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Cuando el graffiti entró a las galerías de arte

En 1973, la Razor Gallery en Soho (Nueva York) acogió la obra de los mejores escritores de graffiti de comienzos de los años setenta. Este fue el inicio de un modelo que hizo millonarios a artistas del graffiti como Jean Michel Basquiat, en la década de 1980, y Banksy, en la actualidad. 

Sebastián Aldana Romero

Veteranos de la Guerra de Vietnam regresan a sus hogares, manifestantes en contra de la guerra, se inaugura el World Trade Center, Martin Scorsese filma Taxi Driver, pandillas callejeras y graffiti, mucho graffiti. Eso era Nueva York a principios de la década de 1970. La mayoría de los vagones del metro estaban tan cubiertos de pintura que el alcalde de turno, John Lindsay, le declaró la guerra (como si no le bastara la de Vietnam) a los “vándalos” que dejaban sus tags en cada lugar por el que pasaban. En mayo de 1989, cuando el último vagón que había sido pintado fue retirado del servicio, la alcaldía de la ciudad se atribuyó una victoria que, por supuesto, sólo era simbólica.

"Hugo Martínez, un estudiante de sociología, logró que PHASE 2, MICO, COCO 144, PISTOL y FLINT 707 expusieran en la Razor Gallery en 1973"

En 1971, 300 mil dólares se gastó la ciudad en remover las firmas de TAKI 183, JULIO 204 y otros pioneros del graffiti neoyorquino. “Yo trabajo. Yo pago impuestos. No le he hecho daño a nadie”, dijo TAKI 183 en un artículo publicado en The New York Times, que lo consagraba como el “rey” de todos los escritores de graffiti de aquella época.

Pero limpiar la ciudad no fue el único aspecto que influyó en la guerra de Lindsay contra los grafiteros. El auge de las galerías también contribuyó a que, paulatinamente, algunos escritores de graffiti dejaran su blanco preferido (el metro) y terminaran poniéndole precio su obra.

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Lexington Avenue Line (1973). Foto: Dominio público

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El metro de Nueva York en 1973. Foto: Dominio publico

  

En su libro American Graffiti (2009), Margo Thompson relata que Hugo Martínez, estudiante de sociología en el City College, tras crear la United Graffiti Artist, logró que PHASE 2, MICO, COCO 144, PISTOL y FLINT 707, algunos de los jóvenes del colectivo, expusieran en la Razor Gallery en 1973.

“Es un placer informar que la respetable posición y el contexto del arte no han intimidado a la mayor parte de los artistas de la UGA —escribió el crítico de arte Peter Schjeldahl en una reseña sobre la Razor Gallery para The New York Times—. Pese a su falta de tutoría, ninguno de estos lienzos sería desacreditado en una colección de arte contemporáneo”.

   

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La Razor Gallery captó de inmediato la atención de la prensa neoyorquina. The Newsweek, a través de su reportero S. K. Overbeck, calificó la obra de estos artistas urbanos de “salvajemente expresiva”, y New York Magazine, en el artículo “The Graffiti Hit Parade”, del periodista Richard Goldstein, reconoció públicamente el potencial artístico de los “escritores del metro”.

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Hugo Martínez había quedado impactado con las hazañas de CAY 161 y JUNIOR 161, quienes habían pintado de arriba abajo una de las paredes de la estación de la Calle 116. “Fue un hito. Incluso el escritor Norman Mailer escribió sobre ello en su libro La fe del Graffiti”, comentó el estudiante de sociología en una declaración que se puede encontrar en la guía Graffiti en sus propias palabras.

Martínez veía en la UGA una alternativa para el mundo del arte. Veía en estos jóvenes escritores de graffiti la manera de recanalizar las ideas hippies sobre la libertad, la paz, el amor y la democratización de la cultura mediante la redefinición del fin último del arte.

MICO, por ejemplo, emigró de Colombia y se estableció en Estados Unidos en 1969. Empezó su trayectoria como grafitero mientras estudiaba en el Brooklyn´s Erasmus Hall High School. Formó parte del crew SALVAJES y, en septiembre de 1973, fue elegido para exponer en la Razor Gallery. (En 2012, Cartel Urbano entrevistó a MICO, quien estaba de paso por Bogotá).

“Uno de los momentos más importantes de mi carrera fue cuando la UGA me eligió —comentó MICO en una entrevista para The New York Magazine—. Fueron los mejores escritores de todos los condados. Tenías que ser nominado por alguno de los miembros y, si eras lo suficientemente bueno, te llamaban para una entrevista”.

MICO vendió su primera obra en 400 dólares. A un coleccionista le interesó la pieza La bandera de Mico, que tenía de fondo la bandera de Puerto Rico con un MICO (de líneas gruesas y negras) escrito encima de esta. “Yo estaba tratando de lograr un trabajo con contenido político-social”, aseguró. Otros de sus graffitis decían “Liberen a Lolita Lebrón”, “Liberen a Carlos Feliciano”, “Puerto Rico libre”, “Liberen a Mandela”, “Liberen a Sisulu” y “Cuelguen a Nixon”.

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La Bandera de Mico

MICO dejó de pintar en el metro en 1975. Continuó su carrera explorando nuevas áreas, como el ‘Realismo social abstracto’.


“En más de una ocasión les dije a los artistas que no confiaran en las galerías, porque pensaba que solo les darían 15 minutos de atención y luego se desharían de ellos. Y eso realmente fue lo que pasó”, señaló el periodista Richard Goldstein


Hugo Martínez siguió ejerciendo su rol de dealer del arte. En 2005, cuando contaba con 54 años, dijo en una entrevista: “Nunca se sabe cuándo alguien puede aparecer a las dos de la mañana y luego querer pintar hasta las cinco. Estos chicos no tienen horarios regulares. Tengo que estar disponible”.

  

 

En 2007, Martínez publicó Graffiti NYC, una compilación de la obra de los mejores escritores de graffiti del nuevo milenio en Nueva York, lo cual demuestra que nunca abandonó el espíritu que comenzó a cultivar en 1972, cuando era estudiante de sociología y quedó impresionado con las hazañas de CAY 161 y JUNIOR 161.

A pesar del aporte de Martínez, suele pensarse que la verdadera entrada del graffiti a las galerías neoyorquinas fue a principios de la década de 1980. La figura imponente de un Jean Michel Basquiat, amiguísimo de Andy Warhol y Madonna, entre otras celebridades, es una  de las razones. Aunque no era el único artista del graffiti, sí era el que más ingresos recibía: sus cuadros oscilaban entre 20.000 y 30.000 dólares (MICO vendió su primera obra en 400 dólares).

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En la época de la Razor Gallery hubo rumores de que Martínez no daba plena libertad artística a los escritores que había acogido, pero la idea de que en las galerías el graffiti perdía pureza jamás afectó el proyecto del cual era gestor. En cambio, entre 1980 y 1983, algunos grafiteros y periodistas avivaron el debate.

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En la imagen, Hugo Martínez 

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Fragmento de la película Basquiat (1996)

“En más de una ocasión les dije a los artistas que no confiaran en las galerías, porque pensaba que solo les darían 15 minutos de atención y luego se desharían de ellos. Y eso realmente fue lo que pasó”, señaló el periodista Richard Goldstein, el mismo que había calificado de “salvajemente expresiva” la obra de los convocados a la Razor Gallery.

Reconocidos artistas del graffiti como Lady Pink, RATE y Crash también se pronunciaron: “Quienes dominan el mundo del arte son como tiburones”, “El graffiti es vandalismo, pierde su esencia si se legitima” y “El Museo de Arte Moderno mostró algo mío; los museos son la última parada en la línea del metro”, fue lo que dijeron cada uno, respectivamente.

Y de las tres opiniones, tal vez la sentencia de Crash es la que prevalece hoy en día. Con el respeto que merecen aquellos escritores de graffiti que no claudican ante las seductoras ofertas de las galerías de arte, ¿cuánto puede facturar Banksy, teniendo compradores como Angelina Jolie y Brad Pitt? Keep it Spotless, una de sus obras más importantes, fue vendida en 2008 en 1,2 millones de euros. 

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 Keep it Spotless, de Banksy

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