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Las mentiras sobre la marihuana

Al cannabis no le faltan detractores expertos en disparar falacias en su contra. Con el fin de promover un debate sin extremismos, el Centro Internacional para la Ciencia en la Política de Drogas (ICSDP) publicó un informe que dejaría sin piso algunas de las declaraciones de políticos y grupos anti legalización colombianos sobre los efectos nocivos de la marihuana. 

Nicolás Rodríguez Sanabria

Apenas se abrió el debate sobre la posibilidad de despenalizar la marihuana en Colombia, las voces opositoras no demoraron en hacer oír sus argumentos apresurados y engañosos. Así ocurrió, por ejemplo, con la iniciativa de los CAMAD del alcalde Petro, o con el proyecto de ley propuesto por el senador Juan Manuel Galán para implementar el uso legal de la marihuana con fines medicinales.

Hablar con premura tiene sus riesgos. Y puede llegar a ser muy vergonzoso, como bien lo pudo constatar en 2014 el senador Juan Carlos Vélez tras tuitear la noticia de las 37 personas que habrían muerto por sobredosis de marihuana luego de su legalización en Colorado (Estados Unidos).

La noticia, que por supuesto era falsa, la había publicado un periódico satírico. El político paisa tuvo que disculparse, pero no pudo evitar insistir en que “esta droga es perjudicial para nuestra sociedad”.


Las investigaciones más recientes encuentran que la causa de un declive en el CI se explica más por el consumo de alcohol, y que su conexión con la marihuana se debe más a un inicio precoz en el consumo que a su uso moderado


Y este es el verdadero riesgo de hablar sin saber: que quienes escuchan pueden tragarse la mentira.

Para contrarrestar esa tendencia, el Centro Internacional para la Ciencia en la Política de Drogas (ICSDP) muestra qué tan robusta es la evidencia detrás de las afirmaciones más populares sobre la marihuana. En el documento State of the Evidence: Cannabis Use and Regulation, se puede examinar, por ejemplo, la veracidad del ex presidente Uribe, uno de los enemigos más empedernidos de la legalización, cuando afirma que el cannabis “afecta el desempeño intelectual de los consumidores”. Anteriormente, algunos estudios apoyaban esta teoría, pero ya han sido descartados por la debilidad de sus conclusiones. Las investigaciones más recientes encuentran que la causa de un declive en el CI se explica más por el consumo de alcohol, y que su conexión con la marihuana se debe más a un inicio precoz en el consumo que a su uso moderado.

En el mismo congreso donde profirió aquella declaración, Uribe sumó una más: "La marihuana es el camión para otras drogas fuertes", con lo cual sugería dos cosas: primero, que la marihuana sirve como puerta de acceso a drogas fuertes y, segundo, que ésta es también una droga fuerte. La primera teoría ha sido estudiada a profundidad y, a pesar de que se ha encontrado que en muchos casos se llega primero al cannabis que a las drogas fuertes, no existe evidencia consistente de que éste actúe como trampolín hacia ellas. Es decir, es probable que un heroinómano haya pasado antes por la marihuana, pero eso no quiere decir que alguien sea propenso a inyectarse heroína si se fuma primero un porro. La ICSDP muestra también que en algunos países el alcohol y el tabaco se acomodan más a esta teoría y que, de nuevo, la edad de iniciación es significativa.

Ahora, es probable que el ex presidente no crea que la marihuana es una droga fuerte y que lo de su afirmación no haya sido más que una errata verbal, pero, en este error, Uribe se acerca a una de las declaraciones revisadas en el documento que sí tienen bases científicas: “La marihuana es en promedio entre 300 y 400 por ciento más fuerte que hace 30 años” dice el aviso de salud canadiense que la ICSDP examina.

Aunque no hay consenso sobre el límite que divide a las drogas suaves de las fuertes, es verdad que ciertos tipos de marihuana se van acercado más al segundo grupo. Y es que variedades de cannabis se inventan todos los días, algunas con el propósito de hacerlas muy poderosas. Así es como estudios encuentran incrementos de hasta el 300% en el nivel del THC del cannabis (componente psicoactivo) en las últimas tres décadas. Aunque no es claro si al alza en potencia lo acompañan daños mayores, hay indicios de que la ilegalidad impulsa dicha alza, además de que los consumidores están expuestos a consumir un producto del que no saben nada.

Otro funcionario colombiano que fustiga constantemente la legalización es el procurador Alejandro Ordóñez, quien dijo hace un año que “si se legaliza la droga hay mayor disponibilidad y por ende mayor consumo”.


Los estudios indican que la prohibición no disminuye la oferta (hay más evidencia de que la aumenta) ni dificulta el acceso a la droga


Lo maravilloso del informe de la ICSDP es que no sólo desmitifica el consumo de marihuana sino también las supuestas consecuencias de legalizarla, y resulta que ninguna de las dos partes de la tesis del procurador tiene evidencia que la soporte. Los estudios indican que la prohibición no disminuye la oferta (hay más evidencia de que la aumenta) ni dificulta el acceso a la droga. Las diferencias en la regulación que aplica cada Estado no parecen tener efectos en la disponibilidad de la droga, lo cual confirmaría lo que había hallado un estudio del 2004, que no señalaba diferencias entre la oferta legal de Ámsterdam y la ilegal de San Francisco. En cuanto a lo segundo, legalizar tendría si acaso un efecto marginal: los estudios longitudinales de varios países no muestran cambios radicales en el consumo cuando se altera la legislación sobre regulación.

Es importante discutir sobre la legalización de la marihuana. Más allá de la polémica y las discusiones entre funcionarios públicos, este es el momento para pensar en las bondades de regular con inteligencia. El control de calidad, el suministro de información sobre el producto y la restricción de edad son algunos de los ejemplos que ayudarían a mitigar varios de los daños que causa el cannabis bajo su estatus ilegal.

Muchos otros mitos caza la ICSDP en este documento que puede leer en el sitio web de la organización para informarse y dejar con las palabras en la boca a más de un detractor descuidado, y de paso recordarle la frase de Moynihan: “todo el mundo tiene derecho a su propia opinión, pero no a sus propios hechos”.

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