días que llevamos de cuarentena la rutina ha cambiado para muchos. Algunos han dejado de consumir al ritmo de antes o han cambiado las sustancias habituales por otras que tienen a la mano. También hay quienes han aumentado su consumo de alcohol o cigarrillo frente al consumo de sustancias psicoactivas. La dificultad para conseguir las sustancias y los altos precios en que se venden han producido cambios en los hábitos de consumo. Así mismo, tener que permanecer en casa junto al estigma de familiares también ha sido un problema para los consumidores por estos días, así como la falta de empleo y el mismo aislamiento. 

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La nueva rutina

Andrés tiene 27 años, fuma cigarrillo habitualmente, consume alcohol una vez a la semana y éxtasis o MDMA unas pocas veces al año. “Tengo dos trabajos. Estoy en la calle haciendo cosas todo el tiempo y ahora de pronto estoy sentado todo el día en la cama viendo cómo pasan las horas sin hacer absolutamente nada”, cuenta. 

En estos días Andrés ha consumido cocaína (una sustancia poco habitual para él) y éxtasis, sustancia a la que accedía a veces en fiestas, pero jamás en casa. “Mi pareja huele un montón, yo nunca. En estos días que nos hemos emborrachado sólo había perico y una pepa. Ni modo, eso me metí”, dice. Agrega que si bien antes tomaba y fumaba de vez en cuando, en estos días de encierro se ha emborrachado con más frecuencia.

A propósito del consumo de sustancias poco habituales, Andrés afirma que no entiende bien las razones por las que lo hace. “Almorzamos, nos tomamos una cerveza, luego otra y otra. Después viene el perico y lo demás. Creo que es porque no sabemos qué más hacer. Al otro día el guayabo y la culpa son peores que siempre. Nos hemos peleado sin razones de peso. Creo que todo se relaciona: el encierro y la ansiedad mezclados con droga y alcohol”, cuenta. 

Por su parte, Alberto cuenta que antes del aislamiento consumía cocaína tres veces por semana, más o menos dos gramos en total. Además de eso, alcohol tres o cuatro veces a la semana. Uno de los días hasta quedar ebrio; los otros, sólo tomaba unas cuantas cervezas. 

En tiempos de cuarentena se ha enfiestado en su casa una vez por semana, es decir, su consumo de drogas y alcohol ha disminuido. "No me dan tantas ganas de hacerlo encerrado. Me gusta empezar afuera pero luego necesito encerrarme solo en mi casa o estar con una persona de mucha confianza. Fumo más marihuana porque tengo más tiempo libre", comenta. 

Alberto, que tiene 28 años y un negocio propio, dice que en las últimas semanas ha sentido mucha angustia por la incertidumbre económica. Si bien consume marihuana a diario –uno o dos porros al día, según cuenta–, desde que empezó la emergencia ha aumentado el consumo a más del doble. “Cuando me tomo un traguito me entran las ganas. Ayer me tomé un pola con la comida y me dieron ganas. No lo hice porque no quería tener resaca al otro día, tenía que trabajar. Soldado que se guarda sirve para otra batalla”, dice.  

(Lea ‘Al margen y al alcance de los usuarios: Colombia tiene el primer punto fijo de testeo de drogas en América Latina’)

El aislamiento también ha cambiado la rutina para Felipe quien afirma que lo tiene todo bajo control. A sus 37 años, esposo de una trabajadora de la salud y padre de un menor, reconoce que consume alcohol más de una vez a la semana desde los quince años. Además, debido a las grandes cantidades que consume, lo mezcla con cocaína, “para aguantar más”, según dice. También es amante de los ácidos, aunque cuenta que ya no le hacen nada, “me toca comerme al menos dos para sentir algo”. 

Felipe trabaja en la industria del entretenimiento nocturno y desde las medidas iniciales de aislamiento no ha podido trabajar ni recibir ningún dinero, razón por la que su esposa –que ha tenido que doblar el tiempo de trabajo por su profesión–, los está manteniendo a él y a su hijo. 

En estos días de cuarentena, Felipe ha tenido que encargarse de su hijo casi todo el tiempo, pues su pareja pasa días y noches trabajando en el área de urgencias de un hospital. “No puedo emborracharme cuando estoy con él porque mi mujer me mata, pero sí me echo los pases. Ni ella ni Daniel se dan cuenta de eso. Cuando ella está en la casa de noche y tiene libre la mañana me quedo en el garaje tomándome unas polas. Es que si no me voy a terminar volviendo loco”, agrega. 

Ana, una estudiante universitaria de 21 años ha sufrido varios cuadros de depresión durante su carrera y se ha refugiado en el consumo de cannabis para hacerle frente. Su madre y su hermano mayor son bastante conservadores. Hace unos meses la mamá de Ana encontró restos de marihuana en un grinder que por descuido dejó en un cajón. 

Para Ana es muy difícil consumir en casa, pues evidentemente su familia no lo acepta y además no tiene recursos económicos para comprar, pues desde que inició la cuarentena no le dan dinero para nada. Tampoco puede salir de la casa sin antes pasar por un interrogatorio en el que debe demostrar por qué es imprescindible la salida. 

Sin embargo, ella no está desesperada. “Yo ahorita no puedo fumar, pero no siento ganas siquiera o ansiedad por hacerlo. Es raro. Yo le estoy diciendo adiós a la grasa. Toca es hacer una rutinita marica o si no esta vaina te enloquece”, opina. “Es que esto es como el sueño de no hacer ni mierda, pero pues cuando se cumple sucede que no es tan chimba”, agrega. 

El caso de Ana es diferente al de Valentina, quien cuenta que ahora está fumando el triple de lo que fumaba antes del confinamiento. Valentina tiene 26 años y trabaja en la fiesta bogotana. Es consumidora habitual de éxtasis, MDMA y cannabis; de las primeras, dos o tres veces por mes y la última a diario. Desde que se prohibieron las reuniones de más de 50 personas en Bogotá, Valentina se quedó sin ingresos, ya que su sueldo depende en gran parte de las propinas. 

Ella cuenta que ha tratado de estar tranquila, pero su encierro es doble: además de no poder salir de casa, Valentina no puede salir del cuarto. La relación entre su madre y su hermano menor es muy complicada y la única manera de no dejarse afectar ni involucrar es permaneciendo encerrada en su habitación. Entre ella y su madre pagan arriendo, servicios y comida para los tres; lo que se convierte en una preocupación más, pues ninguna de las dos tiene dinero. 

“Ellos ya saben que me echo los plones pero igual me toca afuera. Yo lo hago porque me da mucha hambre y sueño, entonces como y me duermo y así todo el día. Más tranqui para pasar el tiempo”, dice. 

 

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“Está rudo comprar drogas”

En medio de estos cambios de rutina, el aislamiento también ha traído consigo la complicación de conseguir las sustancias. Aunque el asunto preocupa a muchos, dealers y consumidores han encontrado la manera de acceder a productos que, por el estigma, no pueden conseguirse con la facilidad con que se compra, incluso, la misma cerveza. 

El martes de la semana pasada a pocas horas de que iniciara la cuarentena obligatoria, Alberto recibió un mensaje en WhatsApp de su dealer de confianza, quien envió un mensaje masivo a sus clientes. “Los que se van a abastecer pidan hoy porque ya mañana no se puede”, decía. Alberto respondió para pedirle dos gramos de cocaína. “El perico lo tengo agotado”, le respondió el dealer

“Picado” por el mensaje, Alberto le escribió a otro dealer. “Pedí drogas porque me dieron ganas de consumir. Las ganas me salieron cuando el dealer me escribió”. Su otro contacto sí tenía cocaína. La transacción fue sencilla. Por medio de una transferencia desde un portal virtual pagó 20k por cada gramo. Minutos después un mensajero recogía la encomienda, sin tener ni idea de qué iba a transportar. Al llegar, Alberto recibió el paquete como si nada y pagó al mensajero según lo que marcaba la aplicación. 

(En contexto: ‘En Colombia la cocaína a domicilio llega más rápido que una pizza en el 30% de los casos: encuesta mundial de drogas 2019’)

Valentina también comparte la opinión sobre lo complicado que está comprar las sustancias y lo elevados que están los precios. “Está un video conseguir, primero porque no hay cómo movilizarla breve, y segundo porque está costosa. El octavo me costaba normalmente como 60-70 lukas, ahorita se consigue entre 90 a 120. Pude comprar apenas 50 lukas”, cuenta. Sobre la forma de conseguirla agrega que se la encargó a una amiga dealer de confianza. “La trajo un mensajero de una aplicación de domicilios. De paso el mismo man me vendió un trip, me acabo de comer un cuarto. Ese me lo cobró al mismo precio de siempre”, comenta Valentina.

A Felipe, por su parte, la cocaína se la lleva un conocido del barrio en bicicleta. “No es la mejor pero el man me fía. Normalmente vende la felpa en 15k, ahorita me las está dejando en 20”, dice.

Por último Andrés, quien no había tenido necesidad de comprar pues tenía suficiente para unas semanas, dice que la que tenía ya está por acabarse. Sin embargo, cuenta que se prometió hacerle frente y no comprar más para el tiempo que quede. “El perico me hace sentir como mierda pisada al otro día. Ya de por sí me siento mal y eso hace que uno se bajonee peor. Sé que tengo que parar ya”, comenta. En cuanto al alcohol y al cigarrillo guarda silencio. Es una batalla perdida. 

 

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"Ni siquiera la pandemia puede acabar con el consumo"

Pensando en estas nuevas dinámicas, Échele cabeza creó una encuesta a través de la cual buscó obtener datos suficientes para cuantificar y cualificar los cambios que puedan generarse a partir de la coyuntura actual y así poder dar respuesta a los riesgos y daños que se presenten. Esta encuesta agrupa todo tipo de sustancias –desde té hasta heroína–, así como todo tipo de consumidores. 

“Quisimos hacer nuestra encuesta para monitorear estos comportamientos, cuál es su impacto en los consumidores y cómo se comporta el consumo durante la pandemia. En principio, con la encuesta queremos saber cómo se manifiesta el fenómeno y a partir de allí mirar cuáles son los riesgos y las oportunidades de actuar. Nuestra estrategia por ahora estará enfocada en asesorar a los usuarios de sustancias en redes sociales y de manera virtual”, complementa Vannesa. 

(Conozca ‘el activismo psicoactivo de Julián Quintero, el fundador de Échele cabeza’)

Por estos días Échele cabeza ha publicado diferentes contenidos en torno al nuevo y desconocido contexto del Coronavirus y su relación con las sustancias ilegales. Reducción de riesgo y daño, consumo de drogas y coronavirus, una Guía sobre el consumo de drogas en cuarentena y otra sobre Salud mental y convivencia en época de cuarentena, enfocada en el uso de sustancias y la convivencia en familia, con vecinos y roomates, son las publicaciones a través de las cuales han buscado informar a los consumidores y hacerles recomendaciones frente a las circunstancias actuales.  

Por último, lanzaron el primer Boletín del consumidor, que según Vannesa, pretende que los usuarios conozcan de primera mano cómo se mueven los precios de las drogas en el país, así como la calidad de las sustancias y otros factores en juego. 

Es claro que las dinámicas de consumo se acomodan a las circunstancias. La necesidad sobrevive a las adversidades generando nuevos métodos para comprar y consumir, pero también supone nuevos retos para los usuarios y sus rutinas de consumo. Los hábitos de cada consumidor son únicos y se hilan de acuerdo al tejido que conforma su vida, demostrando la imposibilidad de generalizar o poner etiquetas sobre el cómo, el qué o el por qué se consume. 

De cara a una cuarentena más extensa puede que muchos usuarios se vean obligados a buscar estrategias para sortear la ansiedad de los días difíciles y a entender y establecer nuevos ritmos para no seguir con su consumo pues, como ya lo decía Vannesa, “ni siquiera una pandemia es capaz de acabar con el consumo de drogas”.


*Los nombres en esta publicación fueron cambiados para proteger la identidad de las fuentes.

 

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