Ud se encuentra aquí INICIO Node 23031

Monseñor Tirado sabe cómo enfrentar al demonio y vencerlo

Este hombre coordina un seminario de formación de exorcistas en Bogotá y ha publicado cuatro libros sobre cómo luchar contra las fuerzas de Satanás. Antes de ordenarse como sacerdote, Andrés Tirado fue pandillero y ladrón. Este caleño ha atendido más de 5.000 casos de posesión demoníaca y ha visto a sus pacientes levitar y hablar en lenguas durante los exorcismos.
 

Fernando Salamanca / @sal_fercho

Monseñor Andrés Tirado ronda los 40 años y ya perdió la cuenta de los exorcismos que ha hecho. Hasta hace tres años eran más de cinco mil: trescientos por año, diez a la semana, uno o dos al día. “Ser exorcista es un trabajo de tiempo completo”, dice. A su oficio le debe no haber perdido la capacidad de asombro, conocer muy bien al enemigo, haber viajado a España y Polonia para dictar conferencias sobre cómo enfrentarse a los espíritus caídos, y una colección de botellitas de agua bendita que le han enviado de todos los rincones del mundo. Aunque las botellas ya están medio vacías, él también cuenta con unas cruces de plata (y otros metales) que usa como herramientas para combatir espíritus malignos.

dsc_0663-9.jpg

dsc_0656-7.jpg

Andrés Tirado tiene un programa semanal de radio en ‘El cartel de La Mega’ que alcanza a varios miles de oyentes. A veces, durante la transmisión, lleva a cabo liberaciones. Pero él no es el único que participa en estos experimentos radiales: hace un tiempo le hizo en vivo un exorcismo a una caleña y lo acompañaron, por primera vez, integrantes de la Congregación Sacerdotal Internacional y algunos familiares de la joven en proceso de sanación. Ese día hubo hasta un camarógrafo con su equipo completo de fotografía.

La mayoría de los casos que llegan a su oficina, ubicada en el barrio Colombia, se demoran meses o incluso años en hallar solución. Este hombre no solo se enfrenta a un demonio, sino a legiones de espíritus que se han ensañado contra una persona o la familia de esa persona.

“Lo que uno experimenta es muy duro —explica Andrés—. Por eso hay sacerdotes a los que les da mucho miedo y prefieren dedicarse a otra cosa. El exorcismo es un antes, un ahora y un después; es una tarea que nunca termina”.

 “Yo llevo veinte años desarrollando un proceso que es lento pero efectivo. Se trata de perfilar a la persona que viene en busca de ayuda, evaluar su situación social, familiar y psicológica”.

Solo hace liberaciones —lo que muchos entendemos como exorcismo: una intervención sacra en la que el poseído puede levitar, cambiar de voz o hasta escupir moscas— los martes y viernes, porque son los días de mayor fuerza y vibración espirituales, tanto para el mal como para el bien. Mientras Monseñor Andrés Tirado trabaja de día —de tres de la tarde a ocho de la noche—, los médiums, brujos y demás personas que practican magia negra prefieren las horas de la madrugada para hacer sus hechizos.

Según Tirado, existen tres pilares para ser un buen exorcista: el primero es tener el don, ese poder que Dios le da a una persona para manejar fuerzas externas; el segundo es el aprendizaje, estudiar para saber a qué se enfrentan y cómo actúa el demonio; y el tercero es la experiencia, que da la seguridad para hacerlo bien.

Hay quienes se atreven a ser liberadores y terminan “contaminados” por fuerzas malignas o poseídos por espíritus. “Yo le tengo respeto al demonio, porque el tipo pisa duro, pero no miedo”.

dsc_0633-6.jpg

—¿Y usted cómo llegó a ser exorcista?— le pregunto.

—Eso fue cuando tenía veintiún años. Le ayudé a una mujer que tenía problemas de dinero, de trabajo y también con su familia. Le puse la mano en su frente y sentí como si estuviera cerca del fuego.

—¿Qué quiere el espíritu o demonio que toma posesión de una persona?

—Que sufra, así de simple. La brujería va matando lentamente, como los ataques con ácido: el agresor quiere que su víctima sufra, que quede marcada, matarla mil veces en vida. Mire el caso de Natalia Ponce de León, por ejemplo.

—En ese mundo de los exorcismos hay mucho charlatán…

—Lo que más hay son estafadores o ilusionistas, otros son brujos profesionales, gente seria en su trabajo. Y hay médiums que intentan ayudar, pero resulta peor el remedio que la enfermedad.

—¿Lo han tratado de charlatán?

—¿Charlatán? ¿Yo? No señor. Yo llevo veinte años desarrollando un proceso que es lento pero efectivo. Se trata de perfilar a la persona que viene en busca de ayuda, evaluar su situación social, familiar y psicológica. Luego viene un periodo de sesiones en las que voy sanándola y los resultados se van viendo. En la última sesión sí se hace el exorcismo —dice Monseñor Tirado con su amito trenzado en el pecho y su estola púrpura en el cuello.

En su ofcina hay un retrato de San Benito —el santo de los exorcistas—, una colección de cuarzos que uno de los estudiantes de la congregación le envío desde Estados Unidos, y una caja llena de ejemplares de Cómo enfrentar al Demonio y vencerlo, uno de los cuatro libros que ha publicado.

En el último año ha repartido más de quinientos de sus libros entre las personas que se han acercado hasta su oficina. Tirado recuerda que uno de los últimos ejemplares se lo dio a una mujer que llegó llorando porque su hijo había violado a sus hermanas menores y amenazaba con quitarse la vida. Cómo enfrentar al Demonio y vencerlo explica que la fuerza del mal se ha manifestado en la historia del hombre como una lucha constante: Dios contra el Diablo. Está escrito en un lenguaje ligero y fácil de comprender. Puede leerse como un libro de recetas y fórmulas para conocer el mal y saber defenderse.

Recomendaciones de Monseñor Tirado para no terminar contaminado por alguna brujería: evitar recibir bebidas negras (tinto, Coca-Cola, trago) de desconocidos y no dormir en completa oscuridad.

—¿No le parecen recomendaciones exageradas?

—No. Son medidas sensatas: nos estamos enfrentado al demonio, que no se anda con juegos.

—¿Cuál es la región del país con mayor presencia de magia negra?

—La región con más “trabajos” es Bogotá, porque es la zona donde confluyen todas las regiones del país. En general, en el Chocó y el Pacífico es muy fuerte el vudú y la santería; la Guajira y los santanderes tienen fuerte presencia de espiritistas, muy ligados a Venezuela; en los Llanos Orientales y el Amazonas hay magia indígena, tradicional.  

—Y en Bogotá, ¿qué sectores tienen mayor presencia de estos “trabajos”?

—Los cerros orientales son muy fuertes, al igual que barrios tradicionales como Belén, Egipto, Candelaria, Las Cruces. Pero en general en toda la ciudad hay espacios para hacer magia negra, en especial los cementerios, el lugar preferido de muchos brujos. Ahora, los que trabajan en esto tienen una predilección por la tierra, que tiene más fuerza y es más efectiva. Yo mismo he ido a sacar muñecos, animales muertos y sellados, y toda clase de porquerías que mejor no le cuento. 

—¿Cuáles son las señales para detectar que una persona está poseída por un espíritu bajo?

—Hay unas señales que me indican el camino: depresión, tristeza, amargura, sentirse perseguido, escuchar voces, agresiones, moretones sin explicaciones aparentes, rasguños en el cuerpo, pesadillas…

—¿Y la señal definitiva?

—Cuando la persona queda privada en la noche, que no puede moverse. A eso lo llaman pánico de sueño. Se trata de espíritus que no quisieron o no pudieron recibir la gracia de Dios. Muchos de ellos hallaron la muerte en accidentes, asesinados o por suicidio. En general, son espíritus errantes, para ellos no hay tiempo, ni espacio, ni lugar en el que puedan descansar. Pese a que han muerto, los espíritus siguen habitando este mundo, que es para ellos una prisión.

—¿Cómo escoge un espíritu a su víctima, en los casos de posesión demoníaca?

—Hay varias maneras: invocaciones como la tabla güija, rituales, desafíos al demonio, trabajos de brujería que se encargan a expertos, estar en un sitio con energía oscura y que la persona esté débil espiritual o físicamente, pactos satánicos como los de sicarios con la Madre Muerte. La posesión tiene unas causas claras y eso es lo que combatimos.

♦♦♦

Vanessa es una muchacha delgada de diecisiete años con un problema de alteración de comportamiento, delirios y cambios extremos de personalidad. Fue admitida en 2010 en el monasterio de Bernardino Chiquillo, en el barrio Ciudad Roma, al sur de Bogotá. El “trabajo” se había manifestado, de manera leve, cuando la niña tenía ocho. Si acaso presentaba un síntoma en apariencia irrelevante: veía en sueños a su abuelo Tomás, a quien nunca conoció.

Vanessa empezó a hablar en varios idiomas que ella misma desconocía, sentía repulsión cuando se le pedía que rezara el Padrenuestro, su temperatura corporal se elevaba, sufría desmayos súbitos, levitaba e incluso en algún momento giró su cabeza más de 180 grados.

El embrujo volvió a aparecer cuando tenía doce años, mucho más expansivo y maligno. Cuando el sacerdote Chiquillo la recibió en su monasterio, Vanessa entró en liberación y tardó cinco horas para volver en sí. Presentaba debilidad y parálisis del lado izquierdo del cuerpo, con ataques esporádicos y problemas al hablar, beber y comer. Bernardino no pudo combatirlo.

La tercera o cuarta opción de Eugenia, su madre, fue llevarla a la institución de Monseñor Andrés Tirado, quien dictaminó sin atenuantes que no estaba poseída por un espíritu, sino por una legión de demonios. Con el paso del tiempo el sortilegio avanzó y los ataques se hicieron más fuertes y extraños.

dsc_0617-4.jpg

Los primeros ataques habían sido convulsiones de tipo "grand mal" (que implican rigidez muscular, contracciones violentas y pérdida del conocimiento) y, aunque seguía sufriéndolos con regularidad, los nuevos síntomas eran diferentes: no perdía la conciencia sino que parecía —y ella sentía— estar soñando, como en una realidad paralela. 

El diagnóstico de Tirado se fortaleció y se hizo más concreto con las sesiones de liberación que le practicó a la niña. Vanessa empezó a hablar en varios idiomas que ella misma desconocía, sentía repulsión cuando se le pedía que rezara el Padrenuestro o el Credo, su temperatura corporal se elevaba, sufría desmayos súbitos, levitaba e, incluso, cuenta Andrés, en algún momento giró su cabeza más de 180 grados.

—¿A cuántos médiums o exorcistas acudió antes de conocer a Tirado? — le pregunté a Eugenia.

—A muchos. Hasta estuvimos en un lugar de oración a la Virgen María, donde los Misioneros Marianos. En una ocasión que ella estuvo mal, la llevamos donde un señor en Usme.

—¿Acudieron a otro tipo de ayuda, como psiquiatras o neurólogos?

—No, únicamente acudimos al psicólogo del colegio donde ella estudiaba.

—¿Y cuál fue la causa de toda esta tortura?

—Algo que me dieron a beber cuando estaba embarazada de Vanessa —contestó Eugenia— Fue la abuela, hemos tenido una relación difícil. Mi hija está segura de que fue ella.

Pasaron las semanas y Vanessa comenzó a reaccionar positivamente a los consejos de Monseñor Tirado. Con cada sesión el agobio fue cediendo para darle paso al equilibrio físico y al emocional.

—Monseñor nos dijo que a su debido tiempo nos contará quién fue la persona que nos hizo tanto daño.

♦♦♦

Muchos han hablado de la brujería en diferentes contextos: políticos, amorosos, familiares, civiles. Por ejemplo, en el libro La Bruja (coca, política y demonio), Germán Castro Caycedo cuenta la historia de la salvación de Amanda, una reputada bruja de Fredonia (Antioquia) que fue librada de las garras de la santería y los hechizos gracias a la intervención de un grupo de exorcistas, encabezado por Monseñor Alonso Uribe Jaramillo. La mujer había sido maga de cabecera de un presidente de la república y, entre otros políticos, de un gobernador de Antioquia que la consultaba en busca de soluciones a sus problemas de amor y poder.

 La relación entre lo político y lo sacro ha estado presente desde los cronistas de Indias, quienes contaron la guerra entre las behetrías (feudos) y los señoríos de los indios. El sacrificio de víctimas, la antropofagia y las guerras mágicas entre chamanes fueron muy comunes.

En Colombia, la relación entre la magia, la sanación y la violencia ha hecho de este país un escenario fértil para la práctica de la brujería. De hecho, capos del narcotráfico, cabecillas de la guerrilla, comandantes de grupos paramilitares y hasta altos mandos de la la Policía y el Ejército han buscado la ayuda de brujos para no ser víctimas de la contienda bélica. La revista Semana contó en 2002 que el famoso comandante Romaña “tiene fama de ser buen comandante entre sus subalternos. En el sector rural dicen que está rezado o que tiene pacto con el diablo y que por eso no le entran las balas”.

Cuando reviso los acontecimientos de Eugenia y el calvario que ha sufrido con su hija, intento comprender el porqué. ¿El padecimiento de Vanessa y su madre se ha debido a la intervención mágica de otra persona, a un rival en asuntos de dinero, éxito en los negocios, bienestar del hogar o celos y querellas entre miembros de la misma familia? Para comprender las razones, Eugenia prefiere acudir a lo sobrenatural, a lo misterioso, a lo que está fuera del control de la voluntad humana.

Carlos Uribe Celis, profesor de la Universidad Nacional y autor del ensayo Magia, brujería y violencia en Colombia, dice en uno de sus textos que “la brujería entra a mediar en las relaciones sociales como el supremo árbitro que regula la rivalidad, la envidia y los deseos de venganza entre personas que comparten espacios sociales próximos”.

dsc_0605-3.jpg

Según lo entendido, la brujería despoja a sus víctimas del control de sus propias vidas, y por ese camino se llega a una conclusión: la brujería se combate con brujería.

♦♦♦

Monseñor Tirado se acomoda su saco negro de paño y se alista para la sesión fotográfica de este artículo. Se pone un reloj grande y una argolla de oro con una cruz.

—¿Usted sabía que yo estuve en seis pandillas en Cali, y que fui ladrón en los barrios Venecia y en Galerías?— me pregunta el sacerdote. 

—No lo sabía. ¿Y cuál era su apodo?

—Pues el más fácil de todos: Tirado. Jajajaja.

El sol del mediodía se filtra en su oficina, creando una nube blanca sobre su escritorio. Monseñor revisa varias veces su reloj: en unos diez minutos atenderá la primera de las quince citas programadas para hoy. Según su secretaria personal, Monseñor tiene asignadas dos citas de liberación para mañana, ambas fuera de la ciudad, además de una cátedra en el seminario de formación de exorcistas, que coordina desde hace tres años. Hoy, la escuela de Monseñor Andrés Tirado cuenta con diez sacerdotes en formación, pero él es el único que hace liberaciones.

—¿Usted cuánto cobra por cada cita?

—Veinte mil pesos. Eso incluye la bendición de agua embotellada, un libro sobre cómo combatir al demonio, una cruz pequeña y otros objetos de protección. Barato, ¿no le parece? Porque hay lugares que cobran una fortuna. Vaya y pregunte cuánto cobra Mauricio Puerta por una lectura de la carta astral. Y eso es lo que no entienden esos charlatanes y embusteros. Si yo cobro veinte mil pesos, me queda lo justo para vivir y ver por mi familia.

dsc_0618-5.jpg

—¿Y tiene ahorros?

—Ahorros no tengo, porque aquí la plata como llega se va, pero en el momento en que yo termine aquí mis servicios, me siento a recibir la gracia de Dios cumpliendo otro mandato suyo.

Le hago finalmente la gran pregunta:

—¿Qué es la brujería?

—Es todo lo que va en contra de la libertad, del amor. La ambición del ser humano que se manifiesta en forma de posesión, de la ansiedad por dominar a los otros, a los seres que supuestamente quiere.

— ¿Y usted qué haría si un demonio lo poseyera?

—Eso no sucederá, porque estos veinte años de metérmeles al rancho me han hecho más fuerte y más perspicaz. Y las personas lo saben. Hasta yo estoy aterrado de los casos que he sanado. Me han dicho que me encomiende a Dios y al Monseñor Tirado. 

 

Lea también:

Cristo es punk

Las penitencias religiosas de los presos​

Comentar con facebook

contenido relacionado