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Santiago y Martín insisten en fastidiar

Han hecho orinar de la risa a toda una generación a punta del humor más negro. Acaban de anunciar su retiro de los medios. Pero no hay que creerles. En todo caso, este par de inútiles brillantes ya tiene garantizado un pedestal en la historia de la televisión chimbchombiana.

Santiago Moure y Martín de Francisco estrenan página web con una publicidad autocompasiva en la que anuncian su inminente retiro de los medios de comunicación y en la cual lloran, a moco tendido, porque parece que ya nadie los aprecia. Era lo único que les faltaba después de una ya larga carrera como principiantes en la comedia, a veces figurando como actores (Moure en esto es superior a de Francisco), otras como comentaristas radiales, televisivos, contadores de chistes sin gracia, promotores de anuncios publicitarios y hasta dibujos animados.

Por donde han pasado utilizan la misma fórmula de mercadeo que los ha convertido en celebridades: manifestar su incapacidad para la vida, su fracaso e inoperancia. La estrategia es inteligente, se salvan de cualquier responsabilidad pues ante un descalabro o un error garrafal pueden acudir al argumento de su propia necedad. Ahora les ayuda mucho más porque están viejos y cansados. Basta que lo digan para que su audiencia les crea: pagan los boletos para verlos decir eso sin descanso o les celebran las ocurrencias. Martín y Santiago no le tienen miedo ni siquiera a reciclarse, a dibujar sus gestos fatigados, famosos desde 1993; a repetir las expresiones que muchos en este país les han copiado.

En estos comportamientos se asemejan a los artistas del performance de nuestro tiempo. Si alguien se atreve a controvertir sus carantoñas, muecas y demás balandronadas de plaza pública, el performer recurre al pretexto fácil: “Tiene toda la razón; lo que pasa es que este performance no es arte, yo no soy Artista, así, con mayúsculas, nadie lo es porque todos somos artistas, así, con minúscula”.

No hay ninguna diferencia entre los lamentos infantiles de los creadores de El siguiente programa y los performers que se quitan la ropa para untarse tierra, agua o lodo mientras recitan poemas incomprensibles. Nadie los puede criticar porque de antemano necesitan comprensión, compasión, son unos pobres fracasados y ese es, a propósito, el eje central de sus acciones artísticas.

Si de veras quisieran retirarse y abandonar los medios donde los han recibido como bufones durante décadas, Santiago Moure y Martín de Francisco tendrían un sitial de honor en la historia no solo de las comunicaciones sino en la historia a secas de Colombia. Su estilo verbal y gestual ha creado una cauda de malos imitadores que infestó la casi totalidad de espacios radiales (donde siempre hay un comentarista chabacano, un crítico del mal gusto, un de Francisco) y que ha influido hasta la médula en diversas expresiones del entretenimiento, del entrevistador osado al cómico de stand up comedy, del espontáneo chistoso de Youtube al presentador de noticias de farándula. Hicieron bien su tarea. Modificaron el modo solemne en que se presentaban ante el público todos los conductores y animadores del carnaval mediático. Aunque se excusen en que no han logrado nada de provecho. Aunque sigan reafirmando su luz escasa.

Quizás deseosos de dinero (su discurso roza la queja porque supuestamente no tienen pensión de vejez) o de vigencia (las nuevas generaciones no los han soportado tanto como ellos quisieran) los dos payasos ajados insisten en volver, en recordarnos su precaria condición hasta el hartazgo. Es imprevisible saber qué clase de producto comercial van a anunciar esta vez. Pero no está mal. Al menos el regreso será divertido.

Por desgracia, se equivocan sin remedio quienes piensen que esos métodos vacuos y esa miserableza son garantía de éxito al ser emulados en el arte y en los medios. No demoran en aparecer por montones los plagiarios de estas fórmulas y tendremos que aguantarlos. Ignoran que tanta exhibición de la minusvalía y de la derrota solo les funciona al brillante par de inútiles llamados Santiago Moure y Martín de Francisco.

El dúo triste se ha granjeado la posible nueva promoción de pésimas copias por intentar mantenerse en pie sobre su endeble pedestal. Que no se quejen cuando empiecen a remedarlos del peor modo en todas partes.

O que se quejen. Al fin y al cabo eso los alimenta. Ese es su espectáculo.

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