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¿Qué tan “eco” es realmente el ecoturismo en el Amazonas?

Cientos de personas llegan anualmente a la zona creyendo que la compra de sus paquetes turísticos permite la conservación ambiental y el fortalecimiento de las comunidades. Un pajazo mental. Muchas de estas prácticas no son nada sostenibles y afectan de manera negativa los ecosistemas y las comunidades.

El turismo es considerado una de las actividades económicas en crecimiento más importantes a nivel mundial: según la Organización Mundial del Turismo (OMT), representa aproximadamente el 9% del PIB global y 1 de cada 11 empleos.

Muchos países han volcado la construcción de políticas para fortalecer esta actividad, han aumentado sus esfuerzos técnicos y han inyectado una gran cantidad de recursos financieros con el fin de generar condiciones que permitan el desarrollo del turismo, el cual presenta diferentes variaciones, esquemas y enfoques de acuerdo al contexto social, económico, ambiental y cultural de cada territorio.

No obstante, esta actividad económica,  como cualquier otra, genera impactos directos e indirectos, tanto negativos como positivos, en los lugares donde se implementa.

El ecoturismo hace énfasis en criterios éticos y ecológicos, y fundamenta sus procesos en prácticas sostenibles, económicas y ambientales, usualmente en territorios con una base ambiental interesante. Vale la pena recordar que este tipo de turismo logró posicionarse a partir de los años 90 gracias el auge ambiental global.

Sin embargo, su surgimiento generó que múltiples ofertas turísticas que se hacían llamar ecoturismo solo tuvieran de “eco” el título, ya que sus prácticas no son sostenibles (ni ambiental ni socialmente) y afectan de manera negativa los ecosistemas en donde se desarrollan, así como a las comunidades, organizaciones y el tejido social.

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Amazonas es un territorio mundialmente conocido por su grandeza ambiental, su estado de conservación, sus comunidades (indígenas y no indígenas) y sus rarezas ancestrales. Sin duda alguna es una zona que resulta exótica para una sociedad construida sobre la base de las grandes ciudades, y precisamente por eso se ha convertido en cuna del ecoturismo y etnoturismo, con gran cantidad de programas pero a su vez con una serie de problemas por resolver.

El desconocimiento del territorio amazónico en su totalidad ha hecho que las miradas para la realización de esta práctica se enfoquen exclusivamente sobre el departamento Amazonas, principalmente en Leticia, ignorando los —al menos— otros 5 departamentos amazónicos: Putumayo, Caquetá, Vaupés, Guainía y Guaviare.

En Leticia, los números resaltan la importancia de la actividad turística en la economía de la región: un crecimiento de más del 100% en los últimos 10 años, llegando a cifras cercanas a los 100.000 turistas por año. Sin embargo, un sector que por visión debería seguir las “normas” del ecoturismo, no se encuentra cercano a cumplir dichos criterios en la mayoría de las ofertas turísticas.

En esta ciudad del extremo sur colombiano la mayoría de los esquemas turísticos que se implementan se caracterizan por la escasa participación de las comunidades locales en la toma de decisiones, la distribución inequitativa de los beneficios y una casi generalizada ausencia de criterios y procesos asociados a conservación de fauna y flora, recuperación de los ecosistemas y el fortalecimiento comunitario.

Y resulta importante resaltarlo: esto sucede a pesar de que la actividad turística en la región se sustenta en los paisajes, la biodiversidad y la cultura local.

A partir del diálogo directo con las comunidades e instituciones del sector, se sabe que los esquemas de turismo actuales afectan la salud de los bosques y la cultura, tanto de las comunidades indígenas como de las no indígenas. Incluso muchos utilizan animales en cautiverio, como monos y aves en condiciones precarias, a manera de atractivo para los turistas.

La mayoría de estas prácticas son informales. Y el turismo formalizado, por su parte, no se está articulado y los oferentes en su mayoría desconocen la esencia misma del ecoturismo.

En muchos de los casos, el turista que llega a la zona, comprando su paquete en una gran ciudad de Colombia o en el exterior, piensa que su transacción y participación permiten la conservación de la Amazonía y el fortalecimiento de las comunidades indígenas, en completa ignorancia de la realidad de la actividad en la zona y sus efectos.

Debemos fortalecer el camino en busca del ordenamiento local en el marco de una actividad que a nivel departamental proyecta una meta, para el año en curso, de 117.823 visitantes. Este orden debe partir de la comunicación efectiva entre todos los actores, fortaleciendo y promoviendo el cumplimiento de los roles institucionales públicos y privados, fomentando la participación de la población local y el mejoramiento de su calidad de vida.

También es necesario hacer de la investigación científica la carta de navegación de los planes de desarrollo turístico y de otros sectores, y especialmente fortaleciendo los roles de instituciones que proyectan su campo de acción en nuevas formas de turismo comunitario, en la inclusión de procesos investigativos y educativos, en el comercio justo y en la valoración del conocimiento tradicional. De lo contrario, no tendremos nada de eco.

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* El Colectivo Proterra es una organización que busca contribuir a la construcción de territorios sostenibles e incluyentes a través de diferentes iniciativas con empresas, comunidades indígenas y campesinas.

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