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A la realidad de Medellín no hay que bajarle los decibeles: Santiago Mesa y su fotoperiodismo para notas rojas

Para este fotógrafo no es posible obviar la violencia que se vive en la capital paisa a causa del narcotráfico. Interesado por temas como la desigualdad, la violencia y las problemáticas sociales, se ha esforzado por seguir denunciado una realidad que se ha vuelto paisaje. “El gobierno sigue peleando contra el narcotráfico y el narcotráfico sigue ganando. Sigue dejando muchas víctimas y mucha gente inocente en el camino. El registro hay que hacerlo”.

Julián Guerrero / @elfabety

El mes pasado Federico Gutiérrez anunció la buena noticia de que Medellín había sido elegida como Ciudad Discovery este año, un reconocimiento que el canal Discovery hace a las ciudades más innovadoras. Entre los anuncios que tuvieron lugar el pasado 21 de junio, estuvo la producción de seis episodios en los que se hablaría de la cultura ciudadana, tradición silletera, la cuarta revolución industrial y el cese de una historia de violencia y narcotráfico que parece haber dejado atrás la ciudad.

Sin embargo, como lo comprobó luego La Silla Vacía, lo que se mostró como un reconocimiento a la ciudad fue en realidad un contrato de publicidad con Discovery Channel por 1.400 millones de pesos, gesto a través del cuál la ciudad presentaría su resiliencia, innovación y paz a quienes están lejos y no la viven a diario.

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El contrato con el canal y el gesto de la alcaldía no sólo fue un reconocimiento falso para Medellín y sus habitantes, sino que de nuevo significó querer tapar con un dedo una realidad que no ha mermado a pesar de los años. La violencia en Medellín, un fenómeno que si bien se ha rebajado en su propia crudeza gracias a los pactos del fusil a los que han llegado las bandas, sigue siendo pan de cada día y no deja de ser menos cada vez que los medios internacionales y la institución buscan atraer visitantes con la promesa de una ciudad apaciguada. 

Santiago Mesa (27 años) es un fotógrafo y foto periodista paisa que ha dedicado parte de su carrera ha capturar las escenas de su ciudad natal, tan admirable como sobrecogedora. Fotógrafo del Q’hubo, uno de los periódicos populares más polémicos del país, Santiago ha dedicado parte de su carrera fotográfica a contar la ciudad desde lo matices y a exhibir la violencia de una ciudad de la que, como él mismo lo dice, se dice que es muy innovadora, pero de cuya vigencia en términos de conflicto no se habla mucho. 

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Santiago conoció la fotografía cuando estudiaba comunicación social en EAFIT. En un momento de duda con su carrera y sus expectativas, se lanzó a la convocatoria por una vacante de fotografía del departamento. Ganar la vacante significó para Santiago engancharse con esta actividad, al punto de desarrollar todos su trabajados a partir de ella. Lo que comenzó con fotos de la cotidianidad universitaria (eventos, profesores, charlas), derivó en un trabajo periodístico con medios como La Silla Vacía (donde realizó su práctica cubriendo temas de política y poder), Pacifista! o Vice, así como investigaciones independientes que lo llevaron incluso hasta el frente 34 de las Farc.

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“Mis preguntas siempre han pasado por mi generación, por las personas que viven en esta ciudad y la comparten conmigo. Esta es una ciudad donde hay demasiadas historias por contar. Aquí lo tenemos todo, los mafiosos, los paramilitares, los corruptos. En toda Colombia pasa, pero acá se evidencia bastante”, dice Santiago. Para él, Medellín es una ciudad de odios y amores que ha estado destinada a la reproducción de una violencia cíclica desde el siglo pasado. 

La ciudad ha sido protagonista de varias de sus series fotográficas. ‘El Centro de Medellín’, ‘Al interior de Castilla’ o ‘Viviendo en el barrio más rico de Medellín’, son ejemplos en los cuales Santiago ha retratado las complejidades de la ciudad, el espacio en el que se siente más cómodo, según cuenta. ‘Viviendo en el barrio más rico de Medellín’ es la aproximación a la casa de Marisol, una casa humilde que ha sobrevivido en el Poblado, el barrio más adinerado de la ciudad. ‘El Centro de Medellín’ es una serie de detalles típicos del centro de la ciudad como relojes, carrieles, sombreros y anillos. Por último, ‘Al interior de Castilla’, uno de sus trabajos más interesantes, es un acercamiento a una pandilla del barrio Castilla, un proyecto que realizó a su vuelta después de trabajar en Bogotá.

En Medellín, cuenta, el problema es de tierras y para cuando comenzó a trabajar con las pandillas la ciudad estaba más tranquila pues se había dado un pacto del fusil. Sin embargo, los mismos miembros de la pandilla le dirían más adelante que el asunto explotaría de nuevo y pronto. Cuando entra el periódico se da cuenta que acá en Medellín hay mínimo dos muertos diarios. Cada que sale con el Q’hubo hay un muerto. Puesto que las dinámicas de un diario no dan tiempo para desarrollar investigaciones más largas, Santiago decidió tomar esta práctica y meterle el diente a un trabajo de largo aliento.

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Durante sus investigaciones encontró a un grupo conocido como los Mondongueros, muy clásico en Medellìn. Comenzó a buscar fuentes y contactos y logró dar con el presidente de la junta de acción comunal de Castilla. Después de contarle su idea de retratar desde dentro a la banda, el presidente le presentó a los miembros. “Eso es obvio, ellos son los mismos de siempre y de alguna manera son los que cuidan la cuadra —dice Santiago. Después de explicarles el proyecto, aceptaron—. En realidad eran puros jóvenes, son la cara visible de las pandillas, los que se dedican al microtráfico, al menudeo y a cobrar las vacunas de los locales o de los vecinos, etcétera. Empecé a ir dos veces por semana y bueno, ahí está el resultado”. El resultado es una serie de fotografías en las que a través de detalles y rostros apenas discernibles, Santiago retrata la cotidianidad del grupo, el menudeo, los cobros por seguridad, el rol de la mujer y los perros que persiguen a los miembros de otras pandillas.  

En los cuatro años que lleva trabajando siempre le ha interesado el tema de la desigualdad, la violencia y problemáticas sociales. Además de escenarios de la capital paisa, su mirada también se ha puesto en grupos como las Farc, específicamente sobre los miembros del frente 34 a quienes acompañó en su última Navidad como guerrilla.

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A este territorio llegó por Federico Ríos, quien se ha destacado por su larga documentación del ex grupo guerrillero. “No sé si él tenía el cupo para otro periodista o fue que se le cayó el que ya tenía programado, el caso es que me dice: hey parce, salió esto, es la última Navidad que va a pasar el frente 34 de las Farc como guerrilla, ya está el acceso listo, es sólo que arranqués. Nos organizamos, compré tiquetes y me fui”. El viaje —en el que tenía que viajar en avioneta desde el aeropuerto Olaya Herrea hasta el municipio de Vigía del fuerte y de ahí tomar una lancha por casi seis horas por el rio Arquía— fue una de las experiencias más enriquecedoras para este fotógrafo, pues le permitió reconocer y mostrar un escenario donde no cabía la afirmación de buenos y malos. 

“Cuando llegué lo que más me impresionó es que ya podían estar con sus familias. Llevaban años sin verlas o viéndolas a escondidas. A sus hijos, sus mamás, sus abuelas. Cuando voy en la lancha me toca con una señora que lleva a un bebé. Después, cuando llego, me doy cuenta que es la mamá de una guerrillera que estaba casada con otro guerrillero y va con el hijo de la pareja guerrillera. Eso era sólo un ejemplo. Había familias, había niños, como era Navidad habían invitado gente, hubo fiesta, mataban un animal pa’ comer y ahí yo empiezo a ver el lado humano de la vuelta, que es lo que me interesa a mí. Yo no estoy buscando poner a nadie como bueno ni malo y hago esta serie de retratar lo cotidiano y luego los retratos familiares”.

De esta experiencia con el frente 34 Santiago sacó la serie de ‘La última navidad del frente 34 de las Farc’ y más adelante ‘La esperanza renovada de las familias de las Farc’, donde ponía el ojo sobre estas familias y su futuro. 

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Actualmente, Santiago trabaja para el Colombiano y Q’hubo. Aunque el Colombiano es un medio tradicional con una mayor cobertura nacional y regional, Q’hubo y su popular nota roja ha sido uno de los puntos de inflexión en la carrera de éste fotógrafo, pues le ha permitido ver los matices dentro de los cuáles se mueve el periódico. “Esto puede ser muy obvio, pero me he dado cuenta de dos tipos de indiferencia. Una que es la de los ricos, que es la de ‘yo no abro el Q’hubo porque eso es un periódico amarillista, gas’, pero no saben que es periodismo hecho por periodistas que están en la calle todo el tiempo y que tenemos unos parámetros sobre lo que publicamos. La otra indiferencia que yo veo es la de los consumidores de Q’hubo, que volvieron paisaje los homicidios. La indiferencia es el peor problema que tenemos aquí”, dice. 

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La experiencia diaria de fotografiar los homicidios de la ciudad , así como su carrera fotografiando la desigualdad y la violencia, le han enseñado a Santiago a no pensar en muertos buenos o muertos malos, sino a retratar las realidades urgentes para evitar que se vuelvan paisaje. Con todo, el trabajo en el Q’hubo también lo ha obligado a encontrar nuevos ángulos en los que no se exponga de golpe el cuerpo y se respete a la familia. Según cuenta, la constante presión de la policía o lo afectada que pueda estar la familia, siempre son elementos que pesan a la hora de tomar la fotografía y por los que debe cuidarse para no caer en el sensacionalismo.

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“Yo he ido buscando la forma de que las imágenes no sean amarillistas, por decirlo de alguna manera. Pero tampoco estoy de acuerdo con que haya que bajarle decibeles a una verdad como ésta. Esta es una ciudad re violenta, a la que todo el mundo le hace la vista gorda, nadie dice nada, el único que cuenta eso es el Q’hubo, pero como el Q’hubo es un periódico popular nadie le cree. Hay que seguirlo mostrando de una manera directa, obviamente de manera respetuosa, pero hay que ponerlo en la agenda y hay que hablar”, dice. Para Santiago, es indignante que en la agenda de los medios se hable todo el tiempo de la muerte de líderes sociales porque son “muertos buenos” y no de las muertes que ocurren a diario en su ciudad por culpa del narcotráfico y que nunca están en la agenda. 

De frente a una alcaldía y a agendas mediáticas que se esfuerzan por desviar la atención de una realidad palpable, para Santiago se hace urgente seguir denunciado estos casos, a fuerza de que no se naturalicen o pasen de largo. “No es que Medellín haya sido siempre representada y exhibida de una forma violenta. Eso es una realidad y no lo podemos obviar. No deberíamos obviarla y tampoco deberíamos dejar de hablar de ella. No pasa nada, el gobierno sigue peleando contra el narcotráfico de la misma manera y el narcotráfico sigue ganando. Eso no es una solución, sigue dejando muchas víctimas y mucha gente inocente en el camino. El registro hay que hacerlo. No porque sea una verdad fuerte o dolorosa hay que bajarle decibeles, hay que mostrarlo como es, es una realidad cruda y dolorosa y no debería pasar”.


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