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Said Dokins y su caligrafía a gran formato para pensar nuestra relación con el lenguaje

Este creador mexicano llegó al grafiti con la intención de reflejarse a pulso de tags en una urbe como lo es Ciudad de México, pero con el tiempo se decantó por estudiar el origen de los alfabetos y la caligrafía japonesa. Hoy es un referente mundial en la elaboración de letras que disparan activismo político y transgresión social y en la producción de heliografías, con las cuales ha removido conciencias en Alemania, Francia, Australia y otros países. Una muestra de su trabajo puede verse en el MAC de Bogotá hasta el 15 de enero.

Júlia Farrás

Un día, cuando todavía era un niño, Said Dokins se perdió en la inmensa mole que es Ciudad de México. Asustado por no conocer el camino de regreso a su casa, entró a una cabina telefónica pública, que en ese entonces permitía realizar llamadas gratuitas de tres minutos y así pudo ubicar a sus padres para que fueran a recogerlo. Tiempo después, ya convertido en un adolescente rebelde, Said mostró su malestar con la privatización de las líneas telefónicas que se había impuesto, pues no se pensaba ya en el bienestar de la sociedad sino en intereses económicos privados: “Estaba muy enojado y lo reflejé destruyendo teléfonos de tarjeta. Los rayaba y firmaba las pantallas con cuchillos. Mi hermano me dijo que lo que estaba haciendo era grafiti”, recuerda Said. Así, desde el inconformismo, fue que empezó todo para este artista urbano mexicano, hoy de 35 años, y quien hace parte de ‘Nigredo’, una exposición colectiva que abrió el pasado 15 de noviembre en el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá (MAC).

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​Foto de Daniel Triana.

 

 

Esta exposición, de la que también hacen parte los artistas mexicanos Blast, Diego Andrade, Fusca y Pablo Querea, y los colombianos Cynthia López, Erre, Toxicómano y Teck24, está dedicada a la nigredo, la primera fase en el proceso de la alquimia. Guiados por ese concepto alquímico, el cual se refiere a la disolución de la materia prima para generar una superior, cada artista propone una muestra en la que sobresale la tinta negra. La instalación de Said Dokins, llamada Soy alegría ante la muerte, está basada en las nociones que el pensador francés Georges Batailles dejó en su ensayo La alegría frente a la muerte y se convierte en un llamado a la reflexión sobre lo que somos y lo que podemos llegar a ser. “Deberíamos pensarnos como sujetos generales y universales ya que el concepto de identidad está teniendo una crisis, lo que te define como tal está muy dudoso”, afirma Said.

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Chalchihuite. Munich, Alemania. Foto de Leonardo Luna.

 

 

Además del inconformismo adolescente que le dio paso al grafiti, Said se interesó aún más en esta práctica callejera cuando en los años noventa se acercó a la movida californiana del skate y el punk y  la cultura de los cholos, heredera del movimiento chicano de los años sesenta y que surgió como una expresión de identidad nacional y resistencia social, cultural y política de los mexicanos que viven en Estados Unidos. “El grafiti llegó sobre todo a las grandes ciudades como Ciudad de México. Mi experiencia de la ciudad es la equivalente a la de un campo de batalla: todo el mundo quiere territorializar ciertos espacios, y eso te obliga a ciertas operaciones. El grafiti se opone a ese sistema de normatividad de la ciudad. Cuando vives en una ciudad con más de veinticuatro millones de habitantes y en donde todo es un caos brutal, buscar tu espacio y encontrarte y reflejarte en la ciudad es un acto titánico. Marcar esas diferencias y dejar huella fue lo que me motivó a hacer grafiti”.

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Alive. Londres, Inglaterra. Foto de Rodrigo Cervantes.

 

 

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Stories of a World / Sleeping Languages in Queensland. Brisbane, Australia. Foto del Queensland University of Technology (QUT).

 

 

Con esa idea en mente, Said se hizo con una lata y bombardeó con tags la ciudad. Durante esas noches de resistencia, como las asumía él, empezó a interesarse aún más por la caligrafía del tag, por el propio acto de escribir y ya no tanto por el resultado. A partir de ese nuevo entendimiento comenzó su exploración sobre las letras escondidas de los diferentes alfabetos que se han establecido a lo largo de la historia. “México tiene una historia muy amplia en el uso de tipografías caligráfica. A raíz de eso mi búsqueda se inclinó más hacia los estilos, sobre todo hacia el estilo que surge de la problemática racial que afrontaron los latinos en Estados Unidos durante los años cuarenta, que es un tipo de utillaje de la caligrafía medieval oficialista transformada a una cuestión social y política para reivindicar y dignificar a los mexicoamericanos”.

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Sun/Moon. Halle, Alemania. Foto de Leonardo Luna.

 

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​Devenir Animal. Colaboración con Monkey Bird. San Miguel de Allende, México.

 

 

Sin dejar de lado el grafiti, Said se dedicó al estudio del origen de los alfabetos y de la caligrafía medieval y japonesa. Esta última la estudió durante cinco años y gracias a eso empezó a respetar el acto de escribir, sagrado para él hoy en día. La cultura oriental ha sido muy relevante en el trabajo de este mexicano pues a través de sus influencias empezó a trabajar en su propio proceso de escritura. El trabajo del maestro Hiyama Masahiko y de la maestra Taniguchi Nobuko, a quienes considera sus sensei, al igual que el de otros especialistas de la escuela Shu Ken, lo ha inspirado y llevado a entender la caligrafía es un camino que no para, siempre está ahí. “Ahora estoy parado con eso porque en el nivel en el que estoy tengo que saber japonés y no lo sé, pero me encantaría aprenderlo para seguir formándome. Quiero que sea mi próximo reto sea conocer Asia, las diferencias a nivel continental, aprender de primera mano de los maestros”. A las influencias que toma de la caligrafía japonesa se suman otras de artistas contemporáneos como John Stevens, Julian Waters, Gabriel Martínez y Denis Brown.

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The Lost River / Sleeping Languages. Brisbane, Australia. Foto del QUT.

 

 

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"Tratado de los bordes. Puesta en escena de los sujetos pasivos” María Paulina Briones. Guayaquil, Ecuador.

 

 

En donde sí ha estado Said, entre muchos otros países donde ha dejado su huella, es en Brasil, cuyas calles y rascacielos le permitieron descubrir la pichaçao, un tipo de intervención cuya intención es demostrar el descontento de los jóvenes (conozca más de ‘Los trazos enfadados de la pichaçao brasileña’). “Me sorprendió mucho que las piezas, bombs y firmas así eran con pintura acrílica y no con aerosol. Eso hizo cuestionarme el grafiti desde bien jovencito, y siempre ha ido conmigo ese espíritu cuestionador. Todo está reglamentado en el mundo del grafiti, tiene una micro política muy fuerte. Es como un escalafón de habilidades y saberes que te van a llevar a ser el king. En ese sentido es súper conservador, y cuestionarlo me llevó a redefinir mi práctica y a interesarme por investigar la historia del grafiti”.

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Does your murder beget your God or your God beget your murder? The Time. Colaboración con Leonardo Luna en Leipzig, Alemania.

 

 

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Capitalism as a religion. Colaboración con Leonardo Luna en Bordeaux, Francia.

 

 

Otro viaje a Europa, continente en el que recorrió Holanda, Noruega, España, Italia, Francia, Alemania y otros países, se convirtió en una experimentación para él, pues allí apostó por la caligrafía de luz, que él llama heliografía. A su curiosidad por la luz le sumó una pregunta relativa a la definición del grafiti: ¿Cómo se puede definir y representar el grafiti sin hacer grafiti en la calle? Para él, todos generamos trazos y grafitis invisibles en las ciudad, que nadie ve. Con estos conceptos en la cabeza, Said se le midió a hacer heliografías en puntos neurálgicos de varias ciudades de Alemania, abordando la destrucción de Dresden, la caída del Muro de Berlín y el poder nazi en Múnich. “A la hora de ver los monumentos, vemos el reflejo de una historia, de una identidad. El monumento se convierte en un examen de identidad, un objeto de memoria que a veces se desvanece por la ciudad. Se convierte en un no-lugar, en un espacio de tránsito tachado por la misma ciudad que se lo ha comido. El grafiti modifica el significado de un espacio. Me pareció bien interesante trabajar con la idea de borrar el monumento y  que fuera leído con otra perspectiva”. Así pues, con capas de la historia que le interesan a él y a Leonardo Luna -el fotógrafo que lo acompaña haciendo registro- y puntos físicos relevantes crearon heliografías que se desvanecen al instante. Con este proyecto, Said logró uno de los objetivos que persigue en su día a día: activar la memoria individual y colectiva, que en muchas ocasiones se ha olvidado o borrado. Mientras trabaja en sus piezas, muchas de gran formato, Said alcanza un estado de meditación, el cual se evidencia en la precisión, paciencia y control que reflejan sus obras.

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Del barrio / Mi merced. Colaboración con Lapiztola en Ciudad de México. México. Foto de Leonardo Luna.

 

 

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​Foto tomada del Facebook de Said Donkins.

 

 

Al igual que los monjes de la Edad Media, Said acostumbra a utilizar la caligrafía gótica como forma simbólica para hablar sobre la verdad y economizar el espacio, utilizando al máximo texto en el mínimo espacio. Por eso, las letras de los murales no siempre son plenamente legibles, pero es su intención pues lo que pretende es que el espectador cuestione las formas visuales del texto, lo que este pueda generarle. “Otras veces es necesario que sea legible, como un muro que pinté en la frontera entre México y Estados Unidos y se llama El orden se derrumba. Lo hice cuando ISIS amenazaba a Estados Unidos, que por un lado anunciaba que tarde o temprano el imperio iba a caer y por otro era una invitación a derribar la frontera, por eso era importante que la gente entendiera lo que escribí. El grafiti a veces no se entiende y la gente lo rechaza, porque se rechaza lo que no se entiende. Pero a la vez también hay fascinación, y me gusta jugar entre estos dos conceptos”.

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‘Le message secret’ Correspondances. Colaboración con Monkey Bird en Bordeux, Francia. Foto de Leonardo Luna.

 

 

La obra de este mexicano, que podrá apreciarse hasta el 15 de enero en el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá (MAC), es la suma de viajes por todo el mundo, estudio e investigación, además de activismo político e inconformismo. Todo eso, ha dejado en Said la idea de que las fronteras no deberían existir porque las conexiones que hay entre los humanos van más allá de las cuestiones físicas. “Hay algo dentro nuestro que nos une, y a través del lenguaje se crea una ventana para dialogar con el pasado y con las diferentes partes de la Tierra”.

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