Un deporte para muchos, no para machos
Retiros prematuros, expulsiones del equipo, segregación social y hasta el suicidio, son algunas de las consecuencias ha traído a futbolistas hombres y mujeres exponer a la luz pública su orientación sexual. La discriminación en el fútbol, el machismo y la homofobia son temas sobre los que tenemos que hablar con urgencia en América Latina. Estos son algunos de los casos más sonados.
Desde pequeños la sociedad se ha encargado de separar a los niños de las niñas. Quizás el primer regalo que reciben la mayoría de niñas son muñecas, mientras que un balón inflado y fuerte es infaltable entre los juguetes de un niño. Basta con remontarse a las clases de Educación Física de los colegios colombianos, en las que los profesores ponían a las niñas a jugar baloncesto o voleibol y a los niños a practicar “el deporte popular”, el fútbol, estableciendo así la brecha entre unos y otros.
El pasado 25 de junio, el parche de futboleros Save the Football, un grupo de chicos y chicas que organiza conversatorios en donde exponen procesos alternativos al fútbol tradicional y que buscan el cambio social con una línea antifascista en defensa de los derechos humanos, abrió un espacio con el apoyo del Centro de Atención Integral a la Diversidad Sexual y de Géneros CAIDS para hablar de cómo ha sido la cercanía entre el fútbol y la comunidad LGBTI en el que las panelistas en torno a este deporte fueron Miyu Alarcón y Brenda Ortíz, mientras que para hablar de otros deportes como el tenis y el baloncesto tomaron la palabra Luisa Suárez y Deysi Olarte.
(Conozca más en: 'Save the Football: uniendo rebeldías para recuperar la esencia popular del fútbol')
Dentro del conversatorio se habló de cómo desde el fútbol popular se puede incidir en la inclusión de personas de distinta orientación sexual en el deporte a partir de la apropiación de territorios que históricamente se les han negado por ser “diferentes”. “El fútbol popular incide con herramientas bastante significativas ya que se enfoca en los primeros años de vida y es allí donde a las niñas y niños se les debe inspirar el respeto a la diversidad, por eso la corporación Casa del Oso con labor desarrollada en los distintos territorios busca fomentar el respeto, el amor y la disciplina eliminando la homofobia y el machismo intrínseco al fútbol comercial”, explica Miyu, docente y directora de la corporación Casa del Oso, una organización dedicada a descubrir, empoderar y generar talentos de niñas, niños, jóvenes y adolescentes desde una perspectiva diversa.
Por otro lado, Brenda, una mujer trans que antes de su tránsito hizo parte de las barras populares de Millonarios, asegura que “los jugadores no asumen su orientación sexual en el deporte o se maneja un bajo perfil por el miedo a que la gente juzgue y termine con una carrera por su orientación sexual o identidad de género. Es más fuerte acá en Latinoamérica, yo creo que en Europa sería más fácil, acá nos falta bastante en el tema. Ser diverso sexual no te hace más ni menos que nadie”.
El panorama global genera incertidumbre y Colombia no es la excepción. En enero del año pasado, el futbolista y referente argentino del Boca Juniors, Carlos Tévez, durante una entrevista para la cadena televisiva del país gaucho TyC Sports declaró: “(...) a Lito yo lo llevo al barrio conmigo. Es chico todavía, pero... imagínate. La madre, los abuelos, el único varón. Si no lo llevo al barrio a que le den un par de cachetazos, está ahí de doblar la muñeca”. El comentario del “Apache” causó una gran controversia en redes sociales debido al evidente machismo y homofobia que expresó el deportista. La declaración de Tévez, a pesar de ser un completo descache, permite reconocer varias cosas. Lo primero, que como sociedad está inserto el imaginario de que, si un niño crece rodeado de mujeres, esto puede llegar a determinar su orientación sexual; y segundo, que jugar fútbol hace a niños y niñas “más varoncitos”, razón por la que muchas de las veces este tipo de apreciaciones alejan a las niñas de las canchas.
En 1990, durante la fuerte época en que Margaret Thatcher ejerció como Primera ministra del Reino Unido, Justin Fashanu, se declaró abiertamente homosexual debido a la presión que ejercían técnicos, compañeros y la prensa que, con comentarios salidos de tono, aseguraba que el delantero visitaba bares gais en las noches. Ocho años después y tras pasar por diez equipos (el último de ellos en Australia), un joven de 17 años denunció a Fashanu por agresión sexual sin pruebas. Esa fue la gota que rebosó la copa. A través de una carta en el 98, con 37 años, se despidió del mundo. “Me he dado cuenta de que ya he sido declarado culpable. No quiero dar más preocupaciones a mi familia y a mis amigos. Espero que el Jesús que amo me dé la bienvenida; al final en él encontraré la paz que nunca tuve”. El futbolista inglés de padres nigerianos que expuso su talento en clubes de la Liga Premier como Manchester City, West Ham o Norwich City terminó su calvario a su manera.
Argentina, un país pasional y el más futbolero en el sur del continente, no se escapa de hechos bochornosos con similares características. En octubre de 2016, Eva Analía de Jesús o “Higui” -como la conocían por su parecido al arquero René Higuita y su virtud dentro de la cancha cuando jugaba en sus ratos libres- fue conducida a prisión. El delito que cometió fue asesinar a un hombre en defensa propia, argumentando que el tipo y dos amigos más la insultaron por su orientación sexual, la golpearon y la tiraron al suelo con la intención de violarla. "Te voy a hacer sentir mujer, forra lesbiana", le dijo uno de los agresores, mientras le rompía los pantalones. Según la versión de Higui, le clavó al acosador un cuchillo que llevaba encima para defenderse. El supuesto agresor murió casi en el acto mientras que De Jesús quedó presa. La negligencia judicial argentina y la explícita lesbofobia tuvo a Higui encerrada en prisión durante 8 meses casi que omitiendo su defensa.
En Colombia, el panorama es bastante agridulce frente a la relación que históricamente ha existido entre el fútbol y la comunidad LGBTI. Las chicas de la selección colombiana no han estado ajenas a las grotescas afirmaciones de los directivos: acoso acompañado por comentarios sobre su sexualidad y las conductas que llevan a cabo externas al campo de juego, aspectos que no inciden en su rendimiento deportivo. En diciembre del año pasado, el máximo accionista y Presidente del Deportes Tolima, Gabriel Camargo hizo unas fuertes declaraciones cuando aseguró que las futbolistas “son más ‘tomatrago’ que los hombres” y añadió que los clubes son “un caldo de cultivo de lesbianismo”; improperios a los que Yoreli Rincón, quizás la figura más grande del fútbol femenil local, respondió: “Presidente Camargo, no se le olvide de donde vienen sus hijos: una mujer. ¿O quiere una futbolista que le planche la ropa y le lave los platos del club? Ojalá saque pronto en su equipo masculino un doblemente campeón con jugadores que no toman trago y que no tienen más de una mujer. Respete”.
“Si vos sos del Nacional, vos sos un homosexual. Si ves a Laisa en Tv, sos un marica también (...)”, es uno de los cánticos que las barras del América de Cali pregonan cuando el club enfrenta a Atlético Nacional. “Hay que poner más huevos” es una de las expresiones más escuchadas en las graderías de un estadio, una frase en la que se asume que el fútbol es un deporte para “machos”. Lo cierto es que, en medio de un balompié machista, hay un sinnúmero de futbolistas que esperan el chance para poder salir del clóset sin que esto vaya a traer consecuencias negativas para su vida profesional y personal.
El fútbol en Latinoamérica y alrededor del mundo todavía debe luchar por ser un deporte más abierto e incluyente. Casos como los que hemos mencionado antes ocurren todo el tiempo y no siempre a nivel profesional, sino también en las escuelas y en los barrios. No sólo se trata de la aceptación de la homosexualidad dentro de las filas de los deportistas ni la disminución del estigma que pesa sobre las mujeres futbolistas; también está en la ciudadanía y en los espectadores reflexionar sobre la homofobia latente, el machismo y la segregación que abundan en la mayoría de los ambientes futboleros, en los partidos de la selección, recochas de barrio o en las tribunas de los estadios.