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Ilustraciones por Nefazta

No es época de abundancia para mí, una modelo web cam

“Soy feminista. No me siento orgullosa pero tampoco me avergüenza esta experiencia. Me ha permitido asumir mis debates acerca del trabajo sexual desde el quehacer y no sólo desde la teoría, sin perder de vista que todo esto se enmarca en la explotación por parte de un sistema capitalista y patriarcal que no nos ofrece alternativas”.

Antonia Lozano*

—¿Por qué estás aquí? Este lugar no es para ti.
—Gano 125 cada noche y nadie me toca. ¿No quieres que esté a salvo?
(...)
—¿Alguna vez haces cosas con hombres aquí?
—Querido, una dama nunca cuenta y no me gusta tu actitud.
(...)
—No me gusta este lugar para ti. 
—Una dama debe ganarse la vida.

Dialogo entre Ángel y Stan en la serie POSE.

 

Después de dar play a mi lista de reproducción del día, hago click en start transmission. Me veo a través de la pantalla. Estoy aquí nuevamente, hermosa y sensual, ofreciéndome a extranjeros a cambio de tokens. Mi tip menú va desde las palmadas en las nalgas por 15 tokens, chuparme los dedos por 23, mostrar por algunos segundos mis senos, mi culo o mi vagina por 25, 30 o 45 tokens. Incluso fingir un orgasmo en público, por 333. Nunca he tenido que fingir un orgasmo en público y espero no hacerlo. Lo he hecho en privado y en esas situaciones no le he visto mayor lío; algunas veces me siento, al hacerlo, una actriz forzada, otras la excitación permanente de verme, de tocarme, de acariciarme y conversar acerca de sexo con hombres durante cerca de seis horas al día, me ayuda a tener actuaciones estelares. Mis clientes nunca se han quejado de una mala simulación. En un show privado me pagan 18 tokens por minuto para hacer algo que previamente hemos conversado. Yo trato de actuar con delicadeza y lentitud para que los minutos corran y con ellos, mi paga. 

Esta es la única opción laboral que se me abrió después de cuatro meses de búsqueda. Además hoy, en plena pandemia mundial por el covid-19, puedo seguir trabajando. 

Tengo 26 años y estoy cerca de graduarme como licenciada en una universidad pública. He sido voluntaria de oenegés feministas durante casi 10 años. Sostuve toda mi carrera haciendo diseño gráfico, mientras me dedicaba también al trabajo comunitario. Me fui de la casa de mi mamá y mi papá hace 2 años. Vivo con mi gata Pepa y a punta de autogestión logré mantenernos un buen tiempo, pero la situación económica en 2019 se complicó y ser free lance dejó de ser una opción porque el trabajo era cada vez más insuficiente, así que en agosto del año pasado inicié una búsqueda de empleo formal: uno con sueldo, salud, pensión y la seguridad de recibir un pago fijo por mi trabajo. 

Según el DANE, para octubre de 2019 el desempleo en Bogotá se consolidó en 10,1% y yo hacía parte de esa cifra, la sufría día a día, cuando me levantaba a desayunar y en la nevera quedaba únicamente una porción de comida mientras en mi billetera las monedas escaseaban, o cuando me enfermaba y recordaba que no podía empeorar porque llevaba meses sin poder pagar la EPS. 

Entre agosto y septiembre busqué ofertas que se correspondieran con mis experiencias previas y mis habilidades. Educadora, diseñadora y gestora cultural eran mis principales opciones, pero sólo logré una entrevista y no recibí una respuesta satisfactoria. Luego empecé a buscar como mesera, vendedora o impulsadora, pero las entrevistas no fueron más numerosas y las condiciones laborales resultaban extremas: jornadas laborales muy extensas en las que se debían cumplir muchas funciones, sueldos mínimos o inferiores al mínimo, localizaciones lejanas e incluso fuera de la ciudad. En todo caso, ninguna de estas opciones se concretó. 

A principios de noviembre, una amiga me contó que llevaba trabajando una semana como modelo web cam y su pago había sido de un poco más de $400.000, es decir, poco menos de la mitad de un salario mínimo legal vigente en Colombia. En mi interior quedó resonando la cifra. Ella había ganado en una semana casi lo mismo que yo ganaría en 3… si acaso me llamaban para el trabajo de mesera en un restaurante. 

*    *    *

Las deudas iban en aumento. Seguían sin llamarme para ofrecerme empleo y la idea de intentar hacer el mismo trabajo de mi amiga persistió. Entonces le pedí solicitar una entrevista con el estudio. A los tres días estaba chateando con el dueño, quién me contó a grandes rasgos las condiciones laborales y me pidió tres fotos en las que no debía estar necesariamente desnuda, pero sí era importante para él y la empresa que fueran de cuerpo completo. Me dijo que son una empresa legalmente constituida en la Cámara de Comercio y la DIAN, pagan impuestos y cumplen con todos los requerimientos de ley, por lo tanto sus modelos, según explicó, cuentan con el respaldo de una empresa sólida y con experiencia. Me explicó lo de los turnos: había en la mañana, en la tarde y en la noche. Los únicos requisitos son ser mayor de edad, dijo aquel hombre con el que chateaba, tener cédula original o pasaporte, buena actitud y presentación personal. Yo cumplía con todos esos requerimientos, así que me puse en la búsqueda de las tres fotos en las que me viera más guapa. 

Luego de algunos días, el hombre me respondió citándome a una entrevista. Asistí no sin antes revisar cuidadosamente la ropa que iba a llevar puesta: quería verme sensual, pero no demasiado arreglada para la ocasión. El estudio está ubicado en una casa enorme de la localidad de Fontibón, al occidente de Bogotá, desde mi barrio me demoro 30 minutos y me voy en uno de esos colectivos pequeños. Ese día sólo conocí la sala de estar, donde las modelos pueden tomar los recesos, pero me llevé una buena primera impresión porque el lugar se veía limpio y seguro. 

Quien me entrevistó fue una monitora —es decir, una supervisora—. Ella había sido modelo web cam, me dijo con orgullo que llevaba siete años en la industria, pero ahora se encuentra en un mejor puesto porque ahí no se expone a los espectadores. Tiene mi edad, es muy delgada y su piel parece de porcelana, tanto por el color como por la suavidad que proyecta. Su cabello es castaño, largo y saludable. Ese día, estaba vestida toda de negro con accesorios dorados. Su forma de hablar me daba seguridad y confianza, aunque la información que me brindó no fue lo suficientemente profunda en torno al contrato de mandato, que es el tipo de relación jurídica que se establece entre la modelo y el estudio. Me preguntó qué tan dispuesta estaba a exponerme a la cámara, qué tanto había sido consumidora de porno y si había visto páginas de web cam, a lo cual respondí que no… ¿Cómo era posible que yo estuviera pensando en hacer esto sin ni siquiera haber entrado a curiosear las paginas? En mi ingenuidad, pensaba que era necesario tener una cuenta bancaria para poder ingresar a ver a las chicas, ¡pero no! También me preguntó qué edad tenía y se sorprendió porque en principio le parecí menor, me dijo que ambas teníamos la misma ventaja —lucir menores— y que podíamos sacarle provecho. Quedamos en que yo lo pensaba mejor y le escribía mi decisión por WhatsApp. 

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Llegué directo del estudio al computador de mi casa para pegarle un vistazo a las páginas. Revisé Bongacams, Camsoda, Cam4, Camsonline y, finalmente, Chaturbate. Terminé bastante impresionada, no por considerar estos contenidos poco éticos o algo similar, sino por el nivel de exposición de los cuerpos y las sexualidades de estas mujeres en público, sin recibir pago por ello: yo las estaba viendo sin estar registrada en las plataformas, sin inscribir mi tarjeta, sin pagar un peso. Algunas estaban realizando sus shows frente a más de mil espectadores, la gran mayoría de ellos como yo, sin generar un pago por el servicio. No comprendía, mi amiga me había contado que los contenidos más explícitos los hacía en privado y que en público ella solamente provocaba, bailaba sensualmente y mostraba su cuerpo. Pues resulta, supe luego, que esto es decisión de la modelo, para algunas es más rentable hacer todo el show en público, mientras para otras es más rentable y seguro hacerlo en privado. Más adelante entendí que hay dos tipos de páginas de sexo en vivo, las gratuitas y las privadas. Yo entraría a una free, donde la dinámica es la que estaba conociendo, pero en las privadas los únicos usuarios que pueden ver un show son los que pagan por ello. En una página free la modelo ofrece un tip menú en el que aparecen los precios y los servicios que ella está en disposición de hacer en público y si un usuario quiere algo distinto o quiere sentirse más exclusivo, debe pagar un privado, cuyo pago se hace por minuto. Este tipo de página pone a las modelos con más espectadores en la portada y a medida que pasan las páginas ubican a las chicas que son vistas por menos personas simultáneamente. Obviamente tienen más visualizaciones las chicas que presentan un espectáculo público más explícito. 

Siempre he tenido un dilema con el trabajo sexual porque mercantiliza los cuerpos y las sexualidades de las mujeres. No es una contradicción con la sexualidad libre de las mujeres o con la promiscuidad, sino con el hecho de vender algo tan liberador y empoderador como el placer, como las caricias, como los besos, como los gemidos. Es una opción laboral para las mujeres cuando la sociedad no presenta opciones suficientes para todas nosotras y siempre consideré pertinente la reivindicación de las trabajadoras sexuales por condiciones laborales dignas y justas. Comprendo que hay algunas mujeres que deciden libremente hacerlo, pero otras se ven obligadas por la precariedad y muchísimas otras se ven forzadas por la violencia. Esta vez el debate me miraba de frente. ¿Estaba dispuesta a hacerlo? Yo, una mujer joven, feminista, a punto de ser profesional. La respuesta fue: sí. Llevo tres meses realizándolo porque después de atravesar la duda y la negación como estadios previos, el hambre, las deudas y la amenaza de no tener comida que ofrecerle a mi gata me llevaron a decir . Decidí, pues, ser pragmática, no moralista. 

*    *    *

Tras enviar las pruebas que certificaban que era mayor de edad y esperar que la plataforma creara mi usuario, el primer día llegó. Me puse un vestido, me maquillé, me encomendé a la divinidad —le pedí protección y prosperidad— y salí de mi casa con una sonrisa enorme. Llegué temprano, incluso antes que mi monitora, así que la esperé en el cuarto que me asignaron. Después de una “capacitación” que no tardó más de 5 minutos y que se enfocó en el uso de los softwares necesarios, estaba conectándome sin entender muy bien cómo funcionaba todo. Sabía que los usuarios de color violeta oscuro son los que más tokens han pagado en las últimas dos semanas  (al menos 1000). En orden descendiente vienen los violeta claro (al menos 250 tokens), los azules (que han pagado propinas de al menos 50 tokens), los azules claros (quienes han comprado o pagado fichas), los grises (no tienen fichas) y, finalmente, los miles de anónimos que no se han registrado y por lo tanto nunca pagan un peso. 

Las habitaciones que el estudio en el que empecé a trabajar ofrece tienen una base cama, un espejo, algunos muebles como sofás, mesas de noche o tocadores, así como dos luces de fotografía, un computador con una cámara HD y los programas necesarios para transmitir video y audio de buena calidad y también para traducir rápidamente lo que los usuarios te escriben y lo que tú quieres decirles, si tu nivel de inglés lo requiere. Estos cuartos se parecen mucho a los de los moteles por el tipo de colores y muebles que utilizan. Una modelo debe escoger un cubrelecho de los que están disponibles en la cocina y lavarlo cuando lo crea necesario para continuar usándolo. Las monitoras sugieren tener una estética determinada y escoger una habitación conforme a dicha estética, puede ser un cuarto con colores pastel o uno más oscuro, uno que tenga libros y revistas o papel de colgadura de caricaturas. Ellas te enseñan cuáles son los disponibles o te sugieren cuál se adecúa más a la personalidad de la chica que transmite, que, en últimas, es un personaje, una ficción. También te recomiendan apropiarte del espacio, llevar luces de colores, bombas, afiches o cortinas distintas para sentirte más cómoda y ser más atractiva, según el personaje que estás creando. Este personaje puede ser, incluso, tú misma. Estos últimos insumos corren por tu cuenta, así como el vestuario y los juguetes sexuales que quieras utilizar y que con el tiempo se hacen necesarios para ofrecer diversidad de servicios a los clientes reiterativos, que son los más importantes. 

El primer día fue terrible para mí. Entendí a las patadas lo elemental del funcionamiento de la plataforma, del comportamiento de los clientes, de mi desempeño ante la cámara. Salí triste, con la mente inundada por la historia pedófila de un hombre —me contó que su primera experiencia sexual fue con su profesora de 40 años cuando él tenía apenas 8— así como por las indicaciones insistentes de otro que pretendía que hiciera cosas gratuitas para ganar clientes. Y salí triste también por el dinero que gané, 150 tokens en mi cuenta de Chaturbate, un poco menos de $20.000. Me sentí, además, fuera de lugar porque no me había preparado, ni lo habían hecho en el estudio, para ello. Con los días entendí que hay usuarios que van tras las chicas que tienen la etiqueta de “nueva” que te ponen durante la primera semana, para acosarte, para convencerte de que hagas shows gratuitos. No es la generalidad de los usuarios, pero justo me encontraron en mi primer día. Salí triste, repito, y con la impresión de que esta industria o el estudio con el que di o por lo menos la monitora que tuve, no se corresponden con la profesionalidad que proyectan o pretenden tener.

Un par de semanas después ya tenía una mirada general acerca de la industria. Me di cuenta de que un cliente paga 100 dólares para comprar 1000 tokens pero cuando la plataforma te paga esa cantidad de tokens representan solo 50 dólares, así las cosas, la plataforma se queda con el primer 50%. Después, cuando me realizaron el primer pago en el estudio, ellos se quedaron con el 45% de los dólares que representaba mi primera semana, como lo habíamos pactado previamente, y sólo en el momento del pago supe que de mi 55% correspondiente debía pagar el 4 por mil. Del pago que me representaban las primeras cuatro semanas yo pretendía pagar la EPS y la pensión, pero recibí poco menos del salario mínimo y por lo tanto mi anhelo de “seguridad social” no se realizó. Claro, yo entiendo que la plataforma debe ganar un porcentaje significativo y que el estudio debe pagar arriendo, servicios públicos y monitoras. No obstante, recibir la cuarta parte del pago que el usuario hizo por mi trabajo me parece por lo menos inapropiado, teniendo en cuenta que nosotras ponemos la mayor parte de la fuerza de trabajo y somos la materia prima de esta industria. Para ser más clara: si el usuario paga 100 dólares (o el equivalente aproximado al cambio un día como hoy en pesos colombianos, que ronda los $400.000) yo voy a recibir $96.000 pesos colombianos

*    *    *

Según la opinión de mis compañeras que también trabajan en esto, estoy en un buen lugar en comparación a lugares donde te interrumpen en plena transmisión o se quedan con algunos obsequios que te envían los clientes, entre otras malas prácticas. A mí me sigue pareciendo bastante aceptable, pero debo decir que si la industria web cam en el país está expandiéndose y tiene pretensiones de alcanzar un espectro profesional y además de convertirse en una opción laboral digna para las mujeres y los hombres que incursionan en el modelaje, es muy importante que formalicen sus procesos, empezando por la capacitación. En cualquier empleo a una como trabajadora le hacen una inducción, le cuentan los aspectos estructurales, técnicos y a veces vivenciales de la labor que se va a desempeñar para que una pueda hacer bien su trabajo. Aquí no, la inducción —al menos la mía lo fue— es absolutamente superficial y general, cuando hay suficiente experiencia e información para socializar en cuanto al modelaje en sí mismo. Por ejemplo, deberíamos ser informadas de los tipos de modelos y públicos, modalidades de plataformas, poses, encuadres de la cámara, escenografía de la habitación, abordaje del cliente, entre muchos aspectos pertinentes y necesarios para desempeñarse bien, sobre todo la primera semana, que es un momento clave. Aprovechar los primeros días, cuando tienes la etiqueta de nueva, es fundamental, y si tenemos un conocimiento previo de lo que vamos a realizar podemos evitar ser presa fácil de los acosadores, proyectar mayor seguridad ante la cámara, ganar más dinero para nosotras y para el estudio y el portal.  No obstante, reconozco que yo no me empapé lo suficiente del tema antes de atreverme a hacerlo y por lo tanto mi desempeño inicial no fue el que podría ser. 

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Ha sido difícil ganar seguidores, fidelizar clientes y acumular buenos pagos debido a la poca visibilidad que me dio la página en un principio. Pero de toda esta experiencia rescato que encontré una opción para ganarme el sustento mientras logro encontrar algo relacionado con mi profesión. Por otra parte, hoy me siento más segura de mi cuerpo, de mi erotismo, de mi sensualidad. Estoy totalmente enamorada de mi físico, comprendí que mi rostro y mi mirada son mi fuerte en el asunto de la seducción. Que mi culo, mis senos, mis piernas y mi abdomen son perfectos, no porque cumplan con un estereotipo de belleza sino porque a mí me encantan y transmito esa seguridad. Disfruto mucho adornarme cada día. El maquillaje, los peinados y la lencería expresan la personalidad que decidí darle a la chica que transmite sonriente y provocativa ante la cámara. Soy yo misma desarrollándome en una dimensión que no había explorado lo suficiente y que me ha llevado, incluso, a deleitarme más y mejor en el sexo que comparto con quien sí quiero en mi vida real. 

Algo similar ocurrió con Andrés, mi compañero de la universidad que también exploró en el mundo del web cam. Él se vio motivado por la plata, y es que ¿a qué estudiante universitario no le parece atractivo ganar dinero de una manera flexible en términos del tiempo? Pero sobre todo lo impulsó el aspecto creativo y subjetivo del asunto. Expresar una forma de ser dentro de este mundo, su propia versión de lo queer-indefinido-trans a través de los gestos, de la estética, de la habitación, del erotismo. Fue esto último lo que más lo atrajo para desarrollarse seis meses en su room. Yo, como él, me sentí más a gusto cuando me apropié de mi habitación, le puse las texturas, los colores, las luces y las sombras que le iban mejor a mi físico y mi estado de ánimo. Él, como yo, se vio conflictuado por algunas relaciones sociales que se presentan en el medio, por ejemplo el hecho de que a los gringos y los europeos —que son, en resumidas cuentas, la mayoría de los clientes que sí envían tokens— a veces les moleste nuestro acento cuando hablamos en inglés, o reconocer que la mayoría de los usuarios sin tokens son latinos y aunque con ellos sí se puede conversar en español, no te interesan porque no te pagan, porque la mayoría de veces, más allá de morbosearte, no tienen mucho que ofrecer. 

Muchos de estos hombres, los usuarios, no me piden cosas extraordinarias. Algunos son concretos y si les gusto llegan a mi room, coqueteamos unos minutos, me preguntan si estoy dispuesta a hacer el servicio que desean y nos vamos para un privado. Esos son mis clientes favoritos, pero a veces suceden otras cosas, como con Nico, un peruano que después de varias visitas con pocos tokens en mi sala pública, me pagó por un privado y después quiso mi número telefónico, y como no se lo di nunca volvió. O como Paul, un francés que me trata como a una amiga mientras me observa coquetear con otros y me envía unos cuantos tokens a cambio de conversar varias horas con él mientras espero por usuarios que sí me lleven a privado. Creo que a él le gusta tener una relación más emocional que sexual con las modelos y sospecho además que pasa muchas horas en esto porque a pesar de no enviar grandes cantidades, siempre es un usuario de primera categoría: él gasta más de 1000 tokens por semana… ¿Con cuántas chicas interactúa y cuántas horas pasa en esto? Mi usuario favorito ha sido el que me envío 200 tokens por quedarme mirando con picardía la cámara durante un minuto. En cambio mi amiga, a quien le va mucho mejor que a mí, considera que es importante tratar de establecer una relación más allá de “la calentura” con estas personas. Desde su experiencia, una relación más genuina hace también que haya tippers recurrentes que son los que significan el grueso de los ingresos semanales, la mayoría de las veces. 

No me siento orgullosa pero tampoco me avergüenza esta experiencia. Me ha permitido asumir mis debates acerca del trabajo sexual desde el quehacer y no sólo desde la teoría, sin perder de vista que todo esto se enmarca en la explotación por parte de un sistema capitalista y patriarcal que no nos ofrece alternativas, nos mercantiliza y nos explota sin avisarnos que lo va a hacer. Aún no tengo lo que buscaba, un trabajo formal con salud, pensión y estabilidad, pero estos meses tuve para subsistir y poder dormir tranquila porque alterné esta labor con otras que me generan ingresos. En las últimas semanas de pandemia mundial por el covid-19, hemos seguido transmitiendo desde nuestras casas, en condiciones distintas: la calidad de transmisión de video es mucho más baja pero tenemos la seguridad de no salir a exponernos para ganar algunos pesos. Sin embargo, el trabajo es cada día más escaso, la situación en Europa y Estados Unidos es tan compleja que la cantidad de clientes ha disminuido, ya sea por salud, economía, estado de ánimo o por el hecho de encontrarse con sus familias, estos hombres —estos usuarios— no recurren de la misma manera a nuestros servicios ahora, así que, sin importar el precio del dólar, no es, como muchos piensan, época de abundancia para mí, una modelo web cam. Quienes siguen representando una entrada más estable son esos tippers recurrentes que mi amiga considera importantes, esos con quienes se establece una relación más humana, algo que yo no he querido o no he podido hacer aún. 


*La autora ha decidio escribir este texto desde el anonimato para no comprometer su identidad ni sus relaciones personales. 

 

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