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De dioses a demonios: así se contó la primera visita de Guns N’ Roses en 1992

El primer concierto de la banda en Colombia generó una expectativa sin precedentes en la prensa del país, pero todo terminó con la estigmatización de los ‘gunners’ y de los rockeros que asistieron esa noche al Campín. ¿Qué decían los medios antes y después de la mítica presentación del 29 de noviembre de 1992?

Carolina Romero

“Bogotá… do you know where the fuck you are?”, preguntó a gritos Axl Rose a las 11 de la noche del domingo 29 de noviembre de 1992. Tras varias horas de espera para entrar al Campín, o de aguantar largos trayectos en carretera, 40.000 almas entraron en histeria. “You are in the jungle baby… and you are gonna die”, sentenció Axl. Su grito fue el de siempre, pero esta vez en Bogotá, un lugar antes inimaginable.

Los asistentes habían acudido al llamado de la historia. Por primera vez un grupo de rock, en su momento cúspide, pisaba tierras colombianas: Guns N’ Roses promocionaba Use your Illusion I y II, acababa de tocar en Rock in Rio y estuvo de gira con Metallica en Estados Unidos. Hasta ese momento, la banda de rock más importante que había visitado Colombia era Quiet Riot, en 1989, pero pasó casi desapercibida en los medios. Ese bajo perfil no iba a suceder con Guns. Ellos encarnaban algo más, y la prensa lo entendió así.

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Desde junio de ese año empezó la convocatoria para un evento que cambió la vida de más de uno. La Superestación 88.9, la emisora juvenil más importante de la época y una de las organizadoras del concierto, lo comparaba con la llegada de Colón al continente: “No estuviste en el momento en que Colón llegó a América… pero ahora puedes presenciar uno de los momentos más trascendentales de la historia musical en nuestro país”, decía el anuncio, mientras sonaban ‘Welcome to the Jungle’ y ‘Don’t Cry’.

Ese anuncio de la Superestación fue solo una pequeña parte de la atención que recibió la banda durante los días previos y siguientes a su show en El Campín: El Tiempo, El Espectador, Semana, La República, El Espacio, el desaparecido diario La Prensa y la extinta revista Elenco, entre otros medios, se volcaron con la visita de Axl Rose, Slash, Gilby Clarke, Duff McKagan y Matt Sorum. Primero, alabaron la llegada de los amos del rock mundial por ese entonces. Después, con la misma vara, les dieron palo hasta más no poder.

 

 “No llores baby… es ahora o nunca: hoy lloverán las rosas”

La fijación de la prensa con el concierto no era gratuita. Felipe Santos, uno de los encargados de traer a Guns N’ Roses, trabajaba en mercadeo en El Tiempo y tenía contactos en los medios de comunicación. Para algunos rockeros, los artículos eran meras frivolidades enfocadas en los escándalos sexuales y polémicas de los "gunners", y no se fijaban en en sus virtudes musicales y la importancia del tour Use your Illusion para el rock. A pesar de eso, coleccionaban los recortes con esmero. 

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El del 28 de noviembre cayó como un baldado de agua fría entre los que tenían boletas para el concierto de ese sábado, el primer show de los dos que se habían programado en Bogotá. Las portadas registraban un intento de golpe de Estado en Venezuela, donde la banda se había presentado el día anterior. El retraso en la llegada de sus equipos obligó a armar una única fecha en Bogotá, el domingo 29. “Por ahora solo queda esperar que, como suele suceder, Axl Rose y su banda se inspiren el domingo y hagan el concierto más largo de su carrera, y eso depende en gran parte del comportamiento del público”, decía El Tiempo en sus páginas interiores.

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El sábado 28 no llovieron las rosas en El Campín; los rockeros se quedaron con las ganas esa noche, y también la banda. “Cuando los entrevisté en Venezuela les pregunté si no les daba miedo ir a Colombia, y Slash me dijo que no, que querían ir. Les valían huevo las bombas y el desorden social”, recuerda Andrés Durán, periodista de la Superestación, que había estado en Venezuela con la banda, y veía cómo los medios registraban lo que sucedía en este país.

Pero antes de escribir las malas noticias, la prensa había creado una expectativa desbordada. El Espectador, por ejemplo, publicaba desde los días previos la tirilla ‘Guns N’ Roses News’. Allí incluían datos del concierto en un lenguaje cercano al lector: “Debido a la congestión de gente en los diferentes puntos de venta, la organización decidió vender entradas en todos los almacenes de Discorama y Discos La Rumbita —tiendas ya desaparecidas— de la ciudad. Así que ¡pilas!”. 

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También avisaban que en Pereira y Medellín se había agotado la boletería. “Tal parece que los paisas se vendrán en pleno al concierto”. Si hoy en día muchos rockeros de la capital se sorprendieron porque se eligió a Medellín para el concierto de este 23 de noviembre, en ese entonces la sorpresa fue para los paisas, cuando se anunció que el show iba a ser en Bogotá. En el 92 la capital antioqueña tenía una escena metalera más consolidada, era la cuna del ultra metal nacional y del punk, y había sido sede de uno de los primeros grandes conciertos de Colombia, el Festival Ancon de 1971 o el “Woodstock colombiano”, como lo llamó la prensa.

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Pero fue Bogotá la ciudad testigo de la “Lluvia de noviembre”, que se convertiría, de paso, en uno de los slogans más cascados por los publicistas de la época. Eso sí, ni el más entusiasta de  se podía imaginar que la noche del concierto, justo cuando Slash se trepó con su guitarra en el piano de Axl durante ‘November Rain’, empezaría a llover en El Campín. Algo de premonitorio tuvo ese anuncio de “Colseguros le da a Bogotá… Lluvia de noviembre”.

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No solo El Tiempo —que incluso tuvo un suplemento especial dedicado a la banda— y El Espectador sacaron notas de Guns N’ Roses. La revista Elenco, que llegaba cada viernes con El Tiempo informando de la farándula criolla y la programación de la televisión nacional, le dedicó una portada a Axl Rose, un tipo que no podía estar más alejado del jet set colombiano. “Su éxito, a diferencia del de otros grupos de pop y rock, se basa únicamente en el talento”, escribió Andrés Zambrano.

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Al entusiasmo de estos medios se sumaron el del diario económico La República y La Prensa. “Guns N’ Roses se ha convertido en el monstruo de cinco cabezas que solamente Los Ángeles (Babilonia del presente) pudo engendrar”, decía La Republica. Este diario, además de equiparar Los Ángeles con la ciudad bíblica en donde reinaba el caos, le puso precio al concierto: dos millones de dólares. Mientras tanto, La Prensa publicaba cancioneros bilingües que incluían 23 temas del Use Your Illusion: ‘Yesterdays’ fue traducido como ‘El ayer’…

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A pesar del interés de los medios en la banda, no existía suficiente prensa especializada en rock. “La información seguía siendo limitada. Si querías saber más tenías que ir al aeropuerto para ver la Rolling Stone, porque en el centro se conseguían las Kerrang o las Metal Hamer con dos años de atraso”, recuerda Johan Rubio, quien asistió al concierto del 92. Como la de Johan, la expectativa era tan alta que los periódicos fantaseaban con la posibilidad de que esto abriera las puertas a otras bandas como Nirvana —cosa que nunca sucedió— o Metallica, pero lo cierto es que nadie estaba realmente preparado para lo que sucedería esa noche…

 

“Los más graves desordenes de que se tenga noticia en la capital de la República”

La misma prensa que registró con insistencia la visita de Guns N’ Roses renegaba del concierto y de la banda al otro día. Pocas notas se enfocaron en la presentación como tal, a pesar de que un promedio de 120.000 personas escucharon la transmisión en vivo de la Superestación, a cargo de Hernando Romero Barliza, más conocido como el Capi, Andrés Marocco y Jorge Marín. Los disturbios del 29 de noviembre inundaban los titulares. “Pagamos la primiparada en todos los sentidos y la ciudad también. No había mallas de contención, ni cordones de seguridad alrededor del estadio. Se llenó de gente que dormía para entrar o que no tenían boletas. Querían sentarse y emborracharse y escuchar lo que pudieran”, recuerda Julio Correal, otro de los promotores.

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Para El Espectador, los disturbios de esa noche fueron los peores en la historia de Bogotá (¿Incluso peores que los del Bogotazo…?). Al otro día la emprendieron contra la energía que la banda liberó en el escenario. “Los moradores del lugar no solo se vieron afectados por la violencia desenfrenada, sino que en momentos en que el grupo de rock comenzaba a interpretar sus melodías, la tierra temblaba como consecuencia de los saltos que al ritmo de la música daban los asistentes el concierto”, escribieron.

Para los que estaban en el concierto, el mundo se reducía a disfrutar de Axl Rose corriendo de un lado al otro del escenario y a ver a Slash sentado en el piano mientras llovía. La lluvia, que no fue un aguacero torrencial como dice el mito, solo detuvo por diez minutos la función y, cuando terminó, la banda tocó ‘Don’t Cry’ y ‘Paradise City’, antes de decir adiós. “Pudieron seguir tocando pero agarraron la van para el hotel”, recuerda Fernando Pava sobre el concierto, que solo duró 75 minutos.

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Todo lo contrario se dijo en El Tiempo. Este diario le dio diez puntos a la organización, y escribió que era el concierto más organizado que se haya realizado en Bogotá. “Los primeros informes de la policía y demás organismos de seguridad reflejaban exactamente lo mismo: no había ningún inconveniente en cuanto el orden”. Lo paradójico es que una nota más abajo informaba de disturbios cerca del estadio. “Afuera todo era un mierdero. Había una moto de policía incendiada en el puente peatonal, gente voleando piedra contra la policía, y el comandante del operativo casi se infarta”, recuerda Correal.

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Y, por supuesto, en el registro de esa noche también participó el sensacionalista diario El Espacio. Y tampoco habló de música. Su titular fue contundente: “!Balas, sangre, gases, drogas y asaltos!”. Como si fuera poco, culparon a “los gringos” de burlarse de la prensa por “impedir el trabajo de los fotógrafos” y la emprendieron contra Axl Rose por llamar a los asistentes “indígenas” que vivían en la jungla, según recuerda haber leído Andrés Durán. 

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Puede que Axl Rose no se equivocara cuando se presentó con ‘Welcome to the jungle’: esa noche Bogotá pareció una jungla, de concreto, más que cualquier vez. Los disturbios le dieron la razón a algunos periodistas de la época, sobre todo deportivos, que se oponían a que estas presentaciones fueran en El Campín, aunque el desorden hubiera sido afuera. Lastimosamente, la ciudad le dio la espalda a los rockeros, estigmatizándolos y cerrándoles los espacios para conciertos por años. Pero nadie podrá negar que Guns N’ Roses, además de haber sido una gran experiencia musical, y casi religiosa para sus fanáticos, también abrió la puerta para la consolidación paulatina de una industria dedicada a los espectáculos y puso a Bogotá a la altura de otras capitales de América Latina que estaban más preparadas para los grandes espectáculos. Y así como la prensa disfrutó de esta experiencia, también la condenó.

 

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