El humor negro en la obra de cinco dibujantes latinoamericanos
Gracias a sus tragedias políticas y sociales, Latinoamérica es tierra fértil para la burla y la autocrítica. David Galliquio, Pedro Mancini, Malaimagen, Abraham Díaz y Casetera hacen parte de una creciente nueva ola de viñetistas que ponen el dedo en la llaga a los problemas del continente y alimentan la escena alternativa de sus países.
El siglo XX en América Latina fue agitado en cuanto a fenómenos sociales y políticos motivados por dictaduras, golpes de Estado, desapariciones forzadas y el surgimiento de guerrillas. Al tiempo, con los ojos encima de esa convulsión, cada país desarrolló su cultura del cómic para criticar o denunciar desde el humor: Chile, que tiene una larga tradición de sátira política desde la revista Topaze (1931), fue la cuna de Pepo; Perú y Colombia fueron la incubadora de personajes carismáticos como Súpercholo y El Cuy o Copetín y Gaitana; y Argentina entregó a Fontanarrosa y Quino, maestros del humor negro.
El desarrollo de estas publicaciones y dibujantes estaría vinculado con la evolución de los medios impresos masivos de cada país. Sin duda, esa forma de hacer cómic dejó referentes importantísimos, pero la historia del humor gráfico latinoamericano también se ha tejido desde abajo, lejos de los circuitos masivos y la institucionalidad con la producción de fanzines, revistas colaborativas y editoriales independientes. Incluso muchos nuevos dibujantes hacen sus publicaciones de manera autónoma y las reparten en sus entornos cercanos.
Son cómics subterráneos que alimentan la escena alternativa, con un potencial enorme por la forma en la que tratan temas de drogas, sexo y violencia explícita, además de proponer una explotación particular de los recursos típicos. En últimas,narran la crónica del lado B de los países latinoamericanos desde el humor, la sátira e ironía. Le presentamos a cinco artistas del continente que hacen parte de esa nueva ola de viñetistas, que le apunta al humor negro y la crítica social
David Galliquio (Perú)
Galliquio empezó con los cómics de superhéroes por influencia de sus hermanos, pero lo engancharon las historietas de Robert Crumb que leía en los noventa en revistas como El Víbora, muy popular en España. Las conseguía en Jirón Quilca, una calle emblemática para la escena underground de Lima (Perú). En esa calle, años más tarde, él repartiría los fanzines de Lito el perro, uno de sus personajes más conocidos junto a El negro alacrán.
El desarrollo de personajes es su fuerte, como puede verse en estas dos historias: un par de amigos algo “vueltos mierda”, cargados de aventuras amorosas y borracheras que dan para reírse durante horas. Su interés es claro: crear personajes humanos, típicos de la clase media baja como los que habitan su barrio, una tradición que recoge de la escuela clásica del cómic peruano.
Alacrán y la inseguridad ciudadna
Su gráfica es muy detallada para retratar las calles sucias, atestadas de gente, carros y comercio; los diálogos los arma con la típica jerga peruana. Sin embargo, quiere lograr un desarrollo narrativo más equilibrado, y se ha abierto a que el lenguaje de sus trabajos sea más universal pues se está dando a conocer a nivel regional. Eso sí, nunca dejará de poner su mirada aguda sobre la desigualdad social, la politiquería y el conservadurismo que afectan a su país.
Además de rajar de su país, cada semana publica una “confesión” personal en forma de tira que surge de experiencias propias, en las que se ríe con sorna de su mala suerte, sus relaciones personales o sus contradicciones. Su obra le ha dado para publicar un libro compilatorio de Lito el perro (2009) con la editorial Contracultura. Desde entonces ha publicado otros cuatro libros, uno de ellos Una mosca en mi nariz (2016), una recopilación de sus cómics publicados en La Mosca, uno de sus primeros y más conocidos fanzines.
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Pedro Mancini (Argentina)
Alien es un extraterrestre que vive en Buenos Aires (Argentina), tiene una rata como mascota y se dedica a contemplar el paso de su triste y frustrada vida mientras dibuja. Cada vez que puede visita a su psicóloga, se deprime escuchando discos de Sonic Youth o Pixies y bebe cantidades industriales de cerveza. En últimas, este personaje es el alter ego de Pedro Mancini, un dibujante e historietista argentino. Con Alien Triste explota al máximo su lado más perdedor.
Mancini dibuja desde que tiene memoria y cuando era pequeño leía muchos cómics, así que el gusto por narrar historias siempre ha estado presente. Influenciado por la ciencia ficción y el surrealismo, el absurdo hace parte importante de su trabajo: esas pequeñas cotidianeidades que nos desfasan de la realidad o que parecen increíbles y faltas de sentido común pero que hacen parte del funcionamiento “normal” del mundo.
En el universo de este dibujante conviven monstruos, alienígenas, figuras humanoides y sus interpretaciones de William Burroughs y David Lynch. Todos estos personajes surgieron cuando publicó la revista Ultramundo (2009) junto con otros historietistas del colectivo Niños. Ya sea tocando la batería en su banda, escuchando radio cuando dibuja o dejándose llevar por los ambientes oscuros y experimentales de ciertos grupos de jazz o electrónica, la música es otra influencia en su obra.
Aunque empezó publicando sus trabajos hace algo más de 10 años en fanzines que repartía en conciertos y en ferias, ya ha publicado varios libros, uno de ellos la recopilación Alien Triste (2015), del cual prepara el segundo volumen. Actualmente Mancini trabaja en una historia bizarra de superhéroes perdedores, inspirada en Doom patrol, una historieta de culto que se supone como el origen de la idea original de X-Men.
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Malaimagen (Chile)
Las alzas en la economía, las estrategias basadas en la politiquería, los escándalos de corrupción, las violaciones de derechos humanos y los ciudadanos que critican todo pero se quedan con los brazos cruzados componen la obra satírica del chileno Malaimagen. El hombre detrás del seudónimo es Guillermo Galindo, uno de los humoristas gráficos más reconocidos de su país que desde hace casi 10 años decidió firmar con ese nombre. Este viñetista se califica como un “mal dibujante”: todos sus trazos son sencillos y en blanco y negro, alejándose de cualquier pretensión estética.
Para él lo importante es sacar provecho de la tribuna pública que ha ganado gracias a sus viñetas y cuestionar, apoyar o denunciar problemas sociales y políticos. A través de una visión aguda de Chile, Malaimagen plantea parodias de las elecciones, critica los rezagos de la dictadura de Pinochet y se burla del chileno de a pie, temáticas que ha materializado en libros como Malditos humanos (2016) y sus colaboraciones en la revista de humor político The Clinic.
Si bien no es posible identificar la influencia de la música en sus viñetas, para Guillermo el punk ha sido una escuela. No en vano tiene una banda, Punkora, en la que toca la guitarra hace 17 años; de esta música estridente aprendió el sarcasmo, el humor negro, la ironía, la crítica y la autocrítica que aplica hoy a su trabajo. También, el punk ha sido el impulso para emprender un proyecto gráfico sin tener mayor técnica en el dibujo.
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Abraham Díaz (México)
El trabajo de este artista mexicano cae como un escupitajo. Cada trazo desordenado y agresivo es una explosión creativa, aunque visceral y llena de odio. El desarrollo narrativo de Abraham Díaz viene desde 2010, cuando colaboró para la antología Gang Bang Bong, y ha sido influenciado por la caricatura estadounidense, el humor gráfico y político de la primera mitad del siglo XX en Europa, el punk y la movida subterránea.
Más que una gran elaboración narrativa, sus historias lidian con el absurdo cotidiano: obligados a vivir en este mundo, reducimos nuestras vidas a reproducir rutinas que nos consumen. Esta es una de las violencias que más le interesan a Abraham, por eso la explota gráficamente con sus dibujos saturados y frenéticos. Tras la primera impresión que generan, un tanto incómoda y repulsiva, se da paso a una reflexión casi nihilista sobre nuestra existencia, de la mano de un humor negro tosco y cínico.
Junto a otros tres artistas gráficos, Abraham creó ¡Joc Doc!, un proyecto que edita cómics y material gráfico bajo el lema de ‘hazlo tú mismo’, explorando técnicas artesanales de impresión como la serigrafía. Los trabajos que editan, así como las creaciones propias, pueden encontrarse en español e inglés. Entre sus publicaciones más recientes está Innate Mediocrity #2, una recopilación de los afiches y trabajos de arte que ha hecho para bandas como ‘Glue’ y ‘Juanita y los feos’.
Si le interesa, puede comprar esta y otras publicaciones de ¡JocDoc! aquí. [F2]
Casetera (Colombia)
¿Qué resulta de la mezcla entre Quentin Tarantino y Víctor Gaviria? Carlos Martínez, mejor conocido como “Casetera”. Este diseñador gráfico de Medellín juntó sus influencias a la hora de crear cómics, que se han regado como pólvora gracias a su Facebook. Allí empezó a publicarlas por puro desparche y ya tiene más de 22.000 seguidores.
Hoy es reconocido como heredero de una vena alternativa de cómic, que nació en su ciudad durante los noventa, de la mano de publicaciones como Agente Naranja y La Piquiña, y dibujantes como Eme Noreña y Truchafrita, algunas de sus influencias. Desde Quino hasta Robert Crumb y Akira Toriyama, su trabajo toma lo mejor de la cultura pop noventera y de principios del siglo XXI, y lo fusiona con lo más típico de la cultura colombiana.
Por eso en sus historias cabe un Goku paisa que vive trabado, o una vendedora de rosas que en la noche es una asesina en serie que, al despertar de un coma, jura venganza contra los demás miembros del Escuadrón de Sicarios Chirretes. Con un humor mitad negro mitad inocente, Casetera se burla de las contradicciones del colombiano del común, y empieza incursionar en el terreno de la crítica social y política a pasos lentos pero seguros.
No se pierda el trabajo de esta promesa del cómic colombiano aquí.